Guille
y Pablo
Pablo
crece
Guille, todos los días por la mañana se asoma a la cuna de
Pablo y le da un beso antes de irse al cole.
—¡Está creciendo mucho! —le dice a su mamá antes de
despedirse. Ella le da la razón mientras le pone la bufanda, los guantes y le pide
un beso.
Efectivamente, Pablo ha crecido mucho; no hace más que
comer y dormir.
Desde los tres meses acompaña a su mamá al trabajo. Se ha acostumbrado
pronto a los sonidos de la oficina.
Le gusta ver salir los folios disparados de la máquina de hacer
fotocopias, se pone nervioso y empieza a patalear. Su mamá le acerca y le deja
que ponga el dedo en el botón; cuando lo pulsa y ve salir los papeles le da mucha risa. Así que Pablo
hace fotocopias con solo tres meses.
Enseguida ha dejado de ser un bebé –eso les pasa a los
bebés que tienen que acompañar a la mamá al trabajo—, y sentado en la silleta observa
todo con mucha atención: es muy curioso.
Pablo se ha hecho
muy mayor; con dos años sabe hablar muy bien. Le gusta chasquear la lengua y
hace un ruido que parece el sonido de un helicóptero. Todo el mundo intenta repetir ese sonido pero a nadie le sale como a
él.
Ya tiene tres años;
es el momento de empezar el cole con su hermano, pero va muy contento porque sabe que Guille está en un
aula muy cerquita de la suya.
Por la mañana, antes de entrar en clase, siempre se para en
la puerta y le pide un beso; entonces, los dos se dan un abrazo muy fuerte y él se queda contento.
Pablo veranea con su familia cerca del mar y allí tiene
muchos amigos. Le gustan muchos los cruasanes: se los come de dos en dos.
—Abuela, me he comido todos los Purasanes, soy el monstruo
de los Purasanes! Bueno soy el monstruo de todo porque como de todo —dice muy
ufano—. Bueno de los peces, cangrejos y tortugas no, porque de eso no como.
Se están terminando las vacaciones y Pablo no quiere volver
al colegio. Su abuela es profesora, pero desde hace un año está jubilada.
—¿Cuándo empieza tu cole abuela?
—Pablo, yo ya no voy al cole: me he jubilado
—Abuela, yo me quiero jubilar como tú para no ir al
colegio. ¿Qué hay que hacer para jubilarse? —le pregunta con mucho interés.
La abuela le explica que antes de jubilarse hay que
estudiar mucho y
hacerse
una persona preparada para poder trabajar de mayor.
—¡Pero abuela, yo no me sé hacer persona! –Todos se ríen con sus
ocurrencias.
Cuando va en el coche, juega con Guille y sus abuelos a Veo Veo. Al principio
Pablo decía que ese juego era una tontería, pero ahora le gusta mucho.
—Veo veo.
—¿Qué ves?
—Una cosita que empieza por la letra…
¡coche!
Todavía no sabe las letras, pero su hermano Guillermo, con
muchísima paciencia, le sigue el juego:
—¡Un coche!
Pablo mira a su hermano y dice:
—Sí, has acertado te toca.
Vuelven a empezar.
—Empieza por la letra jota.
Guille piensa palabras que empiezan
por esa letra, hasta que dice:
—Me rindo.
—Pues muy fácil: jota, caballo y Rey.
—Otra vez me toca a mí, veo una
cosita que empieza por la letra ja
Empiezan a pensar hasta que se rinden.
—Pues que va a ser, jamón de Jabubo
Se echan a reír con su ingenio; su abuelo le mira y le dice:
—Pablo ¡eres un niño muy listo!
Él, le responde:
—No abuelo, ¡es que me fijo mucho!
En casa están muy contentos con Pablo, especialmente Guille, porque siempre
había deseado tener un hermanito como él.
1 comentarios:
Con tanta emoción por la llegada de mi perro favorito TANGO, no había podido añadir un nuevo
cuento. Ahí va uno de la colección Guille y Pablo.
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