Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

jueves, 4 de octubre de 2012

Guille y Pablo: Guille y la decisión del lobo. 2º y 3º de Primaria.





Guille se había quedado dormido leyéndole un cuento a su hermano; Pablo siempre elegía el de Caperucita porque le hacía mucha gracia el lobo. El libro se le soltó de las manos y se cayó  desde la cama al suelo. Se abrió por la primera página.
Decía así:
Por fin había terminado de llover. El sol se asomaba tímidamente entre las nubes observando  lo limpio que había quedado  el bosque, después del chaparrón. Él, y su aliada la lluvia, tenían los árboles y las flores de un brillante precioso, así que se sentía muy contento.
El lobo, escondido detrás de un magnífico castaño, había aguantado estoicamente el aguacero. ¡Qué le iba a hacer! Desde que a Perrault se le había ocurrido colocarlo en este cuento, estaba acostumbrado a soportar las inclemencias del tiempo, tanto en invierno como en verano, siempre lo mismo; además ya estaba un poco aburrido  de esperar todos los días a que pasase Caperucita, hacerle siempre las mismas preguntas y repetir las mismas fechorías.
-¿Dónde vas, Caperucita? ¿Qué llevas en esa cestita?... No me extraña que diga que soy tonto o por lo menos desmemoriado –pensaba el lobo mientras se sacudía fuertemente las gotas de agua que habían quedado dentro de su pelo-. Si al menos pudiésemos variar el diálogo, no sé…por ejemplo: ¿Qué tal, Cape? ¿Cuándo terminas las clases? ¿Te mola tu profe? ¿Por qué no me das ahora el trozo de pastel  y, así, me ahorras el trabajo de ir a casa de tu abuela? Mira que la pobre ya no está para que todos los días se lleve esos sustos,  un día le va a dar un patatús, y yo tampoco tengo ganas de ponerme su camisón, que cada vez me queda más estrecho; ahora estoy más viejo  y mis hechuras no son las de antes. ¡Lo que daría  por un conejito al ajo cabañil! Pero aquí no hay nada que comer, solo frutos del bosque y flores. ¡Tendría que haberme hecho vegetariano y, así, estaría mucho más tranquilo!
Creo que Caperucita ya viene por allí, ¡ahí va! si la acompañan un montón de turistas japoneses. Bueno, hoy sí que habrá que representar  muy bien  el cuento.
El lobo se acicaló pasándose la lengua por sus patas y por la cara y, cuando ya estuvo satisfecho del resultado, empezó como todos los días su actuación:
-¡Hola, Caperucita! ¿Dónde vas tan aprisa?
-Voy a casa de mi abuelita, que está enferma.
-¿Y qué llevas en esa cestita?
-Pues un trozo de pastel y una jarrita de miel.
-¿Y dónde vive tu abuelita?
Así comenzaba otro día para el lobo, con  las mismas situaciones de siempre:
-Ahora tendré que echar a correr para llegar antes que ella y asustar a la abuelita, y meterme en la cama y, luego, que si tengo los ojos y los dientes muy grandes y, después…, lo que venía después, eso sí que no lo podía resistir; cuando veía aparecer al cazador  se le ponían los pelos de punta y le entraba un temblor en las patas que no podía dominar.
¡Hasta cuándo este suplicio! Lo tenía muy pensado, lo mejor sería cambiarse de cuento.
-Mañana mismo me mudo.
A la mañana siguiente, cuando Pablo se levantó, volvió a pedirle a su hermano que le leyese el cuento de  Caperucita, pero cuando Guillermo lo abrió exclamó:
-¿Qué le ha pasado a este libro? No está el lobo en ninguna parte; parece como si alguien hubiese recortado los dibujos.
-Pues así no me gusta –le dijo Pablo- anda léeme otro, coge El libro de la Selva.
Guille  tomó el cuento que le había dicho su hermano de la estantería y  se dispuso a leérselo, mas cuando lo abrió, los dos hermanos se llevaron una agradable sorpresa: en medio de una  preciosa  manada estaba su lobo. Descansaba lamiéndose las patas;  a su lado se  podían  ver los restos de un pequeño animal que acababa de cazar ; por fin,  se  le veía satisfecho  en ese lugar; allí  solo se ocupaba de hacer lo que más le gustaba en la vida, ser un lobo. Los niños lo miraron  sonriendo, le hicieron un guiño y cerraron con cuidado el libro. 

El dibujo lo hemos hecho entre mi nieto Guille y yo. Le convencí, a medias, de que dejase de ver el fútbol para realizarlo.

5 comentarios:

Conchita dijo...

A veces, los animales se cansan de nuestras tonterías, porque en el fondo, son más sensatos que los humanos.

Jose Miguel dijo...

Chulo, chulo, chulo!!!!! me encanta que el lobo se revele y critique su trabajo, y que se pire del libro!! Fantástico. Parece sacado de las películas de Shrek. Es más creo que da juego para que sigas con este relato y lo hagas más largo!! Es muy divertido!!!
Besitos!!!

Conchita dijo...

Gracias Josemi, me hace mucha ilusión que me leas y que hagas comentarios sobre mis cuentos.
Un besazo.

Elizabeth Segoviano dijo...

uy está buenísimo este cuento nena!!!!! me ha encantado!!! y el dibujo esta lindísimo! claro ese lobo ya estaba harto, el pobre solo quería ser lobo :) genial!!! :D

Conchita dijo...

Me alegro que te haya gustado. Un abrazo.

Publicar un comentario