El niño azulDibujo de Guille Martínez Ortiz
Cuando Oscar nació todo el mundo estuvo de acuerdo, ¡era un niño
precioso! Solo le veían una pega: el color de su piel. Esta era de un color azul brillante como el mar, ese mar
tranquilo que baña la costa en las mañanas de primavera. Él fue el primer bebé
que apareció con ese problema, pero después, sin que nadie lo pudiese remediar vinieron
a este mundo algunos niños más con esa misma peculiaridad: ¡eran azules!
Antes de que ellos nacieran sus mamás no
dejaban de pensar con tristeza en sus hijitos. Estaban acostumbradas desde
niñas a asomarse a las playas y acantilados gallegos y a admirar el azul
intenso de sus aguas. Ahora, todo estaba manchado y negro; nada era como antes.
Muchas tardes, después de dar largos y melancólicos paseos por la orilla, las
gentes del pueblo las oían lamentarse:
—Nunca imaginé que cuando mi hijo naciese iba a estar el agua
tan sucia.
—¿Qué va a pasar con los peces? —decían mirándose con los ojos
llenos de lágrimas.
—¿Y con las gaviotas? también morirán si comen pescado en mal
estado —comentaban tan tristes que a sus vecinos se les partía el alma
viéndolas padecer tanto.
—Nuestra costa siempre ha estado limpia como un espejo y, ahora,
parece un basurero —se quejaban con pena.
Antes de todos los desastres provocados por los hombres, el agua
del mar era azul, y el deseo de las madres de recuperar ese color para que sus
hijos disfrutaran de él era tan grande que sufrían indeciblemente. Algunos
científicos, avisados por los pediatras que atendían a los niños azules,
investigaron los casos y coincidieron en que esa singularidad debía de estar
relacionada con los desastres que estaban ocurriendo en el mar: vertidos de
desechos industriales, productos químicos,
petróleo y fertilizantes en la
superficie del agua, además de grandes cantidades de plásticos y otras
sustancias, que causaban la muerte de tortugas, ballenas y pingüinos.
Tan grande era el deseo de las madres de que el mar recuperase
su estado anterior a la contaminación que, de repente, todos los sabios lo
comprendieron y estuvieron de acuerdo.
—¡Esto está claro! Lo que tienen los niños en la piel, es un
antojo.
—¡Es verdad! —comentaron
entre ellos. ¡Qué tontos hemos estado!
—Yo tuve una paciente con una mancha rosa en la cara ocasionada
por un deseo; su madre, quiso comer fresas durante el embarazo, pero no
consiguió ninguna porque era invierno —dijo
uno de los médicos
Por fin habían encontrado
la causa del problema y decidieron comunicarlo al Instituto de Investigaciones
Científicas para que intentasen solucionarlo, si es que tenía arreglo.
Mientras, en Brasil, por aquella época,
empezaron a venir al mundo: niños de color verde. Los médicos brasileños se
preocuparon mucho al principio. Luego, después de algunas indagaciones se
enteraron de lo sucedido en Galicia y poniéndose en contacto con los pediatras
que habían asistido a los congresos anteriores, coincidieron con ellos en que
efectivamente, el cambio de color de la piel de los niños era debido a antojos
maternos.
La selva Amazónica estaba desapareciendo a causa de la tala indiscriminada de grandes
árboles y de los incendios provocados por los hombres. Había muchas personas que estaban desoladas;
eran gentes que sentían que el mundo se estaba deteriorando por culpa del
progreso. Entre ellas, algunas mamás embarazadas sufrían pensando en las
máquinas que seguían talando árboles:
—¡Nuestros hijos no van a poder disfrutar del verde maravilloso
de su selva! ¡Ni tampoco de los animales que viven en ella! Se decían unas a
otras intentando buscar alguna solución. Tan fuerte era su deseo, que ocurrió
lo mismo que en Galicia, solo que los niños
brasileños nacieron verdes.
Por otro lado, en el continente africano, muchos
bebés de raza negra vinieron al mundo con la piel amarilla. Sus madres estaban
desesperadas; no podían alimentar a sus hijos y solo deseaban ver los campos
llenos de cereales con los que poder remediar su hambruna. ¡Esto sí que era
gravísimo y no se podía consentir!
Enterados de estos nuevos casos, los
científicos decidieron hacer una cumbre mundial, para buscar soluciones a este
gran problema. Invitaron a los jefes de gobierno de todos los países y a las
mamás de los niños afectados. Entonces, una representante habló en nombre de
todas:
—Señoras y señores, venimos aquí a pedir que salven nuestro
planeta. Queremos dejar a nuestros hijos este maravilloso mundo en las mismas
condiciones que estaba cuando nosotras lo heredamos de nuestros antepasados.
Este sueño no lo podremos realizar si no nos ayudan. Ustedes tienen la
capacidad, el poder y la fuerza suficiente para conseguir que nuestra tierra
siga siendo el prodigioso planeta azul que era hasta hace poco. Nuestro
sufrimiento ha sido tan grande que ha afectado al color de la piel de nuestros
hijos. ¡Por favor! pónganle remedio para que las generaciones futuras no sufran
este problema.
Entonces, empezaron a salir al escenario todas las mamás con sus
hijos en brazos, niños azules, verdes, y amarillos, para sorpresa y asombro de
todos los que estaban reunidos.
—¡OH! ¡Qué desastre! —decían abatidos, viendo las consecuencias
de la contaminación.
Cuando
se recuperaron de su estupor, los científicos decidieron no moverse de allí
hasta encontrar medidas para remediar el problema. Unos buscaron soluciones
para evitar que se transportara petróleo por el mar, otros insistieron en que
se debía pagar una cuota a los países Amazónicos y así no sería necesario talar
los árboles; todo el planeta se beneficiaría de su oxígeno, y ellos podrían
comer sin tener que vender la madera de la selva; por último, otros idearon
sistemas para embalsar grandes
cantidades de agua del rio Nilo y regar los campos y plantaciones de trigo en
el continente africano. Estuvieron trabajando durante muchos meses, codo con
codo, para conseguir que la tierra volviese a ser como antes. ¡Por fin lo
consiguieron!
Las madres volvieron contentas a sus países,
sintiendo que habían hecho algo realmente bueno para ayudar a los niños que ya
habían nacido y a los que quedaban por nacer. Para que no hubiese niños ni
azules, ni verdes, ni amarillos, sino
niños con el color natural de cada una de las razas que ya habitaban en
la tierra. Después de algún tiempo, el azul empezó a brillar en el mar, los
árboles crecieron otra vez en la selva y los niños de África pudieron
alimentarse correctamente.
¿Pero sabéis lo que pasó unos años después?
Según el agua se iba poniendo más azul, la piel de los chicos, se iba aclarando
hasta que se les volvió blanca. Los niños verdes, consiguieron recuperar el
precioso bronceado de la piel brasileña, según la selva adquiría su color
esmeralda y, los muchachos de África, lograron de nuevo, en sus cuerpos, un
brillante color chocolate, pues estaban bien alimentados. Así debía de ser.
Porque como todas las madres dijeron, solo querían, que la tierra volviera a
ser el maravilloso planeta azul que era antes.
8 comentarios:
Este cuento fue seleccionado en la VIII edición del Concurso de Cuentos Infantiles Sin Fronteras la Asociación Bilbaina Txirula kultur Taldea.
Somos alumnos del CEIP Virgen de la Fuensanta y nos ha gustado mucho su cuento.
Se me olvidaba, el dibujo que he subido es de intenet, una página que se llama dibujos de niños azules.
¡Genial! Me encanta Conchita.
¡Felicidades por tu merecido premio.
Un abrazo
Gracias Marisa, tú sabes lo importante que es para nosotras los comentarios. Es la sal de nuestras historias.
Un beso.
Un cuento que deja huella, para recuperar la confianza en los científicos motivados a dar salida a los problemas de una Tierra maltratada, txapeldun ;Conchita felicitaciones !!!
Muchas gracias Begoña. Los comentarios en el blog animan mucho a seguir subiendo cuentos en él. Un abrazo.
Muchas gracias Begoña. Los comentarios en el blog animan mucho a seguir subiendo cuentos en él. Un abrazo.
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