Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

lunes, 17 de agosto de 2020

LOLO, SEMANA DE EDUCACIÓN ESPECIAL: TEA (trastorno del espectro autista), TEL (trastorno específico del lenguaje) y TDAH(Deficit de atención con hiperactividad)

 

Lolo

         

            Acababa de empezar un nuevo curso y mis compañeros y yo teníamos muchas ganas de vernos para hablar sobre lo que habíamos hecho este verano. La seño nos tenía reservada una sorpresa.

— Va a venir un nuevo compañero a clase. Se llama Lolo. Veréis que es  muy independiente; a veces, no para de moverse de un lado a otro. No debéis insistirle si no quiere jugar con vosotros. Ya lo hará cuando se sienta seguro.

—Total, un antipático y un rarito —dijo Diego—. Con la gana que tenía de que viniese otro niño más para ser once. Con el nuevo no podremos formar  el equipo. ¡Los de sexto nos ganan siempre!

            —Diego, esa no es la actitud que os pido que tengáis hacia él —le   increpó doña Ana—.  Es un poco diferente y tenemos que aceptar su forma de ser, lo mismo que él se tiene que acostumbrar a la nuestra. Intentad no gritar mucho para no ponerle nervioso; no le molestes y todo irá de perlas.

            —Lo que digo, tonto de remate.

            —¡Solo te lo voy a decir una vez más! Tenemos que intentar ser amigos suyos, pero cuando él nos lo pida —le volvió a reprender la profesora.

            Todos los niños estábamos impacientes esperando que llegase el día siguiente para conocer a Lolo. La profesora me  llamó a su mesa:

            —Carlos, lo voy a poner a tu lado; sé que tú cuidarás de Lolo y, al final, te harás su amigo.

            Yo le   contesté que sí, pero que creía que iba a ser  difícil. Luego me  acerqué a mi amiga Paloma y le  conté lo que me había encargado la seño.

            —No te preocupes, entre los dos lo cuidaremos —me dijo mi amiga, tranquilizándome

.

-

            Por fin llegó Lolo, le  acompañaba su madre y entre ella y doña Ana le  enseñaron todos los rincones de  la clase para que la conozciese, luego lo han sentado entre Paloma y yo.

            —Hola Lolo, me llamo Carlos y ella es Paloma.

            Ni siquiera nos  miró;  siguió todo el rato, dibujando.

            Por fin  llegó la hora de salir al recreo. Cogimos los bocatas organizando mucho alboroto, entre el ruido de la sirena y el griterío de los niños se armó mucho jaleo.

            La cara de Lolo se transformó, se puso las manos en los oídos, apretando fuertemente y empezó a gritar moviendo la cabeza de derecha a izquierda:

            —¡Ay, ay, ay, ay, ay!

            La profesora se acercó corriendo para  intentar tranquilizarlo y con un gesto nos hizo salir al patio.

 Después de este día, cuando llega la hora del recreo y va  a sonar la sirena, Paloma y yo nos metemos debajo de la mesa y nos tapamos los oídos. Él ha empezado a hacer lo mismo y ya no grita.

            Por fin  Lolo ha salido al recreo. Ha tardado más de una semana en decidirse, lo ha hecho cuando la clase ya estaba vacía. Ha estado un rato en la puerta observando el patio, se ha fijado en un árbol muy frondoso que hay en el centro y se ha puesto a dar vueltas alrededor de él.

            —Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve. Al llegar al nueve  cambia la dirección  hacia el otro lado.

            Lolo ha dejado el bocadillo en el suelo.

            —¿No te comes el bocadillo? —le pregunto.

            —Es de jamón de york. No me gusta el jamón de York —dice mientras sigue contando, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, y vuelta a empezar.

            —¿Quieres el mío de nocilla? Te lo cambio.

            —La nocilla me gusta —me dice mientras lo coge.

            Después de comérselo vuelve a dar vueltas al árbol. Diego desde el otro lado del patio se ha dado cuenta de lo que hace Lolo.

            —Eh, Lolo, ¿es que no sabes más que contar hasta nueve? ¡Ya eres mayorcito para saber contar!

            Lolo sigue girando y girando.

            —Lo que yo os digo, es un tonto integral.

Paloma y yo nos hemos enfadado con Diego y con su grupito

Siempre lleva  a cuatro o cinco niños  pegados  como si fueran moscas.

—Si volvéis a meteros con él se lo diré a la profesora.

            —¿Es que ahora eres su niñera?

            Me he acordado de lo que dice mi madre: “dos no se pelean si uno no quiere” y  Paloma y yo nos hemos ido sin hacerle caso; Lolo nos ha seguido.

            Hoy la señorita nos ha dado un folio en blanco y nos ha dicho que dibujásemos lo que quisiéramos. Yo he dibujado un coche de carreras, me encantan; Paloma, un caballo, de mayor quiere ser veterinaria y Lolo ha empezado a dibujar un diplodocus.  Diego, que cree que no hay nadie mejor que él dibujando dinosaurios, cuando termina, se levanta y nos enseña su dibujo muy eufórico.

            —¡Tachan! Señoras y señores, aquí tienen al dinosaurio carnívoro más grande que existió, el Tyrannosaurus Rex.

            Lolo levanta la vista de su dibujo y dice:

            —El dinosaurio carnívoro más grande que existió fue el Spinosaurus. Medía entre quince y dieciocho metros de longitud y  el Tyrannosaurus Rex no superaba los doce.

            —¡Anda el listillo! Y ¿por qué sabes tantas cosas del Spinosaurus? —le pregunta Diego—.

Lolo no hace caso, y sigue:

            —Pesaba nueve toneladas, su cabeza se parecía a la de los cocodrilos y tenía una vela dorsal que le recorría toda la espalda.

             Con una facilidad asombrosa Lolo le dibuja  uno.

            Diego se ha quedado entre chafado y asombrado y a la hora del recreo se ha pegado a Lolo como si fuera una lapa; hasta se ha puesto a dar vueltas al árbol. No paraba de hacerle  preguntas sobre  el mismo tema:

            —Oye, Lolo pues seguro que sabes cuál era el dinosaurio herbívoro más grande que existió ¿verdad?

            —Sí, el Patagotitán. Pesaba setenta y seis toneladas

            —¿Y sabes dónde se encontraron sus huesos?

            Así, sin parar, una pregunta detrás de otra.

            Los dos siguen dando vueltas al árbol. Diego preguntando y Lolo respondiendo sin mirarle casi. Hoy Lolo ha dejado de contar para  hablar de un tema más interesante.

            Diego ha aprendido mucho de dinosaurios, también,  que  en la clase, desde ahora, hay otro chico que sabe más que él sobre ese tema. Lolo le puede enseñar muchas cosas sobre esos animales que le fascinan. Será mejor hacerse su amigo. Al final la señorita tiene razón: Lolo no es antipático ni tonto como él pensaba, es solo diferente.

            Desde hoy, Lolo, ya tiene otro amigo, y si te asomas al patio verás que durante el recreo  hay cuatro niños girando y girando alrededor del árbol más frondoso del colegio.

 

 

 

 

 

   

            

 

 

 

 

 

4 comentarios:

Marisa Alonso Santamaría dijo...

Me ha gustado Lolo.
Los dibujos son geniales.
Un abrazo, Conchita.

Conchita dijo...

Hola Marisa. Te voy a dar el premio a la perseverancia. Me alegro de que te haya gustado. Los dibujos son de mis nietos cuando eran pequeños y el del huevo es mío.Un abrazo.

Julio Jiménez dijo...

Precioso, sensible; de la mano de Lolo podemos acercarnos a la convivencia con estos niños. ¡Enhorabuena Conchita!

Conchita dijo...

Hola Julio. Es muy difícil meterse en la piel de estos niños. Debe de ser maravilloso tener la llave de su cabecita y poder conectar con ellos de igual a igual. Gracias por pasar a leerme. Me anima a seguir escribiendo.
Un abrazo.

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