El caracol
pianista
Lucía
se levantó temprano como todos los días para realizar sus ejercicios de piano. ¡Ni
ahora en vacaciones, podía verse libre de Bela Bartok! Tenía que practicar antes
de bajar a nadar a la piscina; le había prometido a sus padres que lo haría y
siempre cumplía sus promesas. Cuando puso sus dedos sobre las teclas notó algo
húmedo y pegajoso.
—¡Qué asco! Tía ven, hay algo mojado encima del teclado.
El día anterior había olvidado bajar la tapa; sabía que debía
cerrarlo siempre para evitar el polvo, pero estaba muy cansada y no lo hizo.
Amalia que estaba en la cocina, ante los gritos de la niña,
dejó lo que estaba haciendo y fue corriendo hacia el salón.
—¡Qué exagerada eres! Baja la cabeza y mira de lado las teclas
¿Qué ves?
La niña colocó su cabeza apoyada sobre el piano y vio unas líneas
brillantes que parecían hechas con rotulador.
—Son rastros de un caracol. Ha pasado por encima de las teclas;
no creo que sea para chillar tanto. Si lo hubieses cerrado, no se hubiera
manchado —le reprendió su tía .
Después de limpiarlo, Lucía empezó a calentar los dedos. Antes
de interpretar la melodía tenía que hacer unas cuantas escalas. Una de las
veces levantó los ojos y, justo, entre las fotografías de su abuela y de su
hermano, que estaban colocadas encima del piano, se encontró con el pequeño
animalito que había dejado el surco de baba. Se notaba que estaba a gusto,
relajado, con los cuernos muy estirados, mirando y escuchando como si estuviese
asistiendo a un concierto. La niña, asombrada, se dirigió a él:
—Parece que te gusta la música ¿Eh amiguito?
Lucía quiso comprobar si de verdad la estaba escuchando o se
había subido al piano por casualidad.
Empezó a tocar un vals y luego cambió el ritmo y pasó a una
polka; los cuernecillos del caracol se
movieron al mismo compás que
ella marcó con su música. ¡Estaba
siguiendo la melodía!
El caracol empezó a bajar deslizándose por la pared del
instrumento, hasta que llegó al teclado y suavemente se subió encima de uno de
sus dedos. ¡Era tan pequeño!
—¡Es estupendo! Quieres tocar conmigo ¿Verdad?
El caracol se pegó fuertemente a la mano de Lucía y se movió
tan rápido como nunca había podido soñar. Había tocado el piano con la niña que
veía todos los días desde el jardín.
La mamá caracol, desde la ventana, le miraba con cara de susto.
—Ves mamá —dijo Caracolín muy divertido—, como no ha pasado
nada. He sido pianista durante un rato. Hoy he cumplido mi sueño.
— Un día, este hijo mío, se va a meter en un problema gordo.
6 comentarios:
Este cuento es muy cortito, pero me vino a la cabeza un día que estaba limpiando el piano y encima de él encontré un caracol muy pequeño. En ese momento dije:
¡Hombre, el caracol pianista! y de ahí salió enta mini historia.Espero que os guste.
Este libro me ha hecho mucha gracia por el caracol y el dibujo.
Este libro me ha parecido genial porque lleva un caracol una madre caracol y una niña que toca el piano
Javier Tornel Manzanares
Muy bonito Conchita...yo tengo un Cangrejo violinista y el Caracol Babacol,jaja Es divertido inventar para los niños ¿verdad?
Un abrazo.
Marisa Alonso
LA IMAGINACION NO TIENE LIMITES Y MENOS PARA UN NIÑO....AYUDARLOS A "VOLAR" LOS HACE CRECER EN LIBERTAD DE PENSAMIENTOS Y DESDE PEQUEÑOS DEBEMOS INCULCARLES QUE LA VIDA ES UN SUEÑO QUE SE HACE REALIDAD SI LE DAMOS IMAGINACION Y ALEGRIA A NUESTROS DIAS. HERMOSO ...........ME ENCANTO.MIL GRACIAS
Acabo de llegar de viaje y me he encontrado con tu precioso comentario. Es cierto que los cuentos nos ayudan a volar y con ello a disfrutar un poco. Me gustaría saber quién eres. Si vuelves a entrar en mi blog, por favor pon tu nombre si no te importa.
Un saludo.
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