3º y último capítulo
La madre se quedó muy sorprendida
ante la reacción de su hijo, pero le encantó que el niño quisiera jugar con la pequeña.
Lucas la cogió en brazos y se sentó con ella dentro de la acequia, ella no
paraba de reírse, de chapotear y de gritar:
—Al-maa,
al-maa. Lucas se dio cuenta de lo que quería decir:
—Esto
es a, gu, a, venga repite, a, gu, a.
Safía.
repitió la palabra agua, en español, pero luego volvió a decirla en su idioma:
Al, maa, Al-maa. Lucas, mirándola
pronunció Al-maa varias veces y vio que la pequeña se ponía muy contenta; los
dos se tumbaron en el cauce de la acequia dejando que el agua los refrescara. Rosario los miró y se le saltaron
las lágrimas.
—Mira,
José, a ver si va a tener que venir una
chiquilla desde el desierto, para que le cambie el carácter a Lucas.
José
también estaba emocionado ante el comportamiento de los dos niños, pero a él le
habían enseñado que los hombres tenían que ser duros y no debían mostrar sus
emociones así que, para disimular, les
avisó alzando la voz desde donde estaba:
—Vamos
chicos, está refrescando. Tenemos que tener
mucho cuidado con ella, no vaya a constiparse.
Lucas
salió de la acequia y ayudó a la niña. Su madre ya estaba allí con dos toallas
grandes para que se tapasen. Se dirigieron a la casa rápidamente para cambiarse
de ropa y allí les esperaba otra sorpresa: Safía. no había visto nunca un
cuarto de baño ni sabía para qué servían los sanitarios; todos estaban
sorprendidos. La pequeña, asombrada con esa habitación tan rara y, ellos, con
la cara que ponía. Después de cambiarla
de ropa, Rosario abrió el grifo para terminar de asearla y Safía se quedó
maravillada: dos veces en el mismo día
se había encontrado con el agua de una forma nueva para ella. Metió sus manos
debajo y volvió a repetir: Al-maa.
-No,
a- gu a — insistió Lucas
—A
gu a —dijo Safía.
La
niña miraba sus manos, como si no fueran parte de ella, jugar con el agua.
Lucas estaba aturdido, nunca se hubiera imaginado que en este mundo hubiese gente que no tenía ninguna de las comodidades de las que él disfrutaba. Se salió del baño, dejó a Safía. jugando con el agua y de acercó a la cocina. Su madre estaba preparando la cena.
—¿Y
Safía.?
—Se
ha quedado jugando con el agua, está como loca —contestó Lucas.
—Ve
por ella, hay que hacerla comprender que, aunque nosotros sí que tenemos agua, no debemos desperdiciarla.
Fue
difícil separar a la niña del grifo, pero el olor que salía de la cocina hizo
que obedeciese a su hermano español.
Después de cenar, les esperaba
otra nueva sorpresa; la niña ni quería dormir en la cama ni quería dormir sola,
estaba acostumbrada a hacerlo en el suelo de la tienda, sobre una alfombra y
junto a toda su familia.
-—Mamá
trae los sacos de dormir, los pondremos en el suelo de mi habitación, yo
también dormiré como ella.
Rosario salió muy contenta.
—Mira
por donde, en lugar de hacerle un favor a Safía invitándola
estas vacaciones, ella se lo va a hacer a Lucas.
Con
los sacos de dormir juntos, Safía. se durmió enseguida. Estaba cansadísima del
viaje. Cuando Lucas pensó que ya no se podría despertar, salió de su habitación
y se fue a la cocina.
—Mamá
¿sabes lo que estoy pensando? Pues, en la cara que va a poner mañana cuando vea
el zumo de naranja para desayunar y, no te digo nada, cuando se asome a la
balsa de riego. Estoy deseando que se haga de día para llevarla a que la vea.
No me imaginaba las condiciones de vida de estos niños en los campos de
refugiados del desierto. Ahora me doy cuenta de lo que tengo en esta casa.
—¿Comprendes
ahora al abuelo? Él sabía que sin agua, nuestra huerta se hubiera secado y los naranjos y limoneros no hubieran dado tantos
frutos ni podrías disfrutar de esos tomates tan sabrosos que tanto te gustan en
la ensalada; por eso quiso profundizar el pozo. El prefirió esa mejora en la huerta a un piso
en el pueblo.
-—Sí
mamá, parece mentira lo importante que es el agua y yo, hasta ahora, cuando os
lo oía decir pensaba en lo pesados que eran los mayores siempre con la misma
manía:
—No
hay que desperdiciar el agua, hay que cerrar el grifo mientras te lavas los
dientes, y todas esas cosa que siempre estáis repitiendo. Sabes lo que te digo,
que hoy me he dado cuenta de que tengo mucha suerte viviendo aquí. Buenas
noches mamá.
—Buenas
noches hijo, que descanses.
Rosario se acostó muy contenta; Safía.
le había dado una gran lección a Lucas. Su hijo, en una
tarde, había madurado más que en todo un
año.
Safía. soñó que llovía mucho en
el campamento y alrededor de su jaima crecían tantos naranjos que no podía
salir de la tienda.
4 comentarios:
Conchita, El cuento finalizado es una delicia, ¡que poco valor damos a lo que habitualmente utilizamos!, por eso es muy importante que a los niños se les eduque para que sepan apreciar lo verdaderamente importante de la vida y con lo que habitualmente se manejan con facilidad, sin darse cuenta que otras personas carecen de ello. Espe
Esperanza, gracias por leerme. de verdad que tienes mucha razón. Conociendo a safía, aprendimos a valorar muchas cosas.Un beso.
Normalmente no damos importancia a las cosas que tenemos, por ejemplo, abrir un grifo y que salga agua. La vida que llevan éstos pequeños en su pais nos hace pensar lo afortunados que somos. Un abrazo Conchita
Marisa, para esta niña era una diversión ponerse a fregar los platos. En el momento que me descuidaba estaba fregando, pero no te imaginas cómo lo hacía. Gracias por leerme.Un abrazo Marisa.
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