Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

domingo, 20 de enero de 2013

GUILLE Y PABLO. PIPO Y PIPA Educación infantil,1º y 2ºPrimaria de







agapornis con 24 dias (49K)

Pipo y Pipa

Guille y Pablo han ido con su mamá a un centro comercial y han visitado una pajarería en donde hay muchos animales.

La encargada está dando de comer una papilla a unos pollitos de agapornis que todavía no tienen plumas.

—¿Qué clase de pájaros son estos pollitos? —pregunta Guille a la señora que los está alimentando.

—Son agapornis papilleros.

—¿Y eso qué es? —vuelve a preguntar el niño muy extrañado.

—Son loritos pequeños. Si desde que nacen los alimentas con esta papilla, se acostumbran a ti como si fueras su madre. Los puedes amaestrar fácilmente y sacarlos de la jaula cuando quieras; siempre vuelven con su dueño.  

—¡Queremos comprar un lorito de estos mamá!

—Yo os recomiendo que os llevéis dos: un macho y una hembra. Estos pajaritos no deben vivir solos; si compráis uno, se moriría de tristeza  —les explica la señora que los está cuidando.

—¿Y eso, por qué?  —insiste Guille.

—Estos pajaritos siempre tienen la misma pareja durante toda la vida, por eso les llaman los pájaros del amor.

—¡Anda mamá, vamos a llevarnos dos agapornis a casa! —le suplican los niños a su madre.

A la mamá de Guille y Pablo, no hay que insistirle mucho cuando se refiere a animales, le gustan más que a ellos, ¡qué ya es decir! Así que accede a la petición de los niños.

—Antes de pasarlos a la jaula, los debéis de meter en una cajita con papeles suaves para que estén calentitos. ¡Ah! Y limpiadla cada dos días aproximadamente.

Después de escuchar todas las recomendaciones de la señora de la tienda compran la jaula que les indica y dos papilleros pequeñitos y se van contentísimos a casa.

Les han puesto de nombre Pipo y Pipa y ya los quieren como si fueran de la familia.

Guille les alimenta con su jeringuilla cinco veces al día y cuando los pájaros lo ven llegar, abren el pico como si fuera su mamá la que les está dando de comer. Cuando llegaron a casa tenían las plumitas blancas, pero ya les están saliendo las verdes. Su madre cree que es hora de pasarlos a la jaula y ese cambio lo hacen con mucho cuidado para que no se dañen.agapornis con 28 dias (49K) Con el tiempo Guille los ha podido amaestrar, se los pone en el hombro y se pasea con ellos por la casa. Los deja que se den una vuelta por el salón y después se meten en su jaula ellos solitos.

Un día la madre de Guille y Pablo, sin darse cuenta, se ha dejado la puerta abierta  y Pipa se  escapa. La busca por todo el jardín porque tiene la esperanza de que vuelva, pero piensa en el disgusto que se va a llevar Guille cuando vuelva.

Pablo es pequeño, no va al colegio, y se ha dado cuenta de todo lo que ha pasado con Pipa.

La mamá se va a la pajarería y compra otra hembra parecida. Esta ya es mayor  y como no ha comido nunca de la mano de Guille, el niño se extraña de que no le haga caso y no se ponga encima de su hombro. Además, algunas veces, pica a Pipo.

—¡Qué raro! —dice Guille—, Pipa se comporta de una forma muy rara. A lo mejor es que está un poco celosa.

—Claro Guille. Siempre haces más caso a Pipo. Tienes que estar un poquito más con ella –le explica su madre para evitar que se de cuenta de que esa no es su pajarita.

Pablo, con su media lengua le dice a Guille:

—“Eta no e Pipa. Pipa sa ido”.

Guillermo no le entiende y cada vez que el niño coge a los agapornis se sigue extrañando de que  Pipa no le haga caso. Pablo  le vuelve a repetir:

—“Eta no e Pipa, Pipa sa ido,” pero Guille sigue sin  entender lo que quiere decir su hermano y continúa muy feliz cuidando de sus papilleros.

Con el tiempo, Pipo y Pipa se han acostumbrado a vivir juntos. Ya no se pelean y además hacen cosas muy graciosas como dar vueltas a la derecha o a la izquierda, bailar y jugar a la pelota con una bolita muy pequeña de fieltro.

En el colegio, con el fin de fomentar el amor y el respeto por los animales, han organizado un concurso. Los niños que tienen animales en casa pueden demostrar lo que se consigue con sus mascotas  a base de cariño y tesón. ¡Allí van Guille y Pablo con sus agapornis para probar que son los mejores!

Se colocan cada uno en los extremos del escenario y un profesor se ofrece para ayudar.

—¡Abra la jaula profesor!

El profesor hace lo que le dice Guille y los dos pajaritos emprenden el vuelo colocándose cada uno sobre el hombro de uno de los niños.

—Pipo, aquí  —y Pipo sale volando a posarse en el dedo de Guille.

—Pipa, aquí  —y Pipa hace lo mismo con Pablo.

Sus compañeros les aplauden con mucho entusiasmo. Después los ponen encima de una mesita pequeña que hay sobre el escenario y les colocan una pelotita dentro de un vaso de plástico transparente. Lo empujan con el pico y juegan al fútbol.

Sus amigos se ponen de pie  y aplauden a rabiar;  el jurado les ha dado el primer premio: un viaje para ver el parque zoológico de Madrid.

Los niños están contentísimos. ¡No podían haber recibido un regalo mejor!

agaporni con 37 dias (33K)


Todas esta fotos tan bonitas las he sacado de una página en donde han fotografiado día a día la evolución de estos loros tan bonitos.  Es un reportaje precioso realizado por un amante de los animales llamado Jordi R. Si queréis enteraros bien  de toda su vida desde que nacen entrad en esta página. Os encantará,aquí la tenéis.
http://www.agaporniscoqui.es/evolucion-agapornis.html

domingo, 6 de enero de 2013

Jesús, tu mejor amigo. El último cuento de esta Navidad.

Convento franciscano de Santa Catalina del Monte.




En la homilía de la misa de hoy, un sacerdote franciscano  del precioso convento de Santa Catalina del Monte de Murcia, nos ha contado este cuento como ejemplo de la bondad de Jesús. Me ha gustado tanto que le he pedido permiso para poder subirlo a mi blog y, él, amablemente, me lo ha dado. Nadie sabe quién es el autor; dice que lo ha oído muchas veces pero ha pasado de unos a otros como ejemplo de la ayuda que podemos encontrar en Jesús.










Jesús, tu mejor amigo.

Se dice que cuando los pastores se alejaron y la quietud volvió, el Niño del pesebre levantó la cabeza y miró la puerta entreabierta. Un muchacho joven, tímido, estaba allí, temblando y temeroso.

—Acércate —le dijo Jesús— ¿Por qué tienes miedo?

—No me atrevo, no tengo nada que darte.

—Me gustaría que me dieses un regalo —dijo el recién nacido— (Jesús, como era Dios, podía hablar).

El pequeño intruso enrojeció de vergüenza y balbuceó:

—De verdad, no tengo nada. Nada es mío, si tuviera algo, algo mío, te lo daría.  Mira.

Y buscando en los bolsillos de su pantalón andrajoso sacó una hoja de cuchillo herrumbrada que había encontrado.

—Es todo lo que tengo, si la quieres, te la doy.

—No—contestó Jesús— guárdala. Querría que me dieras otra cosa. Me gustaría que me hicieras tres regalos.

—Con gusto —dijo el muchacho—, pero… ¿qué?

—Ofréceme el último de tus dibujos.

El chiquillo, cohibido, enrojeció. Se acercó al pesebre y, para impedir que María y José lo oyeran. Murmuró al oído del Niño Jesús:

—No puedo…, mi dibujo es horrible…, ¡nadie quiere mirarlo!

—Justamente, por eso lo quiero, siempre tienes que ofrecerme lo que los demás rechazan y lo que no les gusta de ti. Además quisiera que me dieras tu plato.

—Pero… ¡lo rompí esta mañana! —tartamudeó el chico.

—Por eso lo quiero. Debes ofrecerme siempre lo que está quebrado en tu vida, yo quiero arreglarlo. Y ahora —insistió Jesús—, repíteme la respuesta que le diste a tus padres cuando te preguntaron cómo habías roto el plato.

El rostro del muchacho se ensombreció, bajó la cabeza. Avergonzado y, tristemente, murmuró:

        —Les mentí. Dije que se me cayó de las manos, pero no era cierto. ¡Estaba enojado y lo tiré con rabia!

—Eso es lo que quería oírte decir —dijo Jesús—. Dame lo que hay de malo en tu vida, tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías, tus crueldades. Yo voy a descargarte de ellas. No tienes necesidad de guardarlas. Quiero que seas feliz y siempre voy a perdonarte tus faltas. A partir de hoy me gustaría que vinieras todos los días a mi casa.

Y así el Niño Jesús se hizo amigo de aquel niño que fue a visitarle al portal.



Ojalá que todos los amigos que tengamos sean como Jesús.


 



San Luis Potosí México
http://www.navidaddigital.com/belenes/de/chuy12rc/ San Luis Potosí Méjico.





jueves, 3 de enero de 2013

Una Real visita. Para todas las edades.

Una Real visita

Blasito estaba mirando la calle a través de los cristales de su casa; fuera soplaba un viento   muy fuerte, y unos nubarrones grises cubrían el cielo. Parecía que iba a descargar un chaparrón en cualquier momento. Había bajado la temperatura bastante. Seguro que ya estaban   bajo cero. Allí donde vivía, en el momento en que se ponía el sol, no se podía asomar la nariz fuera.

—No hace una tarde muy agradable para salir de paseo, pero si los Reyes Magos vienen   desde muy lejos al pueblo para hacernos una visita y traernos regalos, no puedo quedarme en casa de brazos cruzados.

Saldría a verlos como todos los años.


Blas vivía en una aldea pequeña en la montaña. Allí, en invierno, normalmente hacía un tiempo desapacible que no invitaba a pasear. Dentro de su humilde casa se respiraba un ambiente cálido y confortable. En la cocina era donde hacían la vida, comían y veían la televisión. La chimenea estaba encendida día y noche durante varios meses. Tenían leña almacenada en la cuadra para poder afrontar las heladas y las nieves. Su abuelo era el encargado de recogerla durante el verano, y él le ayudaba muchos días. También echaban piñas al fuego, que chisporroteaban como si fueran palomitas de maíz. Sus padres trabajaban un pequeño trozo de tierra que apenas les daba para ir tirando. Siempre olía a café recién hecho y a la comida que hacía su abuela.

 Blasito miraba a la chimenea y a continuación a la calle, y la verdad es que había que pensárselo dos veces para salir, pero ya lo tenía decidido, iría a ver la cabalgata como todos los años.

Cada Navidad, Blas ponía el belén, un belén muy sencillo, igual que su familia. Solo tenía el Nacimiento, dos pastores, uno de ellos cojo, tres ovejas y una lavandera. No tenía Reyes Magos; cuando su padre se lo regaló no había dinero para más figuras. Las figuras de los reyes y los pajes eran las más caras, así que le prometieron que cuando pudiesen se las comprarían para que tuviese el belén completo, pero nunca llegó ese momento. Blasito ya estaba acostumbrado a su humilde belén y, para él, era el más bonito de todos los del pueblo. Le gustaba más que el del Ayuntamiento, que ya es decir.

 Lo adornaba con piñas naturales, musgo, piedras del río y castañas. Siempre lo ponía cerca de la lumbre para que al Niño Jesús le dieran calor las llamas. Los reflejos rojos y naranjas del fuego lo iluminaban tanto que no le hacía falta colocarle ninguna bombilla; despedía luz como si las tuviera.

Blasito tenía una costumbre, el día de la Cabalgata cogía con mucho cuidado sus figuritas, se las metía en los bolsillos y se iba con ellas para que vieran pasar a los Reyes Magos.

—Ya que no los tienes en tu belén —le decía al Niño Jesús—, por lo menos los verás todos los años; al fin y al cabo vienen a saludarte a ti.

Por fin se decidió; se puso el gorro, la bufanda, los guantes y un abrigo tan corto que las mangas no le llegaban a las muñecas. Se colocó en los bolsillos del mismo, con mucha delicadeza, a San José, la Virgen y al Niño; y en los bolsillos de los pantalones se guardó a los pastores y a la lavandera.  Los protegió con papeles para que no se rompieran, y salió de la casa. Inmediatamente, el frío del atardecer le dio en la cara. Miró al cielo y vio algunas estrellas en el firmamento. Se parecía al cielo de papel que tenía pegado en la pared, detrás de su belén. ”Estaba precioso” pensó.

—Vaya, parece que  nos vamos a librar de la lluvia —exclamó contento, mientras de dirigía a la Plaza del Ayuntamiento.

        Allí, siempre se colocaba a horcajadas en la rama de un algarrobo muy grueso que había plantado su abuelo cuando era joven. Esa tarde, la gente se agolpaba debajo de los soportales, “al menos allí estaban a cubierto”, pensaban. Ya se aproximarían cuando oyesen anunciar que venían los camellos y los pajes. Blasito se encaramó al árbol de siempre, su amigo Tomás estaba esperándole. Desde arriba se notaba más el frío y el aire que en el suelo.

—Creía que ya no ibas a venir. ¿Te has traído tu belén?  —le preguntó.

—Claro, como todos los años. Tú sabes que no falto nunca. Venga vamos a colocarlo antes de que llegue la cabalgata.

Realizado por Guille Martínez Ortiz  11 años.

Tomás y Blas colocaron a la Virgen y a San José al lado del Niño Jesús enganchados en los nudos de la madera para sujetarlos bien. Los pastores estaban en fila, un poco más atrás para que viesen venir a sus Majestades. El pastorcito cojo apenas podía guardar el equilibrio, así que Tomás, con una navaja, hizo una hendidura en la rama en donde estaban encaramados y colocó la figurita.  Se estaba haciendo de noche y el viento arreciaba, más aún encima del árbol, aunque desde arriba todo se veía estupendamente.      

 Por fin aparecieron las motos de la policía que iban despejando las calles para que pasase la cabalgata sin ninguna dificultad. Se oyó el sonido de las trompetas, platillos y tambores que tocaban los músicos de una banda con la alegría correspondiente a ese momento tan especial para todos. Detrás, aparecieron pastores llevando sus rebaños, señoras con cestas llenas de pan recién hecho, labradores con canastos llenos de frutas y así muchas personas que representaban los personajes del belén que iban a adorar al Niño. Después, venía lo más emocionante: los pajes de los Reyes Magos   conducían unas carrozas preciosas adornadas con todo tipo de flores, dulces y caramelos. Detrás, en los remolques se veían los paquetes con todos los regalos para los niños que se habían portado bien.

—Tomás, ¿Qué le has pedido este año a los Reyes?

—Yo le he pedido una bicicleta, aunque mis padres dicen que si no me la traen, será porque este año los Reyes están más pobres, y ¿tú?

—Yo quiero un ordenador, pero ya veremos si tengo suerte.

Mientras hablaban, vieron llegar en sus camellos a Melchor con su gran barba blanca y tres pajes, detrás iba Gaspar, y por último Baltasar con un turbante precioso sujeto con un gran broche y una esmeralda en el centro. Blas se inclinó para verlos mejor, pero con la emoción del momento no se dio cuenta de que se habían movido las figuras y los dos pastorcillos se cayeron en el preciso instante en que Baltasar pasaba por debajo de ellos. El rey, al verlas caer del árbol, alargó la mano cogiéndolas al vuelo. Blas se quedó sin respiración; no se podía imaginar que le fuera a pasar eso.  Baltasar y él estaban a la misma altura, entonces el rey, mirándole a los ojos, acercó su camello para poder hablar mejor con el niño:

—Blas, debes tener más cuidado, todos los años el mismo trajín con tu belén; tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Esto tendremos que arreglarlo.

¡Blas estaba tan nervioso y alegre! ¡Nunca se hubiese imaginado que el rey Baltasar iba a hablarle, ni que se hubiese dado cuenta de que todos los años montaba su belén en la rama del algarrobo para que el Niño los viese pasar! Luego le sonrió y siguió despacio a los otros dos Magos. Tomás estaba emocionado, le parecía que su amigo era el más afortunado del pueblo porque había podido hablar con uno de los Reyes.

—¡Qué suerte! Te ha llamado por tu nombre, te ha conocido —le dijo Tomás.

—Oye, ¿te has dado cuenta de lo que me ha dicho? Con los nervios no lo he podido escuchar —le preguntó Blasito.

—Pues la verdad es que no lo he entendido bien. Ha dicho algo de un cántaro y una fuente. No tengo ni idea de lo que quería decir con eso del cántaro —le contestó Tomás rascándose la cabeza pensativo.

        Después del sobresalto, cuando terminó de pasar la cabalgata, recogieron las figuras, se las guardó con cuidado, y rápidamente descendieron al suelo. En ese momento empezaron a caer unas gruesas gotas que se convirtieron en un aguacero en pocos minutos. Blasito y Tomás se refugiaron en los soportales de la plaza, pero el aire empezó a soplar con tanta fuerza que el agua entraba en los soportales y les mojaba la ropa como si estuvieran al descubierto. Estaban comentando lo ocurrido aquella tarde, cuando vieron llegar corriendo al padre de Blas con dos paraguas muy grandes; venía a buscarles.

Foto.Día de lluvia.

—Menos mal que estáis aquí debajo con la que está cayendo. Venga Tomás, te acompañamos a tu casa. Coge este paraguas.

Cuando iban por el camino, le contaron muy excitados todo lo que había sucedido aquella tarde, y el padre les escuchaba sorprendido y emocionado. Por fin dejaron a su amigo en casa y se encaminaron hacia la suya. Abrieron la puerta y entraron en el pequeño recibidor.   Después de sacarse las figuras de los bolsillos, colgaron los abrigos en una cabeza de ciervo disecada que servía de perchero y pasaron a la cocina; con mucho cuidado las volvió a colocar en el belén.

El ambiente cálido que se respiraba allí les reconfortó. Fuera quedaba la noche oscura y fría. Su madre salió a recibirlos llena de alegría.

—Menos mal que ya estáis en casa, ¡menuda nochecita!

Blas, ¡no sabes lo que ha pasado mientras estabas fuera!, has recibido una visita y te han traído un paquete.

—Mamá, ¿quién ha venido a verme?

—¿Ah? Abre el regalo y te enterarás tú mismo.

El niño, muy nervioso, cogió con mucho cuidado la caja que estaba envuelta en un precioso papel de regalo lleno de estrellas brillantes. La abrió y vio que dentro había unas figuras liadas en papeles de burbujas para protegerlas de los golpes. Las desenvolvió despacio y fueron apareciendo los tres Reyes Magos montados en camellos, con sus pajes. Eran las figuras más bonitas que había visto en su vida, ahora sí que tenía el belén completo. ¡Por fin podía dejar tranquilo al Niño Jesús en su cuna! Ya no le molestaría más en las próximas navidades. Las colocó delante del Portal y luego leyó la carta que acompañaba al paquete:

 

 

 

Querido Blas:

Tu cariño hacia nosotros y hacia el Niño Jesús te hace merecedor de una recompensa. No podíamos dejar ni un año más que sacases todas tus figuritas de casa con el frío que hace en estos días, por eso te hemos traído unas réplicas nuestras para que las coloques adorando al Niño. Esperamos que te gusten. Tampoco hemos podido dejar que tu pastorcillo siga cojo, ahora si te fijas bien tiene las dos piernas como su amigo.

¡Ah! Explícale a Tomás que el refrán “Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe” quiere decir que de tanto sacar a tus figuras, algún día se te podrían romper; esta tarde ha estado a punto de suceder un desastre.

Tus amigos

Melchor, Gaspar y Baltasar.

 

        Blas no echó en falta el ordenador que les había pedido, en realidad se había cumplido su mayor deseo, tener el belén completo.