Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

viernes, 23 de diciembre de 2011

Madrid en Navidad

    Hola chicos, otra vez es Navidad; yo  en estas fechas vuelvo a mi niñez y como nací en Madrid, necesito acercarme a esa ciudad, pasear por las calles en donde viví y sentir el ambiente navideño de estas fechas. Madrid, ahora, está muy bonito porque todo se llena de luces y la gente sale a pasear y a disfrutar de la iluminación y del bullicio callejero. Yo también disfruto del frio. Para mí no es Navidad si no hay abrigo, bufanda y guantes.
    En estas fechas en Madrid hay muchas cosas que ver: exposiciones, museos, musicales y todo tipo de comercios que ofrecen muchas cosas bonitas. Os aconsejo, si vais, que veáis el musical de ELREY LEÓN, es muy bonito, seguro que os gusta.También podéis acercaros al Museo del prado, allí hacen actividades para niños que son muy divertidas, visitar  la Plaza Mayor, La Cibeles para ver los espectáculos de luz que se ofrecen por la noche  y, sobre todo, pasear.
   Si queréis que os diga la verdad, después de unos días de andorrear por  aquí y por allí, vuelvo con  las  pilas cargadas  y con el corazón lleno de buenos deseos para todos. Os he preparado un video resumen de mi visita. No os creáis que el montaje ha sido cosa mía, no. Mi amiga Mª José  Carrillo, profesora del colegio El MOLINICO de la Alberca, ha hecho este estupendo trabajo y, además, lo ha acompañado de un villancico muy alegre. Espero que os guste y podáis haceros una idea de lo bonita que es la Navidad en Madrid.

OS DESEO FELICES FIESTAS Y QUE LA VIDA SEA PARA TODOS COMO UN CUENTO CON

UN FINAL FELIZ

Piruletas me felicita las fiestas.

Esta es la felicitación Navideña que he recogido del blog de  Piruletas. Muchas gracias es muy bonita.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Villancico .El burrito sabanero


Desde que soy maestra, no ha habido una Navidad en la que yo no haya enseñado este villancico a mis alumnos, por eso lo cuelgo aqui para los que quieran aprenderlo. Es muy alegre y a los niños les gusta mucho.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Unos magos diferentes. Para todas las gentes de buena voluntad.

Siempre que llegan estas fechas, mi padre me acompaña en el recuerdo. Con él montábamos siempre el belén. Él nos hizo vivir momentos inolvidables. Se lo dedico con todo mi amor.Espero que os guste mucho. Un abrazo para todos.
                                   
Unos Magos diferentes.

       Se acercaba la Navidad y en casa de Miguelín  había mucho alboroto, ¡por fin iban a poner el belén! La mesa de la terraza ya estaba abierta; la habían forrado con papel de embalar para que no se manchase.
-Miguelín, espera un poco no seas impaciente; hay que desenvolver las figuras con cuidado, puedes romper alguna -le decía su madre, que sabía que las prisas no eran buenas.
      El niño estaba nervioso, acababan de empezar a prepararlo y ya quería verlo todo terminado;  se acordaba del que habían hecho el año anterior y ya se lo imaginaba tal y como lo colocaron: a la izquierda el portal y, dentro de él, el nacimiento. Esas eran las figuras más bonitas de todas, especialmente la Virgen María y San José; el niño también era muy gracioso y la mula y el buey parecían casi de verdad. Encima del portal de corcho, enganchaban el ángel, que por cierto tenía una mano rota. A la derecha estaba el pueblo con una posada, un horno para hacer pan con su fuego y todo, una fuente que echaba agua y una hoguera con luz alrededor de la cual colocaban a los pastores. En el centro, el estanque con muchos patos y un río con un puente y una lavandera. ¡Ah!, también al fondo, situaban sobre una montaña el castillo de Herodes con el rey y los soldados. Rodeando toda la mesa, hacían un camino con serrín  por donde iban los Reyes Magos para  encontrarse con el niño Jesús.  Durante todas las fiestas, Miguelin los iba moviendo un poquito hasta que el día 5 de enero llegaban al portal.
        Su madre le había asegurado que, cuando lo tuvieran todo listo, iban a ir a la Plaza Mayor a comprar algunas figuras nuevas, para sustituir a las más estropeadas.
-De  este año no pasa, iremos a comprar un ángel como Dios manda, para ponerlo en el portal.
      Miguelín seguía desempaquetando las figuras, las casitas,  el castillo, el molino y su madre las iba colocando sobre la mesa, sin embargo, sus pequeños dedos  eran todavía un poco torpes y, en un descuido, al niño se le escapó una de las manos, que se estrelló contra el suelo.
-Te he dicho que tenías que tener cuidado ¡Mira! el rey Gaspar sin cabeza. Ahora ¿qué vamos a hacer? 
La madre estaba muy disgustada. El niño, que  la miraba con cara de susto,  empezó a llorar amargamente sintiéndose culpable.
-Venga, no te preocupes, tendremos que comprar un rey  también.
        Al oír los sollozos, su padre entró  en el salón.
-¿Qué es lo que pasa? ¿Todos los años hay que formar este jaleo para montar el belén?
-Se me ha roto el rey Gaspar -dijo el niño entre hipos y suspiros.
-Ya le he dicho que no se preocupe, esta tarde iremos a comprar otro y también el ángel.
      Al oír eso, el padre puso cara de desacuerdo, esas figuras las tenía él desde que era pequeño y no pensaba deshacerse de ellas de ninguna manera, así  que inmediatamente se opuso a esa idea.
-Mirad, si ahora compramos un  rey, ya no será como los otros dos; dadme el que se ha roto y esta tarde lo llevaré a un  taller de artesanía que hay cerca de mi oficina en donde trabajan muy bien el barro; allí me lo arreglarán. 
-El cuerpo del rey está intacto, solo ha sido la cabeza -le explicó Miguelín mientras se lo entregaba.
-Bueno, no ha sido tan grave, seguro que me lo pueden arreglar; dadme a Baltasar para que se fijen en la cara y hagan una parecida.
      Ese mismo día, cuando salió de trabajar, el padre llevo al Rey Gaspar al taller para que le hicieran una cabeza nueva; también dejó a  Baltasar para que se fijaran un poco en el estilo de las figuras.
-Por favor ¿tardarán mucho en arreglarla? En estas fechas, si faltan dos Reyes Magos en el belén, parecerá que no está terminado y mi hijo nos estará dando la lata sin parar.
-No se preocupe D. Miguel, pasado mañana venga a por ellas, ya estará terminada.
      Pasaron dos días y allí se presentó el padre de Miguelín a por su encargo. Las dos figuras ya estaban empaquetadas así que le pagó el arreglo y se marchó tan contento, pensando en que por fin  su hijo, como todos los años, podría enseñar el belén a sus amigos.
-Ya estoy en casa -dijo al entrar-, traigo los reyes. Miguelín salió corriendo para cogerlos.
-¡Alto! Yo los desenvolveré y los pondré en el portal, este año con una reparación  ya es suficiente. Milagros, ya tengo las figuras –exclamó en voz alta. Sin esperar a que saliera su mujer, los dos se dirigieron al salón para completar el belén.
      Quitó los papeles  de la primera y salió el rey Baltasar, que se había llevado como modelo y lo colocó sobre el camino; entonces empezó a desempaquetar la segunda.
-¡Otro rey Baltasar! ¿Qué ha pasado aquí? En el taller se han confundido, yo les dije claramente que quería que hiciesen una cara parecida pero de rey Gaspar.
        A Miguelín  se le estaban poniendo los ojos acuosos, iba a empezar a llorar de un momento a otro.
-¡Mamá!!!!! Se han confundido no tenemos rey Gaspar. Ahora tenemos dos reyes Baltasar
      La madre entró en el salón y se quedo  tan sorprendida como ellos. 
-Ahora sí que tenemos un  belén original, un rey blanco y dos negros -dijo con un poco de sorna-, como es viernes, no podremos volverlo a llevar. Habrá que esperar al lunes. Ponlo de todas formas sobre el camino.
      El padre quería quitarle importancia al asunto y decía sonriendo:
-Bueno, a ver si no hubo más que un rey negro visitando al niño Jesús, seguro que fueron más; quizá Baltasar se llevó a un amigo.
      Miguelín y su madre no estaban de acuerdo con el padre; habían empezado a discutir cuando llamaron a la puerta. Salieron  a abrir y se encontraron con que la vecina venía a ver el belén con su hijo Basi.
-Pasad, pasad, el belén ya está terminado aunque este año hemos tenido un pequeño problema… No había terminado de decir la frase cuando   Basi  el vecino de Miguelín, que además era muy amigo de él, exclamó muy contento:
-Mira mamá, dos reyes negros, aquí sí que me quieren.
      Los tres se quedaron cayados ante la reacción del niño, no se esperaban que, algo que a ellos les había parecido un tremendo error, hubiese servido para darle una alegría tan grande al niño adoptado de su vecina.
-¿Has visto Basi como Miguelín y sus papás son muy simpáticos y cariñosos? Le habéis alegrado el día; no os imagináis como le cuesta adaptarse a esta vida nueva.
      Estuvieron  viendo y comentando todos los detalles del belén y pasado un rato se marcharon. Cuando se quedaron solos, Miguel dijo:
-¿Qué hacemos, lo llevamos a arreglar o lo dejamos así?
      Miguelín y su madre se miraron, todavía se acordaban de cómo se le había iluminado  la cara al niño del tercero cuando vio que también había figuras negras en el belén; si lo cambiaban se iba a disgustar mucho y ellos no querían que Basi sufriese.
- Bueno-repitió  el padre-, ¿lo llevamos a lo dejamos así?
-¿Qué te parece si nos quedamos con los dos reyes negros?
      Miguelín estuvo un  rato callado y, de repente, como si hubiese descubierto algo importante exclamó:

-Papá, nos lo quedamos. Yo creo que ese ha sido el regalo que el niño Jesús le ha hecho a Basi esta Navidad ¿verdad mamá?





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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Aquarela de Toquinho


Una preciosa canción que, aunque esté cantada en portugués nos trasmite muchas ganas de vivir cuando la escuchamos.

martes, 22 de noviembre de 2011

Luis Pescetti nos cuenta EL PUNTO

Queridos niños, he encontrado esta joya maestra y he querido compartirla con vosotros. Espero que lo escuchéis hasta el final. Nos enseña que no tenemos que desanimarnos ni infravalorarnos porque con nuestro esfuerzo podremos conseguir lo que nos propongamos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Visita a Valencia: Parque de Cabecera y Mercadillo de Cromos.

Este artículo,  es el primero de una serie que voy a titular: Visitas a Valencia.
Se me ha ocurrido este domingo, cuando estaba con mis nietos paseando por las calles de esta fantástica ciudad. Pensé que podía enseñaros algunas de las actividades que los niños pueden hacer aquí durante los fines de semana y los sitios que visitar.
Esta vez, nosotros nos decidimos por ir a ver el Parque de Cabecera. Este parque  se llama así porque está situado en la cabecera del antiguo cauce del rio Turia. ¿Sabéis lo que es el cauce de un río? Pues es el lugar por donde va el agua hasta que desemboca en el mar o  en otro río.
Antiguamente, en Valencia había muchas inundaciones, pero la peor de todas fue la del año 1957. El rio se desbordó y arrasó con todo lo que pilló a su paso. Hubo 59 muertos.  Entonces, el alcalde de Valencia decidió, para evitar una nueva riada, desviar el cauce del Turia  y así eliminar el peligro de nuevas inundaciones. Desde ese momento, tuvo claro que todo ese  terreno se iba a destinar a espacios verdes y zonas de recreo y deporte. De esta forma, se convirtió en parque el millón y medio de metros cuadrados que antes servía de lecho para el Turia.
El parque de cabecera  se inauguró en el año 2005 y es pequeño pero muy bonito y original.

Tiene un lago precioso en dónde hay  una gran cantidad de patos, tortugas y barbos.


En el embarcadero puedes coger un patín con forma de cisne y darte un paseo precioso para ver desde cerca los animales que viven en el lago.

En las orillas hay juncos altísimos y,

una pradera muy grande en donde puedes tumbarte a tomar el sol  o si tienes perro jugar con él sin peligro.
También puedes coger un tren

que te da un paseo por todo el parque de una forma cómoda. Cuando vas dentro de él te puedes encontrar a muchos ciclistas o a gente que va paseando, disfrutando del ambiente festivo que allí se respira.
Hay un auditorio al aire libre, el sábado estaban haciendo una exhibición de diábolo, pero tengo que pediros perdón porque no saqué ninguna foto; solo tenía ojos para mirar el lago ¡Era tan bonito!
Después del paseo en tren fuimos a ver una zona de juegos en donde los niños se lo pasan estupendamente.



Pero fijaros si tengo que preguntar a mis nietos que es lo que más les gusta de su visita a Valencia  me dicen muy contentos:
-¡El mercadillo de cromos!
Pues sí, la primera vez que pasé por la calle Moratín esquina a San Vicente,
vi tanta gente que pensé que era una manifestación,

nos acercamos para ver qué pasaba y nos encontramos con que todo aquel jaleo se debía a  que padres, hijos, primos, abuelos y amigos se juntan allí los domingos para intercambiarse cromos.

Hay de todas las colecciones que os podéis imaginar; solo tienes que llevar los que tienes repetidos y la lista de los que os faltan y,

allí, seguro que los encuentras.

De modo que si en vuestra ciudad no hay un mercadillo como este,

solo tenéis que organizarlo: es lo mejor para completar las colecciones.
Así que ya tenéis dos cosas que hacer si vais algún fin de semana a Valencia. Otro día os hablaré de otros sitios que visitar.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Visita al colegio El Molinico de La Alberca de las Torres.


C. P. El Molinico.



Alumnos de 6º  con su tutora Mª José Carrillo.


El lunes 31 de octubre, visité el colegio El Molinico de La Alberca. La profesora de 6º, Mª José Carrillo, me invitó para que sus alumnos y yo nos conociéramos. A finales del curso pasado, leyó mi libro, “Tango, el perro pastor”, y le pareció apropiado recomendarlo para que fuera la lectura de sus alumnos durante el verano. Los chicos me recibieron estupendamente, me parecieron muy simpáticos y educados. Debido a que era la víspera del día de Todos los Santos y, para romper el hielo, empezamos a charlar sobre las diferentes costumbres de celebrar esta fiesta según los países. También les conté cómo en mi infancia este día era más bien una celebración religiosa y triste y que, sin embargo, ahora con Halloween, se enfoca de manera más lúdica. Despúes comentamos el blog de La abuela atómica en donde yo había colgado una historia que me ocurrió en este día, hacía unos años.
Cuando perdimos la timidez de los primeros instantes empezamos a hablar de Tango. Se notaba que habían trabajado muy bien el libro ayudados por una ficha estupenda que Mª José les había hecho sobre él ; pude observar que además de la historia, también se habían leído mi biografía. Esto, en mi caso, no tiene mayor relevancia porque yo no soy importante, pero me pareció muy bien que su profesora les haya inculcado ese hábito; hay veces que los chicos después de leer una novela no saben ni quién es el autor.
Los niños con mucho interés empezaron a preguntarme las dudas que tenían. Os escribo algunas de las preguntas que me hicieron:
-¿Cómo se te ocurrió escribir este libro?
-Los personajes que salen en él ¿existen?
-¿La historia es verdadera?
-¿Te gustan los perros?
-¿Sabes que en la página 49 hay una errata?
A partir de ese momento se desarrolló una conversación muy amena entre ellos, Mª José y yo. Empecé a contarles cómo me documenté sobre los perros pastores, cómo elegí Burgui como el pueblo en donde ocurre la historia, y cómo me puse en contacto con el Ayuntamiento de ese lugar, para que me facilitara la dirección de algún pastor que quisiera hablar conmigo.
Tres niños me dijeron que querían escribir cuentos cuando fuesen mayores y una de ellas, nos comentó que ya tenía uno escrito. Enseguida quisieron que les dedicase el libro, así ,que para que tuvieran una dedicatoria un poco más extensa de lo habitual, les dije que me gustaría que en la primera página copiasen el íncipit del mismo y yo se lo firmaría debajo. Naturalmente no sabían lo que significaba esa palabra.
Les expliqué que al comienzo de un libro se le llama incipìt, y recordamos un íncipit muy famoso:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme….. Luego leímos el de Tango, lo copiaron todos en la primera página y, por último, se los dediqué.


Pasamos un rato muy agradable, además Mª José es muy aficionada a la fotografía y estuvo haciendo fotos

y hasta algunos videos durante mi visita.
Como la ficha de comprensión lectora que preparó, me parece muy interesante, la pongo también por si a algún profesor le sirve de guía.

Ficha de comprensión lectora, preparada por María José Carrillo, para trabajar el libro: TANGO,EL PERRO PASTOR.

Copia y responde estas preguntas sobre el libro que has leído.
- ¿Te ha gustado esta historia?
- ¿Por qué?
- ¿Te sientes identificado con algún personaje?
- En la lectura sale la expresión “subir a los puertos” ¿qué significa?
- ¿Qué le dice la profesora a Patxi referente a su hijo?
- ¿Qué le sucedía a Tango cada vez que subía a la montaña? ¿Por qué?
- ¿Cómo se llama el amigo del protagonista y de dónde es?
- En la página 49 hay una errata ¿podrías decir cuál?
- ¿Para qué comienzan a adiestrar a Tango?
- ¿Qué es un tándem?
- ¿Qué deciden hacer para el cumpleaños de Adrián?
- ¿Qué le regala su amigo?
- Después de la fiesta reciben una visita sorpresa ¿cuál?
- ¿Qué es un almadiero?
- ¿Es peligrosa esa profesión?
- ¿Qué le pusieron a Luís por su caída? Investiga para qué se pone esa vacuna.
- Haz un resumen del capitulo 8
- Busca en este capítulo y escríbelos, al menos tres verbos que estén en el modo imperativo, otros tres en el pretérito imperfecto de indicativo y otros en el modo subjuntivo.
- ¿A qué se refiere en la pag. 170, cuando dice:”me tendré que conformar con esta réplica”.
Si puedes, visita el blog de la autora: http://www.laabuelaatomica.blogspot.com

Fue un rato muy agradable y enriquecedor, para mí y , espero que, también para ellos. Me despedí esperando volver.

domingo, 6 de noviembre de 2011

La merienda. Relato para la gente con el corazón joven.

Solíamos salir del instituto a las seis de la tarde. Hacía tiempo que habíamos comido, y nuestros estómagos se hacían notar camino de casa. Durante el recorrido que hacíamos diariamente, la calle Goya nos ofrecía cafés y pastelerías con sugerentes escaparates, delante de los cuales, mis amigas y yo nos parábamos a mirar para deleitarnos con las deliciosas tartas y pasteles que estaban expuestos. Metíamos con avidez las manos en los bolsillos de los abrigos y apenas sacábamos dos o tres pesetas cada una, insuficientes para poder comprar algunos de los dulces que allí se vendían. Alguna vez, con suerte, nos comprábamos entre todas una bamba rellana de nata y acabábamos con las narices manchadas por culpa del azúcar que le ponían por encima. Pero eso no era lo corriente, lo normal era que no teníamos el dinero necesario para satisfacer nuestro capricho.
Era invierno y las puertas de cristales solían estar cerradas. Solo se abrían cuando alguien quería entrar o salir del establecimiento. En ese momento todas nosotras, alertas al calor que de allí salía, recibíamos una mezcla de aromas que se desbordaban por la puerta de aquellos magníficos y humeantes lugares. Olíamos las tartas de fresa, los churros y las porras, el chocolate caliente y los cafés que salían continuamente de las barras en dirección a las mesas, acompañados de ensaimadas rellenas de nata. Todos estos olores se mezclaban con el humo de los autobuses y los coches que circulaban por la calzada y, a veces, con el olor a la nieve que, en aquella época, había caído en Madrid.
Cuando nos dábamos cuenta de la imposibilidad de participar en la suculenta merienda que degustaban los afortunados que estaban dentro, acelerábamos el paso sabiendo que en casa, otros olores y sabores calmarían nuestro apetito.
Bajábamos por Narváez y allí nos separábamos hasta el día siguiente.
Cuando me acercaba a mi domicilio, me volvía a invadir el perfume de la masa recién horneada de otra pastelería que acababan de inaugurar unos portales más allá del mío.
Subía en el ascensor procurando que no me viera la portera, todavía no había cumplido catorce años y, a esa edad estaba prohibido subir solos, teníamos que hacerlo acompañados de un adulto. Según me acercaba al sexto piso, iba reconociendo un olor que me era familiar. Era lunes y salía hasta la escalera el aroma a jabón lagarto junto con el del aceite para abrillantar los muebles; la asistenta y mi madre habían hecho limpieza a fondo. Llamaba al timbre con impaciencia:
-¿Qué hay de merendar mamá? Le preguntaba mientras le daba un beso y dejaba la cartera en el suelo, temiendo su respuesta. Soñaba con una merienda apetitosa.
-Pan con chocolate, respondía mi madre, sabiendo que recibiría la noticia con enfado. En aquella época, cuando te metías el chocolate en la boca, sentías una sensación extraña, parecía que estabas comiendo un terrón de arena y, además, se hacía una pasta en la lengua pegándose, al final, en el paladar. No, no era esa la merienda que yo esperaba.
-¡Por favor! déjame que me compre un xuxo-, protestaba mientras se me hacía la boca agua, solo de pensar en el bollo relleno de crema-¡Anda, solo hoy!
-No están los tiempos como para tirar el dinero en caprichitos, me decía, pero al final, iba al dormitorio, cogía el monedero y me daba dos duros:
-Toma, compra uno y lo compartes con tu hermano.
Como loca bajaba las escaleras de los seis pisos y me dirigía a la pastelería. El olor a los cruasanes, ensaimadas y demás bollos, recién hechos, me iba reconfortando según me acercaba a ella. Era como si merendase dos veces, primero cuando lo compraba y, luego, cuando me lo comía.
Ya en casa lo desenvolvía, recogía con cuidado las miguitas de hojaldre que se quedaban pegadas en el papel y me las comía con deleite.
¡Caray! después de todo, tampoco se merendaba mal en casa.
Etiqueta : relato para gente con el corazón joven.

Guille y los Dinosaurios. Infantil y 1er. Ciclo.

Dibujo realizado por Guille.


Guille  ya tiene seis años y los animales siguen siendo sus mejores amigos. Ahora ha descubierto  otro tipo de bichos: los Dinosaurios. Está impresionado con estos esqueletos tan grandes y tan distintos a los que él tiene a su alrededor. 
-Abuela ¿Existen los Dinosaurios?
Tantas veces ha hecho esa pregunta que le han explicado que vivieron hace muchos años y desaparecieron cuando un meteorito gigante cayó sobre la superficie de La Tierra llenándolo todo de destrucción y cenizas.
Se ha aprendido todos los nombres, y también, las características de cada uno de ellos. Cuando su abuela le pregunta alguna cosa sobre este tema, él se lo explica estupendamente:
-Abuela, había Dinosaurios herbívoros y carnívoros. A mí los que más me gustan son el Tiranosaurio, el Velociraptor, el Coleofisis y el Arqueoteris.
             Además de tener muchísimas réplicas de goma de estos animales, tiene todos los libros que encuentra en las librerías sobre ellos:
            -¿Qué libro quieres que te compre?
            -Quiero uno de dinosaurios. 
Cuando sea mayor quiere ser Paleontólogo para ir a buscar restos de animales y fósiles. Le fascina desenterrar huesos; su mamá siempre que puede le compra un juego hecho con yeso en donde están enterrados esqueletos pequeños. Él tiene que buscarlos con paciencia y los va rescatando con la ayuda de un cincel y un martillo de juguete. Cuando los ha descubierto todos monta con mucha paciencia el Dinosaurio completo.
Los dibuja a todas horas y siempre está hablando de ellos. Le pregunta a su mamá:
-¿Cuál te gusta más, el Velociraptor o el Tiranosaurus Rex?
Pablo, su hermanito pequeño, de tanto oír a Guille hablar de estos animales, empieza a aficionarse a ellos.
Los jueves y los viernes ven una serie en la televisión llamada “El parque Prehistórico”. En ese momento, Guille ya no existe para nadie. No se te ocurra decirle algo importante, porque él no se enterará. Solo estará pendiente de la serie. 
En el recreo, lleva siempre un paquete de galletas para comérselas ¿a que no sabéis  qué forma tiene? ¡Pues de dinosaurios!
Un día sus papás y sus abuelos le dan una sorpresa y lo llevan de viaje a Teruel para que vea dónde vivieron algunos de ellos. También, está incluida en el viaje una visita a Dinópolis. Por supuesto, le acompaña su hermano Pablo.
A los niños les gusta  Teruel porque es una ciudad con muchos bosques a su alrededor y porque a Guille le han dicho que allí vivieron esos animales hace mucho tiempo y  sabe que han encontrado huellas, huevos y huesos fósiles. 
Un día  toca  visitar Albarracín y para ir desde Teruel hasta allí han atravesado unas montañas en dónde hay cuevas con pinturas prehistóricas. Guille y Pablo han tenido que escalar un poco para poder verlas. Eso ha sido muy emocionante para ellos. Se han sentido como verdaderos hombres de las cavernas. Han cogido palos y se han hecho muchas fotos delante de las pinturas como si las hubiesen pintado ellos.
Al día siguiente los niños están emocionadísimos. Por fin van a cumplir uno de sus sueños: estar en un mundo mágico rodeados de dinosaurios. 
Han tenido que hacer cola durante un rato, pero por fin, ya están dentro. Al entrar a las instalaciones les han pintado la cara: a Guille de Tiranosaurios Rex y a Pablo de Triceratops.
Con la cara totalmente pintada se preparan para el viaje al pasado.
Han entrado en el  laboratorio de Paleontología en donde estudian todos los fósiles que encuentran. Ven una mandíbula gigante de tiburón, también muchos fósiles de distintos tipos de dinosaurios, y se montan en un coche en donde hacen un viaje en el tiempo y pueden ver una réplica de tamaño  natural de cuellilargo y un Tiranosaurio que sale de los matorrales y  ha dado un chillido tan fuerte que Pablo se ha asustado muchísimo. Después han hecho un viaje por el tiempo montados en una barca: han estado en la edad del hielo y han visto mamuts en una cueva y también hombres prehistóricos.
¡Qué viaje más emocionante!  En cuanto puedan volverán otra vez a Dinopolis.










y

domingo, 30 de octubre de 2011

HALLOWEEN, ANTES DÍA DE DIFUNTOS


Antiguamente,se celebraba el día de difuntos en lugar de Halloween.Cuando yo era pequeña a los niños nos contaban unas historias terribles y  pasábamos  mucho miedo; ahora os podéis disfrazar y asistir a fiestas. Hasta la palabra Halloween  suena como a música ¿a que sí?
Os voy a contar una historia que me ocurrió hace muchísimo tiempo:
Era la época de Halloween y yo estaba en una escuela unitaria en medio de un monte.
La mesa de la profesora estaba de espaldas a la ventana,los niños veían todo el campo, pero yo solo veía la cara de los niños. De repente cuando estaba explicando la lección vi   sus las caras desencajadas y en ese momento  empezaron a gritar como locos. Yo no me acordé de la fecha en que estábamos y, además,  a mí siempre me daba un poco de miedo estar tan sola en medio del monte.   Así que, en lugar  de volver la cara hacia la ventana, que es lo que debía haber hecho, inmediatamente pensé que fuera habría  algún loco que lo chicos conocerían o algo así. Deje que cerraran rápidamente la puerta de la clase y sin poderlo remediar también me puse a chillar presa del pánico. Cuando  me pude dominar, volví la cara  y vi a una mujer,la abuela de un niño, vestida de bruja con escoba y todo.En ese momento me di cuenta de que no debemos dejarnos llevar por los miedos de los demás. De todas formas, me tuvieron que hacer una tila. Yo en aquel momento tuve miedo de los vivos no de los muertos.
Feliz Halloween a todos.


El dibujo lo ha hecho Guillermo. Gracias a él tengo el blog algo más bonito.

Ocurrió en Halloween. Infantil y 1er ciclo

Ocurrió en Halloween


Este cuento y el dibujo están hechos por un niño de cinco años llamado Pablo.
Pablo tenía muchas ganas de tener un cuento en mi blog y, hoy, su deseo se ha cumplido.
Enhorabuena Pablito.


Había una vez un castillo que solo aparecía el día de Halloween.
Asustaba a las personas, por eso todas huían del pueblo.
El pueblo se quedaba solo, vacío y entonces las casas se llenaban de monstruos.
Después de Halloween se iban los monstruos, el castillo desaparecía y
la gente volvía al pueblo y era feliz hasta el próximo día de Halloween y
colorín colorado este cuento se ha acabado.

domingo, 23 de octubre de 2011

Renata, una gata atrevida. Educación Infantil

Renata, una gata atrevida

 

Renata  es muy atrevida.

Cuando trepa a los tejados

casi se juega la vida.

Trepa y se sube hasta el cielo,

pero luego, la muy tonta,

no sabe bajar al suelo.

Cuando se sube al alero

siguiendo a los gorriones,

permanece hipnotizada

con su canto bullanguero.

Esta última semana

se ha pasado varios días

sin querer  comer de nada

escuchando sus gorjeos.

Desde abajo la llamamos,

pero no quiere escucharnos.

Mi madre muy enfadada

ha avisado a  los bomberos.

Subidos por los tejados

con sus trajes encarnados,

corren detrás de Renata,

la sujetan con cuidado

y bajan a nuestra gata.

—¡Eres una descarada!

grita mi madre enojada.

—¡Qué susto que nos has dado!

Yo le susurro al oído—.

—Hoy mi madre, por tu culpa,

me ha reñido con razón.

Si te vuelves a escapar,

te tendré que castigar,

y puede que sin quererlo

te lleves un pescozón.

 

 

 


jueves, 13 de octubre de 2011

Guille y Pablo; Pablo ya llega al lavabo. Infantil, 1er. y 2º ciclo.




Pablo ya llega al lavabo

 Todos los días, cuando Pablo tiene que lavarse la cara y las manos, necesita que su mamá le aúpe,  todavía es pequeño. Él solito no llega, se pone de puntillas y se asoma a ese plato  blanco y gigante que tiene encima de la cabeza. Lo mira con resignación e intenta abrir el grifo, pero nada, es imposible, no llega.

—Mamá, ayúdame, no puedo lavarme.

Su mamá viene rápido, lo toma en brazos, cierra la tapa del retrete y lo sube allí porque desde esa altura lo tiene más fácil: así sí que puede lavarse cómodamente.

Su abuela ha visto el trabajo que le cuesta a su nieto lavarse las manos:

—Pablo, voy a comprar un taburete, lo voy a colocar debajo del lavabo y cuando tengas que abrir el grifo no tienes más que sacarlo y subirte en él. Ya verás cómo así vas a poder hacerlo tú solito.

—Abuela, ¿Qué es un tamburete? —pregunta curioso.

—­Taburete, Pablo  —le rectifica.

Desde que le trajeron el taburete, él ya no necesita llamar a su mamá. Cuando tiene que lavarse o coger agua, lo saca de debajo del lavabo, se sube en él con mucho cuidado y llega perfectamente al grifo. Un día se llevó un buen susto porque al abrirlo, salió mucha agua de golpe y se mojó entero.

  Al pequeño  le gusta mucho jugar  mientras se lava hace mucha espuma porque se pone mucho jabón en las manos y se le pasan las horas  muertas debajo del grifo.

—Ciérralo, que hay que cuidar mucho el agua  —le dice Guille.

Para Pablo, el lavabo es el mar. Lo llena de agua y pone todos los barquitos de plástico que le han regalado para su cumpleaños. Entonces, piensa que es el capitán pirata Pata de  Calamar que va en el barco más  grande en donde lleva prisionero a un marinero, allí tienen lugar grandes batallas.

Otras veces coge los animales de  su hermano y también juega con ellos: un cachalote, una orca y un delfín. Se imagina montado en este último recorriendo los mares detrás de una ballena muy juguetona que se esconde entre los arrecifes. Se pone empapado y mancha todo el suelo. Luego se seca las manos y coloca la toalla en el toallero, pero como la pone mal, siempre acaba en el suelo. Guille  le mira y se sonríe porque le hacen mucha gracia  sus ocurrencias.

—¡No sé qué voy a hacer contigo, siempre te estás mojando! –le dice su madre  bajándole del taburete

Su madre ha guardado el taburete y el niño no puede subirse para jugar él solo. Pablo está un poco triste, echa de menos las batallas marítimas.

Un día al venir del colegio, su mamá le dice:

—Pablo, si quieres merendar, corre y lávate las manos.

Como tiene mucha hambre, el niño ha ido corriendo, se ha puesto un poquito de puntillas,  pero ha llegado al lavabo y ha podido abrir el grifo perfectamente sin ninguna ayuda. Cuando se ha dado cuenta, Pablo ha salido corriendo muy contento:

—¡Mamá, abuela, ya llego al lavabo! He crecido mucho y no he tenido que subirme a ningún sitio. Además hago pipí de pie, como mi hermano y ya no mancho la tabla del váter.

Las dos lo miran muy satisfechas. Su mamá le dice:

—Ves Pablo, como bebes mucha leche y comes mucha fruta, te estás haciendo muy mayor.

Pablo se la queda mirando y se ríe en silencio. Ahora podrá volver a jugar con los barquitos como hacía antes sin necesidad de subirse a ningún lado.

Coge el bocadillo que le  han preparado y se lo come de un tirón; todavía tiene que crecer más si quiere llegar él solo a la estantería de los cuentos, como su hermano Guillermo.

   Todos los días, cuando Pablo tiene que lavarse la cara y las manos, necesita que su mamá le aúpe,  todavía es pequeño. Él solito no llega, se pone de puntillas y se asoma

 a ese plato  blanco y gigante que tiene encima de la cabeza. Lo mira con resignación e

 intenta abrir el grifo, pero nada, es imposible, no llega.

—Mamá, ayúdame, no puedo lavarme.

Su mamá viene rápido, lo toma en brazos, cierra la tapa del retrete y lo sube allí porque desde esa altura lo tiene más fácil: así sí que puede lavarse cómodamente.

Su abuela ha visto el trabajo que le cuesta a su nieto lavarse las manos:

—Pablo, voy a comprar un taburete, lo voy a colocar debajo del lavabo y cuando tengas que abrir el grifo no tienes más que sacarlo y subirte en él. Ya verás cómo así vas a poder hacerlo tú solito.

—Abuela, ¿Qué es un tamburete? —pregunta curioso.

—­Taburete, Pablo  —le rectifica.

Desde que le trajeron el taburete, él ya no necesita llamar a su mamá. Cuando tiene que lavarse o coger agua, lo saca de debajo del lavabo, se sube en él con mucho cuidado y llega perfectamente al grifo. Un día se llevó un buen susto porque al abrirlo, salió mucha agua de golpe y se mojó entero.

  Al pequeño  le gusta mucho jugar  mientras se lava hace mucha espuma porque se pone mucho jabón en las manos y se le pasan las horas  muertas debajo del grifo.

—Ciérralo, que hay que cuidar mucho el agua  —le dice Guille.

Para Pablo, el lavabo es el mar. Lo llena de agua y pone todos los barquitos de plástico que le han regalado para su cumpleaños. Entonces, piensa que es el capitán pirata Pata de  Calamar que va en el barco más  grande en donde lleva prisionero a un marinero, allí tienen lugar grandes batallas.

Otras veces coge los animales de  su hermano y también juega con ellos: un cachalote, una orca y un delfín. Se imagina montado en este último recorriendo los mares detrás de una ballena muy juguetona que se esconde entre los arrecifes. Se pone empapado y mancha todo el suelo. Luego se seca las manos y coloca la toalla en el toallero, pero como la pone mal, siempre acaba en el suelo. Guille  le mira y se sonríe porque le hacen mucha gracia  sus ocurrencias.

—¡No sé qué voy a hacer contigo, siempre te estás mojando! –le dice su madre  bajándole del taburete

Su madre ha guardado el taburete y el niño no puede subirse para jugar él solo. Pablo está un poco triste, echa de menos las batallas marítimas.

Un día al venir del colegio, su mamá le dice:

—Pablo, si quieres merendar, corre y lávate las manos.

Como tiene mucha hambre, el niño ha ido corriendo, se ha puesto un poquito de puntillas,  pero ha llegado al lavabo y ha podido abrir el grifo perfectamente sin ninguna ayuda. Cuando se ha dado cuenta, Pablo ha salido corriendo muy contento:

—¡Mamá, abuela, ya llego al lavabo! He crecido mucho y no he tenido que subirme a ningún sitio. Además hago pipí de pie, como mi hermano y ya no mancho la tabla del váter.

Las dos lo miran muy satisfechas. Su mamá le dice:

—Ves Pablo, como bebes mucha leche y comes mucha fruta, te estás haciendo muy mayor.

Pablo se la queda mirando y se ríe en silencio. Ahora podrá volver a jugar con los barquitos como hacía antes sin necesidad de subirse a ningún lado.

Coge el bocadillo que le  han preparado y se lo come de un tirón; todavía tiene que crecer más si quiere llegar él solo a la estantería de los cuentos, como su hermano Guillermo.

 


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martes, 11 de octubre de 2011

Tango, el perro pastor; 1er. capítulo

Aquí podéis leer el primer capítulo de Tango, el perro pastor. Estoy segura que si lo hacéis, no os conformaréis con estas páginas sino que querréis llegar al final. Espero que os guste.
       1
      La familia
      aumenta

Era media noche; las montañas del valle del Roncal estaban bañadas por la luz de una inmensa luna. El cielo tenía tantas estrellas que era difícil dejar de mirarlas. Los gigantes de piedra que formaban las foces por donde se deslizaban las aguas del río Esca se levantaban amenazadores.
Asombrado ante tanta belleza, pensaba que ningún otro sitio era tan bonito como su pueblo. Adrián vivía cerca de Burgui, un pequeño rincón situado a la entrada del valle del Roncal. Esa noche, el agua se oía bajar con fuerza y a él siempre le había gustado escuchar su sonido. Había salido a refrescarse después de la gran actividad vivida en su casa hacía unos momentos; sin  embargo, el frío del mes de diciembre le hizo desistir del paseo que tenía previsto y rápidamente volvió a entrar.
Don Jacobo, el veterinario, estaba de pie al lado de la cuadra lavándose las manos en una palangana que Carmen le había llevado para que se asease. Estaba bastante cansado después de ayudar a Duna en la tarea de traer al mundo a una camada de ocho cachorros. Whisky, el padre de los perritos, había estado observando muy nervioso todas las idas y venidas del veterinario.
Adrián se arrodilló cerca de su perra con cara de admiración. ¡Cómo era posible que hubiera llevado ocho cachorros en la barriga y encima acompañar a su padre a cuidar el rebaño! Duna era una perra fantástica.
Cuando entró de nuevo, Patxi, el padre de Adrián, estaba hablando con el veterinario:
—Don Jacobo, yo valoro mucho su trabajo y no voy a regatearle ni un euro, pero sabe bien que, si no fuera porque estos perros son muy necesarios para cuidar nuestras ovejas, no me gastaría ni un céntimo en ellos. Necesitamos todo el dinero para poder sobrevivir. Los pastores no salimos de pobres. Usted, mejor que nadie, conoce nuestro problema.
—¡Ande, Patxi, no sea pesimista! Ya verá cómo este año todo irá mejor. Las predicciones del tiempo dicen que lloverá bastante y, si los pastos son buenos, tendrá mejores ovejas y aumentará su rebaño.
—¡Dios le oiga, don Jacobo! Si todo fuera como usted dice… Pero ahora ya no nos compran ni la lana ni la piel de las ovejas. Desde que aparecieron los tejidos sintéticos y el plástico, tengo que pagar para que me ayuden a esquilar el rebaño y encima pierdo dinero. Como esto siga así, voy a tener que dejar el ganado e irme a la ciudad a buscar trabajo.
La cara de Patxi mostraba una gran pena, pues, para él, dejar el valle del Roncal hubiera sido su muerte. No conocía otra tierra y la llevaba en la sangre. En las noches de invierno, siempre que podía, le contaba a su hijo historias de cuando era pequeño. Le hablaba de su abuelo, el padre de Patxi, que había sido almadiero y siempre le oyó decir que ni él ni su abuela querían para sus hijos un trabajo tan peligroso… Esa fue una de las causas por las que no siguió sus pasos; la otra, la más importante, fue la construcción de la presa de Yesa, que cambió parte del curso de los ríos en el Pirineo navarro y, por consiguiente, acabó con la industria de la almadía. Así que, aunque pensaba que los almadieros tenían una ocupación más excitante que la suya, siendo casi un niño, catorce años, Patxi ya subía con el rebaño y se quedaba en las cabañas como si fuera un hombre.
Cuando su padre hablaba de marcharse de allí, Adrián le escuchaba con preocupación. Siempre que sacaba ese tema, el chico se ponía triste; no se imaginaba el día a día sin él y, aunque tenía mucho genio, la vida sin su compañía se le haría cuesta arriba.
Él le acompañaba a los puertos, como se dice en Burgui cuando suben a los prados de Belagua en la montaña con las  ovejas, siempre que podía con sus dos perros pastores. Estos bellos y dóciles animales eran Duna y Whisky, que guiaban el rebaño con una inteligencia y maestría superior a la de las personas. Por eso, para Adrián, el día de hoy había sido un gran acontecimiento. Casi como si hubiera aumentado su propia familia. ¡Los quería tanto!
Antes de irse, don Jacobo dejó el nombre de unas inyecciones de calcio para Duna:
—Ocho cachorros tiran mucho y la madre puede enfermar dijo el veterinario.
—¡Menos mal que tengo apalabrados siete perros y su venta me dará un poco de dinero para pagar los gastos!
Adrián escuchó a su padre y le preguntó:
—Padre, ¿me podré quedar con uno, verdad?
—Ya veremos. Si me sale otro compromiso, los vendo todos. No están los tiempos para desaprovechar ni un euro.
—Pero, papá, tu amigo Pedro Jesús  tiene tres perros y nosotros solo tenemos a Duna y a Whisky.
—Pedro Jesús tiene más ovejas qué nosotros y puede permitirse todos los perros que quiera.
Adrián se fue a su cuarto con los ojos llenos de lágrimas. ¡Eran tan bonitos! Y además sabía que a Duna le sería más fácil la separación de sus cachorros si le dejaban al menos uno.
La mamá de Adrián, Carmen, se dio cuenta de la desilusión de su hijo. Se despidió de don Jacobo, que continuaba hablando con Patxi, y le siguió a su cuarto.
Adrián se había echado en su cama mirando a la pared, pero, por los suspiros que daba, su madre adivinó que estaba llorando. Se sentó a su lado y, pasándole la mano por la cabeza, empezó a acariciarlo suavemente:
—Adrián, hijo, no te preocupes todavía. Tu padre no te ha dicho que sea seguro que los vaya a vender todos. Por lo menos van a estar con Duna dos meses más o menos. No pienses en que se van a ir y disfruta de ellos durante ese tiempo.
—Mamá, por favor, convéncele para que me deje quedarme uno. Yo le prometo que lo entrenaré para que gane los concursos de recogida de ganado y así no será una carga para la casa.
Carmen le besó en la frente y le prometió que hablaría con él.
Pasaron dos o tres semanas y los cachorros ya andaban alrededor de su madre y jugaban entre ellos. Una tarde, Adrián recibió una visita que le llenó de alegría. Era Luis, el hijo de los vecinos de la casa de al lado.
Se llevó una gran sorpresa, hacía tiempo que no le veía.
Luis vivía en Pamplona y solo venía al valle en vacaciones o algunos fines de semana. No era normal que, quedando pocos días para la Navidad, hubieran adelantado su viaje. Por allí no había muchos chicos con los que distraerse; por eso, cada vez que los vecinos llegaban era como una fiesta.
—¡Qué alegría, Luis, qué suerte que estés aquí; tengo muchas cosas que contarte!
—¿Han nacido ya los cachorros? Hemos venido principalmente para conocerlos.
Los dos eran de la misma edad, pero Luis iba un curso por delante, ya que Adrián perdía bastantes clases cuando tenía que ayudar a su padre con el rebaño. Eso le retrasaba en sus estudios. Los chicos del valle iban todos a un instituto en Roncal, pero el número de alumnos era pequeño, por eso Adrián tenía pocos amigos.
La profesora ya había hablado varias veces con Patxi para hacerle razonar sobre este asunto:
—Mire, si su hijo falta tanto, no va a poder elegir otro trabajo cuando sea mayor que el de pastor. Es lo único que va a saber hacer. Es una pena que un chico tan listo y con tanta sensibilidad no tenga las mismas oportunidades que el resto de sus compañeros.
Patxi reconocía que la profesora tenía razón y durante unos días el chico iba a clase con regularidad, pero, poco a poco, el trabajo con el ganado le iba agobiando y un buen día le decía:
—Adrián, mañana me tienes que ayudar sin falta; hay varias ovejas a punto de parir; mientras yo las atiendo, tú tienes que encargarte del resto del ganado.
Así empezaba otra vez a saltarse las clases, con el consiguiente disgusto de todos, menos de Patxi, que se sentía aliviado con la ayuda de su hijo. El único entretenimiento que tenía Adrián era hacer figuras talladas en madera. ¡Cualquier tronco que estuviera en su mano se podía transformar en lo que él quisiera!
Adrián cogió del brazo a Luis y le señaló el camino con mucha delicadeza, sabía la dificultad que tenía para ver bien. Luis padecía una enfermedad en la vista llamada retinosis pigmentaria que le producía falta de visión, lo que le restaba bastante movilidad; aunque no era normal que la padeciesen las personas tan jóvenes, a él se la diagnosticaron siendo bastante pequeño.
—Ven conmigo, te los voy a enseñar. Los tenemos guardados en la cuadra porque allí están más calentitos; tienes suerte, porque todavía no los hemos vendido.
Luis, más que verlos, los acariciaba y los tocaba con muchísima ternura.
—¡Qué suaves y juguetones! Son preciosos. Si mis padres me dejaran quedarme con uno…
—Es imposible, Luis. Si nos lo hubieses dicho antes, te podríamos haber reservado uno, pero ahora ya los tenemos todos apalabrados.
Al chico se le hizo un nudo en la garganta y a Adrián también, porque le quería mucho y sabía que un perro le haría mucha compañía. Aunque él vivía en la ciudad, allí tampoco tenía muchos amigos. Aquí en el monte era diferente, pues solo al cruzar la verja ya estaba Adrián esperándole para estar con él.
Adrián se acordó enseguida de los consejos que le dio su madre la noche del parto de Duna y le dijo:
—Luis, no te preocupes. Disfruta de ellos ahora que estás aquí. Además, Duna tendrá otra vez cachorros antes de que nos demos cuenta y, entonces, te prometo que te guardaré uno.
Así quedó todo. Estuvieron jugando con los perritos y, ya llegada la noche, Adrián
acompañó a Luis a su casa. Mientras, Amalia, la madre de Luis, había llamado a los padres de Adrián para pedirles permiso para que se quedase a cenar y a dormir con su hijo. Cuando terminaron de cenar subieron a la habitación y Luis enseñó a Adrián algunos de sus libros escritos en Braille.
Era la primera vez que él veía unos libros con las páginas llenas de puntitos en relieve, en lugar de con letras e ilustraciones; estaba muy sorprendido. Luis le explicó que estaban escritos especialmente para ciegos:
—El señor que inventó este sistema se llamaba Braille y, gracias a él, yo puedo leer todo lo que quiero, lo mismo que tú.
—Hombre, yo ya había oído hablar de un método para ciegos, pero, chico, ver los libros de esta forma me ha dejado de piedra. ¡Vaya tío listo ese Braille!
Luis se echó a reír; le dio a Adrián un libro de aventuras y estuvieron leyendo hasta bien entrada la noche.
—¡Cómo me gusta que tu madre me haya invitado! Así, mañana no me tendré
que levantar temprano para ayudar a mi padre con el rebaño. Buenas noches, Luis.
—Buenas noches.
Adrián soñó que vivía en una casa preciosa. Tenía todo lo que quería y no necesitaba vender sus perros para sacar dinero. Luis soñó que estaba en el prado con un montón de cachorros que se le subían encima y no paraban de lamerle la cara y jugar con él.
Al día siguiente, se levantaron pronto y salieron a jugar con Duna y los perros. Whisky estaba con Patxi en los corrales con el rebaño. Había muchas ovejas recién paridas y necesitaban muchos cuidados. Sin embargo, Adrián estuvo todo el tiempo con su amigo.
Así pasó el fin de semana y todo volvió a la normalidad: los vecinos regresaron con pena a Pamplona y Adrián volvió al instituto, aunque de vez en cuando interrumpía sus estudios para ayudar a su padre con el rebaño

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El verano en Alicante. Feria de artesanía en la Explanada:Talleres para la confección de adornos hechos con azúcar y para la elaboración del jabón casero.

La Asociación de Artesanos de Alicante (A.P.E.A.) en colaboración con la Cámara de Comercio, organiza la Feria de Artesanía durante el verano en la Explanda; también prepara talleres para los niños en dónde pueden participar y aprender a hacer muchas manualidades.Yo tuve la suerte de ver un taller realizado por Raúl Asensio, Presidente del la Asociación de pasteleros de Alicante y otro para la fabricación de jabón, realizado por Mª José Alcocer Abellán, aunque sé que se hicieron algunos más.
El primero, fabricó con azucar broches, pendientes, collares y pulseras. Los niños disfrutaron por triplicado, primero haciendolos, luego luciendolos y después comiéndoselos porque estaban buenísimos.
                                                 Raúl trabajando con el azúcar.

                                          Insertando bolas de azúcar que imitan el ámbar.


                                         Collar terminado; está precioso y además muy rico.


                                                             Otros dulces adornos


Aquí vemos a Raúl y a una seguidora del taller montando otro collar, delante de la foto hay numerosos adornos todos hechos con azúcar; los niños se divirtieron muchísimo con él.

Otra tarde, cuando paseabamos por la Explanada me encontré con otro taller en el que estaban elaborando jabón. Siempre me ha atraido este trabajo pues el olor que despide el jabón casero, me recuerda a mi madre, que aprovechaba el aceite frito para elaborar unas maravillosas pastillas de jabón que lavaban mucho mejor que cualquiera de los detergentes que anuncian hoy por televisión.
La profesora artesana del taller, Mª José Alcocer me envió amablemente la receta por si alguno de vosotros quiere hacer jabón como lo hacían las  abuelas. ¡Mucho cuidado! Siempre hay que hacerlo con una persona mayor  porque es muy peligroso.

                                           Elaboración de jabón para lavar la ropa 

Esta es la manera que me ha enseñado mi madre para hacer jabón, ella lo aprendió de sus mayores en Jumilla, el pueblo donde nació.

Una vez nos hemos protegido adecuadamente, puesto mascarilla, guantes y gafas protectoras (ya que lo que vamos a hacer puede producir quemaduras y emite vapores tóxicos), empezamos a hacer el jabón.
Se disuelve la sosa caustica en agua y se mezcla con el aceite (que suele ser el que se ha utilizado para cocinar) y la colofonia (resina de pino), con una caña o palo largo se remueve bien todo y se deja reposar hasta el día siguiente, que será cuando lo pongamos en el fuego a calentar. Cuando empiece a hervir movemos la mezcla sin parar hasta que se han disuelto todos los componentes (una hora u hora y media). A continuación con mucho cuidado, porque quema, sacamos la pasta que se ha formado y la ponemos en los moldes para dejarla enfriar. Cuando está fría y un poco dura, con guantes (ya que aun no es jabón y puede irritar las manos) cortamos el bloque en trozos y lo ponemos en cajas con telas durante un mes, ya que es el tiempo que hace falta para que el jabón se haga y se pueda utilizar.


Hay que protegerse muy bien para hacer la pasta del jabón.

                                                Moldes para echar la pasta de jabón

                                            Cuando es jabón se solidifica, se corta en trozos.

                                           Cuando hemos terminado, las pastillas parecen trozos de cristal


Fijaos bien,estos son los utensilios que se utilizaban antiguamente para lavar: un barreño de zinc, la tabla para restregar la ropa, mucho jabón y las manos de las madres, fuertes para trabajar y suaves y tiernas para acariciar.

Con este taller sobre la fabricación del jabón, van a terminar mis trabajos sobre el verano en Alicante, espero que os haya gustado.El mes próximo volveré a contaros cuentos para que soñéis un poquito con ellos.