Carlitos y la camiseta de Hulk
Carlitos está loco con su camiseta verde Es la camiseta que viste Hulk, uno
de sus héroes favoritos. La lleva puesta todo el día encima de su ropa y
también se la pone encima del pijama, si se descuidan
sus padres.
Cuando se viste con ella se pone en jarras y saca músculo, por eso, hoy va
detrás de su abuela como alma en pena.
—Abuela, ¡lávamela, porfi! Está manchada de chocolate. No me la puedo
poner así.
—Carlitos, no se va a secar, y no te la puedes
poner mojada.
—¡Que sí abuela! Por favor, lávamela y luego
me la planchas.
Ahí la han tocado en su punto flaco.
—Carlitos, eso de la plancha está reñido conmigo. Yo te cuento un cuento
si quieres, pero no me pidas que te planche nada porque no me gusta
planchar.
Carlitos está muy enfadado. Cuando se pone de mal humor no hay quien le
aguante.
—Anda, se me ha ocurrido una cosa— le dice la abuela—. La lavamos y
luego la meto en la secadora y así no hay que plancharla.
A Carlitos se le ha cambiado la cara, se le ha puesto una sonrisa que
parece un angelito. Ya se le ha pasado el disgusto, pero ahora va detrás de
la abuela preguntando que cuando va a terminar la lavadora. Ella le lleva a
la cocina y le dice:
—Mira, ¿ves? ¿Qué pone ahí?
—Pone 8.
—Pues hasta que no salga el cero, no se puede abrir, y ten en cuenta que la
lavadora cuanta al revés… 8,7,6,5,4,3,2,1,0.
A Carlitos le ha satisfecho la explicación, así que se sienta con las piernas
cruzadas mirando como se mueve el tambor, igual que si estuviera viendo
la televisión. Enseguida vienen Josemi y Clarita y se sientan a su lado.
Desde el salón se oye a los tres contando en voz alta: 7, al ratito 6, y así
hasta que la lavadora se para.
—¡Abuela! Ya se ha parado, sácala. Vamos a
ponerla en la secadora.
La meten en la secadora, pero como no se ve la camiseta desde fuera, e
s más aburrido estar sentado delante de ella, así que se va a jugar con sus
hermanos.
Al rato la camiseta ya está seca y como si la hubiesen planchado. La
abuela se la enseña a Carlitos. Él se ha puesto contentísimo. Se la pone y
sin decir nada se va al cuarto de baño. Se mira al espejo y saca musculitos
como su héroe favorito.
¡Qué fácil es hacer feliz a un niño1
2 comentarios:
No tan fácil, que le ha dado buena tabarra a la pobre abuela, jajaja.
Bonito cuento.
Un abrazo.
Un poco pesadito si que se puso, pero al final se llevó su camiseta limpia como él quería.
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