Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

viernes, 23 de marzo de 2012

Dibujos de los niños del colegio Alvar Fañez de Minaya inspirados en el cuento Pablo el niño que no tenía besos.

De vez en cuando, Gemi me sorprende enviándome correos tan bonitos como el véis aquí debajo. Solo el pensar que los niños de su clase se han emocionado escuchando mi cuento, me compensa del tiempo empleado en él. Muchas gracias a tí y a tus niños.

Correo enviado por Gema Saiz, profesora de Educación Infantil del colegio Alvar Fañez de Minaya.
Te mando una pequeña muestra de los dibujitos que han realizado mis peques tras leerles tu cuento de Pablo, el niño que no tenía besos. Les ha encantado (como siempre) no parpadeaban....es un cuento muy tierno y les ha llegado al corazón. Y han plasmado los besos en forma de corazones... todos para tí. Besitos









Jimena y María, vuestros dibujos me han gustado muchísimo. Gracias por habérmelos regalado
Un beso muy fuerte para toda la clase.

jueves, 22 de marzo de 2012

Vivaldi tiene una prima. Educación Infantil, 1er, y 2º Ciclo.


                                                              Vivaldi tiene una prima
                                                             que también se llama Vera,
                                                             siempre llegan a la vez
                                                             mi prima y su prima Vera.
                                                             Mi prima, en su maleta
                                                             carga colores y flores
                                                             lluvias, pájaros  y  soles
                                                             y   deliciosos olores 
                                                             La prima de Il Prete Rosso
                                                             en su precioso equipaje
                                                             lleva  violines, corcheas,
                                                             claves  de sol, si bemoles
                                                             y  sorprendentes sonidos
                                                             que te llenan de alegría
                                                             cuando empiezas a escuchar
                                                             su asombrosa  melodía.
                                                             Los pájaros al oírla
                                                             despiertan de su pereza
                                                             y las flores nos enseñan
                                                             su delicada belleza.
                                                             ¿Cuál de las dos es mejor?
                                                             ¿Su prima o mi prima Vera?
                                                             Que no me den a elegir,
                                                             para mí sería  un tormento. 
                                                             Las dos las llevo  tan dentro
                                                             que me podría morir,
                                                             de tanto y tanto sufrir.

 Pensaréis que estoy loca, dos poesías en dos días. Cuando estaba escribiendo la primera poesía, se me quedaron algunas frases de Vivaldi sin colocar, así que he pensado dedicarle una a este músico tan grande.
Os aconsejo que si queréis escuchar el vídeo, esperéis a que termine la música del blog.

El dibujo es de Darío y Hugo.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Terapia Alternativa; Educación Secundaria


Terapia alternativa

Alternative therapy

Terapia alternativa

Concepción García De las Bayonas Blánquez

Relato Finalista X Edición Premio Vida y Salud de Relatos (modalidad absoluta).
                                                                               I
Tumbada en la cama, se preguntaba cómo había llegado  a aquel estado; medio adormilada, como si estuviese en un sueño permanente y, vigilada a todas horas por alguien de la familia como había dicho el médico, se sentía abatida, indignada y triste. Solo quería dormir; llevaba varias noches en las  que no podía conciliar el sueño porque el brazo le dolía mucho desde que le habían extirpado todos los ganglios, a raíz de la aparición del cáncer de pecho. Por eso decidió tomarse los suficientes orfidales como para dormir veinticuatro horas seguidas; cuando llegaron sus hijos y vieron el tubo de pastillas casi vacío,  al lado de su cama, se asustaron y llamaron a una ambulancia. Ahora tenía que soportar la vergüenza de los interrogatorios de los médicos del hospital y después  los de los psiquiatras de la Seguridad Social.
No tuvo la valentía de separarse hacía muchos años ¡Cómo iba a darles a sus padres ese disgusto! Una hija divorciada no cabía en sus pensamientos  y, además, su yerno… era tan  bueno:
-¡Que buen chico es Luís! Hay que ver la suerte que ha tenido la niña.
Nunca pensó en separarse mientras ellos vivían  pero, ahora, no había nadie que se lo pudiese reprochar.  Habían vivido fingiendo durante toda su vida, interpretando una obra teatral que se terminaba, cuando la puerta de su casa se cerraba detrás de ellos. No se había decidido antes, porque en el fondo, no había  un motivo grande para dejar plantado a su marido; él no era mala persona, solo un poco  apático; no le gustaba salir con amigos-casi no los tenía- ni  ir al cine ni el teatro ni un concierto ni  hacer nada apasionante que le hiciera soñar de vez en cuando,  así que, un buen día sin saber cómo, dejó de quererlo, ¡se había aburrido demasiado durante muchos años! Ella se ahogaba  poco a poco en una vida rutinaria, el trabajo en una oficina y su casa. Sí que le tenía que reprochar una cosa: era un poco avaro; le  controlaba todos sus gastos y eso la ahogaba más todavía. Cuando Gloria cobraba  la nómina, él la traspasaba a su cuenta y le daba un dinero semanal, como si fuera una niña pequeña. La gota que colmó el vaso fue una bronca que surgió  por comprar un cupón de los ciegos; eso, según dijo él, podía desajustarles el presupuesto.
- ¡Hazle cara!  Pregúntale que hace con el dinero que ganáis los dos –le aconsejaban sus amigas.
 Estuvo mucho tiempo pensando en hacerlo hasta que un día se destapó la caja de Pandora. ¡Cómo era posible que la hubiese tenido engañada tanto tiempo a ella y a todo el mundo!
-Estás muy nerviosa, deberías ir a un psicólogo o a un psiquiatra, y le buscaba algún médico recomendado por un amigo y encima la acompañaba y, a veces, entraba con ella.
Se daba cuenta de que había tocado fondo y se decidió: tenía que separarse, no le quería a su lado.
Cuando se recuperó  de aquella mala noche, le prepuso la separación. Él tardó en hacerse a la idea. Estaba muy a gusto en la casa y no había forma de que hiciese la maleta. Esa situación empeoró el estado de nervios de Gloria. Necesitaba armonía en su vida, después de salir de una operación de cáncer de pecho. La doctora le aconsejó que no era el momento de divorciarse, debía estar tranquila hasta que superase la quimioterapia, pero por fin habían terminado todas las sesiones y ella pensó que hasta ahí había aguantado. Por fin hicieron separación de bienes y ella se quedo con la vivienda de Madrid y él con el piso de la sierra, en dónde veraneaban. Parecía que poco a poco su vida se iba arreglando, pero tenía el alma rota en mil pedazos, así que visitaba a una psiquiatra que la tenía  atiborrada a pastillas, que la mantenían  el ánimo para seguir adelante.

II
Laura estaba llenando el depósito de un Audi A3 en la gasolinera en donde trabajaba. Estaba atenta a la manguera del carburante,  no le gustaba que se derramase ni una  sola gota de gasolina. Un coche entró en la estación de servicio y paró. Ella no prestó atención en ese momento; todos los días llegaban a su gasolinera decenas de ellos  para reponer carburante. El pasajero que había en la parte de atrás del vehículo abrió la puerta y, una pelota cayó fuera del mismo. Inmediatamente una bola grande, peluda, de color blanco y  marrón, salió  detrás de ella para  cogerla y devolvérsela a su amo. Era lo que le habían enseñado durante muchas horas de juego y adiestramiento: cuando la pelota salía disparada, él tenía que correr, agarrarla con la boca  y después, colocarla a los  pies de la persona que se la había tirado, luego  esta le rascaba la cabeza revolviéndole el pelo que tenía entre las orejas y le felicitaba por lo rápido que se la había devuelto. Siempre era igual: pelota, carrera, pies del amo, caricia; pelota carrera… ahora, algo no cuadraba. Su amo había olvidado cómo terminaba el juego y arrancó el coche antes de que él regresara. Esta vez, su dueño estaba jugando a un juego muy feo,  que ni por un momento, el perro pensó que podía existir y, a partir de ese instante, no quiso saber nada más de él. Inmediatamente, Laura se dio cuenta de la jugada: habían abandonado otro cachorro y con este ya iban cuatro en poco tiempo.
-¡No, otra vez no! -dijo indignada, y salió corriendo detrás del vehículo durante unos metros hasta que se dio cuenta de que era inútil. El perro  la miraba, con la pelota en la boca, totalmente desorientado; no sabía qué hacer. Al principio, el chucho siguió el rastro del coche, durante un rato, intentando alcanzarlo. Después, cuando perdió la esperanza de lograrlo, volvió dónde estaba ella. Ésta se compadeció del pobre perro; lo vio tan desamparado que se acercó a él y lo acarició para que se tranquilizase, le habló en voz baja  y le puso un cacharro con agua, que  el animal bebió con avidez.  Esperó un rato para ver si  los dueños del can volvían a por él, aunque en el fondo, sabía que  eso casi nunca ocurría. Tenía recogidos otros tres perros que habían abandonado  y no podía alimentar a otro más.   El perro nuevo no estaba habituado a las peleas, era un perro de ciudad y siempre había estado viviendo dentro de un hogar, protegido por una familia, por eso cuando los otros le enseñaron los dientes, este agachó la cabeza y se marchó de allí. La dueña de la gasolinera lo vio deambular durante dos días con la pelota en la boca-  era lo único que le unía al mundo que  conocía-,  no quería soltarla. El primer día, no sabía dónde dormir, necesitaba su cesta con su cojín. Estuvo buscando dos o tres sitios, en donde recostarse, hasta que agotado por el miedo y el cansancio se quedó dormido debajo de un coche que había aparcado cerca de aquel lugar. Laura tenía que buscar una solución para que  no fuera atropellado o para que no ocasionase algún accidente cuando se cruzaba de un lado a otro de la carretera buscando  a su amo. De repente le vino a la cabeza la persona que podría resolver el problema, pensó en alguien que seguro la socorrería. Por las noches escuchaba un  programa casi a diario y sabía lo comprometida que estaba la locutora con el mundo de los animales; ella buscaría una solución. Cogió el teléfono decidida a contar el caso de este nuevo abandono y a pedir ayuda.
                                                                                III
Gloria esa noche como otras, estaba desvelada; le costaba mucho dormirse, por eso, cuando  se despertaba de madrugada y empezaba a repasar  las últimas  etapas de su vida, se espabilaba de tal forma que ya no había posibilidad de conciliar el sueño. Aquella noche era una de esas, así que conectó la radio y, sintonizó con una emisora que de vez en cuando oía de madrugada. En ese momento, aunque  algo adormilada, pudo escuchar a Laura contar el caso del perro que tenía medio recogido en su gasolinera, y, dijo medio recogido, porque el chucho iba y venía a la misma, esperanzado en encontrar a sus antiguos dueños. Ella acababa de exponer el problema:
-No puedo hacerme cargo de más animales. ¡Por favor!  Si alguien necesita un perro que llame a esta emisora y ellos les darán mi  dirección.
Inmediatamente desde el programa  pensaron que lo mejor sería recogerlo y llevarlo a un sitio seguro, así que localizaron un refugio que estaba  cercano a la gasolinera, para que fueran a buscarlo. Este centro estaba  tan  saturado, que dijeron que ya no podían dar cobijo  a más animales porque  no tenían medios económicos para mantenerlos; sin embargo la locutora del programa, tan solidaria y tan sensible con estas situaciones, habló por las ondas:
-Si alguien que me esté oyendo necesita un animal de compañía, ahora es el momento.  Yo me comprometo a hacerme cargo de todos los gastos y a acompañar a esta persona al refugio a recogerlo, en el momento en que nos llamen diciendo que ya lo tienen en sus instalaciones.
Gloria  todavía no se explica cómo pudo retener el teléfono que dijeron   por la radio. Estuvo unos minutos recapacitando: sabía que sus hijos iban a poner el grito en el cielo, que dirían que  estaba muy delicada y que tendría que madrugar todos los días para sacarlo.
-Mamá, con el frío que hace en Madrid en invierno, tendrás que salir todos los días aunque llueva o nieve.
Se imaginaba también que dirían que, con cuidar de sí misma ya tenía bastante pero, ella necesitaba algo,  un aliciente que la hiciese levantarse con alegría por las mañanas y la obligase a mantenerse activa. Por otro lado hacía poco tiempo había leído  unos estudios realizados por la Universidad de Alabama  en los que decían que la compañía de un perro   era más  beneficiosa  que una terapia psicológica y, que  además,  aumentaba  la calidad de vida de su dueño sobre todo cuando eran  mujeres que vivían solas. Estaba segura, esa llamada era para ella, por eso recordaba  el teléfono y por eso esa noche estaba despierta. Marcó el nº que habían dado por la emisora:

-Ya tenemos una señora que se queda con el perro -oyeron todos los que en ese momento tenían sintonizado  el programa. La alegría de la locutora se hizo patente por las ondas  e inmediatamente pusieron en contacto a Laura con Gloria:

-¿Laura? Mire yo me quedo con él; en el momento que lo tengan en el refugio vamos a buscarlo.
-No sabe la alegría que me da. No se puede imaginar la cantidad de perros que abandonan todos los días en la carretera. A veces los que parecen animales son las personas.

 Siguieron hablando durante un rato y quedaron en verse cuando fueran a recogerlo. Pasó casi un mes y medio desde que Gloria aceptó quedarse con el can, hasta que los voluntarios del refugio pudieron capturar a Pepe. Con este nombre lo bautizaron  en el Centro de Acogida. Pepe, como un perro sin dueño, vagabundeaba por los alrededores y aparecía por la gasolinera de vez en cuando. Cuatro veces Laura llamó a los chicos del Refugio diciendo que el perro había vuelto y que  podían ir a por él, pero cuando ellos llegaban, se les escapaba como si hubiera estado toda su vida acostumbrado a huir de algo y de alguien. Un día, Pepe apareció  hecho una calamidad; se notaba que lo habían tenido atado y le habían pegado. Llegó con las orejas gachas y el rabo entre las patas. Laura  sabía que había una pandilla de jóvenes delincuentes que disfrutaban haciendo sufrir a los animales. Cuando lo vio llegar de esa manera se acercó a él  y Pepe se dejó acariciar por ella.
-Buen chico, tranquilízate, ya tenemos una persona que te va a querer mucho -le decía mientras  le sujetaba con cuidado e iba andando con él hacia el lugar en donde tenía una correa. Por fin se la puso al cuello y, contenta pensando que ya habían terminado sus penas, llamó al Refugio:
-Ya  lo tengo; ahora no se escapará porque lo he atado con una correa. Podéis venir a por él.
Al día siguiente, Gloria recibió una llamada de la locutora del programa:
-Gloria,  ya tienen al perro, podemos ir a recogerlo.
Al oírla, se puso nerviosa, tenía muchas ganas de tenerlo en casa. Así que  se pusieron de acuerdo  en el día en que tenían que ir por él: algo la decía que aquello iba a ser su mejor medicina. Era noviembre y hacía bastante fresco; cuando llegaron al Centro de Recogida,  el veterinario  las  estaba esperando con Pepe. El primer momento fue de nervios y de tanteo, tanto por parte de Pepe como por parte de su nueva ama. A  ella  le pareció un poco más grande de lo que  esperaba; de momento le dio un poco de miedo pensar que no pudiese dominarlo, cuando lo sacase a pasear, pero el pobre …¡que delgado estaba! Lo acarició y el perro se dejo hacer; al pasarle la mano por el lomo le notó todas las costillas.
- El perro es de raza grifón, pero tiene algo de sabueso. Le hemos puesto ese nombre pero usted se lo puede cambiar. No sabemos si Pepe habrá adquirido algunos vicios que hagan  incompatible su vida en familia, por eso no le hemos colocado el chip todavía- les dijo el veterinario-. Si usted ve que por cualquier causa, no puede hacerse cargo de él, ¡Por favor! nos lo trae otra vez, pero no lo abandone.
-No se preocupe, nunca lo dejaría, tuve un buen maestro;  mi padre quería con locura  a los animales- ¡Cuánto tiempo había pasado desde entonces!-Lo que sí haré será cambiarle el nombre, en mi casa casi todos los hombres se llamaban Pepe: mi padre, mi tío, mi primo... En fin que el nombre seguro que se lo cambio.
 Las dos metieron a Pepe en el coche. No les costó ningún trabajo, le taparon con una manta y se acurrucó tan a gusto. Hacía tiempo que no se sentía así,  tan mimado y querido. El viaje lo hicieron sin ningún contratiempo. Iban contentas pensando que el perro también lo estaba. Lo malo fue sacarlo del vehículo cuando llegaron a Madrid. Todavía hay vecinos de Gloria que recuerdan la llegada. La locutora  era una persona bastante conocida y  ella y Gloria estaban muy graciosas intentando sacarlo del coche  a empujones. Pepe se aferraba al asiento sin  querer moverse de él.  ¡Pobre! pensaba que otra vez  iba a empezar su calvario. Por fin, empujándolo de nuevo, pudieron meterlo en el ascensor y con mucho esfuerzo entrarlo en casa.
-Bueno, ya estás en tu nuevo hogar- dijo  cerrando la puerta y sentándose casi sin respiración, después del esfuerzo realizado-, veremos si te adaptas a él.
Estuvo acariciándolo durante un rato, después le puso comida, agua y un cojín para que durmiese cómodo. La primera noche, Pepe se quedó en la puerta de entrada y no consintió moverse de allí. Tampoco comió nada, estaba muy asustado, solo bebió agua. Gloria  también lo estaba, no sabía cómo iba a resultar la experiencia, si ladraría o lloraría  o si se haría pis por el salón. Pero el perro, cuando se acostumbró al calorcito de la calefacción,  durmió como un tronco; fue ella  la que no pegó ojo en toda la noche. Al día siguiente, muy temprano observó que no se había movido del sitio en dónde lo dejó. Se preparó rápidamente y lo bajó a la calle a hacer pis;  no hubo ningún problema.  Al poco tiempo llegaron sus hijos para conocerlo y, su hija Virginia, le ayudó a bañarlo; curiosamente  se estuvo quietecito mientras estaba en las bañera y cuando le secaban, después  fueron al veterinario. Allí eligieron un nombre nuevo: le llamaron Bobby. Ese día Bobby, entro un poco al salón; con mucho cuidado iba  oliendo y fisgoneándolo todo. Solo cuando llevaba un día y medio, se acercó a Gloria, que estaba viendo la televisión y, apoyó su cabecita sobre las rodillas de su nueva dueña.  A ella se le llenó de alegría el corazón;  por fin estaban conectando, Bobby se fiaba de nuevo de la raza humana. A partir de aquel día la vida de los dos  cambió mucho, ella prefirió la compañía del pobre animal en lugar de las visitas al psicólogo, los paseos con Bobby en vez del Prozac y el Valium  y las tertulias  de vecinos con perros, en lugar de las sesiones de diván del psiquiatra. Estas tertulias  se dividían en realidad en dos grupos que bajaban a distintas horas. Ella, bajaba  unas veces  con uno grupo y, otros días con  el otro, así que  ahora conoce a muchísima gente  que  antes le eran casi desconocidas. Al vivir en una zona con jardines,  sobre todo en verano, las tertulias  son muy animadas. Gloria, todas las tardes, camina  durante bastante rato acompañada por su nuevo amigo, a veces también va su hija con ellos. Son paseos agradables, sin nadie que  la juzgue ni que se interponga en su paz interior, ideales  para mejorar su estado de ánimo.
Su amiga Lola, cuando la ve paseando con él,  le dice:
-Gloria, todavía no sé si el perro te encontró a ti, o tú   encontraste al perro.  Ella se ríe  y afirma que está segura de que la mejor terapia que podía hacer para recuperar su alegría ha sido encontrar a  Bobby. Ahora no se encuentra sola, tiene un compañero de piso que le da amor incondicional, no le exige la nómina y puede ser, a veces, su confidente.

Publicado en la Revista de Enfermería y Humanidades  nº 30 CULTURA DE LOS CUIDADOS
Fotografía bajada de Internet.

lunes, 12 de marzo de 2012

Reposición de El susto de Pinocho, 2º y 3er. Ciclo.

Aprovechando que la bonita tierra valenciana está de fiestas, ahí va mi pequeño homenaje a Las Fallas


En el taller de Vicent, el maestro fallero, se estaban dando los últimos toques a la falla infantil. El taller estaba situado en una gran nave para poder levantar una grúa a una altura respetable en caso de que la Falla lo requiriese. 
El tema de este año eran los cuentos infantiles, y los pequeños ninots que representaban a los personajes de los mismos eran muy variados. Se  podía ver a Caperucita y al lobo, a Peter Pan y al Capitán Garfio, a Cenicienta, al príncipe, la madrastra y las hermanastras, a Mickey Mouse, a la Sirenita, al pececito Nemo, a la Ratita presumida y a un sinfín de protagonistas más que habían hecho durante muchos años las delicias de los niños de medio mundo.
El maestro fallero estaba terminando el ninot que representaba a Pinocho. Estaba muy orgulloso de lo bonito que le había quedado:
“¡Parece que tiene vida!”, pensó sin querer ofender a los otros; para él todos eran como sus hijos. En ese momento se sintió como Geppeto cuando, al construir a Pinocho y mirarlo detenidamente, pidió que el muñeco de madera se convirtiera en un niño de verdad.
-¡Cosas de cuentos!  -dijo para sus adentros. Siguió trabajando, sin darle importancia a los pensamientos que a veces  se le pasaban por la cabeza. De sobra sabía él que toda su obra iba a ser devorada por el fuego, y nada ni nadie podría arreglarlo. 
Por fin dio por concluido su trabajo. Ahora tenía que esperar a que la colocasen en la calle y que pasase un jurado para ver si le daban algún premio. Si lo conseguía, tenía asegurado el trabajo para las Fallas del próximo año.
Cuando apagó las luces del taller, Vicent se fue a su casa a dormir y soñó que, como en el cuento, el hada  miró a Pinocho y lo vio tan perfecto, que lo convirtió en un niño de verdad.
Tan real fue el sueño que se despertó sudando. Se levantó  y, aunque todavía no había amanecido, fue a ver cómo estaban sus ninots.
El silencio reinaba en la gran nave. Nadie había entrado, todo estaba como él lo había dejado. Había sido una pesadilla. Era natural, todos los años le pasaba lo mismo en estas fechas. La tensión de la Plantá y el reparto de premios le sacaban de sus casillas. Cerró la puerta y se marchó a su casa.
-¡Mañana será otro día! -exclamó.
Al escuchar el portazo, el hada del cuento se bajó de la falla. Se había colocado en la parte de atrás de la misma como si se tratase de un ninot  más, cuando oyó entrar a Vicent.
“¡Menos mal que  no se ha dado cuenta, si no buena se habría armado” -pensó.
Buscó a su alrededor y, al ver a Pinocho al lado de Pepito Grillo convertido otra vez en   un muñeco de madera, se le llenaron los ojos de lágrimas y…no lo pudo remediar, fue más fuerte que ella Le tocó la cabeza con la varita  y Pinocho empezó a respirar, a ver, a escuchar y a sentir dentro de su cuerpo de pasta de papel. Una ola de sensaciones  lo iban invadiendo de una forma arrolladora, siendo muy difícil para él poder controlarlas. Sin embargo, comprobó que no se podía levantar ni mover  ni tan siquiera hablar. Cuando el Hada se dio cuenta de lo que le ocurría le abrazó y le dijo:
-Lo siento Pinocho, esta vez el prodigio está incompleto,  ahora soy más vieja y ya no tengo tanto poder. Solo te he devuelto el alma pero ya no puedo hacer que te muevas ni que vayas por ahí como cualquier niño de tu edad. El poder de las hadas se va perdiendo con la edad, sin embargo no lo he podido resistir, he recordado cuando tu padre me pidió que realizase un milagro contigo y lo he intentado de nuevo.
“De todas maneras, gracias por  volverme a dar un poco de vida” -pensó Pinocho.
El hada le entendió y le sonrió. Le volvió a besar en la frente y desapareció. A Pinocho le daba igual que la magia de su hada buena hubiera disminuido; él quería ver y sentir todo aquello de las fallas. Le había cogido cariño a Vicent y quería entender por qué se emocionaba tanto cuando las estaba construyendo.
Llegó el día de la plantá y Vicent empezó a preparar todos los elementos de su falla para llevárselos a su ubicación definitiva. Por un lado puso los ninots en una furgoneta, bien colocados, para que no se rompiese ninguno y, por otro, en una camioneta, la plataforma en donde iban a estar situados definitivamente. 
Estuvieron callejeando durante un rato. Las calles de Valencia estaban animadísimas. Pinocho iba en la parte de arriba de la furgoneta y miraba con admiración todo lo que ocurría a su alrededor. Vio un edificio que le parecía el esqueleto de una gran ballena; ¡le recorrió un escalofrío por su pequeño cuerpo! Recordó   lo que vivió con su padre en el interior del estómago de un animal parecido. A continuación, vieron otro que parecía un casco gigante. ¡Qué edificaciones tan artísticas! ¡Cómo le gustaba esa ciudad!
Llegaron al sitio indicado y los depositaron en el suelo. Se formó una gran algarabía a su alrededor,  los falleros se acercaron por allí y siguiendo las órdenes del maestro dejaron todo totalmente terminado.
Vicent la miró orgulloso y dijo:
-¡Este año hemos hecho una gran falla! ¡Seguro que nos llevamos un premio! –exclamó.
 “¡Madre mía, un premio, qué emocionante es todo esto!” -pensó Pinocho.
Mientras, se fueron formando grupos de personas. Charlaban y charlaban y Pinocho disfrutaba viendo la animación y los comentarios que los ninots provocaban. Pinocho era feliz.
Delante de él pasaban sin cesar distintos personajes que Pinocho observaba como si la falla estuviese fuera y las personas fuesen los ninots en vez de lo contrario.
La gente no tenía ganas de irse a dormir, pero se hizo de noche y  todo se tranquilizó. Se fueron marchando a sus casas y él pudo descansar.
Al día siguiente, observó otra vez un gran alboroto,era la Junta Central Fallera que venía a otorgar los premios. Efectivamente les gustó mucho la falla y  Vicent obtuvo el 2º premio. ¡Todos estaban muy contentos!
Durante unos días, Pinocho tuvo la sensación de estar ante un escaparate. Delante de él se realizaban montones de actividades para los niños.
Todas las mañanas, la despertá;  por las tardes hacían chocolatás con buñuelos de calabaza: 
-¡Tienen que estar buenísimos! -decía Pinocho,  viendo a la gente que se relamía de gusto cuando los comían.
-¡Que divertidas son las Fallas!-no paraba de repetir. De vez en cuando  oía hablar de la Cremá, pero él estaba tranquilo, no  sabía lo que eso significaba.
-¡Llegó la noche señalada! -oyó decir al maestro Vicent. Había más animación que de costumbre alrededor suyo.
-Ya es la hora ¿Cuánto tiempo le queda por venir al pirotécnico?  -preguntó un hombre muy serio.
-No creo que le falte mucho. Vamos a ir colocando la pólvora para ir adelantando.
Dicho esto, empezaron a preparar alrededor de los ninots unos paquetitos liados en papel y atados unos a otros por una mecha. La gente que los vio empezó a aplaudir y los niños que estaban por allí cerca decían:
-¡Bravo, bravo, la traca, están poniendo la traca! 
Pinocho oía todo esto sin entender lo que era una traca, ni lo que iba a ocurrir a continuación. Desde su sitio miraba todo lo que le rodeaba con mucho interés.
 “¡Anda, ha venido el maestro fallero! ¡Hola Vicent!” pensó muy contento.  
Vicent hablada animadamente con algunas personas que estaban a su alrededor
-¡Qué pena que todo esto se queme! –comentaban las falleras.
-Es verdad, si por mí fuera no quemaría ningún ninot –dijo la fallera infantil.
-¿¡Eh!? ¿¡ Qué es lo que han dicho!? Me  ha parecido oír que toda la falla se va a quemar . ¿¡Cómo es posible!?  ¡Voy a arder como si fuera un trozo de leña echado a una chimenea! ¡No puede ser, no quiero que me quemen!  “Maestro ¡tú no puedes consentir que tu obra se convierta en cenizas” -pensaba dirigiéndose a Vicent.  Y estos ninots que están aquí a mi lado, tan tranquilos... Vaya una faena que me ha hecho el hada buena. ¡Si al menos pudiera salir corriendo! pero no puedo mover las piernas, solo puedo sentir. ¡Es terrible! 
Pinocho empezó a sufrir como nunca lo había hecho. Había vivido numerosos peligros durante su vida anterior, pero ninguno le pareció tan grande como el  que le acechaba en ese momento. Sin saber cómo, Pinocho empezó a llorar silenciosamente. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas como si algunas gotas de lluvia le hubiesen caído desde el cielo.
Amparito, la  fallera  mayor infantil, estaba observando a todos los ninots y al ver lo que estaba ocurriendo con Pinocho, dijo:
-Papá ese ninot está tan bien hecho que parece que está llorando, ¡no quiero que lo quemen!
-Ya sabes que a la fallera mayor infantil le dejan que elija algún ninot de recuerdo. Puedes indultar a Pinocho y quedártelo si es que te gusta tanto. 
Pinocho al oír eso se tranquilizó un poco, pero solo un poco. De sobra sabía que los niños cambian de parecer en un segundo. Seguía tan nervioso que no paraba de llorar. Los niños que estaban a su alrededor decían:
-¡Mirad, mirad! ¡Pinocho parece que está llorando de verdad!
Su amiga Amparito decía:
-¡Papá, papá, está llorando! Solo ella y los demás niños, se habían dado cuenta del sufrimiento de Pinocho.
Por fin apareció un grupo de falleros y falleras acompañados de una banda de música organizando un gran alboroto y se colocaron alrededor de la falla.El presidente de la misma dijo a Amparito:
-Ya sabes que te puedes quedar con algún ninot. ¿Cuál te gusta? ¿Quieres a Caperucita, a Cenicienta…? Cualquiera de las dos, son preciosas.
Pinocho empezó a sudar. ¡Tenía mucho miedo! ¿Y si no se decidía por él?
Pinocho gritaba sin voz:
-Elígeme a mí, elígeme a mí. Pero ella no le oía.
La niña de quedó observando a todos los ninots y por fin dijo:
-No, ¡quiero a Pinocho y a Pepito Grillo!
A Pinocho le dio un vuelco el corazón. Se sintió elevado por los aires y una voz dijo:
-Amparito, toma tu Pinocho.
Todo el mundo aplaudió. Le depositaron en sus brazos y él se sintió como en el paraíso. Lo que vino a continuación no le interesó para nada a nuestro protagonista, ni los fuegos artificiales, ni las tracas, ni los bomberos, ni las bandas de música ni el fuego. El susto que se había llevado le había agotado tanto, que pasado el peligro, le fue entrando un gran sopor.
“¡Qué sueño tengo!” –pensó.
Una sensación de mareo le fue invadiendo hasta que  entró en  un profundo letargo y  se quedó totalmente dormido. El hechizo del hada estaba desapareciendo y Pinocho volvía a ser un muñeco de verdad.

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Las ilustraciones están bajadas de Internet.

domingo, 4 de marzo de 2012

XXXVIII Romería: Bendición de la simiente del gusano de seda. Ermita de San Antonio el pobre.

Cuando los primeros rayos de sol del mes de marzo van calentando los almendros y otros árboles frutales
y antes de que las hojas de morera empiecen a brotar, en el pueblo de La Alberca de las Torres, cerquita de Murcia, se celebra una romería hasta la Ermita de San Antonio el Pobre (Verdolay) organizada por la Peña Huertana La Seda.
En el siglo XVIII se acostumbraba a bendecir la simiente de los gusanos de seda, o sea los huevos, para que la producción de seda fuera buena. Con el cierre de las últimas industrias de la seda, esta tradición se perdió y fue recuperada en el año 1975 por los miembros de esta Peña. Al principio, la bendición se celebraba en Santa Catalina del Monte porque la Ermita de San Antonio el Pobre estaba en muy mal estado, pero desde que el Ayuntamiento de Murcia la rehabilitó, se ha vuelto a bendecir la simiente en el lugar original. Unas cajas con los diminutos huevos de los gusanos son depositados a los pies de la imagen de Santo Cristo del Perdón que es el patrón de la seda para que los bendiga. Como podreis apreciar en la imagen de arriba, el Santo Cristo del Perdón lleva a sus pies centenares de capullos que representan el sentir de los antiguos fabricantes de seda mucianos.
Los huertanos de Peña de la Seda, se ponen sus mejores galas: refajos, mantones, zaragueles, traje típico Murciano y acompañan en procesión a la imagen del Cristo hasta la ermita.
Allí se celebra una misa de campaña acompañada por la rondalla de la Peña que interpreta canciones de la misa huertana. Durante la misa, Pedro López Nicolás, con alma de poeta le ha dedicado a la imagen del Santo Cristo un bando huertano, forma típica de hacer poesía en la huerta de Murcia.

Pedro López Nicolás autor del bando que podéis leer a continuación y que está escrito en panocho, una forma muy peculiar del  hablar huertano.

OFRENDA AL SANTÍSIMO CRISTO DEL PERDÓN, PEÑA DE LA SEDA.
BENDICIÓN DE LA SIMIENTE DE LOS GUSANOS DE SEDA 2.012


SEÑORAS Y CABALLEROS
ZAGALES Y ZAGALIQUIAS
OTRA VEZ NOS ENCONTRAMOS
JUNTO CON NUESTRAS FAMILIAS
BENDICIENDO LOS BUSANOS
QUE CON AMIGOS Y AMIGAS
AL SEÑOR LE PRESENTAMOS.
QUE SON ESTOS GUSANIQUIOS
EL PAN DE MUNCHOS GUERTANOS
PANOCHOS INDA LA CEPA
C´AMASAN PAN CON SUS MANOS,
SIN QUEJARSE UNA JELEPA
PA QUE LOS DEMAS TENGAMOS
CHALECOS DE MAJA TELA,
ZAGALEJOS Y REFAJOS,
GUENAS FAJAS FALTRIQUERAS
MEDIAS,PAÑUELOS ,SENAGUAS
ZARAGUELES Y MONTERAS.
HEMOS VENIO A ESTA FIESTA
QUE S´ANJARETAO LA SEA
Q´ES UNA PEÑA FAMOSA
EN LA HUERTA Y MURCIA ENTERA.
TIENE GENTE MU FESTERA,
GUAPAS HUERTAS QUE BAILAN,
GUENOS MÚSICOS D´ORQUESTA
YERCELENTES CANTAORAS,
PA FORMAR MU GUENAS FIESTAS,
IGUAL QUE MISAS HUERTANAS
QUE AL MISMO SEÑOR ALEGRAN
HOY SEÑOR T´EMOS TRAIO
CA LOS FRAILES DE LA SIERRA
SIMIENTE DE LOS BUSANOS
DENDE EL PUEBRO DE L´ARBERCA.
QUE TU MAERE CON ESMERO
CUIDA, BENDICE Y ALEGRA,
PUES LA VIRGEN DEL ROSARIO
ES UNA MAERE MU GUENA.
SANTO CRISTO DEL PERDÓN
BENDICE SIEMPRE  A LA SEA
Q´EN CAJIQUIAS TE TRAEMOS
PA QUE TU LAS BENDIJERAS.
ESTA SIMIENTE MENUA
Q´EN BORRANDO LAS MORERAS
S´AVIVAN CON EL CALOR
AL LLEGAR LA PRIMAVERA
Y EN BUSCA DE LAS HOJIQUIAS
REVIVE LA BUSANERA
Y COMO DIJO EL POETA:
“TRISTES DESPOJOS HUMANOS
BUSANOS HAN DE COMER,
EN MURCIA NO, QUE HA DE SER
 AL REVÉS, QUE HAN DE COMER
LOS HOMBRES DE LOS BUSANOS”
LLEVAMOS EN LAS CAJIQUIAS
COMO TE HE DICHO SEÑOR,
SIMIENTE DE LOS BUSANOS
QUE LES DES TU BENDICIÓN
PON SEÑOR MÍO TUS MANOS
Y DA CON TU INTERCESION
EL CUIDIAO QUE NESECITAN
CON LA HOJA QUE LE DE YO
PA QUE NO NOS SALGAN MONAS
Y QUE HILEN CON PRECISÓN
QUE CUANDO HAGAN EL CAPILLO
SANTO CRISTO DEL PERDÓN
YO TE OFRECERÉ UN CAPAZO
DE CAPILLO CON MI AMOR.
Y AQUÍ SEÑOR SE ARREMATAN
LAS LETRAS QUE TE ESCRIBÍ
PIDIENDO LA BENDICIÓN
QUE, AUNQUE ANTES TE  LA PEDÍ
CON COPLAS DE MI SESERA
AHORA LAS REPETIRÉ
DE UNA SENCILLA MANERA
GRITANDO CON DEVOCIÓN:
¡¡VIVA LA PEÑA LA SEA!!
¡¡VIVA EL CRISTO DEL PERDÓN!!


Las canciones y los bailes han dado mucha alegría a la fiesta.
Folleto de invitación a la romería de este año.

Os invito a leer en mi blog la historia de dos gusanitos: Pepa y Pepe.

jueves, 1 de marzo de 2012

Guille y Pablo:Guille viaja a Madrid; Educación infantil, 1er ciclo y 2º ciclo de primaria.


-¿Guille quieres venir con nosotros a Madrid? –le pregunta su abuela.
Ella tiene muchas ganas de que su nieto conozca la ciudad donde  ha nacido. El niño abre los ojos sorprendido, y da un grito de alegría:
-¡Bien, bien!, me encantaría.
Piensan en una fecha en la que la  Guille no pierda colegio y deciden ir el puente del Primero de Mayo. Ya lo tienen todo preparado: los billetes de tren, el hotel y los lugares que van a visitar.
¡Por fin llega el día tan esperado por Guille! Su mamá le ha hecho la maleta sin que se de cuenta su hermanito, Pablo. Seguro que si este se enterase empezaría a llorar para que lo llevasen también, pero él es muy pequeño para ir de viaje solo sin sus padres. 
Es la primera vez que  Guille viaja en tren, por eso está muy emocionado. Se ha sentado al lado de la ventanilla y la abuela le ha abierto una mesita plegable que tiene delante del asiento para que pueda dibujar. Se ha traído un cuaderno y lápices de colores. 
El viaje dura casi cuatro horas, pero a él se le ha hecho corto: ha visto al revisor, que es un señor que cuida de que no se monte nadie sin billete, le han dado auriculares para que escuche música y le han traído la comida que estaba muy rica. Lo que más gracia le ha hecho han sido los saleritos y  una  botellita de aceite muy pequeña que le han puesto. 
-¡Parece de juguete! dice. Se lo ha comido todo. También ha jugado con su abuelo y así se ha distraído durante el viaje. El tren ha recorrido el camino durante un rato al lado de un río y han pasado por encima de un puente ¡Qué emocionante!



Por fin entran en la estación de Atocha. Guille al salir del tren está tan nervioso que no se da cuenta y mete el pie entre el andén y el vagón ¡Menos mal que sus abuelos lo llevaban bien sujeto!
-¡Vaya susto que nos has dado! -le dicen-. ¡Gracias a Dios que no te ha ocurrido nada grave!
Pasado el mal trago, Guille empieza a observar todo lo que le rodea en la estación.
-¡Madre mía, qué grande es! ¡Cuántas escaleras mecánicas!
Al salir a la calle mira todos los edificios y dice que son muy bonitos. Él es un niño muy observador y se fija en todo. Cogen un taxi para ir al hotel pasando por el Paseo del Prado. Sus abuelos le dicen:
-Mira Guille ese es el Museo del Prado, en donde está la mayor colección de pinturas de España.
 Se queda asombrado; le gusta mucho Neptuno, La Cibeles y la Plaza de Colón.
Por fin llegan al hotel. Cuando sube a la habitación empieza a buscar por los armarios:
-¿Qué buscas Guille? -le pregunta su abuela.
-Aquí no hay cocina ni salón, esta casa no me gusta.
-En los hoteles, las habitaciones solo tienen baño y dormitorio. Luego verás el restaurante. Allí es dónde se come -le explican.
-Pues a mí no me gusta. Esta casa es muy pequeña. Prefiero que tenga cocina y salón.
 Guille parece decepcionado, no le agrada la habitación del  hotel.
Antes de que se haga tarde se van a ver el Museo de Ciencias Naturales. Allí Guille se vuelve loco cuando descubre la réplica del dinosaurio que está en medio de una gran sala. El niño no se cansa de ver todos los animales que hay disecados. También visitan una sala llena de trofeos de caza donados por cazadores, otras con insectos, meteoritos y otras rocas.  Está tan fascinado con  todo lo que ve, que llega la hora de cerrar y les tienen que echar porque Guille no se quiere ir de allí. Luego muy cansados regresan al hotel.
Es la primera vez que va a dormir en un sitio así. Con sus padres siempre va a casas rurales porque dicen que Guille y Pablo son muy pequeños para ir a hoteles. De noche se ha asomado al balcón y ha visto la Plaza de Colón toda iluminada y dice que Madrid le encanta.
Han bajado a cenar al restaurante y al llegar el camarero, ha traído unas servilletas humeantes enrolladas para que se limpien las manos.
 -¡Qué bien rollitos primavera! 
 Todos se han echado a reír incluido el camarero. Guille tiene tanta hambre que ha confundido las servilletas de color marrón con la comida china.
-A este niño tenemos que sacarlo más-, dicen los abuelos.
Por fin se van a la habitación a descansar porque el día ha sido muy agitado. A Guille le va gustando más el hotel.
A la mañana siguiente los abuelos no saben si llevar a su nieto al Planetario o al Museo Arqueológico, pero él elige la visita al museo. Quiere ver las tumbas de los faraones. Al entran, observa todo con admiración. Va por delante mirando y diciendo:
-¡Mira abuela!, qué collar de oro más bonito, ¡mira abuelo! un esqueleto dentro de la tumba de un  faraón.
-Eso es un sarcófago-, le explican.
Le gusta todo lo que ve a pesar de ser tan pequeño. 
 Después han ido a pasear al Retiro para ver el estanque de las barcas y, como está la Feria del libro,  visitan los stands de cuentos. Guille no sale de su asombro ante tantos libros bonitos. ¡Los quiere todos! 
Sus abuelos le compran un cuento de dragones para él y otro para su hermano. También ha visto a Poco Yo y se ha hecho una foto con él. Ellos se han comprado un libro de Juan José Millás titulado “El mundo” y el autor les ha escrito una dedicatoria muy bonita.
Por último van al estanque de las barcas y le compran un barquillo.
-Abuelo, ¿cómo se llama esta galleta tan grande? ¡Está muy rica!
-Se llama barquillo -le contesta-. Mira Guille, el señor que los vende es el barquillero y seguramente solo los verás en Madrid, que yo sepa no hay barquilleros en otras ciudades. 
Después, echa gusanitos a los peces del estanque y a las palomas. Y ¡menudo lio se ha armado! Parece que el agua esta hirviendo de la cantidad de peces que han acudido a comer el maíz inflado. Los abuelos están reventados pero Guille sigue tan fresco. Quiere ver más cosas. Después de comer van al cine a ver una película de Indiana Jones.
-Guille nos vas a matar -dicen muy cansados.
Cuando por la noche vuelven al hotel duermen como lirones. A la mañana siguiente regresan a Murcia.
Guille se pone muy contento cuando  ve a sus padres esperándole en el andén de la estación. Pablo está con ellos. Los dos hermanitos se  dan un abrazo muy fuerte.
-Mira, os he traído muchos regalos -dice Guille muy excitado por tantas emociones.
-Mamá, tengo muchas cosas que contarte.
  Los dos niños empiezan a charlar muy contentos. Pablo le pregunta:
-¿Dónde estabas? Te he buscado en tu habitación y no te he encontrado. Guille no sabe qué responderle pero al final le dice:
-Cuando seas mayor los abuelos te van a llevar a Madrid ¿verdad abuelos?
Los abuelos se miran cansados y no responden. ¡Ya no están para tantos trotes!




Las ardillas Lipa y Lipe; Educación infantil, 1er y 2º ciclo de primaria.




Las ardillas Lipa y Lipe

 

Lipa, la ardilla, vivía con sus padres y su hermano Lipe en una palmera muy alta en medio del    jardín de una urbanización cercana a un bosque de pinos. La familia se había mudado desde el bosque y había colocado su nido entre los dátiles maduros que producía la palmera. Les gustaba  este   lugar porque, desde arriba, se veía muy bien todo el paisaje; además, allí se encontraban más seguras, era muy difícil subir hasta donde estaban. Solo los mirlos, los gorriones y alguna paloma despistada se posaban de vez en cuando sobre sus ramas, Todos los días, Lipa descendía por el tronco seguida por su hermano; bajaban y subían durante largo rato persiguiéndose y haciendo un ruido con la boca parecido al que  producen las cajas chinas cuando se golpean con la baqueta; entonces, todos los niños que  se estaban divirtiendo con sus padres en el jardín, dejaban sus juegos y se paraban embobados para verlas. Otras veces les gustaba saltar de golpe desde la altura de su vivienda a las ramas de las tipuanas que tenían cerca. Entonces, todos los gorriones que estaban apoyados en ellas salían volando despavoridos al notar que había caído algo desde el cielo sin saber lo que era aquello que tanto les había asustado. Este juego les divertía mucho y, a veces, atravesaban todo el jardín saltando de árbol en árbol; a cada salto, un montón de alas y plumas salpicaban el aire como cuando una piedra cae a un estanque y una infinidad de gotitas de agua se dispersan por la fuerza del golpe. En el jardín había algunos pinos, pero tenían cada vez menos piñas, así que, las ardillas se habían acostumbrado a comer de todo lo que pillaban por allí: dátiles, trozos de bocadillo, resto de fruta y algunas nueces que les llevaban los niños.

Un día, en la urbanización recaló una familia de gatos. Nadie sabía cómo habían llegado hasta allí. Lipa había empezado a bajar y a subir como siempre hacía hasta que se dio de narices con el hocico de un minino rayado como los tigres. Se quedaron los dos quietos, observándose mutuamente hasta que, con un movimiento rápido, la ardilla subió por el tronco hacia su casa. El gato intentó trepar también por la palmera, pero enseguida se soltó; no pudo seguirla. A partir de entonces, la vida de las ardillas se hizo más difícil; también la de los pájaros, pues tanto las ardillas como los gorriones eran un alimento muy apetitoso para los nuevos vecinos.

La madre ardilla les advirtió del peligro:

—Hijos, ahora el jardín no es tan seguro como antes. No debéis bajar al césped bajo ningún pretexto. Los gatos están siempre pendientes de lo que pueden cazar para comer y nosotros estamos dentro de su dieta.

Cuando se les pasó el susto pensaron que si seguían moviéndose por encima de las copas de los árboles, no habría ningún riesgo. Los gatos no se atreverían a subir tan alto.

Lipa seguía cayendo de golpe sobre las ramas y seguía asustando a los pobres gorriones. Su madre no paraba de decirle que no lo hiciera, pero los jóvenes, a veces,  piensan que lo saben todo y no hacen caso de los consejos de los mayores.

Llegó la primavera y los pájaros empezaron a construir sus nidos. Había alguno en casi todos los árboles y la mamá de las ardillas las llamó un día para hablar con ellas:

—Tenéis que tener cuidado, los pajaritos pequeños son muy delicados y se pueden caer fácilmente. Si eso ocurre, no tendrán salvación, los gatos se los comerán.

Lipa y Lipe anduvieron con mucho cuidado de rama en rama, hasta que un día olvidaron la advertencia de la madre y empezaron a correr por encima de ellas. Los pájaros advirtiendo el peligro que corrían sus crías fueron a hablar con la mamá ardilla:

—Doña Ardilla, nosotros sabemos que es muy difícil educar a los hijos, pero  los suyos están poniendo en peligro la vida de los nuestros. Si siguen así tendrán que marcharse de este jardín.

Ustedes tienen el bosque de pinos en dónde pueden alimentarse de piñas, no necesitan vivir en una palmera.

Las ardillas se pusieron muy tristes y prometieron tener más cuidado desde ese momento. Se moverían despacito, hasta que los gorriones fueran mayores.

Un día, el nido que estaba colocado en la rama más baja de una tipuana fue encontrado tirado en el suelo. No quedaba ni un huevo sano; seguro que los gatos, al verlo, lo habían destrozado buscando pajaritos. La mamá gorrión enseguida pensó en que había sido Lipa porque era un poco atolondrada, para qué lo vamos a negar. Aunque ella aseguraba que ya no se movía como una loca por encima de los árboles, los gorriones no la creyeron. Todos decidieron que las ardillas se tendrían que marchar.

Lipa, llorando, suplicaba, pero ya era tarde, no le hicieron el menor caso.

—Tienen que marcharse por nuestra seguridad.

Ya tenían todo preparado para la mudanza y toda la familia estaba muy nerviosa pensando en la forma de atravesar la carretera que separaba el jardín del bosquecillo de pinos; allí los gatos les podrían jugar una mala pasada.

Desde el poste de la luz, doña Lechuza les observaba con un ojo cerrado y otro abierto. No sabía bien lo que ocurría, pero cuando vio a la familia preparar los hatillos con algo de comida para el corto viaje, levantó el vuelo desde donde estaba y se posó en una tipuana cerca de la palmera.

—¿A dónde vais? ¿No veis que es muy peligroso que os marchéis ahora? Hay gatos por todas partes.

La mamá ardilla le contó todo lo que había pasado y porqué tenían que mudarse.

—Lipa dice la verdad. Yo vi al gato subir  al árbol y tirar el nido. Es muy injusto que tengáis que marcharos porque no os crean. No tenéis que iros. Vamos a hablar con los gorriones.

Las ardillas se pusieron muy contentas  al ver que había alguien que creía a Lipa  y acompañaron a doña Lechuza, que  empezó a contar todo lo ocurrido a los pájaros:

—De modo que es verdad lo que dice Lipa, no tienen porqué marcharse. Además ese nido estaba mal colocado. Lo pusisteis demasiado bajo; eso no es culpa ni de Lipa ni del gato, solo vuestra.  Todos tenéis que ser más cuidadosos de ahora en adelante.

La madre gorrión se dio cuenta de que doña Lechuza tenía razón, ella también había sido responsable por esforzarse poco en la colocación del nido.

Después de escucharla, los que estaban allí reunidos comprendieron que tendrían que vigilar sus actuaciones un poco más por su seguridad: los gorriones prometieron colocar los nidos más altos, las ardillas andar suavemente por las ramas y  doña Lechuza  montaría vigilancia por las noches para que todos los animales pudiesen dormir tranquilos. Todos juntos cuidarían unos de los otros para librarse de los hambrientos gatos.

Esa noche, doña Lechuza vio salir de una casa una niña con un plato lleno de restos de pescado. Lo colocó   en un rincón del jardín y se volvió a meter en casa. Inmediatamente empezaron a aparecer mininos por todos lados. Ahora sí que estaba tranquila, los gatos también tendrían su comida.