Aquí está el dibujo de Guille. Si conocieseis a sus protagonistas, veríais que están clavados. Guille es muy buen dibujante. |
El
abuelo siempre dice:
—Lo
que hago con mis nietos no pude hacerlo con mis hijos.
—¿Por
qué dices eso, Pepe? —le preguntan los niños.
—Cuando
mis hijos eran pequeños yo me marchaba a trabajar muy temprano y volvía a casa
muy tarde, así que, a veces, al llegar solo me daba tiempo de darles las buenas
noches y desearles felices sueños. ¡Ni siquiera podía verlos cuando salían en
las actuaciones del colegio que hacían en Navidad o a final de curso!
—¿Y
no jugabas con ellos nunca?
—Solo
los fines de semana.
A
Guille y a Pablo se les hace difícil comprender cómo su abuelo no jugaba con su
mamá ni con sus tíos. Ahora sí tiene tiempo de jugar con ellos y también los recoge del
colegio dos veces a la semana. Esos días se lo pasan muy bien.
Su
abuelo es muy divertido y bromista. ¡Es un poco mago! Cuando quieren que les dé
un euro, él les dice:
—Guille,
Pablo, mirad donde tenéis uno —y les
saca una moneda de detrás de la oreja.
—Abuelo
¿cómo lo haces? — le preguntan.
—Es
muy fácil, ¡fijaos!
Vuelve
a tocarles las orejas y otra vez más, saca otro euro a cada uno. Ellos se ríen
encantados.
También
hace magia en el parking: Pepe mete un cartoncito y un billete y entonces
aprieta un botón y salen muchas monedas.
Un
día se las queda Guille y otro Pablo. Por eso siempre quieren que vaya él a
recogerlos. ¡Son muy listos estos niños!
Pero
lo que a Pablo le asombra más es cuando su abuelo se toma un yogurt, y
al rato se le llenan los bolsillos de sobres con cromos de futbol. Por eso cuando
va a ir a verlos, antes, le llaman por
teléfono y le dicen:-
—Abuelo,
¿te has tomado ya el yogurt? —así se aseguran de que al llegar tendrán nuevos
cromos para el álbum.
Lo
único que le enfada a Pepe es que Pablo no quiera darle la mano cuando va a recogerlos
al colegio. Entonces, sí que se le pone muy mal genio.
—¡Si
este niño no me da mano, no voy más a por é! Recojo a Guille y él que se quede a comer en el
comedor.
Se
lo dice muy enfadado a su hija, porque a la hora de la comida hay mucho tráfico
por la calle y le da miedo que eche a correr y le pase algo. Los papás de Pablo le han hecho prometer que
siempre va a obedecer a su abuelo cuando vaya a recogerlos al colegio.
Después, cuando se montan en el coche de
regreso a casa, él le dice a Guille:
—Guille,
cuida de que tu hermano no se duerma.
Entonces
Guille empieza a distraerle: cuentan coches amarillos, autobuses rojos, farolas...,
pero Pablo es pequeño todavía y cuando se sienta, como está cansado, empieza a
dar cabezadas y es muy difícil mantenerlo despierto. Entonces el abuelo para
espabilarlo empieza a hacerle de rabiar:
—Pablo,
me han dicho que tienes novia.
—¡Ay,
abuelo!, ¡que no tengo novia! no ves que soy pequeño.
—Sí
que tienes —le replica.
—¡Que
te he dicho mil veces que no!
En
el momento que sale el tema de las novias, Pablo se espabila y empieza a
protestar. Pero el abuelo ya ha conseguido que se le pase el sueño.
Cuando
los niños se quedan a comer en casa de los abuelos, al llegar, le dan un beso y
un abrazo muy fuerte a su abuela que les tiene preparada la comida que a ellos
más les gusta; a Guille los espaguetis carbonara y a Pablo las albóndigas, por
eso un día elige la comida Guille y otro día Pablito.
Después de comer llega la hora del dominó; su
abuelo no la perdona por nada del mundo, le gusta irse al casino a jugar una
partida con los amigos.
—¡Pablo
ponte en la puerta, que no se vaya! —dice Guille a Pablo. Los dos niños se
colocan con los brazos y las piernas abiertas delante de él para no dejarlo
pasar, pero al final les convence de que tiene que irse.
—Bueno,
pero antes sácanos dibujos del ordenador.
Entonces les imprime unos cuantos dibujos para
que los coloreen, Guille elige láminas de Gormitis y Pablo de Doraimon. Por fin
le dejan que se marche a echar la partida, los niños le dan un beso y se quedan con su abuela coloreando los dibujos hasta que viene su madre a por ellos.
Después,
todas las noches, alrededor de las ocho, los abuelos van a hacerles una visita
corta a su casa para desearles las buenas noches: es la hora de los penaltis:
—Abuelo,
tírame unos cuantos penaltis antes de que te vayas
—Vale
Guille, pero solo unos pocos.
Entonces, con una pelota de tela para que no se manchen las paredes del salón, juegan al futbol durante un rato, y así pasan los días, los niños disfrutando de los abuelos, y estos de sus nietos.
2 comentarios:
me fascina la forma tan honesta y sencilla de narrar que tienes Conchita uno como lector se puede sentir envuelto en cada escena con tus palabras :)
Eliz,como siempre, me encanta que seas mi mejor seguidora. Contar los cuentos de Guille y Pablo es muy fácil para mí, porque son cosas que les pasan de verdad.
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