Vanesa de los Cardos
Doña Vanesa, una elegante
mariposa de bellos colores, acababa de llegar de un largo viaje desde África- Había recorrido mil kilómetros en
dos o tres días como quien no quiere la cosa, y no estaba nada cansada. Ella
tenía un truco: aprovechaba los vientos que venían del desierto del Sahara y se
dejaba llevar por ellos, así no tenía que realizar ningún esfuerzo.
Era primavera y necesitaba un lugar donde poner sus huevos para
tener descendencia. Normalmente utilizaba una zona en donde proliferaban los cardos. Allí, sus huevos,
primero se convertían en unas oruguitas negras y amarillas, bastante peludas,
que se alimentaban de las flores que estas plantas pinchosas daban, después se
encerraban en una crisálida y, más tarde,
de cada una de ellas salía una preciosa mariposa, tan bonita, como su madre.
Vanesita, una de las orugas, estaba muy triste porque se
encontraba horrorosa. No le gustaba la forma agusanada de su cuerpo ni el color
a rayas negras y amarillas; tampoco le gustaba que estuviese cubierto de pelos
y, por último, lo que más le desagradaba era no poder volar como su madre.
—¿Cuándo podré volar cómo tú, mamá? Es aburridísimo ir
arrastrándome por el suelo mientras que tú vuelas por las alturas. Además… soy
tan fea, tengo muchas ganas de parecerme a ti.
—Mira, Vanesita —le decía su madre con mucho
cariño—, tendrás que tener mucha paciencia. Para llegar a mariposa, primero hay
que ser durante una semana, más o menos, una oruguita y aunque tú te veas fea, para mí eres la cosa
más linda del mundo — le explicaba su mamá dándole ánimos—, luego te encerrarás
en un saquito de dormir colgada de una rama y después de estar allí unos días,
despertarás una mañana transformada en una linda mariposa.
Vanesita no veía la hora de convertirse en una
Vanesa de los Cardos hecha y derecha, que era como llamaban los demás insectos
a su mamá, hasta que un día se hizo el milagro, el saquito desapareció y pudo
desplegar al aire sus preciosas alas de color naranja, moteadas con lunares
negros y blancos. ¡Qué guapa se veía! Ya no tenía ningún complejo, revoloteaba
por aquí y por allá luciendo palmito y presumiendo delante de otros insectos a
los que ella consideraba más feos. No se había dado cuenta de que
cada insecto tiene una forma diferente porque se tiene que adaptar al
medio que le rodea y, ahí, no hay ni guapos ni feos si no que son de
una manera y no de otra porque siguen las leyes de la Madre Naturaleza
El día amaneció precioso,
el sol no calentaba demasiado y soplaba una ligera brisa que Vanesita aprovechó
para levantar el vuelo y recorrer un espacio muy grande sin tener que
esforzarse demasiado. Se detuvo cerca de un gran lago. Se acercó revoloteando y
se dio cuenta de que había otra Vanesa de los Cardos frente a ella dentro del
agua.
—¡Sal de ahí que te vas a ahogar !—exclamó Vanesita, pero la
otra mariposa no la hizo caso, parecía que le estaba haciendo burla; todos los
movimientos que hacía ella, los repetía
sin parar.
Tan enfadada se puso que echó a volar y volvió con su madre,
creyendo que dejaba a la otra mariposa dentro del agua.
Cuando se lo contó a doña Vanesa, ella se imaginó lo que había
ocurrido y volvieron las dos juntas al lago; tenía que empezar a darle lecciones
a la pequeña.
—Mira, Vanesita, ¿Cuántas mariposas ves ahí dentro?
—Dos, mamá.
—¿Y si yo me aparto de la orilla?
—Solo una, mamá.
—Entonces ¿Qué es lo que crees que ocurre?
—Pues no sé —la pobre Vanesita no se imaginaba lo que ocurrIa.
—Mira, las dos mariposas que ves ahora somos nosotras. El agua nos devuelve nuestra
imagen cuando nos acercamos al lago.
—Entonces esas alas tan bonitas ¿son mías? ¿Y ese cuerpo tan
esbelto también?
—Sí, así eres tú ahora —contestó su madre.
—Pues entonces, vendré todos los días al lago a mirarme.
—Ni hablar, no sabes lo peligroso que es eso, Vanesita, aquí hay
muchos pájaros, peces, ranas y sapos que
estarán encantados de que te acerques para comerte.
—¿Para comerme?, ¡Qué va mamá! Quién va a querer comerse una cosa tan linda
como yo. Los mayores siempre amargando a los jóvenes.
La madre se preocupó al escuchar a su hija.
—Prométeme que no vendrás, prométemelo.
Vanesita hizo un gesto de asentimiento con sus antenas y la
madre se quedó satisfecha.
Esa noche la mariposa no dejaba de pensar en lo bonita que se
había visto reflejada en el agua; la luna estaba en el cielo iluminándolo todo
y ella no pudo resistirse.
—Iré una vez más, solo esta noche. Me fijaré bien cómo soy y
mañana saldré de viaje con mi madre y mis hermanas.
Vanesita voló hasta el lago; el
cielo estaba cuajado de estrellas y la luna tan brillante que parecía que era
de día. Se acercó al agua y estuvo volando por encima como si estuviera
interpretando un ballet acuático. No dejaba de mirarse reflejada en ese líquido
espejo y de pensar en lo linda que era. Se oía un ruido sordo y seco que ella
no conocía; era el croar de las ranas, también el chapotear de algunos peces
que saltaban fuera del agua para capturar insectos, pero ella inconscientemente
creía que el peligro no existía; de repente algo saltó a su lado y la salpicó.
Se sobresaltó mucho, pero voló más alto y se recuperó pronto del susto, después
volvió a interpretar su danza, cada vez más segura de la belleza de sus
movimientos y de su cuerpo. De repente, algo largo y
glutinoso salió de un cuerpo viscoso con ojos saltones que se encontraba encima
de una roca. No tuvo tiempo de reaccionar, era tarde para levantar el vuelo y,
Vanesita cayó atrapada dentro del estómago de un sapo horrible,
que se relamió con su captura.
Queridos peques, es la primera vez que termino un cuento sin
final feliz pero no hacer caso de los consejos de los mayores trae a veces
malas consecuencias.
Si queréis saber más
cosas sobre las mariposas podéis pinchar en este enlace y allí encontrareis
cosas muy interesantes
http://www.kidsbutterfly.org/life-cycle/spanish
3 comentarios:
Bella la narración Conchita, espero que muchos padres también la lean para ensenhar sobre los peligros de la vida a sus hijos y creo que también contar sobre estos peligros sin tapujos y vergüenzas sobre los peligros que encierra la vida, saludos de tu admiradora Milly.
bueno! me ha sorprendido el final ... pero lleva mucha razón de no ser feliz! hay que escuchar a los mayores!!!!! que saben de lo que hablan, aunque sin final feliz me ha gustado mucho Conchita, un gran mensaje y como siempre excelentemente escrito y narrado :D
No pretendo ser agorera, pero la vida real está llena de finales infelices; hay que enseñar a nuestros niños a saber distinguir en dónde está el peligro. Gracias a Milly y a Eliz por leerme.
Publicar un comentario