Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

domingo, 12 de julio de 2020

ANNA CON DOS ENES. PRIMERA PARTE.





Ana, con una sola ene, era una niña normal, corriente, como todas las niñas y todos los niños que estáis leyendo esta historia. Tenía unos ojos y un pelo castaño corrientes, unas pecas graciosísimas corrientes y una estatura corriente: ni muy alta ni muy baja. Sus  notas también eran del montón, siempre suficientes con algún bien por en medio para no hacer demasiado aburrido su libro de calificaciones, ¡ah! y dos hermanos gemelos corrientes que como todos los hermanos la molestaban continuamente cuando ella quería estar tranquila. Sin embargo, para  su tormento, no había en esta vida nada que  le fastidiase tanto como  ser una chica como las demás.
Ya había cumplido diez años y sus padres siempre le celebraban sus cumpleaños corrientemente como todos los padres del mundo hacen con sus hijos: les compran una tarta y le ponen una velita con el número de años que cumplen sus retoños. Eso a Ana le parecía de lo más normal, quizás un poco vulgar, y ella soñaba con algo diferente. Bueno, cuando cumplió siete años, la fiesta de su cumple fue un poco distinta porque sus tíos se disfrazaron de payasos y Ana y sus amigas se lo pasaron estupendamente.
Un día  Ana acompañó a su mamá a la peluquería y para entretenerse mientras  la esperaba cogió una revista de cotilleo como decía su madre. Al abrirla puso los ojos como platos. En grandes letras decía así:
         —Los marqueses de Cuchipán han celebrado el cumpleaños de su preciosa hija Rosalín en su casa de los Alpes franceses, siendo invitadas  grandes personalidades. Durante el evento, numerosos artistas, vestidos como los personajes de los cuentos, han hecho las delicias de los niños. Como broche final, el helicóptero de los marqueses sobrevoló la finca en donde estaban todos reunidos  y dejó caer desde el aire numerosos juguetes para los pequeños asistentes
¡Caray! Eso sí que era  un cumpleaños; no era nada, nada corriente. ¡Cómo le hubiese gustado tener una celebración de esas! Su fiesta no se parecía en nada a la que  le habían organizado los marqueses a su hija.


Se acercaba el día en el que  Ana iba a cumplir once años y sus padres, conociendo el capricho de su hija de hacer cosas diferentes, sacaron entradas para el musical  de Annie y convidaron a un grupo de  sus amigas. Los pobres no sabían en el lío en que se habían metido porque a su hija mientras veía a la pobre Annie  y a los otros actores sufrir, reír, cantar y bailar en el escenario se le fue llenando la cabeza de ideas que revolucionaron un poco su vida corriente.
Esa noche Ana no podía dormir pensando en todas  las sensaciones que acababa de experimentar mientras estaba sentada en la butaca del teatro. No hacía más que dar vueltas en la cama, una cama corriente, sin dosel como los que tienen las princesas de los cuentos que tanto le gustaban. Entre vuelta y vuelta pensaba:
         —A Annie le pasan esas cosas tan emocionantes porque es distinta de las demás: es pelirroja, su pelo es  de un rojo intenso; el pelo marrón, como el mío, es muy aburrido, aunque tiene muchas pecas como yo.Al darse cuenta de ese detalle se puso muy contenta.
Siguió pensando en las diferencias y similitudes que tenía  Annie si la comparaba con ella.
         —El vestido rojo que llevaba sí que   la hace diferente del resto de las niñas. “¡Hay que ser muy valiente para atreverse a llevar el dichoso vestidito!” pensó. En eso no me parezco a ella, a mí el vestido me parece horroroso, aunque claro no es nada corriente. En ese momento cayó en un detalle que la lleno de alegría.
         —¡Hombre, en lo que sí me parezco a ella es en el nombre! Pero enseguida se dio cuenta de otro detalle que la entristeció.
           —Aunque el mío es Ana a secas, si al menos llevase dos enes como el de Annie.      
 Ana estaba muy disgustada, de repente se había dado cuenta de que no le gustaba nada, nada, su nombre. Estaba segura de que en el momento de ponerles el nombre al nacer  ya se señalaba para siempre a las niñas normales de las que no lo eran.
         —Ahora recuerdo que  un día mi profesora dijo en clase que los nombres imprimían carácter en las personas.

 Al principio, no entendió lo que eso quería decir, pero le gustó mucho la frase. Si le hubiesen puesto Genoveva, Alejandra,  o Cintia como la vecina de arriba, la cosa hubiese ido mejor; esos nombres tenían tanta fuerza que solo con que le hubiesen  bautizado con cualquiera de ellos hubiera sido una chica diferente, pero cuando sus padres  le pusieron por  nombre Ana empezó a ser una chica del montón. ¡Ana!, un nombre con tres letras era una cosa tan simple… 
         —¡Cómo me gustaría llamarme Desiré!  Aunque tampoco estaría mal ser Alejandra, pero Ana…es tan corto.
 De repente, dejó de dar vueltas y se le encendió una bombilla en su cabeza que  casi  iluminó la habitación aunque era de noche, así que, cuando su madre fue a despertarla esa mañana para ir al colegio, ella ya estaba totalmente espabilada. Sin esperar a saludarla, le dijo:


—Mamá, a partir de ahora no me llames Ana a secas, por favor,  llámame  An-na, con dos enes, como la protagonista del musical que vimos ayer.
Eso ya era otra cosa, esa  doble ene  le daba más prestancia a su nombre. Después de recapacitar pensó que al llegar al colegio tendría que avisar a sus profesores y a sus compañeros del cambio que su vida iba a experimentar a partir de ese momento.
 La madre de Ana, perdón, de An-na, se quedó sorprendida ante la determinación que había tomado su hija, pero ella la conocía mejor que nadie y sabía que, aunque   la niña pensaba que era del montón, en realidad tenía una personalidad tan fuerte que la hacía diferente del resto.
 Ese día, cuando  An-na entró en la clase, se dirigió a su señorita y, después de darle los buenos días, le dijo:
         —Buenos días, doña Rosa, tengo que pedirle un favor -le susurró muy bajito.
         —Tú dirás.
     —A partir de ahora me gustaría que, tanto usted como todas mis compañeras, me llamasen An-na con dos enes; es un nombre que me gusta mucho más, y es menos simple que Ana a secas.
Doña Rosa, que ya estaba acostumbrada a las genialidades de su alumna, se la quedó mirando pensativa durante unos instantes y  enseguida le dijo:
         —No tengo ningún inconveniente querida, en llamarte An-na, pero para evitar confusiones, tendrás que cambiar todos los nombres a las etiquetas de los forros de tus libros, del casillero y  de tu  mochila  y, por supuesto, habrá que marcar de nuevo tu babi, la bolsa del bocadillo, la rebeca, y la ropa de deporte. Vas a tener mucho trabajo esta mañana. No le diremos nada a tus compañeras hasta que hayas cambiado los nombres de todas tus cosas no vaya a ser que te arrepientas. ¿Te parece bien?
         An-na no iba a arrepentirse de aquella decisión tan seria aunque lo que le había dicho su profe le había caído como un jarro de agua fría, ¡menudo trabajo!
       -—No se preocupe, no me pienso arrepentir, pero rectificaré encantada todos los nombres de mis cosas -le contestó muy contenta, sabiendo con certeza que, a partir de ese día, su vida iba a ser distinta, en resumen, menos corriente.
         Cuando llegó la hora del recreo todas sus compañeras salieron al patio y An-na, en lugar de comerse su bocadillo, que era  tan corriente como el de todos los días, pan con mortadela, se quedó arreglando las etiquetas de los libros y los cuadernos. Al principio, añadió una ene  más con rotulador encima de su antiguo nombre, pero eso quedaba un poco chapucero y, otra cosa no, pero limpia y ordenada era mucho más de lo normal, así que pensó en arrancarla y pegar otra en su lugar. Al intentarlo, el forro del libró, que era de papel corriente, como todos los forros de papel del mundo, se rasgó y tuvo que dejarlo para cuando llegase a casa. Tendría que comprar papel de nuevo para volver a forrar sus libros. Con los cuadernos fue un poco más fácil, al tener la tapa dura pudo despegar la etiqueta y pegar otra nueva en su lugar, con su nuevo nombre: AN-NA.

3 comentarios:

Elizabeth Segoviano dijo...

Oh!! Me encanta! Debo admitir que cuando era niña yo era como Ana ( de una n) me muero de curiosidad por saber que sigue!!!! Que emoción!!

Conchita dijo...

Muchas gracias Eliz. Tuviste que pasarlo mal.
Un beso.

Marisa Alonso Santamaría dijo...

Me encanta esta historia, estoy deseando saber cómo acaba.
Felicidades, Conchita.

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