Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

lunes, 22 de octubre de 2012

Guille y Pablo, el niño mágico 1º y 2º de Primaria



 El niño mágicoGuille y Pablo:

 El niño mágico

            Pablo está sentado viendo la televisión. A él no le gusta que le besen ni que le achuchen. Siempre que llegan sus abuelos, para no tener que darles un beso, se busca unas excusas muy raras y se esconde donde pilla: detrás del sillón, debajo de la mesa de la cocina, en el lavadero o se queda tumbado en el sofá y  se tapa con alguna manta.  Guille, que es mas mayor, sale a recibirles y les da a los dos un beso y un abrazo muy fuerte.

            —Hola Guille, ¿Estás solo? —le preguntan sus abuelos guiñándole un ojo

            —Pues sí, Pablo se ha ido.

            —No estoy, soy invisible, hoy soy  un niño mágico, así que no me busquéis  porque no me podéis ver —dice una vocecita que sale de algún rincón de la casa.

            Los abuelos le siguen el juego y empiezan a buscarle por la cocina.

            —¿Estás debajo de la mesa? A lo mejor está en un armario.

            —Creo que es verdad que se ha ido de casa.

            Guille está cansado de que todos los días haga lo mismo.

            —Está en el sofá, tapado con una manta  —susurra al oído de la abuela, un poco fastidiado.

 .          —Nos vamos a sentar a descansar un poco —dicen los abuelos y, con cuidado para no hacerle daño, se sientan en el sofá encima de él;  Pablo empieza a chillar porque le han descubierto.

            —¡Anda!, pero si estás aquí, venga danos un beso que ya te hemos pillado –le piden.

A ver :

Pito pito gorgorito

¿Dónde vas tú tan bonito?

A la era verdadera

Pin pan pun fuera

—Hoy no toca beso —dice  Pablo.

—Pues entonces, hoy, tampoco toca cuento –le contesta la abuela.

A Pablo le gustan mucho los cuentos, así que  se decide  a darles un beso; les da uno a cada uno, pero tan pequeño que casi no se nota.

—Venga, abuela que ya te lo he dado, cuéntame un cuento.

— Bueno, vale: Erase  una vez  una ranita amarilla que vivía en una charca en medio de un bosque...

—Abuela, las ranas no son amarillas, son verdes —le interrumpe Pablo.

—Pablo, hay  ranas de muchos colores

—¿Pero aquí, en este planeta?

La abuela se ríe:

—Sí es este planeta. ¿Quieres verlas en internet?

—Sí, sí, vamos a verlas.

La abuela, Guille y Pablo se meten en internet y ven la gran cantidad de ranas de colores  que hay por el mundo: naranjas, a rayas, amarillas y negras, rosas y negras a rayas, verdes con lunares negros, cabeza naranja y patas azules.

—¡Qué bonitas! abuela. Venga sigue con el cuento.

La abuela mira el reloj y ve que se ha hecho muy tarde; los niños tienen que cenar e irse pronto a la cama

—Lo siento, pero ya no es hora de seguir con el cuento, mañana cuando vuelva os  lo  seguiré contando siempre que estés dispuesto a darnos un beso al abuelo y a mí.

—Pues no sé, a lo mejor, mañana también soy mágico.

 —Este niño no tiene arreglo  —comentan riéndose  sus abuelos mientras Guille se despide  de ellos con un beso y un abrazo muy fuerte.

—¡Hay que ver que diferentes son estos chicos! No parecen hermanos.

—No te preocupes mujer, cuando se haga mayor ya se le quitará esa manía.

 

 





jueves, 18 de octubre de 2012

Un ogro simpaticón de Liana Castello Educación infantil y 1er. ciclo de Primaria

 
 
Liana Castello es una estupenda escritora argentina que escribe cuentos infantiles. A mí me ha gustado tanto  este que, con su permiso, lo he colgado en mi blog para que disfrutéis con el.
 
 
 
 

jueves, 4 de octubre de 2012

Guille y Pablo: Guille y la decisión del lobo. 2º y 3º de Primaria.





Guille se había quedado dormido leyéndole un cuento a su hermano; Pablo siempre elegía el de Caperucita porque le hacía mucha gracia el lobo. El libro se le soltó de las manos y se cayó  desde la cama al suelo. Se abrió por la primera página.
Decía así:
Por fin había terminado de llover. El sol se asomaba tímidamente entre las nubes observando  lo limpio que había quedado  el bosque, después del chaparrón. Él, y su aliada la lluvia, tenían los árboles y las flores de un brillante precioso, así que se sentía muy contento.
El lobo, escondido detrás de un magnífico castaño, había aguantado estoicamente el aguacero. ¡Qué le iba a hacer! Desde que a Perrault se le había ocurrido colocarlo en este cuento, estaba acostumbrado a soportar las inclemencias del tiempo, tanto en invierno como en verano, siempre lo mismo; además ya estaba un poco aburrido  de esperar todos los días a que pasase Caperucita, hacerle siempre las mismas preguntas y repetir las mismas fechorías.
-¿Dónde vas, Caperucita? ¿Qué llevas en esa cestita?... No me extraña que diga que soy tonto o por lo menos desmemoriado –pensaba el lobo mientras se sacudía fuertemente las gotas de agua que habían quedado dentro de su pelo-. Si al menos pudiésemos variar el diálogo, no sé…por ejemplo: ¿Qué tal, Cape? ¿Cuándo terminas las clases? ¿Te mola tu profe? ¿Por qué no me das ahora el trozo de pastel  y, así, me ahorras el trabajo de ir a casa de tu abuela? Mira que la pobre ya no está para que todos los días se lleve esos sustos,  un día le va a dar un patatús, y yo tampoco tengo ganas de ponerme su camisón, que cada vez me queda más estrecho; ahora estoy más viejo  y mis hechuras no son las de antes. ¡Lo que daría  por un conejito al ajo cabañil! Pero aquí no hay nada que comer, solo frutos del bosque y flores. ¡Tendría que haberme hecho vegetariano y, así, estaría mucho más tranquilo!
Creo que Caperucita ya viene por allí, ¡ahí va! si la acompañan un montón de turistas japoneses. Bueno, hoy sí que habrá que representar  muy bien  el cuento.
El lobo se acicaló pasándose la lengua por sus patas y por la cara y, cuando ya estuvo satisfecho del resultado, empezó como todos los días su actuación:
-¡Hola, Caperucita! ¿Dónde vas tan aprisa?
-Voy a casa de mi abuelita, que está enferma.
-¿Y qué llevas en esa cestita?
-Pues un trozo de pastel y una jarrita de miel.
-¿Y dónde vive tu abuelita?
Así comenzaba otro día para el lobo, con  las mismas situaciones de siempre:
-Ahora tendré que echar a correr para llegar antes que ella y asustar a la abuelita, y meterme en la cama y, luego, que si tengo los ojos y los dientes muy grandes y, después…, lo que venía después, eso sí que no lo podía resistir; cuando veía aparecer al cazador  se le ponían los pelos de punta y le entraba un temblor en las patas que no podía dominar.
¡Hasta cuándo este suplicio! Lo tenía muy pensado, lo mejor sería cambiarse de cuento.
-Mañana mismo me mudo.
A la mañana siguiente, cuando Pablo se levantó, volvió a pedirle a su hermano que le leyese el cuento de  Caperucita, pero cuando Guillermo lo abrió exclamó:
-¿Qué le ha pasado a este libro? No está el lobo en ninguna parte; parece como si alguien hubiese recortado los dibujos.
-Pues así no me gusta –le dijo Pablo- anda léeme otro, coge El libro de la Selva.
Guille  tomó el cuento que le había dicho su hermano de la estantería y  se dispuso a leérselo, mas cuando lo abrió, los dos hermanos se llevaron una agradable sorpresa: en medio de una  preciosa  manada estaba su lobo. Descansaba lamiéndose las patas;  a su lado se  podían  ver los restos de un pequeño animal que acababa de cazar ; por fin,  se  le veía satisfecho  en ese lugar; allí  solo se ocupaba de hacer lo que más le gustaba en la vida, ser un lobo. Los niños lo miraron  sonriendo, le hicieron un guiño y cerraron con cuidado el libro. 

El dibujo lo hemos hecho entre mi nieto Guille y yo. Le convencí, a medias, de que dejase de ver el fútbol para realizarlo.