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¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

jueves, 30 de octubre de 2014

El castillo del miedo con final feliz. Para los que no son miedosos o eso creen.


El castillo del miedo




 

Dibujo de Guille Martínes Ortiz
Se acercaba la noche de los difuntos  y todo el mundo se  preparaba para recibirla.


En el castillo de la bruja Terrorífica también estaban ansiosos porque llegase esa noche. Sus moradores tenían un motivo muy   especial. Este castillo solo existía durante  la noche del treinta y uno de octubre en la que se celebraba la noche de los difuntos, el resto del año desaparecía a los ojos de las personas y hasta el siguiente año no volvía a existir. La gran bruja había hechizado a sus habitantes,  decía que  no servían para nada  y que  ya no asustaban a los niños.

Cuando llegaron las doce  y un minuto de la noche, una niebla muy espesa se formó encima de un pequeño montículo y no  se deshizo hasta que todo el castillo resucitó de nuevo.

Lo primero que apareció en el centro del monte fue una construcción negra  con torres muy altas y  ventanas  estrechas. Una pequeña luz se adivinaba dentro. De las torres salieron volando infinidad de murciélagos. Las telas de araña, tejidas minuciosamente por arañas gigantes, parecían cortinajes de tul negro  en donde se columpiaban los esqueletos.

 Dos armaduras huecas, sin cabeza,  bajaron  el puente levadizo  y un gran ruido de cadenas resonó en todo el valle. La puerta  del castillo  se abrió con un gran chirrido de goznes.

—¡Ayyyyy!, —gritó Terrorífica que estaba asomada en lo alto de una torre—. ¡Nunca os acordáis de engrasarlos de un año para otro! ¡Sois unos inútiles!

 Cuando se hizo el silencio de nuevo, la puerta empezó a vomitar un  gran ejército formado por  engendros y seres repugnantes que hubiesen aterrorizado al más valiente.

Los fantasmas  salieron en primer lugar  arrastrando sus cadenas, después les siguió un gran grupo de  zombis llenos de heridas sangrantes, ogros, vampiros, momias, decapitados, demonios y asesinos. Los esqueletos dejaron de columpiarse y siguieron a la comitiva; por último, decenas de brujas montadas en sus escobas salieron volando desde las almenas llenando el oscuro cielo. Cerrando la comitiva iba Frankestein.

Cuando todo el mundo estaba fuera se oyó la voz atronadora de la gran bruja que les gritó:

—Ya sabéis estúpidos e  infectos seres,  conque uno solo de vosotros asuste a alguien  os quitaría la maldición y volveríais a vivir sin desaparecer como hacíamos antes, pero estoy segura  de que sois tan inútiles y necios que tampoco lo conseguiréis este año.

Al escuchar a  la gran bruja Terrorífica, se indignaron de tal manera que empezaron a murmurar entre ellos.

—Esto no hay quién lo aguante —dijo un zombie que llevaba el ojo en la mano. Se lo quitaba o ponía según necesitaba mirar hacia la derecha o hacia la izquierda.

—¡Estate quieto con el ojo! —exclamó un vampiro al que le chorreaba la sangre por la comisura de los labios y goteaba hasta la camisa—. Me da repelús verte.

—No debemos dejarnos avasallar por ese saco de huesos, nariz aguileña y pelos de estropajo. Este año tenemos que organizar algo terrible que nunca olviden los habitantes de Castillejo del Valle. Si desaparecemos de nuevo, le cambiaran el nombre al pueblo y dejará de llamarse así —añadió un hombre con aspecto de pordiosero que llevaba un gran  saco a la espalda.

—El que tengas alguna idea que la diga, luego se elige por votación la mejor y la ponemos en práctica ¿vale?  —sugirió una momia.

—De acuerdo —dijeron todos, sentándose en círculo para preparar su maléfico plan.

Habelas hailas

Las brujas, que iban volando en las escobas por encima de sus cabezas, al ver que la comitiva de monstruos se había sentado descendieron para aportar sus  ideas.

—Sugiero encender un buen fuego para calentarnos y realizar los  conjuros —propuso Espantosa, otra bruja que tenía bien ganado su nombre.

Mientras Espantosa lo preparaba, se acomodaron lo mejor que pudieron: los vampiros colgaron sus capas en las ramas de los árboles para que no se les arrugasen,  los decapitados dejaron sus cabezas en el suelo pues era una lata moverse siempre de un lado a otro con la cabeza a cuestas, las brujas soltaron sus escobas, los hombres del saco se lo quitaron pues pesaban lo suyo, los esqueletos se apoyaron  en unos troncos para no desmoronarse y las momias se soltaron los vendajes que las oprimían, pero todos tuvieron que pedirles que se las volviesen a poner pues apestaban de una forma insoportable. Frankestein se sentó en una piedra para ver mejor lo que las brujas estaban echando en el fuego.

Mientras, en el pueblo un grupo de adolescentes tenían un plan para pasar la noche de difuntos.

—A mí no me dan miedo ni los muertos ni los zombis ni nada de esas tonterías, propongo organizar una acampada en las afueras del pueblo. ¿Quién se apunta? —preguntó Ismael.

Los demás chicos no estaban muy seguros, ¿precisamente esa noche tenían que ir de acampada? ¡Anda que no había días para hacerlo!

—Yo no voy, con el frío que hace y encima esta noche. No contéis conmigo —dijo Pedro.

—Eres  un gallina. Cuenta conmigo Ismael —añadió Luis.

Quedaban tres chicos que no sabían que decir. No les hacía gracia la idea pero tampoco les gustaba que los tomasen por miedicas.

—Te lo digo esta tarde, se lo tengo que preguntar a mis padres, a lo mejor no me dejan —razonó Carlos.

Ismael no tenía ganas de más excusas así que dijo:

—El que quiera venir que esté esta noche a las ocho a la salida del pueblo. Iremos a la explanada que hay al lado del cementerio y ahí pondremos las tiendas.

Los chicos se despidieron y después de rogar a sus padres que los dejasen, que era una apuesta y que no les iba a pasar nada, consiguieron su permiso. Pedro ni se molestó; con lo bien que se estaba en casa viendo la tele.

Estaban contentos aunque un poco nerviosos, ir de acampada solos y cerca del cementerio era una idea brillante que solo se le podía ocurrir al loco de Ismael. Los demás no estaban  muy de acuerdo pero se callaron para que no les tachasen de cobardes. Cuando  se estaban acercando a la explanada observaron que había un grupo muy numeroso alrededor de un fuego celebrando Halloween.

—Oye, vaya juerga que tienen montada, esos sí que llevan buenos disfraces —exclamó Javier sorprendido ante el realismo de los trajes.

—Mira, vamos a ponernos en el otro lado. No me gusta estar cerca de un grupo tan grande, dentro de un rato estarán todos borrachos —dijo Ismael.

Se colocaron al otro lado del cementerio, detrás de unos cipreses, para ver lo que ocurría en el grupo.

Los muchachos se estaban preparando para comerse los bocadillos que les habían preparado en su casa cuando escucharon un grito. Un chillido agudo  les heló la sangre.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Javier—. Se me han puesto los pelos de punta.

 Se quedaron quietos; el corazón les latía tan fuerte que casi oían sus palpitaciones. Parecía que  ellos  no eran tan valientes como pensaban. Se agacharon y se quedaron muy quietos. De vez en cuando veían que la mujer que estaba disfrazada de bruja echaba unos polvos a la hoguera y el fuego chisporroteaba más fuerte produciendo  llamaradas que subían hacia el cielo y llenaban los alrededores de olor a azufre.

 Espantosa  estaba haciendo un  conjuro en voz alta.  Los monstruos ya habían decidido lo que hacer para que la maldición de Terrorífica terminase esa noche. Cuando se dieron cuenta de que estaban cerca del cementerio pensaron pedir  ayuda a los difuntos que estaban allí enterrados.

—Por los poderes del infierno, os convoco para que reunáis todas vuestras fuerzas, levantéis las lápidas, salgáis de vuestras tumbas y nos acompañéis  esta noche. Sembraremos el miedo y el terror por el pueblo y nunca más se tomarán a broma esta noche tan importante para todos nosotros —gritaba enfurecida Espantosa, mientras todas las brujas la acompañaban  bailando alrededor del fuego.

Los chicos empezaron a temblar.

—Ismael, yo, yo creo que, que, que estos no están de de broma. Me parece que son de verdad —susurró Carlos  en voz baja y con la garganta tan seca que no le salían las palabras.

—Schssss, si estos son monstruos de verdad estamos en peligro, pero que muy en peligro —aseveró Tomás.

—¡Callad! ¿Queréis que se den cuenta de que estamos aquí? —ordenó Ismael, dándose cuenta de que lo que había empezado en broma iba muy en serio.

Volvieron a mirar al círculo y cada vez había más monstruos bailando alrededor del fuego. Las momias, los vampiros y todos los demás.  Por encima de sus cabezas, formando remolinos, otras brujas  se habían montado en sus escobas acompañadas por una gran cantidad de murciélagos. Era un espectáculo espeluznante.

Los cinco chicos tenían la cabeza tapada con las sudaderas, no querían mirar lo que ocurría; bastante tenían con escuchar el conjuro y oler a azufre.

—Por los poderes del infierno, os convoco para que reunáis todas vuestras fuerzas, levantéis las lápidas, salgáis de vuestras tumbas y nos acompañéis  esta noche. Sembraremos el miedo y el terror por el pueblo y nunca más se tomarán a broma esta noche tan importante para todos nosotros —volvía a repetir una y otra vez.

De repente, cuando los chicos creían que no podrían soportar más  el miedo que les producía aquella situación, la cosa empezó a empeorar. Se empezaron a oír penetrantes chirridos, unos cercanos y otros más alejados que les producían escalofríos. Eran los sonidos producidos por las lápidas que  empezaron a deslizarse sobre las tumbas hasta que quedó un espacio suficiente para que salieran  los muertos que estaban allí enterrados.  Era niebla con forma humana  y  se les notaba que disfrutaban flotando en el aire. Algunos llevaban poco tiempo enterrados y todavía no se habían deshecho del todo, así que iban caminando.

Cuando Espantosa  vio que el grupo de muertos estaba fuera de sus tumbas dio un grito terrible:

—¡A Castillejo del Valle! No hay que dejar a nadie indiferente ni  a hombres  ni a mujeres ni a  niños. Nunca deben olvidar esta noche. Se quedarán helados al vernos y el frio que sentirán se les quedará en sus huesos para siempre.

Los chicos,  cuando los vieron  avanzar, se desmayaron.

Toda la comitiva salió en dirección al pueblo, algunos de los difuntos visitaron a sus familiares y uno de los vecinos, del susto,  murió de un ataque al corazón. A los pocos minutos este otro muerto se unió al grupo.

Se introdujeron en las fiestas, calles y lugares de reunión y la gente corría aterrorizada perseguida por ese repugnante ejército. Ni dentro de sus casas se encontraban a salvo.

Empezó a amanecer y la noche de difuntos estaba llegando a su fin, los habitantes del castillo volvieron a su hogar y los muertos se introdujeron en las tumbas de nuevo.

Los chicos nunca supieron lo que pasó esa noche en el pueblo porque nadie les habló  de ello.

A partir de entonces, desde   un  montículo cercano, un castillo muy negro  con torres muy altas y  ventanas  estrechas  parecía que vigilaba al pueblo de Castillejo del Valle: la maldición de Terrorífica había terminado.

 

Dibujo de Guille Martínez Ortiz 
 

 

 

 

 

 







jueves, 23 de octubre de 2014

El castillo encantado. Primaria y adultos con alma de niños.

Se acercaba la noche de Los difuntos  y todo el mundo se  preparaba para recibirla.

 En el castillo de la bruja Terrorífica también estaban ansiosos por que llegase esa noche. Sus moradores tenían un motivo muy   especial. Este castillo solo existía durante  la noche del treinta y uno de octubre en la que se celebraba LaNoche de los Difuntos; el resto del año desaparecía a los ojos de las personas y hasta el siguiente año no volvía a existir. La gran bruja había hechizado a sus habitantes,  decía que  no servían para nada  y que  ya no asustaban a los niños.

Cuando llegaron las doce  y un minuto de la noche, una niebla muy espesa se formó encima de un pequeño montículo y no  se deshizo hasta que todo el castillo resucitó de nuevo.
Lo primero que apareció en el centro del monte fue edificio muy negro  con torres muy altas y  ventanas  estrechas. Una pequeña luz se adivinaba dentro. De las torres salieron volando infinidad de murciélagos. Las telas de araña tejidas minuciosamente por arañas gigantes, parecían cortinajes de tul negro  en donde se columpiaban los esqueletos.

 De repente, dos armaduras huecas sin cabeza  bajaron  el puente levadizo  y un gran ruido de cadenas resonó en todo el valle, luego se abrió la puerta  del castillo con un gran chirrido de goznes.
-¡Ayyyyy!, gritó Terrorífica-, que estaba asomada en lo alto de una torre -. ¡Nunca os acordáis de engrasarlos de un año para otro! ¡Sois unos inútiles!

 Cuando se hizo el silencio de nuevo, la puerta empezó a vomitar un  gran ejército formado por  engendros y seres repugnantes que hubiesen aterrorizado al más valiente de vosotros.

Los fantasmas  salieron en primer lugar  arrastrando sus cadenas, después les siguió un gran grupo de asquerosos zombis llenos de heridas sangrantes, ogros, vampiros, momias, decapitados, demonios y asesinos.

Los esqueletos dejaron de columpiarse y siguieron a la comitiva  y, por último, decenas de brujas montadas en sus escobas salieron volando desde las almenas llenando el oscuro cielo. Cerrando la comitiva salió Frankestein.

Cuando todo el mundo estaba fuera se oyó la voz atronadora de la gran bruja que les gritó:
-¡Ya sabéis estúpidos e  infectos seres!  conque uno solo de vosotros asuste a alguien  os quitaría la maldición y volveríais a vivir, sin desaparecer, como hacíamos antes pero, estoy segura  de que sois tan inútiles y necios que tampoco lo conseguiréis este año.

Ellos al escuchar eso se animaron unos a otros:
-De hoy no pasa, estoy seguro  de que alguien se asustará cuando nos vean llegar. Cuando os miro a todos, tan feos, me da miedo hasta a mí-, le dijo un vampiro a otro.
Empezaron a caminar hasta llegar al pueblo más cercano llamado Castillejo del Valle. Desde lejos ya se oía el bullicio, la música  y se veían las luces y los adornos que tenían puestos en las puertas de las casas.

En todos los jardines había grandes calabazas con velas encendidas dentro y la gente iba disfrazada como ellos; si se descuidaban no iban a saber quiénes eran los monstruos de verdad y quienes los disfrazados.
-Por favor, no os separéis-, ordenó uno de los fantasmas. No tenemos que perdernos.
Siguieron avanzando hasta que observaron a un grupo de niños que llevaba bolsos llenos de caramelos y golosinas.
 Ellos sí que iban disfrazados aunque casi parecían brujas y vampiros de verdad. Llamaban a las puertas y decían.
- ¿Truco o trato?
Entonces los señores de la casa, que eran bastante mayores, les contestaron:
-Trato-, y les sacaron montones de golosinas.

Esperaron a que se marchasen los niños con la ilusión de que pudieran asustarlos y al ser mayores les diera un patatús  y se muriesen del susto. Eligieron al más feo. Llamaron al timbre y esperaron.

-¡UUHHH!-, gritó un asqueroso zombi.
La señora se sobresaltó un poquito pero, enseguida llamó a su marido.
-¡Juan!, ven enseguida, mira, estos sí que van bien disfrazados-, dijo a voces a su marido que estaba en otra habitación.
El hombre salió enseguida y al verlos, sonriendo, les dio la mano.
-Enhorabuena, si hubiese un concurso de disfraces, os llevaríais el premio. Dales caramelos, mujer, que se lo merecen.

Los habitantes del castillo se alejaron desanimados. Siguieron caminando de un lado a otro.
-¡UUUGGG! ¡AAAGGGG! Gritaban como locos y todos los recibían con sonrisas y felicitaciones por lo bien que iban.

Cuando la brujas pasaron volando en las escobas por encima de las cabezas de los que estaban de fiesta gritando-¡Jijijiji! -, todos se quedaron mirándolas embobados.
-Mamá, yo quiero que me compres una escoba como esas. El año que viene me disfrazaré de bruja.
-Bueno, hija, veremos lo que cuestan. Deben ser muy caras.

Nuestros amigos, los monstruos, estaban cansados de tanto caminar, solo una vez, una niña dio un respingo cuando vio a Frankestein, pero solo un respingo.
-¿Tú crees que eso ha sido un susto?-, le preguntó Franki a un fantasma que estaba a su lado.
El fantasma le miro con sorna y le dijo:
- Vamos anda, eso no ha sido un susto, si acaso un suspiro.

Empezaba a amanecer, si no aligeraban llegarían de día y se quedarían fuera del castillo. Nuestros amigos apretaron el paso hasta donde se encontraba su hogar. Iban desilusionados sabiendo que habían fracasado de nuevo. Fueron entrando en el castillo hasta que se cerraron las puertas y se levantó el puente levadizo.

-Bueno chicos, por vuestras caras veo que este año tampoco ha habido suerte ¿verdad?-, preguntó la gran bruja.
Al escucharla, un vampiro muy elegante se dirigió a Terrorífica y le dijo:

-Te lo repito todos los años, desde que a la noche de los difuntos le llaman Halloween los niños no tienen miedo a nada.
Se fueron retirando a sus habitaciones mientras una espesa niebla,  de nuevo, fue cubriendo el castillo hasta que desapareció. Tendrían que esperar otro año a ver si había más suerte.


Como pasa el tiempo. Otra vez tenemos aquí la fiesta de Halloween y otra vez he escrito un cuento que espero que os guste.

Todas las ilustraciones y fotografías las he tomado prestadas de internet. aquí está la página.