Lolo
Acababa de empezar un nuevo curso y
mis compañeros y yo teníamos muchas ganas de vernos para hablar sobre lo que habíamos
hecho este verano. La seño nos tenía reservada una sorpresa.
— Va a venir
un nuevo compañero a clase. Se llama Lolo. Veréis que es muy independiente; a veces, no para de
moverse de un lado a otro. No debéis insistirle si no quiere jugar con
vosotros. Ya lo hará cuando se sienta seguro.
—Total, un antipático y un rarito —dijo Diego—. Con la gana que
tenía de que viniese otro niño más para ser once. Con el nuevo no podremos
formar el equipo. ¡Los de sexto nos
ganan siempre!
—Diego, esa no es la actitud que os
pido que tengáis hacia él —le increpó doña Ana—. Es un poco diferente y tenemos que aceptar su
forma de ser, lo mismo que él se tiene que acostumbrar a la nuestra. Intentad
no gritar mucho para no ponerle nervioso; no le molestes y todo irá de perlas.
—Lo que digo, tonto de remate.
—¡Solo te lo voy a decir una vez
más! Tenemos que intentar ser amigos suyos, pero cuando él nos lo pida —le volvió
a reprender la profesora.
Todos los niños estábamos
impacientes esperando que llegase el día siguiente para conocer a Lolo. La
profesora me llamó a su mesa:
—Carlos, lo voy a poner a tu lado;
sé que tú cuidarás de Lolo y, al final, te harás su amigo.
Yo le contesté
que sí, pero que creía que iba a ser
difícil. Luego me acerqué a mi
amiga Paloma y le conté lo que me había
encargado la seño.
—No te preocupes, entre los dos lo
cuidaremos —me dijo mi amiga, tranquilizándome
.
-
Por fin llegó Lolo, le acompañaba su madre y entre ella y doña Ana le
enseñaron todos los rincones de la clase para que la conozciese, luego lo han
sentado entre Paloma y yo.
—Hola Lolo, me llamo Carlos y ella
es Paloma.
Ni siquiera nos miró; siguió todo el rato, dibujando.
Por fin llegó la hora de salir al recreo. Cogimos los
bocatas organizando mucho alboroto, entre el ruido de la sirena y el griterío
de los niños se armó mucho jaleo.
La cara de Lolo se transformó, se puso
las manos en los oídos, apretando fuertemente y empezó a gritar moviendo la
cabeza de derecha a izquierda:
—¡Ay, ay, ay, ay, ay!
La profesora se acercó corriendo para intentar tranquilizarlo y con un gesto nos hizo
salir al patio.
Después de este día, cuando llega la hora del
recreo y va a sonar la sirena, Paloma y
yo nos metemos debajo de la mesa y nos tapamos los oídos. Él ha empezado a
hacer lo mismo y ya no grita.
Por fin Lolo ha salido al recreo. Ha tardado más de
una semana en decidirse, lo ha hecho cuando la clase ya estaba vacía. Ha estado
un rato en la puerta observando el patio, se ha fijado en un árbol muy frondoso
que hay en el centro y se ha puesto a dar vueltas alrededor de él.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve. Al llegar al nueve cambia la dirección hacia el otro lado.
Lolo ha dejado el bocadillo en el
suelo.
—¿No te comes el bocadillo? —le
pregunto.
—Es de jamón de york. No me gusta el
jamón de York —dice mientras sigue contando, cuatro, cinco, seis, siete, ocho,
nueve, y vuelta a empezar.
—¿Quieres el mío de nocilla? Te lo
cambio.
—La nocilla me gusta —me dice
mientras lo coge.
Después de comérselo vuelve a dar
vueltas al árbol. Diego desde el otro lado del patio se ha dado cuenta de lo
que hace Lolo.
—Eh, Lolo, ¿es que no sabes más que
contar hasta nueve? ¡Ya eres mayorcito para saber contar!
Lolo sigue girando y girando.
—Lo que yo os digo, es un tonto
integral.
Paloma y yo
nos hemos enfadado con Diego y con su grupito
Siempre lleva a cuatro o cinco niños pegados
como si fueran moscas.
—Si volvéis a meteros con él se lo diré a la profesora.
—¿Es que ahora eres su niñera?
Me he acordado de lo que dice mi
madre: “dos no se pelean si uno no quiere” y
Paloma y yo nos hemos ido sin hacerle caso; Lolo nos ha seguido.
Hoy la señorita nos ha dado un folio
en blanco y nos ha dicho que dibujásemos lo que quisiéramos. Yo he dibujado un
coche de carreras, me encantan; Paloma, un caballo, de mayor quiere ser veterinaria
y Lolo ha empezado a dibujar un diplodocus.
Diego, que cree que no hay nadie mejor que él dibujando dinosaurios,
cuando termina, se levanta y nos enseña su dibujo muy eufórico.
—¡Tachan! Señoras y señores, aquí
tienen al dinosaurio carnívoro más grande que existió, el Tyrannosaurus Rex.
Lolo levanta la vista de su dibujo y
dice:
—El dinosaurio carnívoro más grande
que existió fue el Spinosaurus. Medía entre quince y dieciocho metros de
longitud y el Tyrannosaurus Rex no
superaba los doce.
—¡Anda el listillo! Y ¿por qué sabes
tantas cosas del Spinosaurus? —le pregunta Diego—.
Lolo no hace caso, y sigue:
—Pesaba nueve toneladas, su cabeza
se parecía a la de los cocodrilos y tenía una vela dorsal que le recorría toda
la espalda.
Con una facilidad asombrosa Lolo le
dibuja uno.
Diego se ha quedado entre chafado y
asombrado y a la hora del recreo se ha pegado a Lolo como si fuera una lapa;
hasta se ha puesto a dar vueltas al árbol. No paraba de hacerle preguntas sobre el mismo tema:
—Oye, Lolo pues seguro que sabes
cuál era el dinosaurio herbívoro más grande que existió ¿verdad?
—Sí, el Patagotitán. Pesaba setenta
y seis toneladas
—¿Y sabes dónde se encontraron sus
huesos?
Así, sin parar, una pregunta detrás
de otra.
Los dos siguen dando vueltas al
árbol. Diego preguntando y Lolo respondiendo sin mirarle casi. Hoy Lolo ha
dejado de contar para hablar de un tema
más interesante.
Diego ha aprendido mucho de
dinosaurios, también, que en la clase, desde ahora, hay otro chico que
sabe más que él sobre ese tema. Lolo le puede enseñar muchas cosas sobre esos
animales que le fascinan. Será mejor hacerse su amigo. Al final la señorita
tiene razón: Lolo no es antipático ni tonto como él pensaba, es solo diferente.
Desde hoy, Lolo, ya tiene otro
amigo, y si te asomas al patio verás que durante el recreo hay cuatro niños girando y girando alrededor
del árbol más frondoso del colegio.
4 comentarios:
Me ha gustado Lolo.
Los dibujos son geniales.
Un abrazo, Conchita.
Hola Marisa. Te voy a dar el premio a la perseverancia. Me alegro de que te haya gustado. Los dibujos son de mis nietos cuando eran pequeños y el del huevo es mío.Un abrazo.
Precioso, sensible; de la mano de Lolo podemos acercarnos a la convivencia con estos niños. ¡Enhorabuena Conchita!
Hola Julio. Es muy difícil meterse en la piel de estos niños. Debe de ser maravilloso tener la llave de su cabecita y poder conectar con ellos de igual a igual. Gracias por pasar a leerme. Me anima a seguir escribiendo.
Un abrazo.
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