Dibujo tomado de Internet.
La sillita de madera llora y llora sin parar,
no comprende por
qué en ella nadie se quiere sentar.
—Tengo bonitos colores,
un asiento muy blandito
y para apoyarte en mí,
un respaldo pequeñito.
Una maestra ha llamado
a la puerta de su clase.
—¿Tienes asientos de
sobra?
Le pregunta a Mari
Carmen, la profesora de inglés
que
dice de maravilla:
—
SILENT, PLEASE, AND YOU ARE MY FRIEND.
—Esta mañana ha llegado
un alumno nuevo al cole,
y no sé
dónde sentarle.
Además está tan triste…,
no conoce a nadie aquí.
¡Me da pena verla así!
¡Qué va a pensar de
nosotros si no se puede sentar!
Tener una silla en
clase es lo más elemental.
—Solo tengo una
sillita, la sillita de pensar.
Si los niños me prometen
que bien se van a portar,
puedes cogerla y usarla
como una silla normal.
Es muy cómoda y bonita,
por eso siempre la tengo apartada en el
rincón,
para evitar que la
rompan
de un golpe o de un
empujón.
La sillita no se cree lo que acaba de escuchar.
Está loca de contenta, ha parado de llorar.
Hoy ha dejado de
ser la sillita de pensar.
6 comentarios:
Qué bonita la sillita de pensar.
Felicidades, Conchita.
Un abrazo.
Hola Marisa, me alegro que te haya gustado. Son siempre cosas de niños.
Un abrazo muy fuerte y gracias por leerme.
¡Qué bonito!
Un abrazo.
Ayyyy por favor que bonito!!! Que preciosidad Conchi!!!!
Hola amigo Macondo, me da mucha alegría que te gusten mis poesías, aunque yo no sea capaz de escribir ninguna para adultos.
Gracias por pasar siempre.
Un abrazo.
Conchita
Muchas gracias ELiz por pasarte por mi blog. Me alegro de que te gusten mis poesías.
Un abrazo muy fuerte, guapa.
Conchita
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