El pulpo Pepito, autor Guille. |
Las
aventuras veraniegas del pulpo Pepito.
Pepito, el
pulpo, está preparando una preciosa maleta toda forrada de conchas y caracolas. Se va de vacaciones por primera vez en su vida. Él
vive en el fondo del mar, pero quiere
cambiar de ambiente como todo el mundo. ¡Por fin, ha llegado el verano!
Elige una bonita
costa del mediterráneo para pasar el mes de agosto, concretamente una playa de
arenas doradas que le conquistan por su belleza. Entre la arena hay rocas llenas de cuevas donde esconderse, algas, anémonas y esponjas,
tan bonitas y llenas de colores, que decide quedarse allí durante un tiempo.
—Aquí pasaré mis vacaciones. Este sitio me gusta, parece
tranquilo.
Pepito, el pulpo, está
tan cansado que estira sus ocho tentáculos llenos de ventosas y se pasa un
rato tomando el sol bajo las aguas
cristalinas.
Busca una gruta protegida por anémonas y algas. Los
habitantes de la zona son peces muy amables y pacíficos que lo reciben con las aletas abiertas.
—Nos alegra mucho conocerte, Pepito —le dicen unos boquerones
que nadan con movimientos muy elegantes
delante de él, presumiendo de sus reflejos plateados.
Una preciosa estrella de mar de color anaranjado se acerca avanzando
por la arena con unos movimientos tan
sugerentes que parece que está bailando.
—Nunca había venido un
pulpo de vacaciones por estas rocas, ¡ya iba siendo hora de tener otros vecinos!
—exclama muy contenta.
—Los que vivimos aquí estamos hartos de ver siempre las mismas caras —comenta un erizo de púas negras y brillantes, mirando a doña Elisa, la estrella, con cara de aburrimiento.
Se acerca, moviéndose con elegancia, un caballito de mar al
que todos saludan cariñosamente.
—¿Qué tal Carmelo?
Carmelo enseguida ve al pulpo y empiezan a charlar como si
fueran amigos de toda la vida.
Mientras están hablando, aparece por allí Vicente, el
cangrejo. Va muy rápido moviendo sus patas muy ligero, parece que tiene mucha
prisa.
—¡Hola a todos! —dice efusivamente—. Siento deciros que no
me puedo entretener, necesito llegar a mi casa cuanto antes.
—Espera un momento, que te vamos a presentar a don Pepito.
Acaba de llegar de vacaciones.
Don Pepito saca uno de sus tentáculos para saludar al
recién llegado y estrechar una de las
pinzas de Vicente con mucha alegría,
pero las ventosas del pulpo se le pegan
a las patas del cangrejo. ¡Madre mía! Qué
jaleo se han hecho, los ocho brazos del pulpo
enredados entre las patas del cangrejo. Vicente se ha llevado un gran
susto. ¡Por fin consiguen separarse!
—Siento haberle asustado —dice disculpándose el pulpo—. No
soy muy habilidoso con mis tentáculos.
—¡Menudo susto me ha dado, don Pepito! Por aquí hay algunos
individuos que no son de fiar. Por un momento pensé que quería comerme —le dice
el cangrejo mientras se aleja corriendo.
Todos se han quedado un poco sorprendidos ante lo ocurrido.
Doña Elisa, la estrella piensa que hay que organizarle una
fiesta de bienvenida al nuevo vecino.
—¿Qué os parece si esta noche celebramos un baile para
conocernos un poco? Le diremos al
calamar que venga. Él toca muy bien las maracas.
—Pues yo con las conchas vacías de las caracolas toco la
batería —añade Pepito.
—¡Ah! ¿Sí? —exclaman todos.
—Sí y, además, sé
tocar la caracola.
La estrellita le mira muy ilusionada. ¡Con lo que a ella le
gusta bailar!
—Le diré a la morena que te consiga una concha vacía de
caracola. A ella también le gusta mucho la fiesta y…
Todos están charlando tranquilamente, cuando de repente ven
reflejadas en el agua las sombras de dos niños.
—¡Socorro, sálvese quien pueda! Ya
están aquí los pescadores de todos los días. Escóndete Pepito, rápido.
A Pepito no le ha dado tiempo a meterse
en la cueva y nota como una mano lo coge y lo sujeta; él suelta la tinta azul
para escabullirse, pero ya es tarde. Los niños lo sacan del agua y lo meten en
un cubo.
—¡Un pulpo! ¡Hemos cogido un pulpo!
Pepito oye gritar a Guille y a Pablo como locos.
Cree que ha llegado su hora.
—¡Mira que venir a
esta playa para terminar en una cazuela! Con lo a gusto que estaba en el fondo
del mar —piensa aterrorizado.
—Vamos a enseñárselo a mamá —dicen los chicos.
Los niños llevan el cubo con Pepito, muy asustado.
El pulpo mira hacia el cielo y solo ve un montón de caras que le observan con
asombro.
Después de estar enseñándolo a todos los bañistas, escucha
una voz:
—Bueno chicos, ya va siendo hora de que lo echéis otra vez
al mar. Ya sabéis que los pulpos están protegidos —dice la madre de los pequeños.
Ellos se meten en el agua y con mucho cuidado vuelcan el
cubo para que Pepito salga sin hacerse daño.
—Después de este susto, necesitaré dos o tres días para reponerme.
Además, venir de tan lejos me ha dejado agotado.
Por fin Pepito puede descansar, acurrucado en su cueva se
duerme plácidamente.
Pero por la noche, a la entrada de su cueva están todos sus
amigos llamándole, con gana de juerga. No le dejan descansar todo lo que él
quisiera.
Se han acercado a la gruta todos sus vecinos: Vicente, el
cangrejo, Elisa, la estrella, Carmelo el
caballito, Casimiro, el erizo y una
morena larga, larga que le asusta hasta a él.
Autores Guille y Pablo, los pescadores de pulpos. |
—No tengas miedo, está es Catalina —dice la estrella—. Te
ha conseguido una concha de caracola para que hagas música.
Enseguida llega el calamar y le acompaña. Los dos tocan la batería sobre caracolas vacías y la cosa se empieza a
animar. Unas almejas se agregan al grupo y tocan las castañuelas.
El caballito de mar
con otros amigos empieza a ejecutar una danza uniendo sus colas. Llegan los
boquerones, las medusas, y otros peces de muchos colores; todos bailan al
compás haciendo una coreografía tan linda, que ya la quisieran en los
campeonatos del mundo en natación
sincronizada.
Todos cantan una canción que está muy de moda entre los cuarenta
principales de los fondos marinos, se llama: Bajo el mar.
Bajo del mar, bajo del mar
Nadie nos fríe ni
nos cocinan en una sartén
Si no te quieres arriesgar bajo del mar te quedarás.
Y sin problemas entre burbujas tu vivirás, Bajo del mar!!!!
Se lo están pasando pipa pero ha llegado don Mero, el
policía acuático de la zona a poner
orden.
—¡Ya es hora de acostarse! Las sardinas y las pescadillas
se están quejando, mañana tienen que salir para realizar un largo viaje.
¡Ooooh! Tienen que terminar la fiesta y marcharse. Todos se despiden hasta el día
siguiente.
El pulpo Pepito piensa que en sus primeras vacaciones se lo
va a pasar pipa.
Cuando sale el sol se asoma a la gruta y allí le están esperando, Elisa, la estrella y los demás vecinos.
—¿Qué tal has dormido? —le preguntan—. Perdona, pero ayer,
con el lío de la fiesta no pudimos avisarte de que en esta playa hay muchos
niños que se entretienen pescando. ¡No
puedes estar distraído ni un segundo! Ya lo sabes —le advierte su vecina—. A la
única que no molestan es a Catalina, la morena, porque tiene unos dientes tan
grandes que les asusta enseguida.
De repente alguien dice de nuevo.
EL VERDADERO PULPO PEPITO. |
—¡Atención! ¡A los escondites! Ya están aquí otra vez los
pescadores.
Pepito ve que en un momento desaparecen todos sus amigos y
él vuelve a quedarse solo. No le da tiempo a meterse en la cueva.
“Las mismas sombras de ayer y la misma mano. Esta vez voy a
defenderme, no me van a coger tan fácilmente” —piensa.
Pepito extiende sus tentáculos: con dos de ellos se agarra
a la roca y con el resto empieza a
presionar con sus ventosas en los dedos y en el brazo de Guille, pero este lo
sujeta con la otra mano y… ¡otra vez al cubo!
—¡Otro pulpo! ¡Otro pulpo! Ya llevo dos este año —vuelve a
gritar.
—Pero… ¡este niño es tonto! ¿Es que no se da cuenta de que
soy el mismo de ayer?
El pulpo ya no está tan asustado como la primera vez, pero
no está dispuesto a seguirles el juego a los chicos. ¡Como sigan así, le van a
dar las vacaciones!
—Seguro que mientras esté por aquí, voy a tener que aguantar lo mismo todos los
días. Si esto se vuelve a repetir, hago la maleta y me largo.
Después del segundo susto, don Pepito no tiene ganas de
muchas juergas y aunque van a buscarle las medusas, los boquerones y otros
habitantes marinos, él prefiere quedarse tranquilo en su escondite.
De pronto, ve de nuevo sombras alrededor de su cueva.
—Tienen que estar por aquí, parece que este año hay muchos
pulpos.
—No me lo puedo creer. ¡Otra vez dando la lata! —exclama
Pepito.
—¡Aquí, aquí hay otro! —grita una voz bastante conocida por
nuestro amigo. Mamá, he visto otro pulpo. ¡Tres llevo este año!
—¡Queréis dejar en paz a los pulpos! —les ordena su madre—.
Ya está bien. ¡Pobrecillos!
Los niños se salen del agua enfadados, pero Pepito ya no
aguanta más sustos. Lo tiene decidido, allí no va a poder descansar, así que
decide volver a casa.
Ya ha hecho la maleta de conchas y caracolas y se despide
de todos los que le habían acogido tan amablemente, les da su dirección por si
algún día quieren ir a visitarle. Todos se quedan muy tristes y le dicen adiós
moviendo unas algas muy largas a modo de pañuelos. Doña Elisa, la estrella es
la que está más apenada, ya tenía preparada otra concha de caracola vacía para
la próxima fiesta.
A la mañana siguiente, los pescadores no
encuentran ningún pulpo más, se les ha acabado la buena racha. Ahora se tendrán
que contentar con jugar a la pelota, que también es muy divertido.
A mis nietos Guille y Pablo, pescadores de pulpos.
Gonzalo, un niño de cinco años, ha dibujado a su primo Jorge y a Guille y Pablo cuando pescaron al pulpo Pepito. ¿A que está muy gracioso el dibujo? |