Mirad estos niños coreanos cómo dominan la guitarra. Solo tenéis que esperar a que termine la música de fondo de mi blog, para escucharlos.Espero que os guste.
Mensaje de bienvenida
Páginas
lunes, 27 de febrero de 2012
Enormes pequeños artistas.
Mirad estos niños coreanos cómo dominan la guitarra. Solo tenéis que esperar a que termine la música de fondo de mi blog, para escucharlos.Espero que os guste.
jueves, 23 de febrero de 2012
Mis ilustradores favoritos: José Luís Ocaña
Es autodidacta ¿Sabéis lo que es eso? Pues quiere decir que no asistió nunca a clases de dibujo; lo que sabe lo aprendió él solito a base de practicar y practicar. Al principio siempre dibujaba en blanco y negro, pero su padre insistía en que le metiese color a los dibujos. A él le daba miedo, le parecía que trabajar con colores era algo muy complicado pero, un día le hizo caso y no se podía creer lo que ganaban los dibujos; así empezaron a aparecer esas preciosas acuarelas que gustan tanto a todo el mundo. Su padre fue la persona que más le apoyó y le animó cuando, a los diecinueve años, decidió dedicarse por entero al mundo de la ilustración.
Amplió su formación académica en Madrid, en Animación Digital y trabaja desde 1997 en varias Productoras Publicitarias, en Madrid y Málaga, no sólo como operador CG sino también como creativo. El País y La Opinión de Málaga son algunos de los periódicos que han publicado ilustraciones suyas. Actualmente es ilustrador de la revista de arte americana InspiredViewpoints
Además también a hecho cortos para el cine con mucho éxito; como podéis ver es un trabajador incansable y estoy segura que dentro de poco nos sorprenderá con las ilustraciones de maravillosos cuentos. Mientras tanto podéis entrar en su blog y admirar todos los dibujos que tiene ahí subidos: http://elviajedellapiz.blogspot.com/
Desde aquí le agradezco los dos dibujos tan bonitos que ha hecho para mi blog.
lunes, 20 de febrero de 2012
Mis ilustradores favoritos:Xénia d´Armengol
Le gusta pintar con cualquier material: con ceras, guache, acuarelas, oleos etc.. Hasta que no terminó sus estudios no se dedicó verdaderamente a pintar. Le encanta su ciudad, Barcelona, pero también le gustaría darse una vuelta por Nueva York y Canadá.
Os pongo aquí la dirección de su blog parea que lo visitéis y veáis que caras de niñas tan preciosas pinta. http://xenia-armengol.blogspot.com/
Le vuelvo a agradecer que me adornase mi cuento El disfraz mágico con sus ilustraciones, porque ahora sí que parece mágico de verdad.
jueves, 16 de febrero de 2012
Reposición de El disfraz mágico.
El
disfraz mágico
Quique llegó a casa con una nota de su colegio.
—El martes de Carnaval, todos los niños deberán venir
disfrazados para el festival que se celebrará en el salón de actos –leyó la
madre.
—Tendremos que comprarte un disfraz nuevo para la fiesta –le
dijo mirándole de arriba abajo para calcular la talla que tendría su hijo en ese
momento—. Has crecido mucho desde el año pasado.
El niño se rió
orgulloso al escucharla.
Al día siguiente Quique estaba muy nervioso; iban a ir con su
abuela a elegir el disfraz.
Cuando llegaron a la tienda, había tantos que no sabían por
cual decidirse: de piratas, de chinos, de indios, de vaqueros. Él los miraba
todos, callado, sin decidirse por ninguno.
—¿Quieres uno de pirata? —le preguntó su madre.
Él movió la cabeza para los lados un poco enfadado.
—Pues no, parece que no le gusta —comentó su abuela.
Entonces, el niño vio uno que le llamó mucho la atención;
se soltó de la mano y salió corriendo a cogerlo.
—Este, mamá, quiero ir de jirafa –dijo muy contento
pensando que ya había encontrado el que quería.
—¡Claro, cómo no se me había ocurrido antes! Con lo que le gustan los animales,
quiere vestirse de jirafa. Ven Quique, vamos a probártelo.
La madre del niño descolgó el disfraz de la percha en donde
estaba colgado y se dirigieron los tres hacia una fila de personas que
esperaban el turno para poder entrar en la única habitación de la tienda que tenía un espejo.
—Lo siento señora, pero este disfraz no está disponible. Tiene
un letrero que lo indica: No está a la venta —les dijo la dependienta cuando
vio que se lo llevaban al probador.
El niño, al oír a la señorita, cogió una rabieta tan grande
que nadie lo podía consolar.
—Quiero este, quiero este —decía entre sollozos y suspiros.
La dependienta, viendo que Quique no tenía consuelo, se
conmovió.
—Bueno, cójanlo, no creo que mi jefa lo tenga reservado.
El niño dejó de llorar inmediatamente y cuando les tocó la
vez, se metieron en el probador con el disfraz para ver cómo le quedaba. Le quitaron con
cuidado la funda de plástico que lo protegía, ¡era precioso! Parecía hecho de
la piel de una jirafa de verdad, todo de una pieza. En la cabeza tenía dos
cuernecitos negros que al niño le hicieron mucha gracia.
—Ven Quique, mete primero las piernas y luego los brazos.
Ahora la cremallera y por último te pondremos la cabeza —le explicaba su madre.
El niño se miró al espejo y sonrió viendo lo guapo que
estaba.
—Estupendo, te queda muy bien —dijo la abuela.
Las dos lo estaban contemplando
cuando observaron que ocurría algo muy raro, la tela del disfraz empezó a
pegarse al cuerpo del pequeño como si se tratara de su piel, su cuello se estiró y estiró de forma que la cabeza empezó
a subir y a subir tanto, que no cabía en el probador y la nariz y la boca se
transformaron en un verdadero hocico de jirafa. La abuela salió gritando:
—¡Socorro, socorro, ayuda! el disfraz está embrujado.
En ese momento, entró la dueña de la tienda y, al escuchar
los gritos, fue derecha al probador con un cubo a agua que echó sobre el
disfraz ante la mirada asustada de Quique y de su madre. Rápidamente, el cuello
del niño empezó a encogerse, la tela se le separó de la piel y volvió a ser
cómo era antes, un niño rubio con cara
de niño, no de jirafa.
—Lo siento mucho —les
decía la señora de la tienda disculpándose toda sonrojada—, no sé cómo la
dependienta se ha atrevido a vendérselo, si ponía bien claro que no estaba a la
venta. Desde que me lo trajeron de África, este disfraz no me ha dado más que
problemas. Mañana mismo le devolveré.
—No la regañe señora, la culpa ha sido de mi hijo, que se
ha puesto muy pesado. La pobre chica no ha tenido otro remedio que dejar que se
lo probara —decía la madre de Quique respirando hondo, mientras se le pasaba el
susto, y la abuela se tomaba una tila.
Quique no dijo nada; sabía que por culpa de su cabezonería,
había estado a punto de convertirse en una jirafa de verdad. Ahora le iban a
echar una buena bronca de camino a su
casa.
A la mañana siguiente, llamaron a la puerta; un repartidor
les entregó un disfraz de indio que les enviaba la dueña de la tienda con una
nota volviendo a disculparse por lo sucedido el día anterior. Cuando la madre
lo vio, llamó a su hijo:
—Mira Quique, por lo menos con este no te crecerá el cuello,
si acaso alguna pluma –comentó sonriendo para quitarle importancia a lo sucedido el día anterior.
El niño, mirándola con preocupación y sin ganas de bromas, le
dijo:
—Mamá, pensándolo bien, no quiero ir a la fiesta.
lunes, 13 de febrero de 2012
Cuentacuentos Ilustres: Beatriz Montero.
Como estamos en Carnaval y hay mucha gente que se disfraza de monstruo, os subo este vídeo para que veáis que no hay que tenerles miedo. El vídeo es de una cuentacuentos estupenda que se llama Beatriz Montero; a mí me encanta. Aquí está contando su cuento Enrique y los monstruos. Espero que os guste mucho.
jueves, 2 de febrero de 2012
Ya estamos en Carnaval.
Por fin ha llegado el día
De abrir todos los baúles
Con rasos, sedas y tules
Hay que elegir el disfraz
¿Has cogido el antifaz?
Sin él no irás a la fiesta
Porque te conocerán
Puede ser de troglodita
O también de mariquita
Aunque quizá no te guste
Llevar alas con manchitas.
Aquí hay uno de pollito
Con su cresta anaranjada
Provocarás carcajadas
Si eliges el de pirata
Con parche y pata de palo
Procura no tropezar
Y andar con mucho cuidado
Pues si te tapas el ojo
Quizá no puedas ver bien
Ni luchar con mucho arrojo
Si quieres el de princesa
Debes llegar en calesa
Y estar muy bien arreglada
Pues para llevar corona
O estar sentada en el trono
No vale ir de fregona
Ni vestir con abandono
Más recuerda este consejo
Que te da alguien muy sabio
Y a la vez también muy viejo
Cuando vayas a salir
Tu disfraz has de cubrir
Con abrigo o chubasquero
Porque estamos en febrero.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Pablo, el niño que no tenía besos. Educación infantil, 1er. y 2º ciclo de primaria.
Pablo era el pequeño de la casa. Era simpático, inquieto y muy ingenioso. Todo el mundo se reía mucho con sus ocurrencias. Solo tenía una pequeña manía: a Pablo no le gustaba dar besos.
-¡Eso es cosa de bebés! -decía a su hermano Guille.
Él, que todavía no había cumplido los cuatro años, se sentía todo un hombre. Sus juguetes preferidos los gormitis, los bacugan y otros de ese estilo; esos no besaban, solo peleaban. Todos los días, sus abuelos iban a visitarlos pero, cuando se despedían, él ponía cara de circunstancias y con mucha desfachatez les decía:
-¡Abuelos, se me han acabado los besos! Solo me quedan pedorretas.
Ellos no comprendían esa cabezonería de su nieto. Guille que se daba cuenta de que su abuela se ponía triste, se acercaba inmediatamente a Pablo, le ponía la mano en la cara y hacía como si estuviera dando cuerda a un reloj.
-Ya te he cargado la batería, Pablo.
Entonces, Pablito se dirigía a sus abuelos muy serio:
-¡Ya se me han cargado las pilas! Tengo tres besos abuela.
Se acercaba a ellos y les daba uno a cada uno, pero solo uno.
Una noche, como era su costumbre, Pablo no quiso darle un beso a su abuela. Ella se fue muy triste a su casa y a la mañana siguiente, se levantó muy malita. Avisaron al doctor para que viniera a verla y este le preguntó:
-¿Qué síntomas tiene doña Concha?
-Pues mire doctor, me duele mucho el corazón, no tengo ganas de levantarme de la cama, no quiero escuchar música, ni leer cuentos, ni tampoco contarlos. He perdido la ilusión por las cosas bonitas. ¡Estoy muy triste!
Don José, la auscultó y se dio cuenta de que casi no se escuchaba su corazón. Estaba desorientado, no sabía lo que tenía.
-Es una enfermedad muy rara -dijo rascándose la cabeza.
A la mañana siguiente, toda la familia fue a visitar a la enferma y al comprobar que estaba bastante mal, empezaron a preocuparse. Preguntaron a los vecinos y a los amigos si ellos conocían a alguien que pudiese remediar su mal.
- Yo creo que sé quién puede hacerlo: doña Blanca, una doctora que vive en las afueras de la ciudad, en la calle de las Magnolias; seguro que tiene el remedio para su mal -dijo alguien que vivía por allí cerca.
Le dieron las gracias y cogieron el coche para llegar cuanto antes. Allí se encontraron con una casita pequeña, muy blanca rodeada de árboles llenos magnolios y naranjos en flor. Llamaron al timbre y salió a abrirles una señora con un aspecto muy agradable. Tenía el pelo y la piel muy claros y vestía una bata muy limpia y luminosa. Les dijo que entrasen.
–Pase, pasen y tomen asiento. A ver, ¿qué les ocurre?
Le contaron porque habían ido a visitarla y le explicaron todos los síntomas de la enfermedad de la abuela. La doctora se quedó muy pensativa. Al final les dijo:
-Yo creo, que su madre tiene Tristitis.
-¿Tristitis? -preguntaron extrañados. ¡Esa enfermedad no la habían oído nunca!
–Sí, a veces pasan cosas en la vida que te van poniendo triste, hasta que llega un día en que caes enferma. Puede ser que esta señora se haya llevado algún disgusto.
Pablo se quedó pensativo y en seguida le vinieron a la cabeza todas las noches en las que su abuela se iba cabizbaja a su casa. ¡Se dio cuenta de que él podría ser la causa de sus males!
-Solo se puede curar dándole un jarabe llamado “Elixir del cariño” -dijo doña Blanca.
-¡Elixir del cariño! -exclamaron–, y ese jarabe ¿dónde se compra?
-No se preocupen; yo tengo la fórmula y sé cómo se hace. Ya verán como cuando se lo tome, la enferma mejorará.
La doctora buscó la fórmula en lo alto de una estantería muy antigua. La repasó para no olvidarse de nada y les explicó lo que había que hacer:
-Lo primero que necesitamos son muchas flores, así que hay que salir al jardín y llenar esta cesta con las más bonitas que encontréis.
Buscaron alrededor de la casa y recogieron un montón de amapolas, rosas, margaritas y pensamientos, todas ellas preciosas; las colocaron en el cesto que les había dejado la doctora y, cuando hubieron terminado, se las llevaron al laboratorio.
-Y ahora, ¿qué hacemos? -preguntaron.
-Ahora hay que poner un beso en cada flor- -dijo doña Blanca-. Luego las trituraremos y les añadiremos agua de azahar, que calma las irritaciones. Los besos, mezclados con los pétalos y el agua de azahar son la mejor medicina para la Tristitis.
Pablo rápidamente empezó a coger flores del cesto y a depositar besos en cada una de ellas. Al principio le costó trabajo, para que vamos a negarlo, pero poco a poco se fue acostumbrando a la suavidad de los pétalos y, al final, terminó por gustarle. Cuando terminaron, lo trituraron todo, cocieron la mezcla con el agua de azahar y llenaron un frasco muy bonito que había preparado la doctora
–Es muy importante que el recipiente sea alegre y de vistosos colores, así se le alegrará el corazón. Tiene que tomarse tres cucharadas al día. Espero que con esto, mejore -les deseó.
Le dieron las gracias y se despidieron muy contentos. Volvieron rápidamente a casa y subieron las escaleras hasta el primer piso; allí encontraron a la abuela con muy mala cara. La mamá de Pablo cogió una cuchara y le dio a probar el jarabe:
-¿Está bueno? -le preguntó el niño-. Lo hemos hecho nosotros con besos y flores.
-¿Tú también has ayudado?, no puedo creerlo. ¡Si a tí no te gusta dar besos!
Pablo sintió como se ponía colorado de vergüenza. Su abuela tenía razón pero lo que ella no sabía es que ya no le importaba darlos. Se acercó y le dio dos en la cara. Le pareció que tenía la piel igual de suave que los pétalos de las flores. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
-Abuela, yo lo que quiero es que te cures y que no estés triste.
Ahora sabía lo importante que era querer a la gente y demostrárselo. A partir de aquella cucharada, doña. Concha empezó a mejorar y ya no necesitó tomar más porque sus nietos le dieron todos los besos que ella quiso. El jarabe que sobró, se lo dieron al panadero, que vivía muy solo y a veces le entraba mucha tristeza; con el jarabe del cariño, se le pasaba. Por eso a veces cuando iban a comprar el pan, Guille y Pablo además del dinero le daban un beso y le decían:
-Esto es para que se le pase la tristitis don Ramón.
Don Ramón se ponía muy contento y ese día era muy, muy feliz.
-Y Colorín colorado este cuento se ha acabado -dijo la abuela de Guille y Pablo cuando terminó de contarles el cuento-. ¿No te acuerdas cuando eras pequeño? No había forma de que nos dieses un beso a ninguno.
Pablo se puso colorado y la miró sorprendido; no, él no recordaba nada de eso.
-Abuela ¿de verdad que no quería dar besos a nadie?
-Pues sí, es verdad, no te gustaba besar a nadie ni que te besaran. Me alegro de haber escrito un cuento con esta historia, así cuando seas mayor te gustará contársela a tus hijos. Y, ahora sí:
COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.