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Caballo realizado por Rafael García Gómez para su nieta Virginia García. |
El caballo de
juguete
El caballo
de juguete no para de sollozar,
él no tiene
casi fuerza para poder ayudar.
La caravana
real se ha tenido que parar,
un camello
ha tropezado sin poderlo remediar
y una rueda
se ha salido del carro que iba detrás
dejando de
funcionar.
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Cabezas de caballo realizadas por Rafael García y su nieta Virginia García. |
Ahora
mismito querría cuatro patas de verdad
como tienen
los caballos que él ha visto galopar.
Melchor y
Gaspar exclaman que se van a retrasar:
—¡Los
juguetes esparcidos sobre la arena dorada!
—¡Nos queda
muy poco tiempo antes de la
madrugada!
—¿Acaso no
somos Magos? No os tenéis que preocupar,
a la
estrella ya le he dicho que nos tiene que ayudar
—añade el
rey Baltasar-, que es el más mago de todos
y no se deja
asustar por cosas sin importancia
que se
pueden arreglar.
Como si fuese
un tornado que acabase de pasar,
un viento
fuerte ha soplado y la rueda se ha arreglado.
Unas manos
enguantadas con seda y perlas preciosas
recogen con rapidez los juguetes que ahora
están
en las dunas repartidos,
y los ponen
en los sitios que anteriormente ocupaban
en la larga caravana.
El caballo de
juguete ha dejado de llorar.
—¿Habéis
visto este caballo? Es una preciosidad.
—Colócalo
con cuidado no se vaya a estropear.
Y le suben a un caballo, pero a uno de verdad.
La caravana está
lista para poder avanzar entre dunas y palmeras,
y antes del
alba llegar.
El caballo
ya no llora, ya no hay porqué llorar.
Con el trote
del caballo, del caballo de verdad,
el caballito
se duerme y pronto empieza a soñar
con un
niñito precioso que no para de cantar:
—Arre
caballito, vamos a Belén que mañana es fiesta
y al otro
también.