Pipo y
Pipa
Guille y
Pablo han ido con su mamá a un centro comercial y han visitado una pajarería en
donde hay muchos animales.
La
encargada está dando de comer una papilla a unos pollitos de agapornis que
todavía no tienen plumas.
—¿Qué
clase de pájaros son estos pollitos? —pregunta Guille a la señora que los está
alimentando.
—Son
agapornis papilleros.
—¿Y eso
qué es? —vuelve a preguntar el niño muy extrañado.
—Son
loritos pequeños. Si desde que nacen los alimentas con esta papilla, se acostumbran
a ti como si fueras su madre. Los puedes amaestrar fácilmente y sacarlos de la
jaula cuando quieras; siempre vuelven con su dueño.
—¡Queremos
comprar un lorito de estos mamá!
—Yo os
recomiendo que os llevéis dos: un macho y una hembra. Estos pajaritos no deben
vivir solos; si compráis uno, se moriría de tristeza —les explica la señora que los está cuidando.
—¿Y eso,
por qué? —insiste Guille.
—Estos
pajaritos siempre tienen la misma pareja durante toda la vida, por eso les
llaman los pájaros del amor.
—¡Anda
mamá, vamos a llevarnos dos agapornis a casa! —le suplican los niños a su
madre.
A la mamá
de Guille y Pablo, no hay que insistirle mucho cuando se refiere a animales, le
gustan más que a ellos, ¡qué ya es decir! Así que accede a la petición de los
niños.
—Antes de
pasarlos a la jaula, los debéis de meter en una cajita con papeles suaves para
que estén calentitos. ¡Ah! Y limpiadla cada dos días aproximadamente.
Después
de escuchar todas las recomendaciones de la señora de la tienda compran la
jaula que les indica y dos papilleros pequeñitos y se van contentísimos a casa.
Les han
puesto de nombre Pipo y Pipa y ya los quieren como si fueran de la familia.
Guille les alimenta con su jeringuilla cinco veces al día y cuando los pájaros lo ven llegar, abren el pico como si fuera su mamá la que les está dando de comer. Cuando llegaron a casa tenían las plumitas blancas, pero ya les están saliendo las verdes. Su madre cree que es hora de pasarlos a la jaula y ese cambio lo hacen con mucho cuidado para que no se dañen. Con el tiempo Guille los ha podido amaestrar, se los pone en el hombro y se pasea con ellos por la casa. Los deja que se den una vuelta por el salón y después se meten en su jaula ellos solitos.
Un día la
madre de Guille y Pablo, sin darse cuenta, se ha dejado la puerta abierta y Pipa se escapa. La busca por todo el jardín porque
tiene la esperanza de que vuelva, pero piensa en el disgusto que se va a llevar
Guille cuando vuelva.
Pablo es
pequeño, no va al colegio, y se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado con
Pipa.
La mamá
se va a la pajarería y compra otra hembra parecida. Esta ya es mayor y como no ha comido nunca de la mano de
Guille, el niño se extraña de que no le haga caso y no se ponga encima de su
hombro. Además, algunas veces, pica a Pipo.
—¡Qué
raro! —dice Guille—, Pipa se comporta de una forma muy rara. A lo mejor es que
está un poco celosa.
—Claro
Guille. Siempre haces más caso a Pipo. Tienes que estar un poquito más con ella
–le explica su madre para evitar que se de cuenta de que esa no es su pajarita.
Pablo, con
su media lengua le dice a Guille:
—“Eta no
e Pipa. Pipa sa ido”.
Guillermo
no le entiende y cada vez que el niño coge a los agapornis se sigue extrañando
de que Pipa no le haga caso. Pablo le vuelve a repetir:
—“Eta no
e Pipa, Pipa sa ido,” pero Guille sigue sin
entender lo que quiere decir su hermano y continúa muy feliz cuidando de
sus papilleros.
Con el tiempo,
Pipo y Pipa se han acostumbrado a vivir juntos. Ya no se pelean y además hacen
cosas muy graciosas como dar vueltas a la derecha o a la izquierda, bailar y
jugar a la pelota con una bolita muy pequeña de fieltro.
En el
colegio, con el fin de fomentar el amor y el respeto por los animales, han
organizado un concurso. Los niños que tienen animales en casa pueden demostrar
lo que se consigue con sus mascotas a
base de cariño y tesón. ¡Allí van Guille y Pablo con sus agapornis para probar
que son los mejores!
Se
colocan cada uno en los extremos del escenario y un profesor se ofrece para
ayudar.
—¡Abra la
jaula profesor!
El
profesor hace lo que le dice Guille y los dos pajaritos emprenden el vuelo colocándose
cada uno sobre el hombro de uno de los niños.
—Pipo,
aquí —y Pipo sale volando a posarse en el
dedo de Guille.
—Pipa,
aquí —y Pipa hace lo mismo con Pablo.
Sus
compañeros les aplauden con mucho entusiasmo. Después los ponen encima de una
mesita pequeña que hay sobre el escenario y les colocan una pelotita dentro de
un vaso de plástico transparente. Lo empujan con el pico y juegan al fútbol.
Sus amigos
se ponen de pie y aplauden a rabiar; el jurado les ha dado el primer premio: un
viaje para ver el parque zoológico de Madrid.
Los niños están contentísimos. ¡No podían haber recibido un regalo mejor!
Todas esta fotos tan bonitas las he sacado de una página en donde han fotografiado día a día la evolución de estos loros tan bonitos. Es un reportaje precioso realizado por un amante de los animales llamado Jordi R. Si queréis enteraros bien de toda su vida desde que nacen entrad en esta página. Os encantará,aquí la tenéis.
http://www.agaporniscoqui.es/evolucion-agapornis.html
6 comentarios:
Hace años tuve una parejita de agapornis en casa. Tuvieron varias veces pollitos.Es una preciosidad ver como van haciendo el nido, la incubación, cuando salen los pollitos, cuando les salen las plumitas y aprenden a volar.Había veces que la madre no los quería y era el padre el que se encargaba de darles de comer. En casa los cogíamos y jugábamos con ellos. Se acostumbraron a estar sueltos,y se nos ponían en la cabeza y el hombro, hasta se dejaban acariciar. Fue muy bonito. Una experiencia preciosa que recomiendo, sobre todo si se tienen niños en casa.
Un abrazo
Querida Hada, me alegra que tuvieses esa experiencia. Cuando mis hijos eran pequeños también tuvimos una pareja que era muy activa y tuvo muchos loritos pequeños. Tienes razón en que es una experiencia inolvidable para los niños.Si pinchas en el enlace verás toda la evolución y así te acordarás de los tuyos. Gracias por entrar en mi blog.
Conchita, primero, que gusto ... no, que deleite poder leer tus historias, porque estan llenas de una magia especial, las narras con tanta naturalidad que casi me siento parte de esas aventuras que nos cuentas.
yo de pequeña tuve un periquito que rescaté y la verdad que fue una experiencia hermosa, y espero que tus nietos disfruten mucho a sus periquitos y sobre todo que comprendan lo que es amar a los animales. felicidades simplemente hermoso relato!!! xoxo, Eliz
Gracias Eliz, estoy tan acostumbrada a tus comentarios que no me imagino mis cuentos sin tus amables críticas, siempre a mi favor. Me encanta tenerte siempre conmigo. Un abrazo.
Hola, soy nueva en el blog.Me entere por una seguidora mia.Si quieres puedes pasarte por mi blog http://loslibrossdelaura.blogspot.com.es/
Espero que te guste.
Chao,Laura
Hola Conchita.
Yo no tengo periquitos, pero sabes que tengo perros y gatos y todo lo que sea aprender a amar a los aimales me encanta. No se si te eh contado alguna vez que yo dejé de comer carne por amor a ellos, no quiero que ningun animal sufra para llenar mi barriga. Un besito.
Gloria.
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