Guille
y Pablo
Pablo
ya sabe nadar
Ha
llegado el buen tiempo y apetece darse un baño de vez en cuando, sobre todo si
vives en un lugar caluroso en donde la temperatura
normal a medio día ronda entre los 30 y los 35º.
Guille, Pablo y sus abuelos, han ido a la
piscina a refrescarse. Pablo sin darse cuenta del peligro que tiene el agua ha
echado a correr y se ha tirado sin saber nadar, sin manguitos ni flotador, en
la parte más honda de la piscina de mayores.
La suerte
para Pablo ha sido que estaban cerca de él varias personas que se han dado cuenta de su imprudencia y le han
sacado del agua inmediatamente. Sus abuelos casi se mueren del susto. Cuando ha
salido de la piscina, Pablo, temblando, ha dicho a sus abuelos:
—¡Por
poco me ahogo, como el año pasado!
El verano
anterior, Pablo hizo la misma travesura. Se tiró al agua por donde no hacía pie
y fue su padre el que se metió a por él.
Sus
abuelos al ver que Pablo no tiene sentido del peligro, le han regañado y él
llorando, ha prometido que nunca lo va a hacer más. La verdad es que ha cumplió
la promesa y ya no se baña sin los
manguitos. Pero para aprender a nadar tiene que quitárselos de vez en cuando.
Antes de
irse de vacaciones a la playa, los
abuelos le han apuntado a un cursillo de natación y Pablo ha ido muy contento y
ha hecho todo lo que le ha dicho el monitor, sin embargo se ha puesto malo unos
días y no ha podido aprender del todo. Por eso hay que tener mucho cuidado con
él. Él lleva toda la semana practicando a ratitos, pero todavía no consigue
flotar. El socorrista le ha dicho a su mamá que use el chaleco salvavidas en
lugar de los manguitos, así que un día se baña con el chaleco y al siguiente
con los manguitos.
Lo primero que ha aprendido ha sido a bucear
avanzando por debajo del agua. Desde que
este verano empezó a bañarse en la piscina y en la playa, sus padres y sus
abuelos le han insistido en lo importante que es saber nadar; él ha puesto mucho interés y cuando está en el
agua dice:
—¡Venga, que
tengo que practicar!
Un día le
comenta a su mamá:
—Quítame
el chaleco, que creo que ya floto.
Su mamá
duda un poco, pero al final le hace caso. ¡Por fin Pablo avanza en el agua como
los peces! Ya lo ha conseguido, sabe nadar.
Muy
orgulloso cuando ha vuelto de vacaciones les ha dicho a sus abuelos:
—¡Ya sé
nadar!, abuela, venga que te voy a enseñar como lo hago.
Se han bajado a la piscina y él no para. Primero
en la piscina de los niños pequeños ha hecho buceando un montón de largos. Después,
se ha pasado a la de los mayores y se la ha cruzado por la parte ancha de una
vez sin descansar.
Pablo se
ha inventado diferentes formas para tirarse al agua: estilo rana, estilo
viejecito, estilo cojito y de bomba. El estilo rana es el que tiene más seguidores, pues va saltando como
un batracio por el borde de la piscina croando sin parar hasta que se sumerge en la
piscina; sus amigos le aplauden. El estilo viejecito consiste en andar
agachadito como si llevase un bastón.
—¡Bravo! —le
dicen todos—, estás hecho un campeón.
Cuando
sale del agua se ducha muy bien para quitarse el cloro y se lía alrededor del
cuerpo una toalla como si fuera una túnica romana. Su abuela entonces le llama
Paolus en vez de Pablo.
—¿Por qué
me llamas Paolus?
—Porque
pareces un romano, y los romanos hablaban en latín.
Pablo se
queda igual que si le hubiese dicho que hablaban en chino, pero le hace gracia
y se ríe. Otras veces se pone el gorro y las gafas de natación de su tío y sus
abuelos le dicen que parece la hormiga atómica. Él es muy feliz porque siente que ya es como su hermano Guille: un
niño mayor.
Poco a poco se están terminando las vacaciones
y cuando su abuela le pregunta si quiere
ir al colegio, Pablo dice que no, que quiere jubilarse como ella.
—Mira, en
el cole vas a ver a tus amigos y vas a poder jugar con ellos como el año
pasado.
A Pablo
se le va iluminando la cara poco a poco. Recuerda cómo juega en el patio del
colegio y le van entrando ganas de volver.
—¿Sabes
abuela? Todavía no me quiero jubilar. Quiero jugar un poquito más con mis
amigos.
Más tarde
llega mamá con los libros que les ha comprado y con los uniformes y Guille y
Pablo se ponen muy contentos.
La época
de los estudios está a punto de empezar.
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1 comentarios:
que relato tan encantador! Conchi! ya extrañaba tus cuentos!!! no nos dejes solitos tanto tiempo jejejeje que te extrañamos!!! xoxo. Eliz
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