Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

martes, 4 de febrero de 2014

Esto es agua. . Educación primaria 2º y 3er. ciclo. 2ª Capítulo

            A mi querida Safía de la  que tanto aprendí y que tanto me hizo disfrutar como penar.



Campamentos de Tinduf
2º  capítulo
     

         Estaba terminando el curso y en el colegio convocaron a los padres a una reunión. Un   grupo de personas que trabajaban en una ONG querían conseguir familias para alojar durante los meses de julio y agosto a   niños y niñas saharauis que vivían en los campamentos.   de refugiados de Tinduf.  Por supuesto, los padres de Lucas se ofrecieron; sabían que ellos vivían en el lugar ideal  para pasar unas vacaciones estupendas. Lucas, al principio, estaba muy contento porque pensaba que ese verano iba a tener un amigo con quién jugar, pero cuando les dijeron que les había tocado una niña y, además de siete años, volvió a poner cara de acelga y no la quitó hasta que llegó el momento de ir a por ella.

         —Mira Lucas, tienes que cambiar esa cara. Para ella debe de ser muy duro dejar a su familia y venir a vivir  tan lejos, a un país desconocido, con gente a la que no entiende, y a  una casa que no ha visto  en su vida; de modo que o cambias de actitud o te pasas todo el verano sin coger la bicicleta —le advirtieron sus padres.

         Ese era el peor castigo que podían ponerle. ¡No podía vivir sin su bici!  Entonces, lo pensó detenidamente:

         —En realidad solo son dos meses, me pasarán pronto.

         Se metió en el coche y los tres muy nerviosos fueron al lugar donde les habían convocado. Las niñas y los niños, que acababan de llegar, estaban un poco asustados. Con sus grandes ojos muy abiertos, esperaban escuchar su nombre para ver qué familia les había correspondido. Sin embargo los padres que los iban a acoger estaban más   inquietos aún que   los chiquillos. Todos querían que los pequeños se encontrasen a gusto en su casa.

         Por fin los llamaron:

         —¿Familia Ortiz?, —preguntó una señora que llevaba de la mano una niñita que por su tamaño no aparentaba más de cuatro años:

         —Esta es Safía.  Safía. aquí está tu familia española.

         Los padres recibieron todas las recomendaciones necesarias mientras Lucas y Safía. se repasaban con la mirada para quedarse con todos los detalles del otro.

         La niña sabía algunas palabras en español, pero, aún así, era difícil entenderla. a madre de Lucas, la cogió en brazos y le dio dos besos tan fuertes que resonaron en el salón.

         —Verás qué bien te lo vas a pasar con Lucas ¿verdad Lucas?

         El chico no dijo  nada, solo las miró con cara de fastidio.

         —Venga, vamos a comprarle algunas golosinas a Safía: seguro que no está acostumbrada a ellas.

         Salieron a la calle y entraron en el primer supermercado que encontraron.  Allí pusieron a la niña delante de las galletas y los caramelos.

         —¿Qué  es lo que más te gusta? Elige lo que quieras —la invitó Rosario.

         Safía. estuvo dudando durante unos segundos y, enseguida, ante la sorpresa de todos, escogió una naranja que agarró con todas sus fuerzas como si fuera un objeto muy valioso.

         —Mamá, esta niña es tonta, mira que elegir fruta con la cantidad de golosinas que hay aquí.

         —Lucas, Safía ha hecho una elección muy inteligente; estos niños no ven fruta fresca   casi nunca, creo que tú y yo, esta noche, vamos a tener una pequeña charla. Debes conocer las condiciones de vida de estos chicos —dijo la madre reprendiéndole.

         Salieron de la tienda y Rosario le peló la naranja; Safía. la miraba y le daba bocaditos pequeños para que le durase mucho. Sus ojos cada vez más abiertos miraban con curiosidad todo lo que la rodeaba. Cogieron el coche y por fin llegaron a la huerta. Safía., acostumbrada a la tierra del desierto, casi nunca había visto árboles al natural  y, menos, llenos de fruta. Se soltó de la mano y se fue corriendo a   tocarlos. Se abrazó a uno de ellos y no quería soltarse.

         —Shallara, shallara —repetía mientras tocaba la rugosa corteza del naranjo.

         —Quedaos aquí con ella, voy  un momento regar —comentó José no queriendo  apartar a Safía. de su descubrimiento.

         José se dirigió hacia la compuerta  de la acequia para regar como todos los días, la levantó y, como siempre, el agua salió atropelladamente inundando  el cauce que rodeaba la huerta  La niña escuchó un  murmullo que era casi nuevo para ella, nunca había visto correr el agua; en dónde vivía,  les llevaban el agua, una vez al mes, en camiones cisternas de las Naciones Unidas  y la echaban en unas cubas que tenían al lado de  la jaima. De las cubas la sacaban con garrafas de  plástico.

Cisterna de las naciones Unidas

 Las  jaimas,  hechas con telas y cuerdas sujetadas al suelo, estaban en medio de la nada; tierra, y polvo por todas partes. Alguna vez, en su poblado había llovido, pero como todo estaba tan seco, el agua desaparecía rápidamente absorbida por la sed del desierto.

 Al principio se asustó, pero después de un rato se soltó del tronco del árbol y se fue corriendo   detrás del pequeño riachuelo de agua, riendo y gritando:  al-maa,  al-maa,  al-maa

         —Ve con ella no vaya a hacerse daño —le mandó Rosario a su hijo.

         Lucas estaba en su estado natural, es decir enfadado; echó a correr refunfuñando hasta que unas gotas le salpicaron. Safía le estaba echando agua con su pequeña mano; era completamente feliz y quería jugar con él. En ese momento a él, cosa rara, también le entraron ganas de jugar; la vio tan pequeña e indefensa  que, de repente, como si fuese de verdad su hermano, se sintió con la obligación de protegerla. Entonces llamó a su madre:

         —Mama, me voy a meter con ella en la acequia, el agua nos llega por debajo de las rodillas, no creo que  haya  peligro.

 

 










martes, 14 de enero de 2014

Esto es agua. Educación primaria 2º y 3er. ciclo. 1er. capítulo.


     

Esto  es  agua

A mi padre que invirtió parte de sus ahorros en una huerta para que pudiésemos disfrutar de la naturaleza, y a mis hijos que sí la supieron amar y valorar.

Primer capítulo.

          Lucas nunca estaba satisfecho con las cosas que le rodeaban y vivía constantemente enfadado. Nada de lo que tenía le gustaba.

  Residía   con   sus padres en una casa rodeada de huertas que habían heredado de su abuelo Pepe.

         Don José nunca la quiso vender;  quería que su nieto tuviese una infancia sana, en un lugar sin contaminación y lejos de los humos de la ciudad.

         —Si viviésemos en el pueblo, iría andando al colegio y no tendría que levantarme tan temprano —protestaba todos los días cuando entraba su madre a despertarle.

         —Pero Lucas, siempre con la misma cantinela. Seguro que tus compañeros   tienen que levantarse a la misma hora que tú.

          Lucas no sabía valorar lo que tenía; no se daba cuenta de que su madre, todos los días, le hacía un   zumo riquísimo con naranjas recién cogidas del árbol y   que el pan estaba tan rico porque lo cocía en un horno de leña, ni   apreciaba la tortilla que se llevaba en el bocadillo hecha con huevos frescos   acabados de coger del gallinero. Todas esas cosas no tenían valor para él.

         Lucas   solo sabía protestar por todo: ¿por qué tenía que ir al colegio en un autobús que le recogía como a los niños pequeños?, ¿por qué no tenía cerca  ni el cine ni la hamburguesería?, ¿ por qué no podía ir al centro comercial más que los fines de semana y con sus padres. En fin, que era un auténtico amargado. Hasta protestaba porque no tenía piscina, él, que se bañaba en verano en una balsa de riego grandísima que recogía continuamente el agua cristalina que salía de un pozo artesiano que había hecho su abuelo.

         —200 litros por segundo —le oía decir a su padre, orgulloso cuando se refería a la cantidad de agua que subía, ayudada por una bomba, del acuífero subterráneo que tenían debajo de su huerta.

       Cuando era muy pequeño, todavía lo   recordaba, el pozo se secó y su abuelo se empeñó en profundizar   unos pocos metros más   para buscar agua. Para ello tuvo   que  taladrar una roca que había debajo de donde se encontraba el pozo.

         —Don José, en el fondo, seguro que hay agua —le dijo el pocero, y su abuelo, aunque sabía que le iba a costar una fortuna, quiso seguir y romper la roca hasta encontrar la balsa subterránea de  agua.

         Lucas siempre pensaba que ese dinero que gastó su abuelo en el pozo, lo tenía que haber empleado en comprar un piso en el pueblo.

         En verano, sus amigos iban a visitarlo y se bañaban en la balsa de riego.

         —¡Qué suerte tienes! Tener una balsa para ti solo con este agua  tan rica —le decía su amigo Ginés—. ¡Está tan fresca y limpia!

         —Además, no tiene cloro como la piscina del pueblo. Cuando me baño en ella, siempre se me ponen los ojos malos ——continuaba Chechu.

         ¿Vosotros creéis que él se conformaba? Pues no, siempre le sacaba el lado malo a todo.

         —Sí, pero aquí hay muchas ranas —añadía.

         —¡Lucas. mira que eres protestón; aún con las ranas, el agua está limpísima, además, cuando nos oyen llegar se esconden. Y ame gustaría a mí tener una huerta como esta y vivir aquí, en lugar de hacerlo en un piso;  eso es más aburrido. No puedo montar en bicicleta ni tener perro —explicaba Ignacio.

         En eso sí que les daba la razón, no podía vivir sin su bicicleta ni sin su perro Charlie.

          Una de las cosas que más les gustaba a sus amigos era la hora del riego; ver como por medio de una  acequia, se podía regar la huerta que rodeaba la casa. La acequia era como un pequeño arroyo que atravesaba el terreno. Aparentemente, el cauce estaba seco hasta que su  padre  levantaba una pequeña compuerta desde la balsa de riego, y el agua que estaba esperando como si fuera la hora del recreo, salía  rápida y bulliciosa e iba llenando el pequeño cauce. Saltaba  risueña, juguetona  y cantarina entre las piedras hasta que inundaba todos los bancales y bañaba las raíces de las hortalizas que estaban plantadas. Cuando sus amigos   veían a   su padre dirigirse hacia la compuerta le decían:

         —Don José ¿le podemos ayudar?

         Entonces, él, satisfecho, repartía una azada a cada uno y los colocaba en los sitios estratégicos para que esperasen la llegada del agua. Cuando la veían aparecer daban un golpe en la tierra y abrían un surco para que el agua no pasase de largo sino que entrase en todos los bancales. Al principio, el agua corría rápida entre la tierra seca, pero, poco a poco, el suelo sediento se iba empapando y, entonces, ya no corría sino que se quedaba quieta dejando toda la huerta fresca y limpita ya que el polvo desaparecía. Luego José  les preparaba algunas bolsas con productos de los que acababa de recoger:  naranjas, tomates, pimientos y, a veces, fresas.

         —Esto por haberme ayudado —les decía guiñándoles un ojo

         Solo, cuando su hijo veía la cara de satisfacción de sus amigos se alegraba también pensando que cuando se iban tan contentos no debía de ser tan  malo vivir en un lugar como ese. 
 

domingo, 22 de diciembre de 2013




Mis mejores deseos para que el Espíritu de la Navidad no sólo roce las almas, sino que cale en ellas.



Presentación de la colección de cuentos infantiles Ratón Blanco en el Museo Ramón Gaya de Murcia.



      En mi blog no tengo costumbre de hacer reseñas ni comentarios de cuentos escritos por otras personas  porque para eso hay otros blogs que se dedican ello, yo  aquí solo subo los cuentos escritos por mí. Esta vez voy a hacer una excepción porque el autor del libro, Blas Mira, que es muy amigo mío, se lo merece  y la ilustradora Virginia García dibuja maravillosamente como podréis comprobar.
Foto
Virginia y Blas
     Ayer tuve la suerte de asistir a la presentación de dos de los cuentos de la colección Ratón Blanco, de editorial DYLAR.  Blas Mira y  Virginia García hicieron las delicias de los niños y papás  que llenaron la sala del Museo Ramón Gaya. Ratón Blanco vive en la misma huerta de Virginia, vamos, que son vecinos y, claro, se conocen tan bien que  nos contaron sus aventuras de maravilla.les gustaron tanto a las personas que estaban allí que se agotaron los cuentos.
          
      Los cuentos son una preciosidad y los camellos de los Reyes Magos traen un montón para los niños de Murcia.Foto
      No puedo desvelaros más cosas de este Ratón  porque tendréis que comprobarlo vosotros mismos; sólo os diré que es muy educado y buen compañero. Estoy segura  de que os encantará.



miércoles, 18 de diciembre de 2013

EL CUARTO REY MAGO. RELATO NAVIDEÑO.

       


      Queridos amigos,  hace dos o tres años alguien me regaló tres folios en los que estaba escrito el cuento de El Cuarto Rey Mago. Como no ponía el nombre del autor los dejé a la derecha de mi ordenador y poco a poco fui colocando más hojas encima de él hasta que desapareció de mi vista.
      Cada vez que hacía limpieza lo volvía a leer y me emocionaba el contenido de aquellos tres folios pero, el hecho de no saber quién los había escrito me impedía colocarlos en mi blog.   
      Este año me he decidido: debo enseñarlo a mis lectores porque merece ser leído. Todo lo que está escrito es bello, bueno y debemos ponerlo en práctica.
       Antes de copiarlo he preguntado a un montón de amigos a ver si encontraba al que me lo regaló, pero nada, no ha aparecido. Si alguien reconoce que este escrito es suyo no tiene más que decirlo y aquí pondré inmediatamente su nombre. Nada me haría más feliz.
      También os digo que he resumido un poco la introducción para no hacerlo muy largo. Espero que os guste tanto como a mí.


El Cuarto Rey Mago
Carta de los Reyes Magos  a los niños y niñas:
Queridos niños y niñas:
      Hemos recibido vuestras cartas, las hemos leído de una en una , cerrando los ojos y abriendo el corazón para saber, no solo lo que queréis sino para percibir el latido que permanece escondido en vuestras peticiones.
     Observamos cómo la mano os tiembla al escribir. Cuando uno desea de corazón , y no por capricho, aprende a disfrutar de la abundancia y de la escasez, a gozar de la vida con lo que tiene. En los deseos, como en las posesiones, es mucho mejor ser austeros , pero no indigentes.
      Vuestras cartas son enormes, cada año más largas y con peticiones que sentimos cada vez más alejadas de vuestras almas de niños. Con esta carta queremos alertaros para que toméis las riendas de vuestras propias necesidades.Tal vez nunca hayáis oído hablar del Cuarto Rey Mago de la leyenda, pero aquí os la vamos a contar.
-Sí, al principio eramos cuatro. Salimos juntos guiados por la estrella en busca del Niño de Belén. Una noche acampamos junto a la choza de un pastor. Casi al amanecer se desató una terrible tormenta. El pastor, que gentilmente nos dio cobijo, perdío gran parte de sus ovejas, asustadas por el resplandor de los rayos y truenos. Nosotros tres remprendimos la marcha hacia Belén, y él se quedó ayudando al pastor a buscar su rebaño. Continuó el viaje solo y en el trayecto se encontró a una familia de campesinos que apenas tenían para comer. La cosecha había sido la peor que recordaban desde hacía años. Nuestro compañero, el Cuarto Rey Mago dejó allí el vino y el aceite que llevaba como presentes al Niño de Belén. Llegó solo, cansado y tarde y con las manos vacías al pesebre donde ya había nacido el Niño que estábamos buscando.
      Y allí ocurrió algo sorprendente y maravilloso, nada mas entrar, el Niño levantó sus brazos y los dirigió hacia el Cuarto Rey. Jesús acercó su oído al corazón del Mago que era tan grande y  latía con tanta fuerza y armonía que el Bebé inmediatamente se quedó plácidamente dormido. Su Madre se emocionó al ver lo ocurrido y nos dijo:
-Gracias por vuestros regalos. Sé que cada uno vale, no tanto por su valor material, sino por el simbolismo que encierran y que habrá de servir a las siguientes generaciones. Pero sin duda que el Niño ha elegido como regalo un corazón ardiente y lleno de amor.  
- El Niño nos ha ofrecido su primer mensaje:”Había proclamado al mundo su primer testimonio” Todos los allí presentes sabíamos lo que nos acababa de decir, de mostrar: que Él había venido al mundo, no para ser agasajado con cosas, objetos o riqueza, sino para abrazar y ser abrazado por el corazón humano.
      Desgraciadamente, con el tiempo, se perdió la transmisión de este acontecimiento. El Cuarto Rey Mago pasó al olvido y, lo peor de todo, se llevó consigo el recuerdo de lo ocurrido, el primer mensaje dado por Jesús al mundo.
-Queridos niños y niñas, el recuerdo del Cuarto Rey Mago no tiene que llevarnos a despreciar los regalos y los juguetes, sino que nos hará recordar que el corazón sencillo y humilde hace que nuestras manos estén siempre rebosantes con muy poco. Esa aparente ¿escasez? No será entonces manifestación de carencia sino de plenitud.
Para acabar queremos enviaros el lote de regalos que al Cuarto Rey Mago más le gusta enviar. No olvidéis ponerlos junto a los que recibáis de nosotros.¡Ah! y si tenéis que elegir, haced como el Niño de Belén.Imaginad que de entre las líneas de esta carta emergen nuestros brazos hasta llegar a entrelazarse y fundirse con los vuestros.
Os deseamos una noche Mágica de Reyes llena de esa alegría y gozo al que tenéis derecho y que el Niño de Belén desea para todos vosotros.




                         Regalos del Cuarto Rey Mago:
- Una flor para aprender a amar la tierra.
- Una jaula sin puerta para que aprendas a amar el aire
 


- Una vasija de barro para que aprendas la fragilidad de las cosas.
- Un reloj sin manecillas para que vivas todo en presente.
- Un abrazo en silencio para que acojas en ti la ternura.
- Un libro para que te sientas más libre.
- Un día sin televisión para que la noticia seas tú.
-  Un paseo por el campo para celebrar la belleza del mundo.
- Una caracola para aprender a amar el agua.
- Un atardecer dorado para que llenes tus ojos de cielo.
- El canto de los pájaros al amanecer, para que oigas la músicas de tu alma.
- Un amigo para jugar, para recordarte tu humanidad.
- Una noche estrellada para que veas la eternidad dentro de ti.
- Un día de lluvia para que aprendas a ser agradecido.
- Un día de sol , para que reconozcas la luz que llevas dentro.
- Una canción para que puedas celebrar la danza de la vida.
- Una botellita cerrada. No la abras nunca, para que así puedas amar y comprender el Misterio.

viernes, 13 de diciembre de 2013

El abeto de cartón. Cuento navideño para todas las personas con el corazón muy grande.




Dibujo de La abuela atómica.
El abeto de cartón

           El abeto de cartón

 

         El  pequeño abeto sintió que alguien tiraba de él y le sacaba de golpe del lugar en donde se encontraba. No es que fuera muy agradable estar  metido debajo de una cama días y días pero ahí estaba calentito y no pasaba frío.

—“Seguro que es jueves” —pensó.

          Todas las semanas, el mismo día, Paquita la asistenta le sacaba de un tirón protestando; después, pasaba la fregona por debajo de la cama y, con malos modos, le daba un empujón con el pie y lo volvía a colocar en donde siempre estaba.

—No sé para qué quiere este árbol de Navidad, ¡solo para criar polvo!, si ya casi no tiene adornos. Cualquier día lo echo a la basura y luego averigua quién ha sido. ¡Señoraaa! ¿Tiro este cartón viejo que hay debajo de la cama de Esperancita? —preguntó chillando a su jefa.

—¡Pero qué manía te ha entrado! —contesto la dueña de la casa desde la habitación de al lado. ¿A ti te molesta el pobre árbol? ¡Pues déjalo en su sitio tranquilo! El abeto respiró satisfecho; hasta el jueves siguiente no tendría que  volver a preocuparse.

         La vida del abeto había sido muy aburrida y triste antes de aquellas Navidades en  las que la niña de la casa lo rescató del cuarto de los trastos. Antes era una simple caja de cartón en donde vino la nevera, bien protegida de los golpes, pero cuando la niña entró en el trastero y la vio se dio cuenta de que de ese envoltorio se podía sacar algo hermoso. La cogió y la llevó hasta el cuarto de estar.

— Mamá, ya sé con qué me voy a hacer el disfraz este año; esta caja me servirá para recortar un árbol de Navidad

         Doña Esperanza vio a su hija tan ilusionada que se prestó a ayudarla, y entre las dos separaron el lado más grande para hacer un  abeto.

         Primero dibujaron la silueta, después con unas tijeras de jardinero lo recortaron. Estuvieron toda la tarde trabajando en él y, por fin,        Esperancita pudo sacar la cabeza por un agujero grande que habían hecho a su altura. ¡Qué contentos estaban todos! Doña Esperanza y su hija porque les había quedado precioso, y el trozo de cartón porque nunca se había visto tan guapo y bien arreglado.

         La fiesta del colegio fue muy divertida, y a los compañeros de la niña les gustó mucho su árbol de Navidad. En el escenario todos la aplaudieron con gana cuando apareció vestida de abeto y con una estrella dorada encima de la cabeza.

         La pequeña lo llevó puesto algunas veces más, pero desde que se  hizo mayor y se fue de casa, la vida de nuestro árbol había sido siempre igual: debajo de la cama, menos los jueves cuando llegaba Paquita.

Ese día oyó un comentario de doña Esperanza a la asistenta:

—Este año viene Esperancita con mi nieta a pasar la Navidad y seguro que le dará mucha alegría ver su antiguo disfraz, así que, ni se te ocurra tocarlo. Le traerá muy buenos recuerdos.

          Cuando el abeto oyó eso, le entró una alegría tremenda. Sabía que se acercaban esas fechas porque desde donde él estaba se oía en la televisión  los anuncios de turrones y de juguetes. También las muñecas de Famosa se iban acercando al portal y una cosa que se llamaba Lotería iba a hacer muy felices a la gente, por lo menos eso es lo que él escuchaba machaconamente desde el dormitorio de su amiga. De vez en cuando, ponían villancicos por la radio y, entonces, sí que se ponía triste. Pero este año iba a ser diferente, ¡venía la niña  de la casa! Se volvería a disfrazar y bailaría junto a ella cuando pusieran música.

         Pasaron unos días y todo seguía igual, hasta que un jueves doña Esperanza dijo que había que hacer limpieza general en la habitación de su hija. Lo volvieron a sacar de debajo de la cama y lo pusieron en el pasillo durante un rato, ¡por lo menos pudo airearse un poco! Cuando ya creía que lo iban a colocar  en su sitio, se acercaron Paquita y su jefa, le pasaron el plumero por encima y le sujetaron de nuevo las bolas, el espumillón y la estrella de la copa. Desde donde estaba pudo ver, de refilón, la mesa toda adornada, ¡estaba preciosa! Se notaba que ya era Navidad de verdad.

         Cuando terminaron, esta vez  lo llevaron al salón y lo apoyaron sobre una pared muy grande, ¡le habían puesto en el sitio más importante de la casa!  Desde allí sí que podía ver todo bien.

—¡Anda, si  también han puesto el belén! —dijo recordando sus buenos tiempos.

En ese momento, sonó un claxon en la calle y  doña Esperanza se asomó por el balcón.

—¡Son ellas, Paquita!, ¡son ellas! —exclamó loca de alegría.

         A la pobre señora, siempre tan aburrida y sola, le cambió la cara; fue como si  se hubiese quitado de golpe una máscara llena de arrugas y tristeza  y  hubiera recuperado la juventud y la lozanía que había perdido  mucho tiempo atrás.

         No os podéis ni imaginar la alegría que sintió el abeto al ver aparecer en el umbral de la puerta a su niña. ¡Cómo había cambiado!  Esperancita se había convertido en toda una mujer. En ese momento nuestro protagonista se dio cuenta de que ella había crecido mucho, pero él seguía igual. Ya no le iba a servir para nada; no podría disfrazarse más porque él  se le había quedado pequeño. ¡Toda su alegría se transformó en pena!  Pensó que su hora llegaría en cuanto pasaran estas fiestas. Paquita se saldría con la suya y lo tiraría a la basura.

 

         Una cabecita pequeña asomó por detrás de la falda de Esperancita. Era una réplica de su madre,  pero en pequeño.

—No seas vergonzosa, Gema, pasa y dale un beso a la abuela. ¡Ay!, pero si está mi abeto —dijo emocionada cuando lo vio  frente a ella. Se acercó a la pared en donde estaba apoyado, lo levantó en brazos y empezó a dar vueltas y vueltas por la habitación.

—Gracias mamá, no sabes la alegría que me has dado, pensé que lo habrías tirado a la basura.

Y dirigiéndose a la pequeña le dijo:

Mira Gema, este árbol lo hice yo cuando era un poquito más mayor que tú y me trae unos recuerdos preciosos; ven que te voy a disfrazar con él.

 

          La pequeña empezó a reír cuando sacó la cabeza por el agujero del abeto, aunque su madre la tuvo que aupar  un poco para que se pudiese asomar.  Esperancita, Gema y el abeto, empezaron a bailar muy divertidos los tres juntos. El árbol de Navidad se llenó de alegría y rió también con ellas.  Ahora sí que tenía confianza en el futuro, se había dado cuenta de que hasta que Gema creciese, todavía le quedaban Navidades para rato.
 
Este cuento está dedicado a mi amiga Esperanza que también tiene un abeto debajo de su cama.

jueves, 12 de diciembre de 2013

NO COMPRES UNA MASCOTA. ADÓPTALA

 

                                    

       Se acercan unas fechas muy esperadas para mayores y pequeños, en las que  Papá Noel y Los Reyes Magos  nos traen todos los caprichos con los que hemos estado soñando durante todo el año.
      Tanto los padres como los niños se vuelven locos pidiendo cosas en sus cartas. En estos días, muchos sueñan con tener una mascota: puede ser de pelo, como los perros y gatos, de plumas como los loros o Agapornis, también pueden tener caparazón como las tortugas o tener escamas como los pececillos
      Tener una mascota nos crea una serie de obligaciones que debemos cumplir, pero no un día o dos hasta que nos aburramos no, el cuidado de un ser vivo será para toda la vida.
      Por eso os pido que leáis atentamente lo que pone en el dibujo que encabeza este escrito y que he tomado prestado, y cuando lo tengáis decidido, adoptar un animalito de los que tanta gente abandona sin ningún miramiento ni corazón.

      Los animales no son juguetes que se cambian de un año para otro, son seres vivos que, como nosotros, necesitan alimento, cariño y cuidado.
      Por favor adopta, ya verás cómo te sientes recompensado.


                               La abuela atómica