Dibujo sacado de internet.
JACIN POTAS
La noticia le cayó como una bomba, tenían que cambiarse de ciudad. Debían dejar a sus abuelos, sus
amigos, su casa, su colegio, su calle y su barrio; en resumen, todo lo
que hasta entonces había formado parte de su vida. Pensar que
el paisaje que divisaba cada mañana por su ventana, cambiaría por completo,
y que en unos pocos días todo a su
alrededor sería diferente le producía un vértigo y una angustia terrible.
Sin embargo, sus padres estaban muy contentos. No eran de la opinión de
Jacinto.
—Este traslado supone un gran ascenso y es una oportunidad
única para mejorar nuestro nivel de vida —les
decían a sus amigos, cuando iban a despedirse de ellos. Pero, ¿y él?,
con él no habían contado para nada. ¡Nunca contaba para nadie! Su hermana, al
menos, tenía más carácter y se sobreponía
a cualquier contrariedad por grande que fuera. Sin embargo, a él le dolía el estómago desde que recibió la
noticia. Desde el día que se enteró de que había que hacer una mudanza tenía
ganas de vomitar, como le ocurría siempre que se enfrentaba a algún problema.
Ya habían pasado casi dos trimestres completos del curso
cuando llegaron a su nuevo colegio. Todos los chicos estaban cómodamente instalados en sus clases, y cuando llegaron
los nuevos los miraron como a bichos
raros. Bueno, eso es lo que pensaba
Jacinto, porque así se sentía cuando entró por primera vez dentro del nuevo recinto escolar.
La noche anterior
estuvo pidiendo al cielo que no amaneciese para evitar el trance de aparecer en un sitio
desconocido para él. Pero las leyes de la naturaleza siguieron su curso y ese
día amaneció como siempre, con su luz, su sol y alguna que otra nubecilla. Por
eso no pudo poner ninguna excusa para no levantarse.
—¡Vamos niños, hay que darse prisa! —Oyó decir a su madre
cuando vino a despertarlos.
Jacinto se levantó sin ganas, no quiso desayunar
porque tenía los nervios metidos en el estómago, además, le había sentado mal
la cena del día anterior. Envidiaba el aplomo de su hermana Azucena. Para ella,
el traslado a un colegio nuevo, era una experiencia parecida a ir al cine o a
dar un paseo con una amiga. Todos los nervios de la familia se los había
llevado Jacinto. Ambos hermanos se pusieron en marcha acompañados por su madre que
comentó:
—Hoy os llevaré por ser el primer día. No quiero bajo
ningún concepto, que lleguéis tarde al cole.
Jacinto iba por el camino rezando para que lo pusiesen en
la misma clase de su hermana, pero al llegar a la secretaría empezaron sus
primeros problemas.
—Es imposible, nunca dejamos a dos hermanos en la misma aula,
es la política del colegio, aunque sean gemelos
—aclaró la directora.
¡Maldita la gracia
que le hizo! A Azucena la enviaron a 6º A, y a Jacinto le tocó la clase de 6ºB
que, según dijo la profesora, eran un poco revueltos, pero buenos chicos.
—Ahora vendrá el pitorreo de los nombres —pensó. ¡Solo a su
madre se le podía ocurrir ponerles Jacinto y Azucena! Cuando salían juntos y
uno de los dos hermanos se encontraba con algún amigo y tenían que presentarse, siempre la misma
broma:
—¡Hombre, Azucena y Jacinto!, vaya nombres más raritos que
os ha puesto vuestra madre. Ella no
tiene hijos, tiene un ramillete de flores.
Entonces todos se echaban a reír y a Jacinto le
entraban unas ganas tremendas de salir corriendo o de que lo tragase la tierra.
Sin embargo, Azucena se reía con ellos sin importarle nada y les seguía la
broma tan fresca como siempre.
El primer día la secretaria les acompañó a cada uno a la
clase correspondiente. Azucena entró en el aula con el aplomo que la
caracterizaba, abrió la puerta, dijo buenos días y pasó como si estuviese matriculada
en ese centro desde Educación infantil; pero Jacinto era distinto. Al abrir la
puerta y ver tantas caras desconocidas observándolo, le empezaron
a temblar las piernas y un sudor frío le corrió por toda la frente. La profesora y sus compañeros estaban expectantes
esperando su reacción, el más chistoso del grupo, al observarle como un
pasmarote en la entrada, dijo en voz
alta:
—¡Mirad chicos, ha
venido a vernos Harry Potter!
—¡Siéntate y calla, Álvaro! —le dijo doña Luisa —. Jacinto
va a quedarse con nosotros lo que queda de curso y le vamos a tratar como a uno
más. No quiero bromas ni gamberradas, ¿de acuerdo, Alvarito?
— ¡Alvarito!, ¡Alvarito!, ¡esta mujer me tiene manía! —exclamó en voz baja.
Efectivamente,
Jacinto llevaba unas gafas pequeñas de cristales redondos que le daban cierto
parecido con el actor que interpretaba
Harry Potter y, por desgracia para él, Álvaro lo había descubierto rápidamente.
—¡Ya tenemos pitorreo para todo el curso! —pensó Jacinto.
Este quiso hacerse el duro y aparentar que las bromas no le importaban, pero su
cara reflejaba su estado de ánimo y empezó a ponerse blanco y a sentirse mareado.
Sin saber cómo, le entraron unas ganas tremendas de vomitar.
Recordó que había visto en el pasillo un aseo antes de entrar en la clase y salió
disparado a dicho lugar sin pedir permiso a nadie. Cuando volvió, había
recuperado un poco el color de la cara. La profesora se dirigió hacia dónde se
encontraba y le preguntó:
—¿Te encuentras mal, Jacinto?
Antes de que pudiese
contestar, intervino Álvaro:
—El señorito se ha puesto malo. En vez de Harry Potter, le
vamos a llamar Jacin Potas.
Los compañeros, al oír
el chiste que había hecho el gracioso de la clase a costa del nuevo, empezaron
a reírse a carcajadas y a dar patadas en el suelo. Se armó tal escándalo, que
lo oyeron hasta en el aula de al lado.
Azucena, al oír el alboroto, se imaginó que su hermano
estaba implicado en el problema por alguna causa. Doña Luisa logró calmar a sus
alumnos y el estómago del nuevo se tranquilizó, por lo que pudo dar clase hasta que sonó el timbre.
—¡La hora del recreo!
—gritaron algunos de los compañeros de Jacinto. Los chicos no atendieron más a
las explicaciones de la profesora, dejaron lo que estaban haciendo y salieron
atropelladamente. Jacinto cogió su bocadillo de mala gana; no tenía ninguna
sensación de apetito, pero salió al patio detrás de los demás alumnos. Mientras
estaba en clase, se encontraba protegido
por la profe, sin embargo, al salir al
patio se sintió de nuevo indefenso y
perdido. No sabía hacia dónde dirigirse; a la derecha estaban las pistas de deportes,
pero todavía no conocía al profesor de gimnasia y no sabía las normas de uso de
las mismas; a la izquierda había una zona de jardín con una bonita arboleda,
hacia allí se dirigió.
—¡Jacinto, Jacinto!
—oyó que su hermana le llamaba desde el
otro lado del patio. Estaba con dos compañeras y las tres vinieron hacia él.
—Jacinto, ven que te voy a presentar a dos amigas de clase.
Son muy simpáticas: Clara, Mónica, este es mi hermano Jacinto.
—Hola ¿Qué tal? Tu hermana nos ha hablado mucho de ti.
Jacinto se puso rojo como un tomate y no supo qué contestar,
pero se dio cuenta de las dos eran guapísimas, parecía que se le estaba
arreglando el día hasta que se dio cuenta de que se les acercaba Álvaro.
—¿Os han presentado ya a Jacin Potas? —preguntó a Clara y a
Mónica. ¿Quién es esta chica?
—Mira, Álvaro —le dijo Mónica bastante molesta—, te he
dicho mil veces que cuando te haces el gracioso es cuando menos me gustas. No
seas pesado y déjanos tranquilas, anda.
A Álvaro le molaba mucho Mónica, pero le gustaba hacerse el
duro delante de ella.
—Bueno, Mónica ¿me la vas a presentar o no?
—Azucena, este energúmeno se llama Álvaro y seguro que nos
va a dar la lata durante todo el recreo.
Mientras, Jacinto observaba callado al compañero que le
había tocado en suerte rogando que tuviera alguna cosa más interesante que
hacer que meterse con ellos y desapareciese de un momento a otro.
—¡Anda!, ¡pero si os parecéis! —dijo Álvaro mirándoles fijamente—. ¿Sois mellizos? Azucena y Jacinto, dos flores o… dos capullos,
como prefiráis.
Antes de que nadie pudiera
remediarlo, Azucena le soltó un bofetón, Álvaro se echó hacia atrás para intentar
evitar el tortazo, pero, al final, se cayó al suelo. Cuando se levantó, se fue
hacia ella hecho una furia. ¡Menuda se armó! Jacinto, al ver que iba hacia
Azucena, salió en defensa de su hermana y empezaron a darse
mamporros, acabando de nuevo los dos en el suelo.
—¡Pelea, pelea con el nuevo! Empezó a correrse la voz por el patio y enseguida se arremolinaron un
montón de chiquillos que gritaban a favor de uno u otro contendiente.
Los nervios de
Jacinto le traicionaron como siempre y el estómago empezó a producirle
náuseas. Se quiso separar de su contrincante para ir al aseo, pero este, pensando
que quería escaparse, le agarró de la camisa aún más fuerte.
Jacinto no lo hizo adrede, pero no lo pudo evitar.
Con los nervios de la pelea volvió a vomitar. Esta vez el que recibió el
regalito fue Álvaro.
—¡Aaah, qué asco tío!
Eres un guarro. Me has puesto perdido. Ahora sí que te la has cargado.
Te vas a acordar de este día durante toda tu vida. ¿Cómo voy a estar toda la clase así, con esta
peste hasta que me vaya a casa?
A Jacinto se le iba un color y le venía otro.
—Lo siento chico, pero no lo he podido remediar. He querido soltarme y me has agarrado más fuerte. Tú mismo me has
llamado Jacin Potas, ahora ya sabes a qué atenerte.
Según iba hablando, notaba más seguridad en sí mismo. Se
sorprendió de haberle contestado con
tanta firmeza. Mientras se limpiaban como podían, la profesora que estaba de
vigilancia en el recreo, llegó al lugar
de la pelea.
—¡Cómo no iba a ser Álvaro uno de los implicados! ¡Ah, y el
nuevo!, pues sabes que has empezado bien. El primer día de clase y ya hay que
llevarte al despacho de la directora.
—Señorita —dijo Mónica—, nosotras sabemos por qué ha
empezado la discusión y el culpable ha sido Álvaro. Les ha insultado, les ha
llamado capullos.
—¡No es verdad!, les
he dicho que tenían nombre de flores o de capullos.
—¡Dejaos ya de tonterías y vamos a dirección! ¡Por Dios!
¡Qué olor echáis! No se puede estar a vuestro lado.
En el despacho, las preguntas y las respuestas se sucedían
sin parar, además de las interrupciones de los testigos de la pelea.
—¡Basta ya! —dijo la directora—. Tú te vas a quedar en el
pasillo hasta que tus padres vengan a recogerte
y, cómo castigo, vas a ser el compañero de Jacinto hasta que termine el curso.
Veremos a ver si aprendes a respetarlo. En cuanto a ti, Jacinto, te recomiendo
que pases de las tonterías que hacen algunos chicos —dijo mirando a Álvaro.
—Te aconsejo que aprendas a dominarte porque si no el mote
que te han puesto te va a quedar que ni pintado.
—”Es posible que ya le hayan ido con el soplo? Seguro que
ha sido doña Luisa, mi tutora” —pensó. ¡Cómo
corrían las noticias en el colegio!
Salieron del despacho y se fueron a clase. La profesora les
mandó al final del todo.
—Si queréis estar en clase de lengua, no se os ocurra moveros de donde estáis. Os
quiero bien lejos de mí, porque no hay quien pare a vuestro lado.
A parte de eso, el día terminó sin ningún percance más para
los dos alumnos nuevos.
Al finalizar las clases, los hermanos se fueron a casa con
las amigas de Azucena, aunque Jacinto iba delante de ellas porque las chicas no
querían arrimarse a él:
—¡En cuanto llegues a casa, te metes en el baño! ¡Menudo
olorcito echas!
—¡No me des más la lata, guapa! Bastante mal rato he pasado
hoy, así es que déjame en paz de una vez —le dijo enfadado.
A la mañana
siguiente, Jacinto se levantó con el mismo problema que el día anterior, con el
añadido de que sabía quién iba a ser su compañero de clase, ¡tendría que
aguantar a Álvaro durante el resto del curso!
—¡Creo que no podré soportarlo! es superior a mis fuerzas.
¡Mamá no quiero ir al colegio por favor!
—Mira, Jacinto, tienes que controlarte, cuando te entren
ganas de vomitar, respira hondo dos o tres veces y ya verás como se te pasa.
Jacinto prometió hacer caso a su madre cuando se despidió
de ella, pero al entrar en clase le empezó la molestia en el estómago que le
era tan familiar. Se sentó al lado de Álvaro como le había mandado la
directora, y este le miró con mucho recelo.
—¡No quiero ni pensar que te atrevas a acercarte a mí! Te
separas todo lo que puedas ¿Entendido? —le dijo este de muy malas maneras.
Fue todo tan rápido, que Jacinto no supo cómo pasó, pero, allí mismo, volvió a repetir la faena del día
anterior.
Su compañero empezó a gritar:
—¡Esto no hay quién lo aguante! ¡Si este tipo tiene que
estar a mi lado hasta final de curso, yo me voy de este colegio!
Tal jaleo se armó que al poco rato Álvaro se encontró otra
vez en el despacho de la directora:
—Mira, me da igual
que no quieras estar al lado de Jacinto, pero no te voy a cambiar de sitio; en
tus manos está que deje de vomitar. Creo que a ti te interesa más que a nadie
que se le pasen los nervios y esa costumbre que tanto te molesta.
—Sí claro, seguro que yo tengo la solución del problema,
¡no te fastidia!
—A ver si tienes más respeto a las personas mayores. Siéntate
y atiende mis consejos.
La directora pensó que tenía que hablar con Álvaro y explicarle cómo podía solucionar el
problema que él mismo había provocado.
— Álvaro, ¿tú sabes
lo que es la empatía?
—¿La simpatía? Creo que sí.
—No, la simpatía no, la empatía. Eso es saber ponerse en el
lugar de la otra persona. Tú tienes que ponerte en el lugar de Jacinto y pensar
en lo mal que debe sentirse sin conocer a nadie en esta ciudad. Lo que le hace
falta es alguien que le tranquilice y le haga tener seguridad. Y tú, ahora, eres la persona indicada ¡claro
está! Si no quieres irte a casa todos los días igual que ayer, debes buscar la
forma de que Jacinto se encuentre como en su casa. ¡Tú y toda la clase! Así es
que aplícate el cuento y a trabajar. Además, Álvaro, te conviene quitarte la
etiqueta de fanfarrón que tienes puesta. Eres un buen chico, pero no te gusta demostrarlo,
prefieres ser el gallito de la clase. Sin
embargo, yo sé que tú eres capaz de realizar esta tarea.
Álvaro pensó en todo lo que le había dicho la directora, y durante
el recreo hubo una reunión de los
alumnos de 6º convocada por el cabecilla
de la clase:
—De modo que ya sabéis, si alguno le molesta por algo y me vuelve a vomitar encima o tiene que salir corriendo en mitad de una
explicación de algún profesor por culpa vuestra, se os cae el pelo.
La idea de la
directora fue buenísima, Álvaro, por la cuenta que le traía, empezó a comprender el problema de su compañero de mesa.
Pensó en lo mal que se encontraría él si tuviera que dejar todo lo que conocía y marcharse a otro lugar. Desde ese momento, empezó a mirar con simpatía a Jacinto. Mientras, Jacinto había caído en la cuenta de que con su
problema estomacal tenía la forma de fastidiar a su compañero y su problema iba
a ser el problema de los dos. Esto hizo que se enfrentara todos los días con más tranquilidad al hecho de ir a un
colegio nuevo.
Desde entonces, su vida fue como la del resto de sus compañeros. Álvaro se encargó de que nadie le pusiera nervioso para evitar las
carreras hacia el aseo. Los esfuerzos por proteger a su compañero
y de protegerse así mismo de sus vómitos, hicieron que entre los dos
fuese desapareciendo la antipatía que se tenían desde el principio de conocerse
y que naciese una buena amistad.
—Hay que ver lo que hace la empatía —decía Álvaro sonriendo
y mirando a su compañero.
—¿La simpatía? —le preguntó Jacinto.
—No hombre no, la empatía. Un día que tenga ganas te lo explicaré
—le aclaró, echándole el brazo por encima
del hombro, cuando iban hacia el patio del recreo.
27 comentarios:
Conchita:
¡Me ha encantado! La empatía es un elemento de la inteligencia emocional que debemos trabajar a menudo en la escuela. Estoy segura de que a mis niños les va a gustar mucho este cuento. ¡Ya te contaré!
Besos, maestra.
Para María,una alumna y profesora muy especial y para unos alumnos de 6º también muy especiales.
Espero que con este cuento aprendáis la forma de poneros en el lugar del otro y cuando llegue el momento lo llevéis a la practica.Un abrazo
Querida Conchita:
Este relato, me ha parecido muy realista y me indentifico con Jacinto, porque los nervios te pueden traer malas pasadas.Lo has expresado con un vocabulario muy apropiado, me ha gustado que al final del relato a Jacinto se le fuese el dolor estomacal.Te doy mis más sinceras felicitaciones de este magnífico relato de "Jacin Potas"
un cordial saludo de María José Rios Morales una alumna de María Dávila Raja.
Estimada Conchita:
Soy Desi, una alumna de Maria Davila.Quería pedirte disculpas por si te ofendimos al ser tan críticos.El cuento de Jacin Potas me ha gustado un montón porque te enseña el significado de la palabre Empatía y a ser buen compañero.Me ha gustado sobre todo el final porque ya Jacinto no se siente tan nervioso en su nueva clase.Yo creo que este cuento esta muy bonito y sobre todo es de la edad adecuada para nosotros. Un cordial saludo.Adios
Querida Conchita:
Soy alumna de María Davila, tu ex alumna.He leído tu libro de Jacin Potas. He disfrutado de cada minuto de esta lectura.Me ha gustado mucho porque creo que la empatía es un sentimiento que todos tenemos y debemos poner en práctica.Y también porque Álvaro y Jacinto iniciaron una buena amistad.
Un fuerte abrazo.
Querida conchita:
Este cuento me ha parecido muy bien. .Jacinto y Álvaro llegaron a ser muy amigos.Un fuerte abrazo de Magdalena.Mi maestra María Dávila nos ha hablado mucho de ti.
Hola Conchita:
Soy una de las alumnas de María Dávila, me llamo Belén y me ha gustado mucho el cuento de Jacin Potas. Y este cuento demuestra que no hay que meterse con nadie, porque las cosas pasan factura y gracias a la empatía que demostró Álvaro, con apoyo de la maestra le fue de gran ayuda a Jacimto para solucionar su problema, aunque Ávaro parecía un poco interesado ya que creo que lo hizo para que no le vomitara encima.
Un saludo de Belén
Hola Conchita:
Soy alumna de María, me llamo Irene y me ha gustado mucho este cuento porque la empatía es algo que yo aplico mucho en mi vida día a día. Y pienso que si yo me cambiara de colegio no vomitaria pero mala si que me pondría. SOy capaz de ponerme en el lugar de Jacin.
Un saludo.
Hola Conchita:
Soy Marina,una alumna de tu ex-alumna María Davila.
Tu cuento de Jacin Potas me ha parecido muy bonito y he disfrutado mucho leyéndolo.
Te felicito por este maravilloso cuento.
¡Menos mal que al final a Jacin se le quitó el dolor de barriga!
Mis felicitaciones.
Un abrazo muy fuerte.
Querida Conchita:
Este cuento me ha encantado porque representa la empatía que es una cosa que me encanta porque es muy bueno ponerse en el lugar de otro, como mis compañeros se pusieron en mi lugar cuando se murió mi hermana. Por eso me gusta, porque representa más o menos la amistad, el cariño que te tienen los compañer@s... Gracias por hacer este blog y me ha encantado este cuento.
Besos de Conchi.
Querida Conchita:
Hola, soy Gloria, alumna de María Dávila Raja.Te quería felicitar por el buen trabajo que estás haciendo y por la confianza que aportas en tus cuentos.
Éste en concreto, el de Jacin Potas, me ha gustado mucho. Enseña los valores y normas que debe haber en la vida y que hay que respetar. A los machitos les enseña a controlarse.
Felicito tu buen trabajo, empeño y esfuerzo.Gracias por ser así.
Hola Conchita:
Soy Diego, un alumno de tu ex alumna María Dávila Raja.Quería decirte que este cuento me ha gustado porque nos enseña a niños de nuestra edad a cuándo y cómo usar la "empatía" un elemento que todos deberíamos tener en cuenta.Nosotros hemos tenido un pequeño problema parecido a este y nos ha enseñado a querernos más y ser mejores compañeros.
Y lo más importante es que nos hemos perdonado y no nos guardamos ningún tipo de rencor.
Saludos
Diego
Querida Conchita:
Soy María.
El cuento de Jacin Potas me ha gustado mucho, porque en él se desarrolla la empatía; un hecho muy poco real en este mundo.
Me alegra mucho que hayas creado este blog, porque tiene cuentos muy bonitos y transmiten una enseñanza al final.
Muchos besos
María
Querida Conchita:
Me he leído el cuento de Jacin Potas y me ha gustado mucho; porque nos demuestra los valores que debemos utilizar como la empatia ;un valor muy poco frecuente en este mundo.
Y yo creo que con este cuento habra más gente que se ponga en el lugar del otro.
Es como si te conociera de toda la vida, porque mi maestra nos ha hablado mucho de ti un abrazo muy fuerte.
Inma.
QUERIDA CONCHITA:
Soy Fernando, un alumno de María Dávila Raja.
Este cuento me parece estupendo porque nos hace reflexionar sobre cómo debemos comportarnos.
Te quiero agradecer el trabajo de este blog y de dedicarnos este cuento a María Dávila y a sus niños.
Besos de Fernando
QUERIDA CONCHITA: SOY UN ALUMNO DE MARIA DAVILA.TU CUENTO DE JACIN POTAS ME HA ENCANTADO.TE FELICITO POR ESTE CUENTO MARAVILLOSO. ¡MENOS MAL QUE AL FINAL A JACIN SE LE QUITO EL DOLOR DE LA BARRIGA!
MIS FELICITACIONES
GRACIAS POR ESCRIBIR ESTE CUENTO
MIS ABRAZOS. KAMAL
QUERIDA CONCHITA:
Soy una alumna de María Dávila y mi maestra nos ha hablado muncho de ti y muy bien. Bueno tu cuento de Jacin es chulísimo de verdad. Muchas gracias por dedicárselo a mi maestra y a nosotros. Espero que sigas haciendo más cuentos parecido a este .
De tu seguidora Meli.
Adiós, un saludo muy cordial y un besazo para ti.
QURIDA CONCHITA:
HE LEíDO EL CUENTO DE JACIN POTAS Y ME HA ENCANTADO PORQUE AL FINAL ÁLVARO RECONOCE
QUE LO QUE ÉL ESTABA HACIENDO, ESTABA MAL.
BESOS DE MANOLI
Querida Conchita:
Soy un alumno de María Dávila .El cuento me ha parecido muy interesante y chulo porque al final se hacen amigos jacinto y Alvaro y se sintió como en su casa después de la mudanza.
Un saludo de Alex
conchita eres la mejor as escrito muchos cuentos buenisimos con cariño rosana del colegio virgen de la fuensanta
Hola soy Diego de 5ºB sinceramente me gusta tu cuento.
De mayor quiero ser como tu
Hola soy Esteban de 5ºB.
Me gusta tu forma de escribir.
El cuento de Jacin Potas es el mejor.
Colegio Virgen de la Fuensanta
Hola, soy Daniel de 5ºB. Me gusta mucho Jacin Potas. Ojalà vengas de nuevo al colegio Virgen de la Fuensanta.
Hola, Soy Bernardo de 5ºB. Megusta mucho jacin potas aprende ano reirse de los demas
atentamente Bernardo
hola soy diego de 5ºB y te digo que tu cuento es muy chulo
¿a lo megor ganas el premio novel?
firma diego
Os doy la gracias a todos por leer mis cuentos.
Hasta la próxima visita al cole.
querida conchita:soy una alumna del colegio CEIP JUAN CARLOS I Y LA VERDAD QUE ESTE LIBRO QUE NOS RECONMENDASTE A ESTADO SUPER DIVERTIDO!!! ESPERO QUE VUELVAS A NUESTRO COLEGIO Y NOS HECHES UNA VISITA!!!
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