Mensaje de bienvenida

¡Y sin embargo algunas personas dicen que se aburren!¡ Démosles libros!¡Démosles fábulas que los estimulen!¡Démosles cuentos de hadas! Jostein Gaarder

martes, 3 de abril de 2012

Caperucita roja, pero menos. 2º y 3er. ciclo.



Caperucita estaba tranquilamente viendo la televisión en su casa. En la pantalla, en  un programa de animales, un camaleón se paseaba de un lado para otro cambiando de color. De repente, se dio cuenta de que  ahí estaba la solución de un problema que atormentaba a toda su familia: su seguridad 
-Mamá, ven, corre, he tenido una idea estupenda -exclamó gritando muy excitada, ante lo que se le acababa de ocurrir.
-¿Qué pasa Caperucita?, ¿qué te ocurre?
-Mamá, sabes el  miedo que paso cuando voy a casa de la abuelita. Siempre tengo que ir con mil ojos para despistar al lobo; pero, claro, con esta capa roja y la caperuza que me has hecho se me ve a mil leguas. Observa lo que hace el camaleón, cambia de color según el sitio en donde se coloca.
La madre  miró la pantalla y observó atentamente al animal que estaba allí. 
-¡Ah! pues es verdad, si te hiciese otra caperucita de un color más discreto el lobo no te vería a lo lejos.
- ¡Claro mamá! En mi colegio, hay un niño que lleva una tela que él  llama de camuflaje. Es de  color marrón, negra y verde, lo mismo que nuestro  bosque. Si llevase la capa de ese color cuando fuese   a visitar a la abuelita, me ocurriría lo que a los camaleones, que pasaría entre los árboles sin ser vista.
La mamá se puso muy contenta, ¡Pero cómo no se le había ocurrido antes! ¡Qué tonta había sido! En cuanto terminó de fregar los platos y recoger la cocina, se fue al pueblo cercano a comprar unos metros de tela para hacerle una caperucita  a su hija de un color más discreto. Al llegar entró en la única tienda  que tenían en el lugar. Allí vendían de todo: comida, cestos, macetas, martillos, libros, cuadernos y lápices de colores y, también tejidos.
-Buenos días Marcelo -dijo la madre de Caperucita al entrar.
-Buenos días señora ¿qué desea?
-Marcelo, quiero una tela para hacerle una caperucita a mi niña, pero de un color que  sea discreto. No sabe lo  que nos cuesta engañar al lobo, está pesadísimo. En el momento que mi niña sale la sigue  a todos lados porque quiere comerse la merienda de su cestita.
-Sí señora, tengo lo que desea,  el color camuflaje es el más adecuado  -y volviéndose hacia las estanterías, bajó una pieza de  un tejido muy fuerte pero de unos tonos que pasarían desapercibidos en el bosque.
La madre la tocó, comprobó que era de buena calidad  y  compró tres metros. Después, muy contenta, se marchó de prisa hacia su casa
Cuando llegó, se puso manos a la obra; en poco tiempo le terminó la  caperuza, la capa y  una funda  de esa misma tela para la cesta de la merienda; de esta forma, todavía sería más difícil verla.
Al día siguiente  la mamá llamó a la niña:
-Ya es hora de que le lleves la comida a la abuela, así estrenarás tu nueva capa.
Caperucita, se puso muy alegre porque, como a todos los niños, le gustaba mucho estrenar ropa nueva; tapó la cesta con la funda y ella se colocó su caperuza nueva.
-No estás tan guapa como con la roja, pero lo importante es que el lobo no te descubra -comento su madre mirándola.
De repente, Caperucita se acordó de algo importante:
-Un momento mamá -le dijo la niña saliendo de la habitación.
Cuando volvió, a su madre le dio un susto de muerte.
-¡Ahhhhhhhhhh!, Caperucita ¿qué llevas en la cara?
-Mamá, me ha dicho Pedro, que si quiero ir camuflada de verdad tengo que pintarme con ceras negras, así el lobo no me verá de ninguna manera -contestó a su madre muy segura de lo que decía.
-Pobrecilla, lo que tienes que hacer para librarte de ese animal ¡Con lo guapa que ibas de rojo y lo bien que te sentaba ese color!
Por fin, Caperucita salió de  su casa; enseguida, a lo lejos divisó al lobo.  El muy pesado, siempre la esperaba en el mismo sitio, cerca del camino por donde ella tenía que pasar obligatoriamente; por eso, esta vez cambió el itinerario, se metió entre unos arbustos y  lo rodeó sin que él se diera cuenta. Por fin había conseguido darle esquinazo.
-Sigue esperando pesado,  que vas listo si crees que me vas a ver - pensó Caperucita, sabiendo que esta vez, iba a llegar a casa de la abuelita antes que él.
Cuando llamó al timbre y salió a abrirla la abuela, por poco se desmaya del susto la pobre mujer.
-¡Ay! Pero, ¿quién eres?
-Abuela, si soy yo, Caperucita. Es que voy camuflada.
- ¿Camu... qué?  -preguntó la abuela con  voz temblorosa.
-Sí abuela, los camaleones me han enseñado a camuflarme como ellos. Ayer aprendí que si vengo vestida de esta forma, el lobo no me verá y podré visitarte todas las tardes que quiera.
La abuela y Caperucita se dieron un gran abrazo y a partir de ese día Caperucita la visitaba, sin miedo, más a menudo. Pasó un mes aproximadamente, y una mañana la niña vio  a lo lejos al lobo.
-Está muy estropeado –pensó. 
El pobre no había comido casi nada desde que Caperucita ya no llevaba su capa roja; entonces  a ella le dio mucha pena y pensó, que todos los días, le dejaría al lado del camino parte de la merienda de su abuela, para que fuera engordando poco a poco, pues,  en el fondo, le tenía cariño, al fin y al cabo, era su compañero de cuento.


El dibujo, tan gracioso, lo ha hecho Guille. No sé cómo me aguanta, porque me pongo muy pesada:
-Anda Guille que me hace falta una Caperucita camuflada y, él , sin rechistar, me la hace.

2 comentarios:

Elizabeth Segoviano dijo...

definitivamente es un cuento encantador!! claro! como no se les había ocurrido antes lo del camuflaje!! una delicia leerte Conchita! y muchas felicidades a tu ilustrador, sin duda el talento corre por sus venas :)

Conchita dijo...

Gracias Eliz, siempre puedo contar contigo.Felicitaré al ilustrador de tu parte.
un abrazo.

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