Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

lunes, 30 de marzo de 2015

EL DRAGONCITO PRESUMIDO. 1er ciclo de Primaria


Dibujo de La abuela atómica.

El dragoncito presumido

Egberto vivía con su mamá  en una gruta en medio del bosque. Era un dragón muy simpático, siempre estaba contento y tenía muchos amigos.

—¡Qué guapo eres Egberto! —Le decía su madre todos los días y a todas horas—. Eres el más guapo del bosque.

Egberto, al principio, se ponía colorado porque le daba vergüenza que su mamá estuviera todos los días erre que erre con el mismo tema,  pero tantas veces se lo dijo que el dragoncito empezó a creérselo de verdad:

—¿Mamá, ese dragón es más guapo que yo?

— ¡Qué va! Ni mucho menos hijo, tú eres mucho más guapo. Tú eres lo más guapo que hay en este bosque.

Así, a fuerza de oírlo y oírlo, Egberto empezó a mirar por encima de su cuello a los demás y poco a poco se convirtió en un dragón muy presumido. Sus amigos se cansaron de él y al final se quedó solo, no tenía con quién jugar. Así que aparte de ser muy guapo, como decía su madre, se convirtió en un dragón muy solitario y aburrido.

Siempre que salía de paseo por el bosque iba al lago y, como se veía reflejado en el agua, empezaba a hacer monerías con la cara para ver cuál de todos los gestos le favorecía más.

—¡Qué guapo que está mi Egberto! —repetía la madre sin darse cuenta de que, con su actitud, estaba perjudicando a su hijo.

Un día el dragón se fue a dar un paseo para distraerse un poco, cuando vio en el lago a un hada bañándose. Era la primera vez que se encontraba con una y le pareció que era lo más bonito que había visto en su vida.

El hada, que era un poco tímida, al ver a Egberto se escondió detrás de un árbol.

—No tengas miedo —le dijo el dragoncito—, no voy a hacerte daño. Solo quiero admirarte despacio. Pareces muy suave ¿Me dejas que te toque una vez para ver cómo es tu piel? Me parece que la tienes mucho más suave que la mía. ¿A qué sí? –afirmó Egberto.

—Sí que es más suave. Todo el mundo sabe que los dragones tienen la piel muy áspera y cubierta de escamas.

—¿Yo tengo la piel muy áspera? –exclamó sorprendido y un poco apenado.

Nunca se hubiera imaginado eso. Seguro que a su mamá no le hubiera gustado nada ese comentario.

—Claro, pero eso normal, no debes preocuparte. Sin embargo, los dragones son  muy fuertes y nosotras no —le aclaró.

—¿Los dragones somos muy fuertes? –preguntó halagado.

—Pues claro —contestó el hada.

—Pero tú ¿quién eres? dijo embobado ante tanta belleza.

—Yo soy un hada del bosque. Aquí vivimos muchas –le explicó—. Tú a mí no me conoces porque cuando vienes al lago siempre me escondo, pero yo a ti sí; sé que te llamas Egberto a secas aunque, ahora, tus amigos te llaman Egberto el presumido.

El hada salió de detrás del árbol y se puso a revolotear por encima de él.

—Nosotras, sí que somos preciosas porque las hadas tenemos que ser así, pero eso no tiene importancia. Lo verdaderamente importante es ser bello por dentro. Tú siempre has sido muy simpático y cariñoso con tus amigos, pero desde que te dedicas a mirarte en el agua del lago y a poner morritos para ver de qué forma estás más guapo, tus amigos se han ido alejando de ti porque se aburren de tus tonterías y te has quedado solo. Lo verdaderamente importante es lo que se tiene en el interior –dijo el hada mirándole muy seria.

El dragoncito, al escucharla, se entristeció y sus ojos empezaron a soltar unas gotas de agua tan grandes que al caer en el lago producían unas olas gigantescas. Él nunca había llorado y se asustó mucho. Cuando se le acabaron las lágrimas le preguntó al hada.

—Entonces, ¿de verdad que eso de ser guapo no es importante?

—¡Qué va! Lo importante es tener amigos, divertirse y ser bueno con ellos.

—¡Qué bien! Se lo voy a decir a mí mamá. A partir de ahora no quiero que me llame guapo.

— Eso está muy bien Egberto –le dijo muy contenta el hada del bosque. Después  voló hacia él y le dio un beso sobre las escamas de su cabeza. Egberto se sonrojó.

Cuando volvió de su visita diaria al lago, su mamá le estaba esperando.

—¿Dónde está lo más bonito del bosque? –le dijo muy orgullosa.

—Pero...mamá, déjate de tonterías, ¡qué ya soy mayor! Lo importante no es ser guapo sino que mis amigos me quieran y que yo les quiera a ellos, me lo ha dicho el hada del bosque.

Egberto se fue corriendo a jugar con sus amigos, mientras la mamá dragona se quedaba mirándole embobada.

—¡Hay que ver lo rápido que ha crecido! Me ha hablado como un dragón hecho y derecho –y suspirando se metió en su gruta.

 Para ella su hijo sería siempre lo más bonito del bosque.

 

 


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