Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

jueves, 31 de diciembre de 2020

Lectura del cuento UNA REAL VISITA

Para todos los niños y niñas que esperan con ilusión la llegada de la mágica Noche de Reyes. Espero que  sus Majestades los Reyes de Oriente os dejen mucho amor para compartirlo con vuestra familia y todos vuestros amigos. 




lunes, 14 de diciembre de 2020


                                                     

                                            MARCHARON PRESTOS.

                                            EL RELOJ DE LA TORRE

                                            LES MANDÓ AVISO.

viernes, 11 de diciembre de 2020

VACUNAS PARA LOS REYES MAGOS

 

                                      Ilustración de  Guille Martínez Ortiz



 Se acercaba la Navidad  y Paloma había ido a pasar la noche a casa de sus primos. Ya tenían vacaciones. Los cuatro niños estaban muy preocupados; este año no podrían venir  los Reyes Magos: eran personas muy mayores y  de alto riesgo.

Josemi, Paloma, Carlitos y Clarita estaban comentando lo que  habían oído decir a sus padres. Hablaban bajito, casi en un susurro, no querían que supieran que espiaban a los mayores cuando estos comentaban cosas serias.

—¿Y qué quiere decir “personas de alto riesgo”? —preguntó Clarita, que era la más pequeña de la pandilla.

—Pues creo que les dicen eso a las personas mayores y que se pueden contagiar del bichito —contestó Josemi.

—Pues anda, que los Reyes, con lo viejecitos que son, son de un riesgo altísimo —agregó Paloma.

—Pero bueno, me queréis decir qué es eso del riesgo —exclamó Carlitos un poco enfadado ante tanta palabreja rara.

—Pues eso quiere decir que los Reyes Magos  se pueden contagiar fácilmente con el virus  y no podrán venir,  así que este año no tendremos juguetes en Navidad —les aclaró Josemi que era el mayor—. Me imagino que se quedarán en su palacio y no se moverán de allí.

—¿Y Papá Noel?, ¿tampoco podrá venir este año? —preguntó Clarita de nuevo.

Todos movieron la cabeza negativamente y se quedaron muy  pensativos.

Esa noche, los niños estaban muy tristes a la hora de la cena.  En la televisión un presentador  entrevistaba a un doctor muy famoso: hablaban de la importancia que tenían las vacunas para no ponerse enfermos.  Empezarían a vacunar a los sanitarios y  las personas de alto riesgo.

 A Josemi se le encendió la bombillita que tenía en la frente y que de vez en cuando se le iluminaba. “Alto riesgo había dicho”. Seguro que les pondrían las vacunas a los Reyes Magos y a Papá Noel también, y ya no habría ningún problema. Podrían estar tranquilos.

Pero después de la entrevista, salió la chica del tiempo con un mapa lleno de líneas raras que él no entendía muy bien, pero la palabra Dana y borrasca sí que le sonaban: iba a llover mucho.

—Mamá, ¿de dónde van a traer las vacunas? ¿Van a llegar a tiempo para ponérselas a las personas mayores antes de Navidad?

—Pues no sé. Parece que va a hacer muy mal tiempo,   las vacunas vienen en avión. A lo mejor habrá  que esperar un poco a que pase el temporal.

Otra vez la cabecita de Josemi empezó a trabajar y a ponerse en lo peor.

“Seguro que los Reyes Magos se quedan si vacunar” y al pensar en algo tan triste, empezó a llorar. Sus hermanos y su prima, al verle, también le imitaron y, al momento, los cuatro no lloraban, berreaban.

—¿Pero, se puede saber qué os pasa? ¿Por qué lloráis de esta forma? ¿Es que os duele algo? ¿Alguien  me puede contar el problema? —les pidió su madre.

Paloma empezó a balbucear y le siguieron los demás:

—Las, las  va- vacunas —dijo.

—Los Reyes Magos —añadió Carlitos

—Los  jueguetes  —se quejó Clarita.

Por fin Josemi se secó las lágrimas y empezó a contarle a su mamá el  problema que los tenían preocupados.

—Mamá, tenemos miedo de que los Reyes Magos se pongan malitos y no nos traigan los juguetes. No sabemos si este año van a venir o no.

—Mirad niños, este año es un año diferente. Es posible que sus Majestades no puedan venir, pero  no tenéis que llorar por eso, lo mejor es desear  que no se pongan malitos, eso es lo verdaderamente importante. Un año sin juguetes nuevos no tiene  importancia, ¿tenéis juguetes para divertiros? —les preguntó su mamá.

Los niños se miraron y se quedaron callados. No sabían que responder.

—Venga, contestadme; aquí veo cuatro puzles, muchas construcciones, un tren, tres muñecos, un correpasillos, un caballo con balancín, un montón de cuentos, ¿sigo nombrando juguetes?

Los cuatro niños se quedaron mirando y callaron, seguían llorando en silencio, aunque, ya, poquito. Su madre pensó que tenía que encontrar algo para que se les pasase el disgusto.

—¿Hacemos un bizcocho de chocolate? —les preguntó.

—¡Siiiiii! —gritaron todos.

—Pues venga, a lavarse las manos y a trabajar.

A los niños se les pasó la pena enseguida. Se pusieron unos delantales y unos gorros de cocinero.  A su mamá le gustaba que estuvieran muy pulcros en la cocina.

Los bizcochos que hacían tenían fama entre sus amigos porque estaban muy ricos.

Pasó la Navidad y nadie sabía si los Reyes Magos iban a poder venir o no. Los niños habían oído que en algunos sitios ya habían llegado las vacunas pero ¿en Oriente, qué habría pasado? De todas formas ellos ya se habían hecho a la idea de que este año la Noche de Reyes iba a ser distinta.

Por fin llegó y como todas las Noches de Reyes, estaban nerviosos ¿y si venían por casualidad?

Sus padres les dijeron que se acostaran pronto por si acaso.

Los niños  no se podían dormir, no hacían más que dar vueltas en la cama. Paloma, que   se había quedado  con sus primos esa noche, también estaba muy inquieta y no paraba de moverse de un lado a otro.

De repente oyeron algo que les pareció el sonido de unos cascos de  caballos en el asfalto y el gruñido de otros animales, ¿serían camellos? A continuación se escucharon murmullos y susurros, y la puerta de la calle que se abrió muy silenciosamente.

—Schisssss —dijo Josemi— ¿Quién puede ser?

—¿ Serán los Reyes?—preguntó Carlitos.

—¿Qué hacemos? —dijo Paloma.

Clarita, como era pequeña, dormía profundamente.

Muy despacio, bajaron las escaleras y los tres se quedaron paralizados ante la  sorpresa que se llevaron: los Reyes Magos habían venido.

—¡No estáis malitos!— exclamaron muy contentos.

—No, claro que no. ¿Quién os ha dicho eso? —preguntó Gaspar  mientras les acariciaba la cabecita.

—Pues habíamos oído que a lo mejor, este año, no podíais venir — aclaró Paloma.

—A ver, nosotros ¿qué somos? —dijo Baltasar.

 —¿Qué sois ?, ¿qué sois, que? —tartamudeó Josemi.

—Sí, ¿qué somos? —volvió a preguntar Baltasar.

—¡Ah!, —dijo Carlitos— sois Magos.

—Muy bien, y eso, ¿qué quiere decir? — Intervino Melchor.

—Pues… que hacéis magia —explicó Paloma.

—¿Y vosotros creéis que si podemos hacer magia, no  vamos a tener vacunas para no ponernos enfermos, y que todos los niños del mundo puedan tener sus regalos en esta noche?

Los niños se les quedaron mirando asombrados ante la explicación que les dieron. Se habían preocupado sin necesidad. En un momento todos los miedos y los problemas que les habían entristecido   desaparecieron y la sonrisa volvió a iluminar sus caras.

A la mañana siguiente se despertaron sin  recordar nada de lo  que había sucedido la noche anterior; cuando bajaron a desayunar se encontraron un montón de juguetes a los pies de la chimenea, los Reyes no les habían fallado, seguramente  se  habían vacunado. Verdaderamente eran unos Magos estupendos.

 

 


martes, 8 de diciembre de 2020

lunes, 30 de noviembre de 2020

PABLO NICOLÁS



 Pablo no había tenido nunca problemas con su nombre, hasta un día en el que se enteró de que a su hermano le hubiese gustado que él se llamase Pablo Nicolás.

 Guille, el hermano de Pablo siempre le había dicho a su madre que cuando tuviera un hermanito quería que le pusieran  Pablo Nicolás como su amigo, pero a sus padres se les olvidó poner los dos nombres en el Registro Civil, y a Pablo le llamaron simplemente, Pablo, a secas.

—Mamá, yo quiero que Pablo se llame Pablo Nicolás.

 Eso repetía continuamente Guille a sus padres.

—No te preocupes Guille, en cuanto podamos iremos al Registro Civil y le pondremos a tu hermano el nombre de Nicolás, también.

Tanto les insistió Guille a sus padres, que Pablito, que nunca había protestado por causa de su nombre, se unió a la petición de su hermano  y también protestaba:

—Mamá, ¿cuándo me voy a llamar Pablo Nicolás?

—Tendrás que esperar a que tenga tiempo para ir a cambiarte el nombre, ahora tengo mucho trabajo.

Así pasó el tiempo hasta que el niño se dio cuenta  de que había más niños que tenían dos nombres como su hermano.

Un día llegó el abuelo muy contento con un regalo.

   Felicidades Guillermo José, hoy es tu medio santo —dijo

muy ufano—. Hoy es nuestro santo, es San José.

Pablo se quedó sorprendido y un poco decepcionado. Él no tenía regalo. ¡Claro, solo tenía un nombre!

—¡Mamaaaa! ¿cuándo me vas a poner Nicolás en mi nombre? Yo solo tengo un regalo en mi santo —dijo entre sollozos—. Hace mucho tiempo que te lo he dicho, y no me haces caso.

Pablo seguía llorando hasta que se acercó su abuela. Lo sentó en sus rodillas y le dijo:

—Pablo, no te importe eso de tener dos nombre o uno solo. Hay muchos niños que tienen nombres muy largos y al final les llaman con un diminutivo ridículo.

—Abuela, ¿qué es un diminutivo?

—Pues, por ejemplo, un niño que se llame Francisco Luís y le llamen Fran o tu hermano mismo, se llama Guillermo José y siempre le llamamos Guille.

—Sí, pero Guille tiene dos santos y yo solo tengo uno.

—Tú no te preocupes por eso, ahora mismo te vamos a buscar un santo. ¿Mayca, me puedes decir cuándo es el santo de los niños que se llaman Nicolás?

Mayca se quedó muy sorprendida, pero se imaginó  por dónde venían los tiros. Enseguida se metió en Internet y miró el santoral.

—A ver, San Nicolás, San Nicolás… Aquí está, el 6 de diciembre.

—¿Eso es pronto? ¿Falta mucho para mi medio santo?

La abuela se quedó dudando. No sabía que decirle. Estaban a 19 de Marzo y hasta el 6 de diciembre les quedaban la tira de días para escuchar siempre lo mismo. Tenía que buscar una solución.

—Pues la verdad es que tu medio santo es el 6 de diciembre, todavía queda un poco.

—Un poco, ¿cuánto es?

Guille, que era cuatro años mayor, y que le gustaba mucho hacerle  rabiar le dijo:

—Pues tienen que pasar las vacaciones de Semana Santa, pasar el verano, que se les caigan las hojas a los árboles, que venga…

Antes de que terminase, ya estaba Pablo berreando.

—Eso es mucho tiempo, nunca voy a tener mi medio santo.

La mamá intervino:

—Pero Pablo, tú ¿por qué quieres llamarte Nicolás? ¿Solo porque tu hermano quiere? Vamos a ver qué día es mañana. —La mamá de Pablo entró en Internet—. Anda, mañana es día de todos los que se llaman Martín. ¿Quieres llamarte Pablo Martín?

         —Si me llamo Pablo Martín ¿mañana tendré un regalo?

         Todos se quedaron mirando al abuelo que había sido el de la ocurrencia de traer un regalo por el medio santo de Guille.

         —Claro que sí, por supuesto, mañana tendrás tu regalo —dijo el abuelo viendo todas las miradas clavadas en él.

         Pablo se puso muy contento. Ya tenía un segundo nombre y un segundo regalo. Ahora habría que ver cuándo iría su madre a apuntarle en el Registro.


 

Autora, La abuela atómica

lunes, 9 de noviembre de 2020

viernes, 30 de octubre de 2020

EL CASTILLO DEL MIEDO


Terrorífica por Guille Martínez Ortiz


 Se acercaba la noche de los difuntos  y todo el mundo se  preparaba para recibirla.


En el castillo de la bruja Terrorífica también estaban ansiosos porque llegase esa noche. Sus moradores tenían un motivo muy   especial. Este castillo solo existía durante  la noche del treinta y uno de octubre en la que se celebraba la noche de los difuntos, el resto del año desaparecía a los ojos de las personas y hasta el siguiente año no volvía a existir. La gran bruja había hechizado a sus habitantes,  decía que  no servían para nada  y que  ya no asustaban a los niños.

Cuando llegaron las doce  y un minuto de la noche, una niebla muy espesa se formó encima de un pequeño montículo y no  se deshizo hasta que todo el castillo resucitó de nuevo.

Lo primero que apareció en el centro del monte fue una construcción negra  con torres muy altas y  ventanas  estrechas. Una pequeña luz se adivinaba dentro. De las torres salieron volando infinidad de murciélagos. Las telas de araña, tejidas minuciosamente por arañas gigantes, parecían cortinajes de tul negro  en donde se columpiaban los esqueletos.

 Dos armaduras huecas, sin cabeza,  bajaron  el puente levadizo  y un gran ruido de cadenas resonó en todo el valle. La puerta  del castillo  se abrió con un gran chirrido de goznes.

—¡Ayyyyy!, —gritó Terrorífica que estaba asomada en lo alto de una torre—. ¡Nunca os acordáis de engrasarlos de un año para otro! ¡Sois unos inútiles!

 Cuando se hizo el silencio de nuevo, la puerta empezó a vomitar un  gran ejército formado por  engendros y seres repugnantes que hubiesen aterrorizado al más valiente.

Los fantasmas  salieron en primer lugar  arrastrando sus cadenas, después les siguió un gran grupo de  zombis llenos de heridas sangrantes, ogros, vampiros, momias, decapitados, demonios y asesinos. Los esqueletos dejaron de columpiarse y siguieron a la comitiva; por último, decenas de brujas montadas en sus escobas salieron volando desde las almenas llenando el oscuro cielo. Cerrando la comitiva iba Frankestein.

Cuando todo el mundo estaba fuera se oyó la voz atronadora de la gran bruja que les gritó:

—Ya sabéis estúpidos e  infectos seres,  conque uno solo de vosotros asuste a alguien  os quitaría la maldición y volveríais a vivir sin desaparecer como hacíamos antes, pero estoy segura  de que sois tan inútiles y necios que tampoco lo conseguiréis este año.

Al escuchar a  la gran bruja Terrorífica, se indignaron de tal manera que empezaron a murmurar entre ellos.

—Esto no hay quién lo aguante —dijo un zombie que llevaba el ojo en la mano. Se lo quitaba o ponía según necesitaba mirar hacia la derecha o hacia la izquierda.

—¡Estate quieto con el ojo! —exclamó un vampiro al que le chorreaba la sangre por la comisura de los labios y goteaba hasta la camisa—. Me da repelús verte.

—No debemos dejarnos avasallar por ese saco de huesos, nariz aguileña y pelos de estropajo. Este año tenemos que organizar algo terrible que nunca olviden los habitantes de Castillejo del Valle. Si desaparecemos de nuevo, le cambiaran el nombre al pueblo y dejará de llamarse así —añadió un hombre con aspecto de pordiosero que llevaba un gran  saco a la espalda.

—El que tengas alguna idea que la diga, luego se elige por votación la mejor y la ponemos en práctica ¿vale?  —sugirió una momia.

—De acuerdo —dijeron todos, sentándose en círculo para preparar su maléfico plan.


Las brujas, que iban volando en las escobas por encima de sus cabezas, al ver que la comitiva de monstruos se había sentado descendieron para aportar sus  ideas.

—Sugiero encender un buen fuego para calentarnos y realizar los  conjuros —propuso Espantosa, otra bruja que tenía bien ganado su nombre.

Mientras Espantosa lo preparaba, se acomodaron lo mejor que pudieron: los vampiros colgaron sus capas en las ramas de los árboles para que no se les arrugasen,  los decapitados dejaron sus cabezas en el suelo pues era una lata moverse siempre de un lado a otro con la cabeza a cuestas, las brujas soltaron sus escobas, los hombres del saco se lo quitaron pues pesaban lo suyo, los esqueletos se apoyaron  en unos troncos para no desmoronarse y las momias se soltaron los vendajes que las oprimían, pero todos tuvieron que pedirles que se las volviesen a poner pues apestaban de una forma insoportable. Frankestein se sentó en una piedra para ver mejor lo que las brujas estaban echando en el fuego.

Mientras, en el pueblo un grupo de adolescentes tenían un plan para pasar la noche de difuntos.

—A mí no me dan miedo ni los muertos ni los zombis ni nada de esas tonterías, propongo organizar una acampada en las afueras del pueblo. ¿Quién se apunta? —preguntó Ismael.

Los demás chicos no estaban muy seguros, ¿precisamente esa noche tenían que ir de acampada? ¡Anda que no había días para hacerlo!

—Yo no voy, con el frío que hace y encima esta noche. No contéis conmigo —dijo Pedro.

—Eres  un gallina. Cuenta conmigo Ismael —añadió Luis.

Quedaban tres chicos que no sabían que decir. No les hacía gracia la idea pero tampoco les gustaba que los tomasen por miedicas.

—Te lo digo esta tarde, se lo tengo que preguntar a mis padres, a lo mejor no me dejan —razonó Carlos.

Ismael no tenía ganas de más excusas así que dijo:

—El que quiera venir que esté esta noche a las ocho a la salida del pueblo. Iremos a la explanada que hay al lado del cementerio y ahí pondremos las tiendas.

Los chicos se despidieron y después de rogar a sus padres que los dejasen, que era una apuesta y que no les iba a pasar nada, consiguieron su permiso. Pedro ni se molestó; con lo bien que se estaba en casa viendo la tele.

Estaban contentos aunque un poco nerviosos, ir de acampada solos y cerca del cementerio era una idea brillante que solo se le podía ocurrir al loco de Ismael. Los demás no estaban  muy de acuerdo pero se callaron para que no les tachasen de cobardes. Cuando  se estaban acercando a la explanada observaron que había un grupo muy numeroso alrededor de un fuego celebrando Halloween.

—Oye, vaya juerga que tienen montada, esos sí que llevan buenos disfraces —exclamó Javier sorprendido ante el realismo de los trajes.

Zombi por Guillermo Martínez Ortiz

—Mira, vamos a ponernos en el otro lado. No me gusta estar cerca de un grupo tan grande, dentro de un rato estarán todos borrachos —dijo Ismael.

Se colocaron al otro lado del cementerio, detrás de unos cipreses, para ver lo que ocurría en el grupo.

Los muchachos se estaban preparando para comerse los bocadillos que les habían preparado en su casa cuando escucharon un grito. Un chillido agudo  les heló la sangre.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Javier—. Se me han puesto los pelos de punta.

 Se quedaron quietos; el corazón les latía tan fuerte que casi oían sus palpitaciones. Parecía que  ellos  no eran tan valientes como pensaban. Se agacharon y se quedaron muy quietos. De vez en cuando veían que la mujer que estaba disfrazada de bruja echaba unos polvos a la hoguera y el fuego chisporroteaba más fuerte produciendo  llamaradas que subían hacia el cielo y llenaban los alrededores de olor a azufre.

 Espantosa  estaba haciendo un  conjuro en voz alta.  Los monstruos ya habían decidido lo que hacer para que la maldición de Terrorífica terminase esa noche. Cuando se dieron cuenta de que estaban cerca del cementerio pensaron pedir  ayuda a los difuntos que estaban allí enterrados.

—¡Por los poderes del infierno, os convoco para que reunáis todas vuestras fuerzas, levantéis las lápidas, salgáis de vuestras tumbas y nos acompañéis  esta noche!¡Sembraremos el miedo y el terror por el pueblo y nunca más se tomarán a broma esta noche tan importante para todos nosotros! —gritaba enfurecida Espantosa, mientras todas las brujas la acompañaban  bailando alrededor del fuego.

Los chicos empezaron a temblar.

—Ismael, yo, yo creo que, que, que estos no están de de broma. Me parece que son de verdad —susurró Carlos  en voz baja y con la garganta tan seca que no le salían las palabras.

—¡Schssss! si estos son monstruos de verdad estamos en peligro, pero que muy en peligro —aseveró Tomás.

—¡Callad! ¿Queréis que se den cuenta de que estamos aquí? —ordenó Ismael, dándose cuenta de que lo que había empezado en broma iba muy en serio.

Volvieron a mirar al círculo y cada vez había más monstruos bailando alrededor del fuego. Las momias, los vampiros y todos los demás.  Por encima de sus cabezas, formando remolinos, otras brujas  se habían montado en sus escobas acompañadas por una gran cantidad de murciélagos. Era un espectáculo espeluznante.

Los cinco chicos tenían la cabeza tapada con las sudaderas, no querían mirar lo que ocurría; bastante tenían con escuchar el conjuro y oler a azufre.

—Por los poderes del infierno, os convoco para que reunáis todas vuestras fuerzas, levantéis las lápidas, salgáis de vuestras tumbas y nos acompañéis  esta noche. Sembraremos el miedo y el terror por el pueblo y nunca más se tomarán a broma esta noche tan importante para todos nosotros —volvía a repetir una y otra vez.

De repente, cuando los chicos creían que no podrían soportar más  el miedo que les producía aquella situación, la cosa empezó a empeorar. Se empezaron a oír penetrantes chirridos, unos cercanos y otros más alejados que les producían escalofríos. Eran los sonidos producidos por las lápidas que  empezaron a deslizarse sobre las tumbas hasta que quedó un espacio suficiente para que salieran  los muertos que estaban allí enterrados.  Era niebla con forma humana  y  se les notaba que disfrutaban flotando en el aire. Algunos llevaban poco tiempo enterrados y todavía no se habían deshecho del todo, así que iban caminando.

Cuando Espantosa  vio que el grupo de muertos estaba fuera de sus tumbas dio un grito terrible:

—¡A Castillejo del Valle! No hay que dejar a nadie indiferente ni  a hombres  ni a mujeres ni a  niños. Nunca deben olvidar esta noche. Se quedarán helados al vernos y el frio que sentirán se les quedará en sus huesos para siempre.

Los chicos,  cuando los vieron  avanzar, se desmayaron.

Toda la comitiva salió en dirección al pueblo, algunos de los difuntos visitaron a sus familiares y uno de los vecinos, del susto,  murió de un ataque al corazón. A los pocos minutos este otro muerto se unió al grupo.

Se introdujeron en las fiestas, calles y lugares de reunión y la gente corría aterrorizada perseguida por ese repugnante ejército. Ni dentro de sus casas se encontraban a salvo.

Empezó a amanecer y la noche de difuntos estaba llegando a su fin, los habitantes del castillo volvieron a su hogar y los muertos se introdujeron en las tumbas de nuevo.

Los chicos nunca supieron lo que pasó esa noche en el pueblo porque nadie les habló  de ello.

A partir de entonces, desde   un  montículo cercano, un castillo muy negro  con torres muy altas y  ventanas  estrechas  parecía que vigilaba al pueblo de Castillejo del Valle: la maldición de Terrorífica había terminado.

 

Castillo del Miedo.

viernes, 23 de octubre de 2020

CUANDO EL BICHITO SE VAYA


Ilustración de Virginia García


Cuando el bichito se vaya

 

Cuando el bichito se vaya

y podáis   venir a verme

os recibiré en mi casa

con el alma muy alegre.

 

Os cubriré de caricias y

besos muy   apretados,

vamos a recuperar sin prisa

tanto tiempo  separados.

 

 No quiero volver a oír

lo que siempre repetíais:

—Abuela,    me quiero ir

contigo a  casa a dormir.

 

Me meteré en la cocina

y os haré con  mucho amor

lentejitas con chorizo

y croquetas de jamón.

 

Si queréis dormir en casa

prepararé vuestras camas

con las sábanas bordadas

que ya os tengo preparadas.

 

Os leeré  luego un cuento

cuando vayáis a dormir,

momentos llenos de magia

que podremos repetir.



A mis añorados nietos.

 

 

 



 


sábado, 3 de octubre de 2020

jueves, 24 de septiembre de 2020

LA VAQUITA MARGARITA

 


La vaquita Margarita

se pasea por el prado

muy contenta y salerosa

con su cencerro afinado.

Su cencerro da las notas

 si lo mueve con cuidado.

Unas veces suena  el do

 otras  también suena el mi.

Si prestas mucha atención

a veces puedes oír

una bonita canción.

Ella está muy orgullosa

porque se lo ha regalado

un torito muy bravío

de la finca de aquí al lado.



Cuando pasan por su lado

las otras vacas del prado,

le susurran al oído:

Margarita, Margarita,

la del cencerro afinado.

 

sábado, 19 de septiembre de 2020

domingo, 30 de agosto de 2020

LA PEQUEÑA COLEGIALA


 

 Dedico a todos los niños y niñas esta pequeña poesía con la confianza de que este curso escolar sea lo más agradable posible. Espero que las mascarillas no sean un inconveniente para que disfrutéis de vuestro colegio, amigos y profesores .Dentro de poco todo volverá a ser como siempre ha sido. Un beso muy fuerte para todos.


                                             

La pequeña colegiala

 

La despierta su mamá,

en el mejor de los sueños

se tiene que levantar.

Los párpados somnolientos

no los puede despegar;

con el agua muy fresquita

lo van a solucionar

y le lavan la carita,

unas veces su mamá

y otras veces su papá.

La visten medio dormida,

no se mantiene de pie,

¡Cuidado! —dice mamá—, hay que sujetarla bien.

La blusa blanca, la falda roja,

jersey a juego y rebeca gorda.

Su mamá le peina trenzas,

más   ella quiere llevar

su pelo rizado y   suelto,

que le gusta mucho más.

Se toma un vaso de leche,

no la dejan respirar:

—Como no te des más prisa

hoy no vamos a llegar.

—No te olvides el bocata,

luego tienes que almorzar.

Su mamá le dice adiós

y un beso fuerte le da.

Cuando salen a la calle

de la mano de papá,

el fresquito del otoño

la acaba de despertar.

La niña   está muy contenta,

al colegio llegan ya

con todos sus amiguitos

podrá en el patio jugar .

 

martes, 25 de agosto de 2020

LA BARQUITA ABANDONADA






A MI QUERIDO MAR MENOR, QUE TANTA BELLEZA NOS HA DADO Y TANTO DAÑO HA RECIBIDO A CAMBIO.



 


La barquita abandonada

 

La barca está abandonada

ya no tiene capitán,

en el Mar Menor no hay peces

ni nada para pescar.

El capitán está triste,

no deja de recordar

sus redes llenas de peces

que la laguna salada

le solía regalar.

 

miércoles, 19 de agosto de 2020

ESPECIAL DÍA DEL NIÑO O DÍA DE LAS INFANCIAS


Aquí os muestro una charla entre amigas, Norma Lugo y Conchita Bayonas.. Amigas recientes que hemos tenido la suerte de encontrarnos en las redes gracias a que a las dos nos encantan las historias.  Tanto contarlas  como escucharlas. 
Norma os contará una historia preciosa de una ranita y yo un cuento de un gigante al que le gustaba mucho leer.
Espero que os guste mucho. 

lunes, 17 de agosto de 2020

LOLO, SEMANA DE EDUCACIÓN ESPECIAL: TEA (trastorno del espectro autista), TEL (trastorno específico del lenguaje) y TDAH(Deficit de atención con hiperactividad)

 

Lolo

         

            Acababa de empezar un nuevo curso y mis compañeros y yo teníamos muchas ganas de vernos para hablar sobre lo que habíamos hecho este verano. La seño nos tenía reservada una sorpresa.

— Va a venir un nuevo compañero a clase. Se llama Lolo. Veréis que es  muy independiente; a veces, no para de moverse de un lado a otro. No debéis insistirle si no quiere jugar con vosotros. Ya lo hará cuando se sienta seguro.

—Total, un antipático y un rarito —dijo Diego—. Con la gana que tenía de que viniese otro niño más para ser once. Con el nuevo no podremos formar  el equipo. ¡Los de sexto nos ganan siempre!

            —Diego, esa no es la actitud que os pido que tengáis hacia él —le   increpó doña Ana—.  Es un poco diferente y tenemos que aceptar su forma de ser, lo mismo que él se tiene que acostumbrar a la nuestra. Intentad no gritar mucho para no ponerle nervioso; no le molestes y todo irá de perlas.

            —Lo que digo, tonto de remate.

            —¡Solo te lo voy a decir una vez más! Tenemos que intentar ser amigos suyos, pero cuando él nos lo pida —le volvió a reprender la profesora.

            Todos los niños estábamos impacientes esperando que llegase el día siguiente para conocer a Lolo. La profesora me  llamó a su mesa:

            —Carlos, lo voy a poner a tu lado; sé que tú cuidarás de Lolo y, al final, te harás su amigo.

            Yo le   contesté que sí, pero que creía que iba a ser  difícil. Luego me  acerqué a mi amiga Paloma y le  conté lo que me había encargado la seño.

            —No te preocupes, entre los dos lo cuidaremos —me dijo mi amiga, tranquilizándome

.

-

            Por fin llegó Lolo, le  acompañaba su madre y entre ella y doña Ana le  enseñaron todos los rincones de  la clase para que la conozciese, luego lo han sentado entre Paloma y yo.

            —Hola Lolo, me llamo Carlos y ella es Paloma.

            Ni siquiera nos  miró;  siguió todo el rato, dibujando.

            Por fin  llegó la hora de salir al recreo. Cogimos los bocatas organizando mucho alboroto, entre el ruido de la sirena y el griterío de los niños se armó mucho jaleo.

            La cara de Lolo se transformó, se puso las manos en los oídos, apretando fuertemente y empezó a gritar moviendo la cabeza de derecha a izquierda:

            —¡Ay, ay, ay, ay, ay!

            La profesora se acercó corriendo para  intentar tranquilizarlo y con un gesto nos hizo salir al patio.

 Después de este día, cuando llega la hora del recreo y va  a sonar la sirena, Paloma y yo nos metemos debajo de la mesa y nos tapamos los oídos. Él ha empezado a hacer lo mismo y ya no grita.

            Por fin  Lolo ha salido al recreo. Ha tardado más de una semana en decidirse, lo ha hecho cuando la clase ya estaba vacía. Ha estado un rato en la puerta observando el patio, se ha fijado en un árbol muy frondoso que hay en el centro y se ha puesto a dar vueltas alrededor de él.

            —Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve. Al llegar al nueve  cambia la dirección  hacia el otro lado.

            Lolo ha dejado el bocadillo en el suelo.

            —¿No te comes el bocadillo? —le pregunto.

            —Es de jamón de york. No me gusta el jamón de York —dice mientras sigue contando, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, y vuelta a empezar.

            —¿Quieres el mío de nocilla? Te lo cambio.

            —La nocilla me gusta —me dice mientras lo coge.

            Después de comérselo vuelve a dar vueltas al árbol. Diego desde el otro lado del patio se ha dado cuenta de lo que hace Lolo.

            —Eh, Lolo, ¿es que no sabes más que contar hasta nueve? ¡Ya eres mayorcito para saber contar!

            Lolo sigue girando y girando.

            —Lo que yo os digo, es un tonto integral.

Paloma y yo nos hemos enfadado con Diego y con su grupito

Siempre lleva  a cuatro o cinco niños  pegados  como si fueran moscas.

—Si volvéis a meteros con él se lo diré a la profesora.

            —¿Es que ahora eres su niñera?

            Me he acordado de lo que dice mi madre: “dos no se pelean si uno no quiere” y  Paloma y yo nos hemos ido sin hacerle caso; Lolo nos ha seguido.

            Hoy la señorita nos ha dado un folio en blanco y nos ha dicho que dibujásemos lo que quisiéramos. Yo he dibujado un coche de carreras, me encantan; Paloma, un caballo, de mayor quiere ser veterinaria y Lolo ha empezado a dibujar un diplodocus.  Diego, que cree que no hay nadie mejor que él dibujando dinosaurios, cuando termina, se levanta y nos enseña su dibujo muy eufórico.

            —¡Tachan! Señoras y señores, aquí tienen al dinosaurio carnívoro más grande que existió, el Tyrannosaurus Rex.

            Lolo levanta la vista de su dibujo y dice:

            —El dinosaurio carnívoro más grande que existió fue el Spinosaurus. Medía entre quince y dieciocho metros de longitud y  el Tyrannosaurus Rex no superaba los doce.

            —¡Anda el listillo! Y ¿por qué sabes tantas cosas del Spinosaurus? —le pregunta Diego—.

Lolo no hace caso, y sigue:

            —Pesaba nueve toneladas, su cabeza se parecía a la de los cocodrilos y tenía una vela dorsal que le recorría toda la espalda.

             Con una facilidad asombrosa Lolo le dibuja  uno.

            Diego se ha quedado entre chafado y asombrado y a la hora del recreo se ha pegado a Lolo como si fuera una lapa; hasta se ha puesto a dar vueltas al árbol. No paraba de hacerle  preguntas sobre  el mismo tema:

            —Oye, Lolo pues seguro que sabes cuál era el dinosaurio herbívoro más grande que existió ¿verdad?

            —Sí, el Patagotitán. Pesaba setenta y seis toneladas

            —¿Y sabes dónde se encontraron sus huesos?

            Así, sin parar, una pregunta detrás de otra.

            Los dos siguen dando vueltas al árbol. Diego preguntando y Lolo respondiendo sin mirarle casi. Hoy Lolo ha dejado de contar para  hablar de un tema más interesante.

            Diego ha aprendido mucho de dinosaurios, también,  que  en la clase, desde ahora, hay otro chico que sabe más que él sobre ese tema. Lolo le puede enseñar muchas cosas sobre esos animales que le fascinan. Será mejor hacerse su amigo. Al final la señorita tiene razón: Lolo no es antipático ni tonto como él pensaba, es solo diferente.

            Desde hoy, Lolo, ya tiene otro amigo, y si te asomas al patio verás que durante el recreo  hay cuatro niños girando y girando alrededor del árbol más frondoso del colegio.