Ilustración de Guillermo Martínez Ortiz |
Pepa y
Pepe
Guille y Pablo llevaron a casa dos huevos de gusanos de seda. Eran como dos puntas de alfiler de color marrón oscuro. Se los habían regalado en el colegio y los cogieron con mucho cuidado para no perderlos por el camino. Nada más llegar los pusieron sobre un pañuelo blanco ,dentro de una caja de zapatos, y esperaron a que nacieran. Los miraban todos los días antes de irse a clase para ver si habían salido los gusanos, hasta que una mañana:
—¡Mamá,
ya han nacido! —gritó Guille—. Hay que buscar hojas de morera.
Los niños
tenían en el jardín un árbol de moras. De sus ramas cogieron unas hojas muy
verdes y brillantes para que comieran .
Pepa y Pepe,
que así se llamaban los gusanitos, crecían muy rápido. Después de comer les
gustaba esconderse entre las hojas para descansar. Cuando Guille y Pablo venían
a verlos no los encontraban aunque iban levantando una a una las hojas de
morera:
—No están
aquí, ni aquí, ni tampoco aquí. ¿Se habrán escapado?
Por fin,
debajo de la tercera o cuarta hoja que levantaban aparecían los dos gusanos tan
tranquilos:
-—¡Qué
bromistas son! —decía Pablo.
Pepa y
Pepe se pusieron tan gordos como los dedos de la mano de Guille. Un día al
volver del colegio, como de costumbre, los niños miraron la caja, levantaron
todas las hojas de morera y no los encontraron. En su lugar vieron dos ovillos
pequeños de hilo: uno de color rosa y otro amarillo. Fueron corriendo asustados
a buscar a su mamá:
—Mamá,
esta vez sí que se han escapado. No hay nada en la caja; solo dos bolas pegadas
al cartón que parecen dos bobinas de las que tú tienes para coser.
— ¡Claro!
Sí que están, pero se han metido dentro de sus capullos. Tienen que hacerse una
casita de hilos de seda y se quedarán dormidos hasta que se conviertan en
mariposas. Cuando estén preparadas, saldrán del capullo. ¡Ya lo veréis! Pero
vamos a despegarlos del cartón y los colocaremos encima de otro pañuelo limpio para
que cuando pongan los huevos se vean bien —les explicó su madre.
—¿Es que
las mariposas ponen huevos? Yo me creía que los ponían los gusanos —comentó
Pablo.
Guille y
Pablo, todas las mañanas, se asomaban a su caja de zapatos para ver si las dos
bolitas de seda habían sufrido algún cambio. Un día observaron que los capullos
se estaban moviendo. Por un agujerito muy pequeño aparecieron unas patitas
negras que lo fueron haciendo más grande, hasta que con un gran esfuerzo, como
si se estuvieran quitando un saco de dormir muy apretado, salieron Pepa y Pepe
convertidos en dos mariposas blancas un poco peludas.
—Mamá, ya
han salido las mariposas. ¡Qué feas son! —dijeron los niños.
—No son
ni feas ni bonitas: son así porque así tienen que ser, la naturaleza es muy
sabia.
De vez en cuando, los niños se acercaban a la
caja y las oían revolotear, parecía que estaban bailando. A los pocos días una
de ellas puso un montón de huevos y los chicos se alegraron mucho.
—El año
que viene se repetirá la historia —les dijo su madre.
—Mamá,
parece magia ¿verdad? —dijo Pablo sorprendido ante la transformación que habían
sufrido los gusanos.
—Sí hijo,
en la naturaleza todo es mágico y, a la
vez, todo es normal; ya lo entenderéis cuando seáis mayores.
2 comentarios:
Me parece que te has sacado de la chistera un cuento que podría haber sido el mío también, y puede que el de la mayoría de los que ahora somos adultos, o jovenzuelos.
ENHORABUENA!! con tus relatos planteas una vida que marcha como la "seda".
Besitos.
Qué maravilla!!!! es un cuento precioso, como todos los que de momento he visto. Eres una artista, ya me tienes de seguidora y te enlazaré desde mi blog. Un abrazo y espero me recomiendes más cuentos para los peques.
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