Para todos los niños y niñas que esperan con ilusión la llegada de la mágica Noche de Reyes. Espero que sus Majestades los Reyes de Oriente os dejen mucho amor para compartirlo con vuestra familia y todos vuestros amigos.
Mensaje de bienvenida
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jueves, 31 de diciembre de 2020
miércoles, 9 de diciembre de 2020
martes, 8 de diciembre de 2020
lunes, 30 de noviembre de 2020
PABLO NICOLÁS
Pablo no
había tenido nunca problemas con su nombre, hasta un día en el que se enteró de
que a su hermano le hubiese gustado que él se llamase Pablo Nicolás.
Guille,
el hermano de Pablo siempre le había dicho a su madre que cuando tuviera un
hermanito quería que le pusieran Pablo
Nicolás como su amigo, pero a sus padres se les olvidó poner los dos nombres en
el Registro Civil, y a Pablo le llamaron simplemente, Pablo, a secas.
—Mamá, yo quiero que Pablo se llame Pablo
Nicolás.
Eso
repetía continuamente Guille a sus padres.
—No te preocupes Guille, en cuanto podamos
iremos al Registro Civil y le pondremos a tu hermano el nombre de Nicolás,
también.
Tanto les insistió Guille a sus padres, que
Pablito, que nunca había protestado por causa de su nombre, se unió a la
petición de su hermano y también
protestaba:
—Mamá, ¿cuándo me voy a llamar Pablo Nicolás?
—Tendrás que esperar a que tenga tiempo para ir
a cambiarte el nombre, ahora tengo mucho trabajo.
Así pasó el tiempo hasta que el niño se dio
cuenta de que había más niños que tenían
dos nombres como su hermano.
Un día llegó el abuelo muy contento con un
regalo.
— Felicidades Guillermo
José, hoy es tu medio santo —dijo
muy ufano—. Hoy es
nuestro santo, es San José.
Pablo se quedó sorprendido y un poco
decepcionado. Él no tenía regalo. ¡Claro, solo tenía un nombre!
—¡Mamaaaa! ¿cuándo me vas a poner Nicolás en mi
nombre? Yo solo tengo un regalo en mi santo —dijo entre sollozos—. Hace mucho
tiempo que te lo he dicho, y no me haces caso.
Pablo seguía llorando hasta que se acercó su
abuela. Lo sentó en sus rodillas y le dijo:
—Pablo, no te importe eso de tener dos nombre o
uno solo. Hay muchos niños que tienen nombres muy largos y al final les llaman
con un diminutivo ridículo.
—Abuela, ¿qué es un diminutivo?
—Pues, por ejemplo, un niño que se llame
Francisco Luís y le llamen Fran o tu hermano mismo, se llama Guillermo José y
siempre le llamamos Guille.
—Sí, pero Guille tiene dos santos y yo solo
tengo uno.
—Tú no te preocupes por eso, ahora mismo te
vamos a buscar un santo. ¿Mayca, me puedes decir cuándo es el santo de los
niños que se llaman Nicolás?
Mayca se quedó muy sorprendida, pero se imaginó por dónde venían los tiros. Enseguida se
metió en Internet y miró el santoral.
—A ver, San Nicolás, San Nicolás… Aquí está, el
6 de diciembre.
—¿Eso es pronto? ¿Falta mucho para mi medio
santo?
La abuela se quedó dudando. No sabía que
decirle. Estaban a 19 de Marzo y hasta el 6 de diciembre les quedaban la tira
de días para escuchar siempre lo mismo. Tenía que buscar una solución.
—Pues la verdad es que tu medio santo es el 6
de diciembre, todavía queda un poco.
—Un poco, ¿cuánto es?
Guille, que era cuatro años mayor, y que le
gustaba mucho hacerle rabiar le dijo:
—Pues tienen que pasar las vacaciones de Semana
Santa, pasar el verano, que se les caigan las hojas a los árboles, que venga…
Antes de que terminase, ya estaba Pablo
berreando.
—Eso es mucho tiempo, nunca voy a tener mi
medio santo.
La mamá intervino:
—Pero Pablo, tú ¿por qué quieres llamarte
Nicolás? ¿Solo porque tu hermano quiere? Vamos a ver qué día es mañana. —La
mamá de Pablo entró en Internet—. Anda, mañana es día de todos los que se
llaman Martín. ¿Quieres llamarte Pablo Martín?
—Si me llamo Pablo Martín ¿mañana tendré un regalo?
Todos se quedaron mirando al abuelo que había sido el de la
ocurrencia de traer un regalo por el medio santo de Guille.
—Claro que sí, por supuesto, mañana tendrás tu regalo —dijo
el abuelo viendo todas las miradas clavadas en él.
Pablo se puso muy contento. Ya tenía un segundo nombre y un segundo regalo. Ahora habría que ver cuándo iría su madre a apuntarle en el Registro.
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Autora, La abuela atómica |
lunes, 9 de noviembre de 2020
viernes, 30 de octubre de 2020
EL CASTILLO DEL MIEDO
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Terrorífica por Guille Martínez Ortiz |
Se acercaba la noche de los difuntos y todo el mundo se preparaba para recibirla.
En el castillo de la bruja Terrorífica también estaban ansiosos porque llegase esa noche. Sus moradores tenían un motivo muy especial. Este castillo solo existía durante la noche del treinta y uno de octubre en la que se celebraba la noche de los difuntos, el resto del año desaparecía a los ojos de las personas y hasta el siguiente año no volvía a existir. La gran bruja había hechizado a sus habitantes, decía que no servían para nada y que ya no asustaban a los niños.
Cuando llegaron las doce y un minuto de la noche, una niebla muy espesa se formó encima de un pequeño montículo y no se deshizo hasta que todo el castillo resucitó de nuevo.
Lo primero que apareció en el centro del monte fue una construcción negra con torres muy altas y ventanas estrechas. Una pequeña luz se adivinaba dentro. De las torres salieron volando infinidad de murciélagos. Las telas de araña, tejidas minuciosamente por arañas gigantes, parecían cortinajes de tul negro en donde se columpiaban los esqueletos.
Dos armaduras huecas, sin cabeza, bajaron el puente levadizo y un gran ruido de cadenas resonó en todo el valle. La puerta del castillo se abrió con un gran chirrido de goznes.
—¡Ayyyyy!, —gritó Terrorífica que estaba asomada en lo alto de una torre—. ¡Nunca os acordáis de engrasarlos de un año para otro! ¡Sois unos inútiles!
Cuando se hizo el silencio de nuevo, la puerta empezó a vomitar un gran ejército formado por engendros y seres repugnantes que hubiesen aterrorizado al más valiente.
Los fantasmas salieron en primer lugar arrastrando sus cadenas, después les siguió un gran grupo de zombis llenos de heridas sangrantes, ogros, vampiros, momias, decapitados, demonios y asesinos. Los esqueletos dejaron de columpiarse y siguieron a la comitiva; por último, decenas de brujas montadas en sus escobas salieron volando desde las almenas llenando el oscuro cielo. Cerrando la comitiva iba Frankestein.
Cuando todo el mundo estaba fuera se oyó la voz atronadora de la gran bruja que les gritó:
—Ya sabéis estúpidos e infectos seres, conque uno solo de vosotros asuste a alguien os quitaría la maldición y volveríais a vivir sin desaparecer como hacíamos antes, pero estoy segura de que sois tan inútiles y necios que tampoco lo conseguiréis este año.
Al escuchar a la gran bruja Terrorífica, se indignaron de tal manera que empezaron a murmurar entre ellos.
—Esto no hay quién lo aguante —dijo un zombie que llevaba el ojo en la mano. Se lo quitaba o ponía según necesitaba mirar hacia la derecha o hacia la izquierda.
—¡Estate quieto con el ojo! —exclamó un vampiro al que le chorreaba la sangre por la comisura de los labios y goteaba hasta la camisa—. Me da repelús verte.
—No debemos dejarnos avasallar por ese saco de huesos, nariz aguileña y pelos de estropajo. Este año tenemos que organizar algo terrible que nunca olviden los habitantes de Castillejo del Valle. Si desaparecemos de nuevo, le cambiaran el nombre al pueblo y dejará de llamarse así —añadió un hombre con aspecto de pordiosero que llevaba un gran saco a la espalda.
—El que tengas alguna idea que la diga, luego se elige por votación la mejor y la ponemos en práctica ¿vale? —sugirió una momia.
—De acuerdo —dijeron todos, sentándose en círculo para preparar su maléfico plan.
Las brujas, que iban volando en las escobas por encima de sus cabezas, al ver que la comitiva de monstruos se había sentado descendieron para aportar sus ideas.
—Sugiero encender un buen fuego para calentarnos y realizar los conjuros —propuso Espantosa, otra bruja que tenía bien ganado su nombre.
Mientras Espantosa lo preparaba, se acomodaron lo mejor que pudieron: los vampiros colgaron sus capas en las ramas de los árboles para que no se les arrugasen, los decapitados dejaron sus cabezas en el suelo pues era una lata moverse siempre de un lado a otro con la cabeza a cuestas, las brujas soltaron sus escobas, los hombres del saco se lo quitaron pues pesaban lo suyo, los esqueletos se apoyaron en unos troncos para no desmoronarse y las momias se soltaron los vendajes que las oprimían, pero todos tuvieron que pedirles que se las volviesen a poner pues apestaban de una forma insoportable. Frankestein se sentó en una piedra para ver mejor lo que las brujas estaban echando en el fuego.
Mientras, en el pueblo un grupo de adolescentes tenían un plan para pasar la noche de difuntos.
—A mí no me dan miedo ni los muertos ni los zombis ni nada de esas tonterías, propongo organizar una acampada en las afueras del pueblo. ¿Quién se apunta? —preguntó Ismael.
Los demás chicos no estaban muy seguros, ¿precisamente esa noche tenían que ir de acampada? ¡Anda que no había días para hacerlo!
—Yo no voy, con el frío que hace y encima esta noche. No contéis conmigo —dijo Pedro.
—Eres un gallina. Cuenta conmigo Ismael —añadió Luis.
Quedaban tres chicos que no sabían que decir. No les hacía gracia la idea pero tampoco les gustaba que los tomasen por miedicas.
—Te lo digo esta tarde, se lo tengo que preguntar a mis padres, a lo mejor no me dejan —razonó Carlos.
Ismael no tenía ganas de más excusas así que dijo:
—El que quiera venir que esté esta noche a las ocho a la salida del pueblo. Iremos a la explanada que hay al lado del cementerio y ahí pondremos las tiendas.
Los chicos se despidieron y después de rogar a sus padres que los dejasen, que era una apuesta y que no les iba a pasar nada, consiguieron su permiso. Pedro ni se molestó; con lo bien que se estaba en casa viendo la tele.
Estaban contentos aunque un poco nerviosos, ir de acampada solos y cerca del cementerio era una idea brillante que solo se le podía ocurrir al loco de Ismael. Los demás no estaban muy de acuerdo pero se callaron para que no les tachasen de cobardes. Cuando se estaban acercando a la explanada observaron que había un grupo muy numeroso alrededor de un fuego celebrando Halloween.
—Oye, vaya juerga que tienen montada, esos sí que llevan buenos disfraces —exclamó Javier sorprendido ante el realismo de los trajes.
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Zombi por Guillermo Martínez Ortiz |
—Mira, vamos a ponernos en el otro lado. No me gusta estar cerca de un grupo tan grande, dentro de un rato estarán todos borrachos —dijo Ismael.
Se colocaron al otro lado del cementerio, detrás de unos cipreses, para ver lo que ocurría en el grupo.
Los muchachos se estaban preparando para comerse los bocadillos que les habían preparado en su casa cuando escucharon un grito. Un chillido agudo les heló la sangre.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Javier—. Se me han puesto los pelos de punta.
Se quedaron quietos; el corazón les latía tan fuerte que casi oían sus palpitaciones. Parecía que ellos no eran tan valientes como pensaban. Se agacharon y se quedaron muy quietos. De vez en cuando veían que la mujer que estaba disfrazada de bruja echaba unos polvos a la hoguera y el fuego chisporroteaba más fuerte produciendo llamaradas que subían hacia el cielo y llenaban los alrededores de olor a azufre.
Espantosa estaba haciendo un conjuro en voz alta. Los monstruos ya habían decidido lo que hacer para que la maldición de Terrorífica terminase esa noche. Cuando se dieron cuenta de que estaban cerca del cementerio pensaron pedir ayuda a los difuntos que estaban allí enterrados.
—¡Por los poderes del infierno, os convoco para que reunáis todas vuestras fuerzas, levantéis las lápidas, salgáis de vuestras tumbas y nos acompañéis esta noche!¡Sembraremos el miedo y el terror por el pueblo y nunca más se tomarán a broma esta noche tan importante para todos nosotros! —gritaba enfurecida Espantosa, mientras todas las brujas la acompañaban bailando alrededor del fuego.
Los chicos empezaron a temblar.
—Ismael, yo, yo creo que, que, que estos no están de de broma. Me parece que son de verdad —susurró Carlos en voz baja y con la garganta tan seca que no le salían las palabras.
—¡Schssss! si estos son monstruos de verdad estamos en peligro, pero que muy en peligro —aseveró Tomás.
—¡Callad! ¿Queréis que se den cuenta de que estamos aquí? —ordenó Ismael, dándose cuenta de que lo que había empezado en broma iba muy en serio.
Volvieron a mirar al círculo y cada vez había más monstruos bailando alrededor del fuego. Las momias, los vampiros y todos los demás. Por encima de sus cabezas, formando remolinos, otras brujas se habían montado en sus escobas acompañadas por una gran cantidad de murciélagos. Era un espectáculo espeluznante.
Los cinco chicos tenían la cabeza tapada con las sudaderas, no querían mirar lo que ocurría; bastante tenían con escuchar el conjuro y oler a azufre.
—Por los poderes del infierno, os convoco para que reunáis todas vuestras fuerzas, levantéis las lápidas, salgáis de vuestras tumbas y nos acompañéis esta noche. Sembraremos el miedo y el terror por el pueblo y nunca más se tomarán a broma esta noche tan importante para todos nosotros —volvía a repetir una y otra vez.
De repente, cuando los chicos creían que no podrían soportar más el miedo que les producía aquella situación, la cosa empezó a empeorar. Se empezaron a oír penetrantes chirridos, unos cercanos y otros más alejados que les producían escalofríos. Eran los sonidos producidos por las lápidas que empezaron a deslizarse sobre las tumbas hasta que quedó un espacio suficiente para que salieran los muertos que estaban allí enterrados. Era niebla con forma humana y se les notaba que disfrutaban flotando en el aire. Algunos llevaban poco tiempo enterrados y todavía no se habían deshecho del todo, así que iban caminando.
Cuando Espantosa vio que el grupo de muertos estaba fuera de sus tumbas dio un grito terrible:
—¡A Castillejo del Valle! No hay que dejar a nadie indiferente ni a hombres ni a mujeres ni a niños. Nunca deben olvidar esta noche. Se quedarán helados al vernos y el frio que sentirán se les quedará en sus huesos para siempre.
Los chicos, cuando los vieron avanzar, se desmayaron.
Toda la comitiva salió en dirección al pueblo, algunos de los difuntos visitaron a sus familiares y uno de los vecinos, del susto, murió de un ataque al corazón. A los pocos minutos este otro muerto se unió al grupo.
Se introdujeron en las fiestas, calles y lugares de reunión y la gente corría aterrorizada perseguida por ese repugnante ejército. Ni dentro de sus casas se encontraban a salvo.
Empezó a amanecer y la noche de difuntos estaba llegando a su fin, los habitantes del castillo volvieron a su hogar y los muertos se introdujeron en las tumbas de nuevo.
Los chicos nunca supieron lo que pasó esa noche en el pueblo porque nadie les habló de ello.
A partir de entonces, desde un montículo cercano, un castillo muy negro con torres muy altas y ventanas estrechas parecía que vigilaba al pueblo de Castillejo del Valle: la maldición de Terrorífica había terminado.
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Castillo del Miedo. |
viernes, 23 de octubre de 2020
CUANDO EL BICHITO SE VAYA
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Ilustración de Virginia García |
Cuando el bichito se vaya
Cuando el bichito se
vaya
y podáis venir a
verme
os recibiré en mi casa
con el alma muy alegre.
Os cubriré de caricias
y
besos muy apretados,
vamos a recuperar sin
prisa
tanto tiempo separados.
lo que siempre repetíais:
—Abuela, me quiero ir
contigo a casa a dormir.
Me meteré en la cocina
y os haré con mucho amor
lentejitas con chorizo
y croquetas de jamón.
Si queréis dormir en
casa
prepararé vuestras camas
con las sábanas
bordadas
que ya os tengo
preparadas.
Os leeré luego un cuento
cuando vayáis a dormir,
momentos llenos de
magia
que podremos repetir.
A mis añorados nietos.
sábado, 3 de octubre de 2020
jueves, 24 de septiembre de 2020
LA VAQUITA MARGARITA
La vaquita Margarita
se pasea por el prado
muy contenta y salerosa
con su cencerro afinado.
Su cencerro da las
notas
si lo mueve con cuidado.
Unas veces suena el do
otras también suena el mi.
Si prestas mucha
atención
a veces puedes oír
una bonita canción.
Ella está muy orgullosa
porque se lo ha
regalado
un torito muy bravío
de la finca de aquí al
lado.
Cuando pasan por su
lado
las otras vacas del prado,
le susurran al oído:
Margarita, Margarita,
la del cencerro
afinado.
sábado, 19 de septiembre de 2020
domingo, 6 de septiembre de 2020
domingo, 30 de agosto de 2020
LA PEQUEÑA COLEGIALA
Dedico a todos los niños y niñas esta pequeña poesía con la confianza de que este curso escolar sea lo más agradable posible. Espero que las mascarillas no sean un inconveniente para que disfrutéis de vuestro colegio, amigos y profesores .Dentro de poco todo volverá a ser como siempre ha sido. Un beso muy fuerte para todos.
La
pequeña colegiala
La
despierta su mamá,
en el
mejor de los sueños
se tiene
que levantar.
Los
párpados somnolientos
no los
puede despegar;
con el
agua muy fresquita
lo van a
solucionar
y le
lavan la carita,
unas
veces su mamá
y otras
veces su papá.
La visten
medio dormida,
no se
mantiene de pie,
¡Cuidado!
—dice mamá—, hay que sujetarla bien.
La blusa
blanca, la falda roja,
jersey a
juego y rebeca gorda.
Su mamá
le peina trenzas,
más ella
quiere llevar
su pelo
rizado y suelto,
que le
gusta mucho más.
Se toma
un vaso de leche,
no la
dejan respirar:
—Como no
te des más prisa
hoy no
vamos a llegar.
—No te
olvides el bocata,
luego
tienes que almorzar.
Su mamá
le dice adiós
y un beso
fuerte le da.
Cuando
salen a la calle
de la
mano de papá,
el
fresquito del otoño
la acaba
de despertar.
La
niña está muy contenta,
al
colegio llegan ya
con todos
sus amiguitos
podrá en
el patio jugar .
martes, 25 de agosto de 2020
LA BARQUITA ABANDONADA
La barquita abandonada
La barca está
abandonada
ya no tiene capitán,
en el Mar Menor no hay
peces
ni nada para pescar.
El capitán está triste,
no deja de recordar
sus redes llenas de
peces
que la laguna salada
le solía regalar.
miércoles, 19 de agosto de 2020
ESPECIAL DÍA DEL NIÑO O DÍA DE LAS INFANCIAS
lunes, 17 de agosto de 2020
LOLO, SEMANA DE EDUCACIÓN ESPECIAL: TEA (trastorno del espectro autista), TEL (trastorno específico del lenguaje) y TDAH(Deficit de atención con hiperactividad)
Lolo
Acababa de empezar un nuevo curso y
mis compañeros y yo teníamos muchas ganas de vernos para hablar sobre lo que habíamos
hecho este verano. La seño nos tenía reservada una sorpresa.
— Va a venir
un nuevo compañero a clase. Se llama Lolo. Veréis que es muy independiente; a veces, no para de
moverse de un lado a otro. No debéis insistirle si no quiere jugar con
vosotros. Ya lo hará cuando se sienta seguro.
—Total, un antipático y un rarito —dijo Diego—. Con la gana que
tenía de que viniese otro niño más para ser once. Con el nuevo no podremos
formar el equipo. ¡Los de sexto nos
ganan siempre!
—Diego, esa no es la actitud que os
pido que tengáis hacia él —le increpó doña Ana—. Es un poco diferente y tenemos que aceptar su
forma de ser, lo mismo que él se tiene que acostumbrar a la nuestra. Intentad
no gritar mucho para no ponerle nervioso; no le molestes y todo irá de perlas.
—Lo que digo, tonto de remate.
—¡Solo te lo voy a decir una vez
más! Tenemos que intentar ser amigos suyos, pero cuando él nos lo pida —le volvió
a reprender la profesora.
Todos los niños estábamos
impacientes esperando que llegase el día siguiente para conocer a Lolo. La
profesora me llamó a su mesa:
—Carlos, lo voy a poner a tu lado;
sé que tú cuidarás de Lolo y, al final, te harás su amigo.
Yo le contesté
que sí, pero que creía que iba a ser
difícil. Luego me acerqué a mi
amiga Paloma y le conté lo que me había
encargado la seño.
—No te preocupes, entre los dos lo
cuidaremos —me dijo mi amiga, tranquilizándome
.
-
Por fin llegó Lolo, le acompañaba su madre y entre ella y doña Ana le
enseñaron todos los rincones de la clase para que la conozciese, luego lo han
sentado entre Paloma y yo.
—Hola Lolo, me llamo Carlos y ella
es Paloma.
Ni siquiera nos miró; siguió todo el rato, dibujando.
Por fin llegó la hora de salir al recreo. Cogimos los
bocatas organizando mucho alboroto, entre el ruido de la sirena y el griterío
de los niños se armó mucho jaleo.
La cara de Lolo se transformó, se puso
las manos en los oídos, apretando fuertemente y empezó a gritar moviendo la
cabeza de derecha a izquierda:
—¡Ay, ay, ay, ay, ay!
La profesora se acercó corriendo para intentar tranquilizarlo y con un gesto nos hizo
salir al patio.
Después de este día, cuando llega la hora del
recreo y va a sonar la sirena, Paloma y
yo nos metemos debajo de la mesa y nos tapamos los oídos. Él ha empezado a
hacer lo mismo y ya no grita.
Por fin Lolo ha salido al recreo. Ha tardado más de
una semana en decidirse, lo ha hecho cuando la clase ya estaba vacía. Ha estado
un rato en la puerta observando el patio, se ha fijado en un árbol muy frondoso
que hay en el centro y se ha puesto a dar vueltas alrededor de él.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve. Al llegar al nueve cambia la dirección hacia el otro lado.
Lolo ha dejado el bocadillo en el
suelo.
—¿No te comes el bocadillo? —le
pregunto.
—Es de jamón de york. No me gusta el
jamón de York —dice mientras sigue contando, cuatro, cinco, seis, siete, ocho,
nueve, y vuelta a empezar.
—¿Quieres el mío de nocilla? Te lo
cambio.
—La nocilla me gusta —me dice
mientras lo coge.
Después de comérselo vuelve a dar
vueltas al árbol. Diego desde el otro lado del patio se ha dado cuenta de lo
que hace Lolo.
—Eh, Lolo, ¿es que no sabes más que
contar hasta nueve? ¡Ya eres mayorcito para saber contar!
Lolo sigue girando y girando.
—Lo que yo os digo, es un tonto
integral.
Paloma y yo
nos hemos enfadado con Diego y con su grupito
Siempre lleva a cuatro o cinco niños pegados
como si fueran moscas.
—Si volvéis a meteros con él se lo diré a la profesora.
—¿Es que ahora eres su niñera?
Me he acordado de lo que dice mi
madre: “dos no se pelean si uno no quiere” y
Paloma y yo nos hemos ido sin hacerle caso; Lolo nos ha seguido.
Hoy la señorita nos ha dado un folio
en blanco y nos ha dicho que dibujásemos lo que quisiéramos. Yo he dibujado un
coche de carreras, me encantan; Paloma, un caballo, de mayor quiere ser veterinaria
y Lolo ha empezado a dibujar un diplodocus.
Diego, que cree que no hay nadie mejor que él dibujando dinosaurios,
cuando termina, se levanta y nos enseña su dibujo muy eufórico.
—¡Tachan! Señoras y señores, aquí
tienen al dinosaurio carnívoro más grande que existió, el Tyrannosaurus Rex.
Lolo levanta la vista de su dibujo y
dice:
—El dinosaurio carnívoro más grande
que existió fue el Spinosaurus. Medía entre quince y dieciocho metros de
longitud y el Tyrannosaurus Rex no
superaba los doce.
—¡Anda el listillo! Y ¿por qué sabes
tantas cosas del Spinosaurus? —le pregunta Diego—.
Lolo no hace caso, y sigue:
—Pesaba nueve toneladas, su cabeza
se parecía a la de los cocodrilos y tenía una vela dorsal que le recorría toda
la espalda.
Con una facilidad asombrosa Lolo le
dibuja uno.
Diego se ha quedado entre chafado y
asombrado y a la hora del recreo se ha pegado a Lolo como si fuera una lapa;
hasta se ha puesto a dar vueltas al árbol. No paraba de hacerle preguntas sobre el mismo tema:
—Oye, Lolo pues seguro que sabes
cuál era el dinosaurio herbívoro más grande que existió ¿verdad?
—Sí, el Patagotitán. Pesaba setenta
y seis toneladas
—¿Y sabes dónde se encontraron sus
huesos?
Así, sin parar, una pregunta detrás
de otra.
Los dos siguen dando vueltas al
árbol. Diego preguntando y Lolo respondiendo sin mirarle casi. Hoy Lolo ha
dejado de contar para hablar de un tema
más interesante.
Diego ha aprendido mucho de
dinosaurios, también, que en la clase, desde ahora, hay otro chico que
sabe más que él sobre ese tema. Lolo le puede enseñar muchas cosas sobre esos
animales que le fascinan. Será mejor hacerse su amigo. Al final la señorita
tiene razón: Lolo no es antipático ni tonto como él pensaba, es solo diferente.
Desde hoy, Lolo, ya tiene otro
amigo, y si te asomas al patio verás que durante el recreo hay cuatro niños girando y girando alrededor
del árbol más frondoso del colegio.