Ilustradora Laura Bueno Valdés |
Había una vez un camaleón al que una bruja había hechizado. Le obligaba a vivir dentro de un cuento en lugar de hacerlo en plena naturaleza como hacen todos los camaleones normales.
Como todos los camaleones tenía la facultad de cambiar de color según la superficie en donde se colocaba, pero él no lo sabía. Pensaba que eso solo le ocurría a él porque estaba hechizado. Cada vez que se colocaba encima de una letra del cuento se transformaba en ella.
Si se ponía encima de una A, el camaleón se convertía en A.
Si trepaba sobre una M, se transformaba en esta
letra y le ocurría lo mismo cuando se colocaba sobre los dibujos que ilustraban
el libro dentro del que vivía.
En su cuento también vivían un príncipe y una
princesa. Si el camaleón se colocaba encima del príncipe, la cabeza del
principito adquiría una forma triangular
de camaleón con ojos saltones. Los niños que lo estaban leyendo se asustaban y
salían corriendo sin querer saber nada más de esa historia.
Con la princesa pasaba lo mismo. ¿Os podéis imaginar un camaleón con trenzas doradas o una princesa con cara de camaleón?
El cuento “El camaleón hechizado” estuvo
muerto de risa en la estantería de una librería durante mucho tiempo hasta que
un día un niño lo compró. Estuvo intentando durante mucho tiempo ver al
camaleón, pero éste siempre estaba camuflado entre las letras y los dibujos, y
no consiguió verlo nunca.
El cuento fue a parar a un puesto en la feria
del libro usado y pasó por las manos de muchos niños lectores que nunca podían ver bien
al camaleón. Al final, siempre se cansaban y se deshacían de él.
Un día, unos niños estaban ojeando unos cuentos
cuando…
—Mira,
mamá, “El camaleón hechizado”. ¡Cómpramelo por favor! Tengo que hacer un trabajo
sobre los Furcifer Pardalis —dijo Amalita.
—¿Y eso que es? —preguntó
su madre extrañada.
—Mamá,
pues una clase de camaleones —contestó
la niña que era una sabionda de mucho cuidado—. Es estupendo, ¡por fin un libro
sobre el tema que me interesa! Justo
cuando nos íbamos a marchar hemos encontrado
lo que estaba buscando.
Después de cenar se fueron a leer a sus
habitaciones. Al poco rato, la niña se presentó muy enfadada en el dormitorio
de sus padres.
—Aquí
no sale ningún camaleón y, además, las letras van cambiando de forma según lo
lees, ¡menudo mareo! Parece que tienen
un camaleón escondido detrás de cada una de ellas y con los dibujos pasa lo mismo. No me sirve
para mi trabajo.
Lo
dejó encima de la mesilla de sus padres y se fue decepcionada a dormir. La
madre de Amalita cogió el libro y empezó a ojearlo. Primero pasaba las hojas
muy despacio para observar lo que sucedía, luego las pasaba más rápido. Se dio
cuenta de que solo una letra cambiaba de forma cada vez; una letra o un dibujo,
pero solo una. Le pareció muy raro, pero inmediatamente se dio cuenta de lo que
pasaba.
—¡Ay,
amiguito!, no hay manera de verte porque siempre estás detrás de las letras; yo
sé una manera de sacarte de ahí, ya lo verás —le dijo al camaleón en voz alta.
La
madre de Amalita sabía que el color rojo produce estrés en estos reptiles. Ella
no quería que le pasase nada al pequeño camaleón. pero sí quería que dejase de
camuflarse detrás de las letras del cuento.
Al día siguiente llamó a los niños y les dijo:
—¿Queréis ver al camaleón?
— Claro mamá.
-—Bien, pues coged unos rotuladores de color rojo
y pintad
todas las páginas del cuento.
Así
lo hicieron y, según los niños iban coloreando las páginas, nuestro amigo
empezó a sentirse mal. Ese color le producía una sensación muy extraña que le
fue dejando poco a poco sin fuerzas. El camaleón se cambió de hoja hasta que
llegó a la última página y no pudo seguir camuflándose más, entonces empezó a
marearse; se apoyó en la última línea del cuento y se quedó en el borde del mismo. Poco a poco
se fue resbalando hasta que cayó suavemente
al suelo. Los niños asustados llamaron a su madre:
—¡Mamá!,
el camaleón ha aparecido por fin, pero está enfermo. ¿Se va a morir? Nosotros
no queríamos que le pasase nada malo —dijeron compungidos.
—No
os preocupéis, un libro no es un sitio apropiado para que viva un animal de
esta clase. Metedlo en una caja y vamos rápido a los pinares.
Lo
cogieron con mucho cuidado y lo llevaron en el coche para no perder tiempo. Cuando llegaron al
bosquecillo, el aire de los pinos lo reanimó y el camaleón empezó a moverse con
lentitud. Lo colocaron sobre una ramita baja que había cerca de ellos y lo
observaron con paciencia. Se notaba que no había estado nunca al aire libre, parecía asustado:
—¡Pobrecillo!
Siempre metido entre las hojas de un libro—decían los niños.
A
los pequeños se les saltaron las lágrimas. El camaleón sacó su larga y pegajosa lengua y, por primera vez en su
vida, cazó una mosca. Se la tragó despacio, saboreándola. ¡Le supo a gloria!
Casi sin que se dieran cuenta, el camaleón
desapareció ante sus ojos.
—¡Ha
recobrado el poder de camuflarse! —dijo Amalita
—¡Se
ha curado! —exclamó su hermano.
Los
tres volvieron a casa contentos por
haber hecho algo hermoso. Enseguida se fueron a buscar el cuento y observaron que
se había efectuado un cambio en él. Aparentemente todo estaba igual, pero esta
vez sí que pudieron leerlo. Las letras
no se movían, ni los dibujos cambiaban. El camaleón hechizado ya no vivía allí.
¡Era libre!
5 comentarios:
Este cuento es muy imaginativo. Además me encantó lo del camaleón cuando se ponia encima de las letras se transformaba en ellas. Eso ha sido lo que mas mea gustado de todo el cuanto.
Jose Antonio 5ºB
Hola, soy Evelyn y me ha gustado el cuento. Mi parte favorita es
cuando se comió la mosca.
Evelyn 5ºB Colegio virgen de la fuensanta
Hola Conchita.
Nos ha encantado tu cuento, es muy interesante.
Hay que tener mucha imaginacion para escribir este cuento.¡Sigue asi!
De Pablo y Jose Maria
Colegio Virgen de la Fuensanta clase 5ºB
Este cuento se me ocurrió cuando estaba en la biblioteca del cole. me alegra que os haya gustado.
Un abrazo.
Hola Conchita! nos ha encantado tu cuento
Los niños de tu antiguo cole de 3º B y de Carmen M. Un beso
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