Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

jueves, 31 de diciembre de 2020

Lectura del cuento UNA REAL VISITA

Para todos los niños y niñas que esperan con ilusión la llegada de la mágica Noche de Reyes. Espero que  sus Majestades los Reyes de Oriente os dejen mucho amor para compartirlo con vuestra familia y todos vuestros amigos. 




lunes, 14 de diciembre de 2020


                                                     

                                            MARCHARON PRESTOS.

                                            EL RELOJ DE LA TORRE

                                            LES MANDÓ AVISO.

martes, 8 de diciembre de 2020

 Queridos amigos, aquí tenéis el booktrailer de mi último libro:

 NO ESTAMOS SOLOS, (LA PIEDRA DE LOS SUEÑOS).

 Espero que os guste

lunes, 30 de noviembre de 2020

PABLO NICOLÁS



 Pablo no había tenido nunca problemas con su nombre, hasta un día en el que se enteró de que a su hermano le hubiese gustado que él se llamase Pablo Nicolás.

 Guille, el hermano de Pablo siempre le había dicho a su madre que cuando tuviera un hermanito quería que le pusieran  Pablo Nicolás como su amigo, pero a sus padres se les olvidó poner los dos nombres en el Registro Civil, y a Pablo le llamaron simplemente, Pablo, a secas.

—Mamá, yo quiero que Pablo se llame Pablo Nicolás.

 Eso repetía continuamente Guille a sus padres.

—No te preocupes Guille, en cuanto podamos iremos al Registro Civil y le pondremos a tu hermano el nombre de Nicolás, también.

Tanto les insistió Guille a sus padres, que Pablito, que nunca había protestado por causa de su nombre, se unió a la petición de su hermano  y también protestaba:

—Mamá, ¿cuándo me voy a llamar Pablo Nicolás?

—Tendrás que esperar a que tenga tiempo para ir a cambiarte el nombre, ahora tengo mucho trabajo.

Así pasó el tiempo hasta que el niño se dio cuenta  de que había más niños que tenían dos nombres como su hermano.

Un día llegó el abuelo muy contento con un regalo.

   Felicidades Guillermo José, hoy es tu medio santo —dijo

muy ufano—. Hoy es nuestro santo, es San José.

Pablo se quedó sorprendido y un poco decepcionado. Él no tenía regalo. ¡Claro, solo tenía un nombre!

—¡Mamaaaa! ¿cuándo me vas a poner Nicolás en mi nombre? Yo solo tengo un regalo en mi santo —dijo entre sollozos—. Hace mucho tiempo que te lo he dicho, y no me haces caso.

Pablo seguía llorando hasta que se acercó su abuela. Lo sentó en sus rodillas y le dijo:

—Pablo, no te importe eso de tener dos nombre o uno solo. Hay muchos niños que tienen nombres muy largos y al final les llaman con un diminutivo ridículo.

—Abuela, ¿qué es un diminutivo?

—Pues, por ejemplo, un niño que se llame Francisco Luís y le llamen Fran o tu hermano mismo, se llama Guillermo José y siempre le llamamos Guille.

—Sí, pero Guille tiene dos santos y yo solo tengo uno.

—Tú no te preocupes por eso, ahora mismo te vamos a buscar un santo. ¿Mayca, me puedes decir cuándo es el santo de los niños que se llaman Nicolás?

Mayca se quedó muy sorprendida, pero se imaginó  por dónde venían los tiros. Enseguida se metió en Internet y miró el santoral.

—A ver, San Nicolás, San Nicolás… Aquí está, el 6 de diciembre.

—¿Eso es pronto? ¿Falta mucho para mi medio santo?

La abuela se quedó dudando. No sabía que decirle. Estaban a 19 de Marzo y hasta el 6 de diciembre les quedaban la tira de días para escuchar siempre lo mismo. Tenía que buscar una solución.

—Pues la verdad es que tu medio santo es el 6 de diciembre, todavía queda un poco.

—Un poco, ¿cuánto es?

Guille, que era cuatro años mayor, y que le gustaba mucho hacerle  rabiar le dijo:

—Pues tienen que pasar las vacaciones de Semana Santa, pasar el verano, que se les caigan las hojas a los árboles, que venga…

Antes de que terminase, ya estaba Pablo berreando.

—Eso es mucho tiempo, nunca voy a tener mi medio santo.

La mamá intervino:

—Pero Pablo, tú ¿por qué quieres llamarte Nicolás? ¿Solo porque tu hermano quiere? Vamos a ver qué día es mañana. —La mamá de Pablo entró en Internet—. Anda, mañana es día de todos los que se llaman Martín. ¿Quieres llamarte Pablo Martín?

         —Si me llamo Pablo Martín ¿mañana tendré un regalo?

         Todos se quedaron mirando al abuelo que había sido el de la ocurrencia de traer un regalo por el medio santo de Guille.

         —Claro que sí, por supuesto, mañana tendrás tu regalo —dijo el abuelo viendo todas las miradas clavadas en él.

         Pablo se puso muy contento. Ya tenía un segundo nombre y un segundo regalo. Ahora habría que ver cuándo iría su madre a apuntarle en el Registro.


 

Autora, La abuela atómica

lunes, 9 de noviembre de 2020

viernes, 23 de octubre de 2020

CUANDO EL BICHITO SE VAYA


Ilustración de Virginia García


Cuando el bichito se vaya

 

Cuando el bichito se vaya

y podáis   venir a verme

os recibiré en mi casa

con el alma muy alegre.

 

Os cubriré de caricias y

besos muy   apretados,

vamos a recuperar sin prisa

tanto tiempo  separados.

 

 No quiero volver a oír

lo que siempre repetíais:

—Abuela,    me quiero ir

contigo a  casa a dormir.

 

Me meteré en la cocina

y os haré con  mucho amor

lentejitas con chorizo

y croquetas de jamón.

 

Si queréis dormir en casa

prepararé vuestras camas

con las sábanas bordadas

que ya os tengo preparadas.

 

Os leeré  luego un cuento

cuando vayáis a dormir,

momentos llenos de magia

que podremos repetir.



A mis añorados nietos.

 

 

 



 


sábado, 3 de octubre de 2020

jueves, 24 de septiembre de 2020

LA VAQUITA MARGARITA

 


La vaquita Margarita

se pasea por el prado

muy contenta y salerosa

con su cencerro afinado.

Su cencerro da las notas

 si lo mueve con cuidado.

Unas veces suena  el do

 otras  también suena el mi.

Si prestas mucha atención

a veces puedes oír

una bonita canción.

Ella está muy orgullosa

porque se lo ha regalado

un torito muy bravío

de la finca de aquí al lado.



Cuando pasan por su lado

las otras vacas del prado,

le susurran al oído:

Margarita, Margarita,

la del cencerro afinado.

 

sábado, 19 de septiembre de 2020

domingo, 30 de agosto de 2020

LA PEQUEÑA COLEGIALA


 

 Dedico a todos los niños y niñas esta pequeña poesía con la confianza de que este curso escolar sea lo más agradable posible. Espero que las mascarillas no sean un inconveniente para que disfrutéis de vuestro colegio, amigos y profesores .Dentro de poco todo volverá a ser como siempre ha sido. Un beso muy fuerte para todos.


                                             

La pequeña colegiala

 

La despierta su mamá,

en el mejor de los sueños

se tiene que levantar.

Los párpados somnolientos

no los puede despegar;

con el agua muy fresquita

lo van a solucionar

y le lavan la carita,

unas veces su mamá

y otras veces su papá.

La visten medio dormida,

no se mantiene de pie,

¡Cuidado! —dice mamá—, hay que sujetarla bien.

La blusa blanca, la falda roja,

jersey a juego y rebeca gorda.

Su mamá le peina trenzas,

más   ella quiere llevar

su pelo rizado y   suelto,

que le gusta mucho más.

Se toma un vaso de leche,

no la dejan respirar:

—Como no te des más prisa

hoy no vamos a llegar.

—No te olvides el bocata,

luego tienes que almorzar.

Su mamá le dice adiós

y un beso fuerte le da.

Cuando salen a la calle

de la mano de papá,

el fresquito del otoño

la acaba de despertar.

La niña   está muy contenta,

al colegio llegan ya

con todos sus amiguitos

podrá en el patio jugar .

 

martes, 25 de agosto de 2020

LA BARQUITA ABANDONADA






A MI QUERIDO MAR MENOR, QUE TANTA BELLEZA NOS HA DADO Y TANTO DAÑO HA RECIBIDO A CAMBIO.



 


La barquita abandonada

 

La barca está abandonada

ya no tiene capitán,

en el Mar Menor no hay peces

ni nada para pescar.

El capitán está triste,

no deja de recordar

sus redes llenas de peces

que la laguna salada

le solía regalar.

 

miércoles, 19 de agosto de 2020

ESPECIAL DÍA DEL NIÑO O DÍA DE LAS INFANCIAS


Aquí os muestro una charla entre amigas, Norma Lugo y Conchita Bayonas.. Amigas recientes que hemos tenido la suerte de encontrarnos en las redes gracias a que a las dos nos encantan las historias.  Tanto contarlas  como escucharlas. 
Norma os contará una historia preciosa de una ranita y yo un cuento de un gigante al que le gustaba mucho leer.
Espero que os guste mucho. 

lunes, 17 de agosto de 2020

LOLO, SEMANA DE EDUCACIÓN ESPECIAL: TEA (trastorno del espectro autista), TEL (trastorno específico del lenguaje) y TDAH(Deficit de atención con hiperactividad)

 

Lolo

         

            Acababa de empezar un nuevo curso y mis compañeros y yo teníamos muchas ganas de vernos para hablar sobre lo que habíamos hecho este verano. La seño nos tenía reservada una sorpresa.

— Va a venir un nuevo compañero a clase. Se llama Lolo. Veréis que es  muy independiente; a veces, no para de moverse de un lado a otro. No debéis insistirle si no quiere jugar con vosotros. Ya lo hará cuando se sienta seguro.

—Total, un antipático y un rarito —dijo Diego—. Con la gana que tenía de que viniese otro niño más para ser once. Con el nuevo no podremos formar  el equipo. ¡Los de sexto nos ganan siempre!

            —Diego, esa no es la actitud que os pido que tengáis hacia él —le   increpó doña Ana—.  Es un poco diferente y tenemos que aceptar su forma de ser, lo mismo que él se tiene que acostumbrar a la nuestra. Intentad no gritar mucho para no ponerle nervioso; no le molestes y todo irá de perlas.

            —Lo que digo, tonto de remate.

            —¡Solo te lo voy a decir una vez más! Tenemos que intentar ser amigos suyos, pero cuando él nos lo pida —le volvió a reprender la profesora.

            Todos los niños estábamos impacientes esperando que llegase el día siguiente para conocer a Lolo. La profesora me  llamó a su mesa:

            —Carlos, lo voy a poner a tu lado; sé que tú cuidarás de Lolo y, al final, te harás su amigo.

            Yo le   contesté que sí, pero que creía que iba a ser  difícil. Luego me  acerqué a mi amiga Paloma y le  conté lo que me había encargado la seño.

            —No te preocupes, entre los dos lo cuidaremos —me dijo mi amiga, tranquilizándome

.

-

            Por fin llegó Lolo, le  acompañaba su madre y entre ella y doña Ana le  enseñaron todos los rincones de  la clase para que la conozciese, luego lo han sentado entre Paloma y yo.

            —Hola Lolo, me llamo Carlos y ella es Paloma.

            Ni siquiera nos  miró;  siguió todo el rato, dibujando.

            Por fin  llegó la hora de salir al recreo. Cogimos los bocatas organizando mucho alboroto, entre el ruido de la sirena y el griterío de los niños se armó mucho jaleo.

            La cara de Lolo se transformó, se puso las manos en los oídos, apretando fuertemente y empezó a gritar moviendo la cabeza de derecha a izquierda:

            —¡Ay, ay, ay, ay, ay!

            La profesora se acercó corriendo para  intentar tranquilizarlo y con un gesto nos hizo salir al patio.

 Después de este día, cuando llega la hora del recreo y va  a sonar la sirena, Paloma y yo nos metemos debajo de la mesa y nos tapamos los oídos. Él ha empezado a hacer lo mismo y ya no grita.

            Por fin  Lolo ha salido al recreo. Ha tardado más de una semana en decidirse, lo ha hecho cuando la clase ya estaba vacía. Ha estado un rato en la puerta observando el patio, se ha fijado en un árbol muy frondoso que hay en el centro y se ha puesto a dar vueltas alrededor de él.

            —Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve. Al llegar al nueve  cambia la dirección  hacia el otro lado.

            Lolo ha dejado el bocadillo en el suelo.

            —¿No te comes el bocadillo? —le pregunto.

            —Es de jamón de york. No me gusta el jamón de York —dice mientras sigue contando, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, y vuelta a empezar.

            —¿Quieres el mío de nocilla? Te lo cambio.

            —La nocilla me gusta —me dice mientras lo coge.

            Después de comérselo vuelve a dar vueltas al árbol. Diego desde el otro lado del patio se ha dado cuenta de lo que hace Lolo.

            —Eh, Lolo, ¿es que no sabes más que contar hasta nueve? ¡Ya eres mayorcito para saber contar!

            Lolo sigue girando y girando.

            —Lo que yo os digo, es un tonto integral.

Paloma y yo nos hemos enfadado con Diego y con su grupito

Siempre lleva  a cuatro o cinco niños  pegados  como si fueran moscas.

—Si volvéis a meteros con él se lo diré a la profesora.

            —¿Es que ahora eres su niñera?

            Me he acordado de lo que dice mi madre: “dos no se pelean si uno no quiere” y  Paloma y yo nos hemos ido sin hacerle caso; Lolo nos ha seguido.

            Hoy la señorita nos ha dado un folio en blanco y nos ha dicho que dibujásemos lo que quisiéramos. Yo he dibujado un coche de carreras, me encantan; Paloma, un caballo, de mayor quiere ser veterinaria y Lolo ha empezado a dibujar un diplodocus.  Diego, que cree que no hay nadie mejor que él dibujando dinosaurios, cuando termina, se levanta y nos enseña su dibujo muy eufórico.

            —¡Tachan! Señoras y señores, aquí tienen al dinosaurio carnívoro más grande que existió, el Tyrannosaurus Rex.

            Lolo levanta la vista de su dibujo y dice:

            —El dinosaurio carnívoro más grande que existió fue el Spinosaurus. Medía entre quince y dieciocho metros de longitud y  el Tyrannosaurus Rex no superaba los doce.

            —¡Anda el listillo! Y ¿por qué sabes tantas cosas del Spinosaurus? —le pregunta Diego—.

Lolo no hace caso, y sigue:

            —Pesaba nueve toneladas, su cabeza se parecía a la de los cocodrilos y tenía una vela dorsal que le recorría toda la espalda.

             Con una facilidad asombrosa Lolo le dibuja  uno.

            Diego se ha quedado entre chafado y asombrado y a la hora del recreo se ha pegado a Lolo como si fuera una lapa; hasta se ha puesto a dar vueltas al árbol. No paraba de hacerle  preguntas sobre  el mismo tema:

            —Oye, Lolo pues seguro que sabes cuál era el dinosaurio herbívoro más grande que existió ¿verdad?

            —Sí, el Patagotitán. Pesaba setenta y seis toneladas

            —¿Y sabes dónde se encontraron sus huesos?

            Así, sin parar, una pregunta detrás de otra.

            Los dos siguen dando vueltas al árbol. Diego preguntando y Lolo respondiendo sin mirarle casi. Hoy Lolo ha dejado de contar para  hablar de un tema más interesante.

            Diego ha aprendido mucho de dinosaurios, también,  que  en la clase, desde ahora, hay otro chico que sabe más que él sobre ese tema. Lolo le puede enseñar muchas cosas sobre esos animales que le fascinan. Será mejor hacerse su amigo. Al final la señorita tiene razón: Lolo no es antipático ni tonto como él pensaba, es solo diferente.

            Desde hoy, Lolo, ya tiene otro amigo, y si te asomas al patio verás que durante el recreo  hay cuatro niños girando y girando alrededor del árbol más frondoso del colegio.

 

 

 

 

 

   

            

 

 

 

 

 

jueves, 23 de julio de 2020

EL NIÑO Y EL DELFÍN.





—Mamá llévame hasta el mar,
tengo un amigo delfín
con quien quiero ir a jugar.

—Los delfines nunca juegan
con los niños de verdad.

—Que sí mamá, cuando duermo
  en sueños se me aparece
 y me dice que me espera
mientras juega con las olas
mientras ríe con el viento.
 Que tiene muchos tesoros
escondidos en el mar:
un cubo de caracolas,
 anclas de barcos hundidos,
erizos con muchos pinchos,
 y algas,   estrellas, corales
con los que puedes   hacerte
infinidad de  collares.

La madre escucha a su niño
y  una pena le ha llenado
de repente el corazón.

Está tan ilusionado
que piensa solo en jugar
sin darse cuenta que el mar
 encierra muchos peligros
que él no puede imaginar.

La madre espera que el niño
vuelva otra vez a soñar
Y en sus sueños se ha colado
para rogar al delfín
 que olvide a su niño ya.

—Deja a mi niño delfín,
él no se puede marchar;
tiene que quedarse en tierra
y jugar con su mamá.

Si su hijo la abandona
de pena se morirá.


El delfín ha comprendido
 la pena de su mamá
 y se ha ido a otro lugar
para jugar en el mar
con delfines de verdad.



ANNA CON DOS ENES, SEGUNDA PARTE





Antes de que se diera cuenta, ya estaban de vuelta sus compañeras, y ella se había quedado sin recreo, y sin ensayo del baile de final de curso y, encima, no había podido rectificar casi ninguno de sus cuadernos. Por un momento, solo por un momento, se arrepintió de haberse cambiado de nombre, pero enseguida pensó que en cuanto tuviera arregladas todas las etiquetas de su material escolar estaría muy satisfecha.
Doña Rosa, al entrar en clase, le preguntó:
         —Ana, ¿ya has arreglado los forros?
 An-na, un poco nerviosa, no tuvo más remedio de decirle que todavía le quedaban muchos nombres que rectificar.
 An-na estaba deseando llegar a casa para pedirle a su madre que la ayudase a marcar de nuevo la ropa del colegio, su seño no iba a decir nada en el cole hasta que la llevase bordada con su nuevo nombre, pero cuando llegó se encontró con que su madre estaba preparada para salir, su abuela  se encontraba indispuesta.
         —Ana, ¿te podrías quedar un momento sola  al cuidado de tus hermanos mientras viene Luisa? Tengo que ir a ver a la abuela sin falta.
         —¡Mamá! Yo quería que me ayudases a marcar la ropa de nuevo.
La madre de An-na ya no se acordaba de lo que le había dicho su hija  por la mañana y se quedó un poco sorprendida.
         —¿Marcar? ¿El qué?
An-na, que tenía enfrente a sus dos hermanos mirándola como dos gatos esperando a saltar sobre ella, le hizo un gesto a su madre  arqueando las cejas y mirando de reojo a los niños para que no metiese la pata delante de ellos, todavía no quería que se enterasen de su gran secreto:
         —Mi nombre nuevo, mamá, ¿es que ya no te acuerdas de lo que te he dicho esta mañana?
         —Ah, sí, eso de que te quieres llamar An-na con dos enes —dijo su madre sin caer en la cuenta de que los niños estaban delante.
Vamos, es que su madre no había tenido la menor delicadeza;  ahora se reirían  de ella y tendría que aguantar sus bromas durante  toda la tarde.
         —Mirándolo bien, cuanto antes lo sepan mejor.
Dirigiéndose a ellos les habló enérgicamente:
         —Bueno, para que lo sepáis, a partir de ahora me vais a llamar An-na con dos enes. Así que empezad a practicar porque si no suena bien no os voy a hacer caso.
Los gemelos empezaron a desternillarse  de risa y a revolcarse por el suelo como dos monos; ella no podía soportarlos cuando se ponían tan tontos. Inmediatamente se inventaron una rima a la que pusieron una melodía bastante machacona para poderla cantar:
Tú eres An-na  An-na,
la niña  que tiene un león
atado con una hebra de lan-na;
tú eres An-na An-na,
la niña que tiene un león atado
con una hebra de lan-na.
En ese momento empezó una batalla campal en el cuarto de estar; los chicos dando vueltas  a su alrededor como si fuesen indios, y ella con las manos puestas en las orejas  para no escucharlos, cantaba a voz en grito otra canción  que le había enseñado su profesora de música esa misma mañana:
La farola de palacio se está muriendo de risa
al ver a los estudiantes
con corbata y sin camisa,
¡Ay! chundala calacachundala…
¡Ay! chundala calacachún
¡Ay! chundala como me rio con todo mi corazón.
Su madre, ante el jaleo que estaban armando, castigó a Andrés y a Luis en su habitación, y a ella le aconsejó que no les hiciera caso.
         —Mira, hoy  no puedo ayudarte, pero aquí tienes el costurero; coge  cinta blanca y borda  a cadeneta tu nombre. Antes, escribe el nombre con un boli y luego solo tienes que   repasarlo con la aguja; ya tienes edad para hacerlo;  ha sido idea tuya cambiarte de nombre. Si eres mayor para decidir eso, también lo eres para lo demás.
A la niña se le iba un color y le venía otro al escucharla.
         —Pero mamá…, yo pensaba que me ibas a ayudar tú. No me acuerdo cómo se hace la cadeneta.
         —Mira hija, tu abuela está mala, no tengo más remedio que ir a visitarla. Si quieres lo hacemos este fin de semana.
Era martes, hasta el fin de semana quedaban muchos días y la señorita le había dicho que mientras no trajese todo marcado de nuevo no le iba a decir nada a sus compañeras; no podía esperar tanto, tendría que intentarlo ella sola.
Cuando su madre salió, An-na  llamó a sus hermanos:
         —Luis, Andrés, venid un momento.
         —No podemos An-na, estamos castigados por tu culpa —le dijeron desde su dormitorio, sabiendo que  les iba a pedir algún favor.
¡Ay! Cómo le molestaba  que le hablasen con ese tonillo. Lo hacían para  fastidiarla.
Dese luego, como todos los hermanos del mundo fueran como los suyos…Los demás tendrían que ser  muy distintos, de otro modo los hermanos solo servían para molestar y ella, además, los tenía a pares.
 Respirando  hondo se acercó a su habitación y llamó a la puerta:
         —Puedo pasar? preguntó amigablemente.
         —¿Eres An-na, la del león? —preguntó Luís. Su hermano Andrés, al oírlo, no pudo aguantarse la risa.
         —¡Oye! Si empezamos así me voy y no os propongo un trato que seguro os iba a interesar.
Los gemelos,  al oír lo del trato abrieron la puerta y preguntaron:
         —¿Qué trato?
Entonces An-na les propuso que, si se querían ganar una propina, tenían que ayudarla a forrar de nuevo los libros. Les contó todo el trabajo que tenía que hacer para conseguir que su profesora se tomase en serio lo de su nuevo nombre.
         -—Mientras yo coso mi nombre a cadeneta, vosotros podéis bajar a la papelería, comprar forros y etiquetas nuevas y ayudarme  para que lo termine todo pronto.
         —Dos euros por libro —le expuso inmediatamente su hermano Andrés.
         —¡Pero tú estás loco! Yo no tengo tanto dinero, además tengo que pagar el forro también.
Luís que era un poco más comprensivo le dijo:
         —Venga, un euro por libro y te pegamos las etiquetas con tu nuevo nombre.
La niña hizo las cuentas y  le pareció que tenía  suficiente dinero en la hucha para pagarles. Cogió el cerdito de barro y un martillo, y al darle el primer golpe fue como si se lo hubiesen dado a ella; nunca pensó que le costase tanto desprenderse de sus ahorros y de su cerdo, al que ya le había cogido cariño  a fuerza de verlo colocado en la estantería de su habitación.  Adiós a sus propinas, solo tenía quince euros y más o menos calculó que sería  eso lo que necesitaba. Bueno, todo lo daba por bien empleado, mañana sería una persona diferente.
Esa tarde los tres trabajaron mucho, pero los resultados no fueron los que ella esperaba.  No se podía decir que los gemelos fueran muy mañosos, los  forros de los libros parecía que se habían peleado  unos con otros  y la letra de las etiquetas era horrible. Por otro lado ella intentó bordar a cadeneta su nombre en el babi y en la rebeca, pero no se acordaba bien  de cómo se hacía. Solo faltaba la guasa de sus hermanos:
         —¿Qué pone aquí? ¿Anna o anno? Vaya una A  mayúscula, si parece una T —decía Andrés.
         —¡Qué no! No ves que dice  Rama, ¡ah no! dice Cama —le contestaba Luís siguiéndole la broma.
An-na se enfadó mucho cuando empezaron a reírse de ella. Cuando vio que todo lo que habían hecho esa tarde había sido un desastre, que  todavía le faltaba la bolsa del bocadillo por marcar y el chándal,  y además que se había quedado sin sus ahorros le dio una  rabia  tremenda. Los gemelos seguían con la guasa, así que  quiso pagar con sus hermanos su enfado y al salir corriendo detrás de ellos tropezó con la caja de los hilos de su madre que se cayó de la mesa quedando todo esparcido por el suelo.  An-na  se echó a llorar amargamente.
Cuando llegó su madre se encontró el salón hecho un desastre.Tuvieron que recoger todo lo que estaba por la alfombra,  y aguantar el chaparrón que les vino después, porque su madre había dejado la casa ordenada.
         —Ana, parece que no me puedo fiar de ti; creía que si eras mayor para algunas cosas, podías hacerte cargo de tus hermanos. No debí dejaros solos.
 Cuando terminaron de ponerlo todo en su sitio, estaban muy cansados. Menos mal que había natillas de postre. Ana se acostó casi sin cenar del disgusto que tenía.
En su habitación, An-na, llorando, comprobaba que todo lo que  había hecho   le había salido mal y además lo tendría  que repetir; le daba vergüenza ir al colegio con los libros tan mal forrados, y con un nombre bordado en el babi que nadie sabía lo que quería decir;  la verdad es que era demasiado cansado ser diferente.
La madre entró en su habitación para consolarla.
         —Ana, no llores cariño. Si quieres ser una chica distinta, no debes dejar que las contrariedades puedan contigo. Mañana te llevas el otro babi al cole y espérate, como te había sugerido, hasta el fin de semana;  no pasa nada por estar unos días más sin ser diferente. Para mí eres única; no hay otra niña igual en el mundo, eres más original de lo que tú te piensas.  Venga, dame un beso y duérmete tranquila. Buenas noches.
La madre le secó las lágrimas con el embozo de las sábanas y salió de la habitación.
Ana se quedó pensando en lo que su madre le había dicho. Quizá sí que era diferente y,   total, qué más daba una n más o menos en su nombre. Esperaría unos días más; bostezó y se dio cuenta de que era un poco tarde; apagó la luz  y, en seguida, se quedó dormida.